Recuerdos.

Jane no podía evitar sentirse inquieta, aquel que la había convertido en lo que ahora era estaba allí, entre los pasillos de ese castillo en donde vivía desde que su salvador, su amo, la había recogido. Aún podía recordar las llamas, el cabello castaño ondeando en el viento ardiente del fuego. Ojos dorados, piel pálida, una suave caricia de labios en el cuello y luego... dolor. Fue lo último que pensó antes de sumergirse en la inconsciencia: Dolor. Intenso y desgarrador. Ardiente como las llamas, punzante como colmillos y profundo como un veneno. Así había sido su transformación. Y aquel que parecía haberla salvado, sólo le había regalado un horrible don. Más bien dos: la inmortalidad y el dolor. Y como si eso hubiera sido poco, la había abandonado a su suerte cuando no pudo resistir la sed de sangre, y cuando en un acto de dolor y despecho su don se había manifestado involuntariamente por primera vez castigando a aquel que había encendido la hoguera, que bastante merecido se lo tenía, razón por la cual no había sentido ninguna culpa al no poder controlarse. Y fue el hecho de que él pudiera ver en sus pensamientos esa ausencia de culpabilidad y su terrible sed contenida, lo que le sirvió de excusa para huir. Se había horrorizado y la había mirado como si de un monstruo se tratase. ¿Con qué derecho? Ella no había pedido ser así, no tenía derecho a horrorizarse de su propia creación.
Y ahora ahí estaba, suplicándole muerte al jefe del clan que la había salvado de la soledad pero al costo de usar su don de tortura, al poderoso vampiro que era el único merecedor de ser llamado Amo. ¿y todo por qué? Porque al parecer una insignificante humana adolescente se había arrojado estúpidamente a un acantilado pedregoso y se había muerto, ridículo. Lo que no era de extrañar es que la tonta niña lo había hecho por causa de su abandono. Pff si en su momento ella hubiera hecho lo mismo si no fuera porque solo iba a conseguir mojarse. Pero ni ella había podido tomar esa elección, ni él había sentido culpa por lo que había hecho...a pesar de saber que había llegado a verlo con amor, con la ilusión de que tal vez volver a vivir no era tan malo si lo tenía a él y a su hermano. No le tendría piedad ahora,'los Vulturis no damos segundas oportunidades' pensó al acercarse donde el objeto de sus pensamientos retrospectivos se hallaba de rodillas y extendiendo los brazos a la espera de ser exterminado.
Aun sin quererlo su frío corazón se apretó ante la visión. Y fue entonces que Edward Cullen posó sus dorados ojos en ella.

Una mini historia. Si esta gusta podría llegar a publicar otra historia larga. Espero comentarios :)

Lis