¡Muy buenas, queridos míos! Hoy os traigo el comienzo de lo que será un fic Sarumi, de la serie K Project. Perdonadme los que estéis esperando OkiKagu. De hecho, actualmente, estoy trabajando en un pedido OkiKagu también, pero el 3 de Octubre va a salir la segunda temporada de K y…. ¡Soy débil, ¿vale!? No me matéis. No mucho, al menos. Por cierto, os recuerdo lo de los pedidos de Gintama que expliqué anteriormente. Una foto, un oneshot xD Igualmente acepto sugerencias de cualquier serie o escena. ¡Matta nee~!

La risa cantarina de las chicas llenaba todo el pasillo. La campana del recreo había sonado segundos antes, las alumnas del Instituto Eleanor Crief salían de sus aulas con la alegría propia de la inocente juventud. Sosegadas, contentas, charlando en murmullos no más altos que un estornudo. La educación temprana había dado frutos en su comportamiento, todas habían aprendido a mantener las formas con la seguridad de las damas de la más alta cuna. "La elegancia es una flor que enriquece hasta al arbusto más marchito", se podía leer en varios cuadros, escritos con tinta negra de pincel sobre un pergamino apagado y vetusto. Tap, tap, tap; algunas miradas se volvieron hacia el discordante sonido. Todas llevaban zapatitos azules, planos y a juego con el uniforme que sabían chasquear al andar cuando querían advertir de su presencia a otra persona. Por desgracia, la muchacha que efectuaba el ruido lo hacía sin querer. No sabía que se podía caminar en silencio, pero aunque lo hubiera sabido habría caminado de la misma forma. Sus pasos, rápidos y secos, evidenciaban su nerviosismo y prisa. Era una chica algo más alta que las demás, de cabello corto y anaranjado, cuerpo de atleta y reacciones dignas de un perrito asustado en una casa nueva. Cruzaba el pasillo casi corriendo, con ambos brazos pegados al uniforme azul oscuro del centro y sujetando la falda con las manos, procurando que no se levantase ni un milímetro.

Dio un bote cuando sintió una mano en su hombro. Se apartó con brusquedad y retrocedió un par de pasos sin cambiar su tensa postura.

- Misaki- chan, ¿estás bien? - preguntó Nanase-chan, su compañera de pupitre, ligeramente preocupada. La había seguido, aunque más silenciosa que ella- ¿Quieres ir a la enfermería?

Nanase-chan tenía buena intención. Era el primer día de su compañera y no parecía en absoluto cómoda, era extremadamente tímida y vergonzosa. ¡No paraba de sonrojarse y apenas podía hablar! Por eso, en su ingenuidad, había pensado en invitarla con sus amigas a alguna actividad, para romper el hielo y hacer que se sintiera más a gusto.

- ... Ummm... T-T-T-Tengo cosas q-q-q-que hacer... -respondió la nueva encogida y mirando al suelo, apretando los puños y con la voz aguda- N-N-No puedo.

Nanase-chan se desinfló un poco.

- Ah... Qué pena... Bueno, al m-

La pelinaranja salió corriendo como alma que lleva el diablo. Bajó las escaleras que daban a la planta inferior sin volver la vista atrás, incapaz de continuar con la conversación de la chica.

"Ah, ah…", lamentó su compañera mientras la veía alejarse, "ya se ha vuelto a sonrojar como un tomate".

Bajó dos pisos casi sin tomar aire, sintiéndose peor cada vez que más y más chicas (que bajaban también, pero al patio) la miraban desde lejos. Sentía unas ganas terribles de gritar, de coger su patín y salir escopetado de aquel infierno.

Pero no podía.

- ¡Anna! -gritó en cuanto la encontró, saliendo de clase. Mas se le había escapado su tono habitual de hombre, así que carraspeó y repitió más agudo- ¡Anna!

La albina volvió el rostro hacia la colegiala. Sus labios se relajaron en una sonrisa suave, tierna, divertida.

- Misaki.

Este aguardó. Varias niñas se aproximaron a Anna para invitarla a cosas y darla conversación, pero ella las rechazó con dulzura, explicando que tenía que hablar con su "Onee-san" y que las acompañaría después. Yata sintió un pinchazo de dolor al pensar en que Totsuka-san se habría emocionado mucho si la hubiera visto con aquel precioso uniforme escolar. Siempre se enternecía cuando se trataba de Anna.

- Misaki. - La susodicha se había aproximado a él por fin, sus enormes ojos oscuros no perdían detalle- ¿Estás bien? Tienes mala cara.

- ¿Hm? Ah, sí, sí. No te preocupes. ¿Y tú, Anna? ¿Todo bien?

La niña asintió inalterable.

- No he visto nada.


- ¿¡JA!? No. Ni hablar. Me niego.

Kusanagi-san guardó la copa bajo la barra. Cogió otra de alguna parte donde el pelirrojo no alcanzaba a ver y la secó con el trapo que tenía en la mano.

- Ma, ma, Yata-chan. De todo HOMRA eres quien mejor puede pasar desapercibido en un instituto. -Se encogió de hombros, conformista. Sonrió- Por desgracia, yo soy demasiado mayor para hacerlo.

- ¡Pues que vaya Eric! -gritó señalando al chico, que estaba sentado en la barra junto a Fujishima- ¡Tiene la misma edad que yo!

- Pero yo no soy ningún chiguagua -respondió el rubio cruzándose de brazos- Parecería un gigante al lado de esas niñas.

- ¿Y qué os hace pensar a todos que yo no llamaría la atención? -repuso molesto la Vanguardia de HOMRA.

Silencio. Kusanagi sonrió de medio lado, limpiando otra copa. Kamamoto se adelantó tartamudeando.

- E-Eh… Yo tampoco creo que sea una buena idea. - El anaranjado sacudió el brazo, en un gesto mudo de "gracias, por fin alguien lo entiende". Su amigo continuó- Yata-san no lleva bien tratar con chicas, así que ser… ¡Ouch!

- ¡CÁLLATE, ESTÚPIDO IDIOTA!

- Yata-chan -continuó Kusanagi ignorando el golpe y los lloriqueos del otro. Cerró los ojos.- Necesitamos infiltrarnos en ese centro. Ya lo oíste de esos tipos, la jefa, la Strain que organiza todo, vive en ese instituto tan bonito. Tenemos que localizarla e instarla educadamente a que no opere en nuestro territorio. Y que de hacerlo, tiene consecuencias. Nos perjudica. Sin embargo, no podemos invadir ese colegio sin desembocar en un conflicto con Scepter 4. Tenemos que arreglárnoslas, y dado que Anna es quien mejor puede localizar a la Strain, la presencia de nuestra Reina es imprescindible. Pero no podemos -

- Enviarla sola, lo sé -interrumpió Yata- Por eso me ofrecí a vigilarla desde una azotea, ¡puedo hacerlo!

- Anna tendrá que pasar por una alumna del centro. -Izumo hizo como que no le había oído- Yo me ocuparé de detalles como esos. La cosa es que el instituto es un internado femenino. Anna se vería obligada a pasar la noche allí y convivir con otras compañeras. No tenemos una descripción, así que cualquiera es sospechosa. ¿No merece nuestra Reina la mejor protección por nuestra parte?

- Misaki -El joven bajó la vista, se encontró con los ojos brillantes de la niña. Iba vestida con su habitual estilo gótico, aunque llevaba dos lazos rojos a cada lado de las coletas que le daban un aspecto adorable. Su rostro era pálido y sincero.- No tienes por qué hacerlo. Puedes hacer como has dicho, yo te avisaré cuando la encuentre. De todos modos, -sonrió un poco, dulce- tengo suficiente poder para defenderme, así que no te preocupes.


¿Qué clase de desalmado habría dejado a Anna ir por sí sola? Ella, tan pequeña, delgadita y pacífica. ¿Cómo iba a quedarse él esperando en una azotea a que ella diera un silbido de aviso? Imposible, de ninguna manera.

Misaki Yata era una persona fácil de irritar. Se picaba rápido y se enfurecía en menos de un segundo. Tuvo que hacer un gran esfuerzo de autocontrol para no quemar el uniforme de falda corta que le trajo Chitose, doblado en un paquete transparente. ¡Y encima se reía, el muy desgraciado! Solo le contuvo el miedo a cabrear a Kusanagi-san, dado que había sido él quien había pagado tan cara prenda. Fue este mismo, Chitose, quien se empeñó en darle algunas clases para lo que él llamaba "Tratar correctamente con las damas", pero aunque la tarde fue divertida, por poco acaba con los pelos de la nariz chamuscados.

Por muy "niña" que pudiera parecer el joven con la suficiente caracterización, seguía siendo evidente que era mayor que Anna, por lo que acabaron en clases y cursos diferentes. Kusanagi-san se ocupó del papeleo. Según sus palabras, cierto amigo "experto en caligrafía" le debía un favor. Ninguno preguntó más; la documentación pertinente fue presentada y Misaki Yata se convirtió en una joven de 17 años, algo fuertota y basta, pero de incontenible vergüenza y poco habladora. Aquello fue una suerte: Mejor servía un Yatagarasu vergonzoso que uno hirviente y exaltable.

- ¿Te tratan bien? -quiso saber el anaranjado tras dar otro mordisco al bollo.

La chica asintió. Su dulce seguía entre las manos. Estaban sentados tras una esquina, la que daba a la salida de emergencia. Desde allí podían escuchar perfectamente las voces de las niñas, en el patio. Cancioncillas, nombres... Por muy bien enseñadas que estuvieran, seguían siendo niñas.

- Mis compañeras son muy amables. Me quieren invitar a varios clubs después de las clases, pero he dicho que no -Buscó en el bolsillo y sacó una hermosa canica roja y reluciente. La contempló- No sé cuánto tardaremos en encontrar a esa Strain. Aquí hay mucha gente.

- Tranquila -La voz de Yata se suavizó por primera vez en ese día. Sonrió, se golpeó el brazo con la palma, sacando músculo- Nos las arreglaremos. Hemos estado en situaciones peores. Tú concéntrate en encontrarla, yo me ocupo de lo demás. Aguantaré. -Anna le miró, no parecía convencida- De verdad, aguantaré. ¡Soy la Vanguardia de HOMRA, ¿no!?

Aquello sí alegró a la pequeña. Sonrió, sus mejillas adquirieron color.

- Sí.


"CONNECTION FAILED. PLEASE, TRY AGAIN LATER."

Tsk.

"UNABLE TO FIND A WIRELESS ACCESS POINT."

El sonido del tecleo inundó el diminuto cuarto, únicamente iluminado por la pantalla del portátil. Sus dedos escribían los comandos a gran velocidad. Parecía que las palabras aparecían automáticamente en la ventana negra. Conectó su usb personal y dio rienda suelta a sus conocimientos.

No tuvo que esperar mucho.

Beep. Beep, beep.

"CONNECTION ESTABLISHED."

Sonrió. Sus dientes brillaron con la luz del PC. En un par de clicks accedió a la base de datos. Repasó algunas carpetas, pero oyó un ruido fuera. Cerró el ordenador al instante, silencioso como un ladrón. Agudizó el oído; los pasos se alejaban. Se levantó y abrió la puerta con el mismo disimulo: Una triste luz de neón iluminaba el pasillo de servicio. No vio a nadie.

La ventana rectangular y pequeña del sótano le indicó que hacía mucho que había entrado la noche. Ni se había percatado de ello. Su tripa recordó que no había cenado, rugió recién despierta.

Fushimi Saruhiko chasqueó la lengua. Cerró la puerta sin hacer ruido. En ella podía leerse un cartel metálico: "Cuarto de Contadores. Sólo personal autorizado." Y abajo, en una esquinita: "Instituto Eleanor Crief para señoritas."

C'est fini! Como imaginaréis, se va a liar. En fin, espero que os haya gustado y que tengáis ganas de la continuación, que viene cargadita. ¡No os olvidéis de comentar, me anima muchísimo a escribir! Muchísimas gracias a todos por leer y por vuestros comentarios. Sois maravillosos. ¡Matta nee~!