Hola a todos. Hoy vengo con una nueva historia de una de mis parejas favoritas. Son mi delirio desde que Oliver Wood se quedó asombrado con la forma en la que Hermione salvaba aquel partido de Quidditch. Y desde entonces no dejo de pensar en ellos dos como una posibilidad.
Traigo una historia de aprendizaje y de vivencias sumamente personales. Me inspiro tanto con todo lo que sucede a mi alrededor, estoy adorando escribir esta historia y espero que a alguno de ustedes también les agrade.
Disfruten la lectura.
AU sin magia.
Pareja: Oliver Wood / Hermione Granger
Advertencias: Rated M por futuras escenas. Personajes pueden llegar a ser OoC.
Disclaimer: Ningún personaje me pertenece, todos son creados por J.K. Rowling , la trama es mía.
Atrévete a sonreír
Capítulo 1
El camino a la iglesia es más rápido de lo que ella hubiese deseado. No es que el pueblo fuera tan grande para tardar en atravesarlo para llegar a esa vieja parroquia, pero Hermione hubiera preferido que condujeran lento, lo mas lento posible para poder asimilar todo lo que se le venía encima.
Mientras se acercaban por el estrecho camino, las ruedas de su viejo auto amenazaban con estancarse en el fango completamente enzoquetado, justo acababa de llover en aquel domingo de septiembre, como si el día mereciera volverse más deprimente con el clima gris y lluvioso, logrando dejar el camino peor que de costumbre.
Pide internamente que su auto se quede atascado para no tener que llegar a su destino.
A lo alto de aquella pequeña colina, se apreciaba la iglesia del pueblo de Ottery, la nostalgia la invade solo con mirar esa parroquia a lo lejos, no quiere acercarse más, no respira con normalidad y de a poco siente que empieza marearse. Sabe que todo es culpa de los nervios que este día detona.
Observa al pelirrojo que conduce su auto, ya que ella no se sentía con los sentidos al cien por ciento como para tomar el volante. Ni siquiera se sienta en la parte delantera. Ciertamente, si Bill no fuera conduciendo y lo estuviera haciendo ella, ya habría dado media vuelta y emprendido la huida mas epica que Ottery haya presenciado jamás.
—Espero que la troca de papá logre pasar el camino —comenta Bill mientras observa por el retrovisor a una vieja troca color naranja que los seguía por el maltratado camino, propiedad de Arthur Weasley—, no queremos llegar tarde.
Hermione solo asiente débilmente, fingiendo darle la razón. Pensaba en que si Dios existía, que tan solo hiciera que esa vieja camioneta se quedara atorada. Pero Dios no cumplía los caprichos de alguien solo por miedo, Ronald Weasley merecía celebrar con su familia su primer aniversario luctuoso y, a pesar de Hermione, nada evitaría que se llevara a cabo. Aunque la viuda estuviera aguantando no entrar en estado de ansiedad con la sola idea de entrar en esa iglesia.
—¿Mami?
Hermione deja de mirar por la ventana para mirar a la dueña de la vocecita que la llama. Su hija mayor está sentada a su lado, mirándola vivaz y segura, algo que le falta completamente a Hermione.
—Dime, Rose —logra decir y se felicita mentalmente por transmitir seguridad al momento de hablar. Sabe que tiene que sonar segura al menos con su propia hija.
—¿Vamos a visitar a mi papi?
Hasta Bill se paraliza al escuchar a su sobrina. Pero Hermione rara vez flaquea delante de Rose, aunque por dentro sienta que se está derrumbando.
—Así es cariño —responde mientras acerca a su hija para cargarla y sentarla en sus piernas. Ese contacto le inyecta el coraje que venía perdiendo desde que se despertó aquella mañana.
Rose solo tiene cinco años y es una niña completamente feliz. Puede que el haber perdido a su padre a tan temprana edad, no la hicieran asimilar el dolor que conllevaba una pérdida de esta magnitud. Rose era una bomba de felicidad y fuerza.
Junto con su hijo Hugo, se habían convertido en la única fuerza que ha acompañado a Hermione durante éste último año.
Necesita aferrarse a ellos, si no, ¿a qué lo haría?
••••
La ceremonia se encuentra justo a unos minutos de terminar. Rose no suelta la mano de su madre en ningún momento y Hermione lo agradece enormemente. A pesar de estar rodeada de toda la familia Weasley, sabe que necesita algo que la haga mantenerse firme en ese momento, aunque solo sea la mano pequeña de su hija. A pasado un año desde que su marido está muerto, y aún no logra avanzar, sigue estancada en los mismos sentimientos e inseguridades.
Ya no reconoce a la Hermione Granger que solía ser.
Hermione observa a Molly, de pie a unas personas de distancia, mientras carga en brazos a Hugo. Dos años menor que Rose, y se pregunta si su hijo recordará algo de su padre con el paso del tiempo. Es curioso pensar en ese tipo de pensamientos estando dentro de una iglesia, donde debe sentir calma, pero lo único que percibe es una inmensa soledad y pensamientos vacíos.
Cuando todo termina. Hermione logra soltar todo el aire que estaba conteniendo, camina deprisa hacia la salida sin soltar a Rose de la mano, como si al salir la calma volviera a ella y todo mejorara. Sostiene firmemente su abrigo contra su pecho para evitar que se le abra con el ligero viento de ese día, está afuera al fin, pero todo es igual, la tristeza es la misma.
Pronto, se le unen los Weasley junto con Harry. Todos llevan el semblante sombrío, pero Hermione siente que ninguno se acerca a sentir ni la mitad del dolor que viene sintiendo a diario.
—¡La cena será en la madriguera! —anuncia de pronto Arthur a todos los que los acompañaban—, tengan cuidado en el camino, empieza a oscurecer.
Nuevamente, llega sin ningún inconveniente a su destino. Baja de su auto con Rose en brazos ya que se ha quedado dormida, entra a la madriguera para llevarla a la habitación que años atrás perteneció a Ron. La deja en la cama mientras le echa encima el edredón del Puddlemere United, el equipo favorito de fútbol del pelirrojo.
Mira alrededor de la habitación, todo ahí es el reflejo de lo que solía ser Ron, y Hermione lucha consigo misma para no elegir quedarse ahí y abandonar a todos los presentes en la reunión en honor a su difunto esposo.
Hace una año que Ron falleció. Recuerda el momento en el que fue notificada. Ottery se había visto azotado por una fuerte tormenta. Las olas se estrellaban con furia en la costa, el panorama se veía deplorable para el pueblo. Aquella noche, los hermanos Weasley salieron de sus hogares dispuestos a auxiliar a sus vecinos. Hermione nunca imaginó que el momento en el que vio salir a Ron por la puerta de su casa, sería la última vez que vería a su marido con vida.
El mar iracundo le arrebató al amor de su vida. Fue el mismo mar quien, a la mañana siguiente, arrastró el cuerpo sin vida de Ronald Weasley a las costas de Ottery. Dejando a Hermione a la deriva, la brújula de pronto ya no tenía un rumbo concreto.
La energía con que había actuado a lo largo del último año, la obtuvo gracias a sus hijos, Rose y Hugo.
Decidió permanecer en la casa que ella y Ron habían comprado, se encontraba a no más de veinte minutos de la madriguera. Estar cerca de los pelirrojos dolía en ocasiones, en cada uno de ellos veía a su esposo. Pero no podía darles la espalda, ellos fueron su pilar antes del horrible suceso, y todos dejaron claro que lo seguirían siendo por siempre.
El sonido de su estómago la hizo recordar el hambre que tenía. Le dio un último vistazo a su hija y bajó a la sala con los demás.
El murmullo de los presentes la inunda, por lo que decide pasar de largo la sala de estar y se mete directo a la cocina. Hay té recién hecho, se sirve una taza y se sienta en una de las sillas de la larga mesa. Siente como las manos le tiemblan cuando da un sorbo. Este día le trae tantos recuerdos.
Debería ser menos complicado después de un año. Pero, no lo es.
—¿Es peor que el día del funeral?
Voltea sobresaltada hacia la puerta. Harry Potter la mira, tratando de brindarle una sonrisa "seria". Ni tan entusiasta para no faltarle al respeto, ni una mueca tan triste para no hacerla sentir peor.
—Lo es —contesta mientras fija la vista en la taza de té.
—Tomará tiempo —se acerca a su amiga y se hinca a su lado, tomando su mano para infundirle algo de ánimo—, te aseguro que el próximo año será mejor.
Hermione no contesta, ni siquiera lo mira. Harry la comprende, no ha sido sencillo para él asimilar que su mejor amigo ya no está, hay veces que mira su nombre en su agenda del celular y quiere presionarlo para poder hablar con él y contarle como va el día. Si para Harry es complicado, es mucho peor para la castaña.
—Lo dudo —susurra para sí misma mientras observa como Harry sale de la cocina. Dejándola sola para permitirle llorar a su marido una vez más.
••••
El sonido de un pájaro lo despierta a tempranas horas de la mañana, seguramente ha elegido su ventana para ponerse a cantar. ¿Había pájaros en Londres durante el frío septiembre? ¿Porqué justamente iba a despertarlo en un día en el que desea seguir durmiendo? Su noche fue desastrosa, no durmió casi nada, y ahora ese maldito pájaro no deja de cantar.
Se revuelve entre las finas sábanas de su cama, era inútil intentar dormir de nuevo. Saca su cabeza y observa la ventana, a través de las persianas se observa que aún es de madrugada. Se siente agotado y frustrado. Pero decide salir de la cama de una vez.
Es ahí cuando se percata que Katie no está en su lado de la cama, se extraña, siempre es Oliver quien despierta primero. No puede darle más importancia, el pájaro sigue cantando y no recuerda desde qué momento este tipo de sonidos lo alteran para no dejarlos pasar.
Se acerca a la ventana y la abre de golpe. El pobre animal sale volando para alejarse del temperamento del hombre. Oliver observa al ave alejarse temerosa de él y al instante se siente mal por su arrebato. Fue solo un bello canto lo que no lo dejó dormir, pero al parecer su mala noche lo hizo reaccionar mal.
Cierra la ventana, el frío le empieza a calar en el rostro. Sale de la habitación mientras se pone una sudadera. Espera encontrar a Katie en el departamento, pero no hay rastro de su esposa. Mira el reloj, debe comenzar a vestirse para ir a sus entrenamientos. Decide ponerse manos a la obra, entra al baño para tomar un ducha, y lo primero que observa es una nota pegada en el espejo. Katie sabe que lo primero que Oliver haría antes de desayunar era bañarse, por lo que eligió inteligentemente donde pegar ese pequeño papel.
Estaré en la oficina, regreso hasta tarde. No me esperes.
Son las únicas palabras que su esposa le ha dedicado. Hace bola la nota en su puño y lo tira a la basura. Le gustaría darle más importancia a esa escasa línea escrita. Pero no lo hace.
Continúa con su ducha, las prácticas comenzarán pronto y debe atravesar toda una ciudad con el tráfico del lunes, por lo que tiene que darse prisa.
No sabe cuando sus prioridades cambiaron. Cuándo fue que el canto de un pájaro lo comenzó a perturbar más que las pocas palabras que su esposa comenzaba a dedicarle.
••••
Logra llegar antes de que comience la práctica en las instalaciones del Puddlemere United. El estadio se encuentra situado en el al suroeste de Londres, cerca de lo que es Chelsea. En todo el trayecto, Oliver conduce con cautela, odia ser reconocido por la prensa. Hay ocasiones en las que es perseguido por algún fotógrafo ansioso de conocer qué sucede con la larga pero seria relación que tiene con Katie. Al parecer, no generar chismes personales logra que las revistas estén más pendientes de su vida, esperando ser los primeros en encontrar algo imperfecto en la vida del famoso futbolista Oliver Wood.
Katie Bell, su esposa, es una grandiosa fisioterapeuta. Fue así como la conoció hace ya cuatro años. Katie llegó como practicante para el Puddlemere, pero pronto su talento, dedicación y buenos resultados lograron que el Chudley Cannons la contratara como fisioterapeuta oficial. Si, el Chudley es el equipo rival de Oliver. Pero él ya estaba muy enamorado y comprometido con Katie para permitir que este nuevo empleo los separara.
Vuelve en sí y despeja su mente de su ahora distante esposa. Se preocupa más por no llegar a tiempo para su calentamiento antes de que comience el entrenamiento con todo el equipo.
Entra a las instalaciones de concentración, ubicadas a un costado del colosal estadio.
—¡Capitán! —en cuanto entra es recibido por un entusiasta Dean Thomas, defensa del equipo—. Llegas tarde Wood, lo tuyo es aparecerte desde las siete de la mañana —menciona mientras observa su reloj de muñeca, ocho treinta de la mañana.
—Tráfico —es lo que responde Wood. Es una persona de pocas palabras, y prefiere decir eso a comentar que no durmió por estar inmiscuido en un asunto con Katie.
Ingresan al área de vestidores, varios compañeros ya se encuentran llegando también. Oliver se apresura para entrar al gimnasio antes que los demás, nada como una buena dosis de calentamiento antes de comenzar con la práctica grupal.
Llega al área de las caminadoras y decide ponerse a correr. La velocidad suele ser máxima, Oliver tiene una buena condición física y puede coordinarse bien a esa velocidad.
Mientras pasan los minutos, su mente regresa a la desastrosa noche. Sin dejar de correr, recuerda como a las diez de la noche, la alarma de ovulación de Katie lo despertó. A pesar de que su mujer sabe que a esa hora él se encuentra sumamente agotado por el entrenamiento, decide ponerse manos a la obra sobre un cansado Oliver; hay un bebé que concebir.
La piel morena de su mujer ya no despide ese fuego que en un inicio lo cautivó. Ni siquiera hay rastro de aquellos besos que solía brindarle, ahora Katie es solo partícipe de el intento de crear una vida, y Oliver ahora solo es la pistola de esperma, como oro líquido para su mujer.
No se le puede llamar sexo a lo que tuvieron esa noche, mucho menos hacer el amor. Solo es su cuerpo entregando la "mercancía" al otro cuerpo.
Tienen dos años de casados, dos años intentando tener un bebé. Y al parecer su cuerpo no decide brindarle lo que más desea a Katie. Es por eso que su distanciamiento dura casi todo un mes, haciendo que se unan solo cada noche que esa alarma suena.
Regresa en sí, Oliver sigue corriendo, ya van treinta minutos y él ni se ha percatado de eso. Comienza a sentir el peso de no haber dormido bien, y es ahí cuando recuerda que no desayunó. Sus deseos por dejar el departamento con la nota insípida de su esposa lo hicieron salir corriendo sin entrar a la cocina.
Un fuerte mareo lo inunda. Detiene inmediatamente la caminadora y se aferra fuerte a los costados de ésta con las manos. Comienza a temblar y las piernas definitivamente no pueden sostenerlo. Es cuando se da cuenta que puede que algo vaya mal.
Mira alarmado hacia la puerta para ver si alguien entra para socorrerlo, pero no hay nadie, a lo lejos a penas comienza a escuchar los pasos de sus compañeros acercarse, pero se oyen aún demasiado lejos. No sabe en qué momento se desploma y pierde el conocimiento de sí mismo.
