Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer… la trama es mía.
Hola!
Le quiero dar las gracias a mi querida beta Konnyxa, por betearme el One-Shot y hacer que esto funcione.
NOTA AL FINAL!
.FOTOGRAFÍAS.
— ¡Ven a mi casa Bellita! —Dijo una muy emocionada Alice a través del teléfono.
—No sé, Alice —dije no muy convencida.
— ¡No seas así Isabella Swan!, te vives todo el día encerrada, no disfrutas de nada, tus padres salen siempre a distintos países y tú no vas con ellos, te dan todo el dinero que quieres y no compras nada —se estaba alterando.
—Otra vez con lo mismo Alice… Okey, voy a ir.
— ¡Sí! —Tuve que alejar el teléfono de mi oído. — ¡Lo vamos a pasar genial!
— ¡Hey Alice! ¿Quién más va a estar? —pregunté.
—Solo nosotros, mis padres no están.
—Okey, voy saliendo.
Caminé por mi habitación buscando mi cartera con mis cosas personales: billetera, celular, mi cámara fotográfica, llaves y alguna que otra cosa. Bajé la escalera y me dirigí al salón donde debía estar Dorotea, la ama de llaves.
—Dorotea, voy a casa de Alice —le dije dándole un beso en la mejilla.
—Claro mi niña.
Salí de casa hacia el garaje a buscar mi preciado bebé, al ponerlo en marcha recordé a mis padres.
Isabella Swan, 16 años, nacida el 13 de septiembre, hija única, padres Charlie y Renée Swan. Mi padre es dueño de una importante marca de automóviles. Hace unos años mi madre había intentado quedar embarazada de nuevo, pero había sufrido múltiples pérdidas, la última había sido hace dos años y esa fue la que más lamentó. Esperaba gemelos, mi padre tomó la decisión de que lo acompañáramos cada vez que salía de viaje por asuntos de negocios, para mí la emoción duró casi tres meses, andar de país en país no fue una gracia absoluta y no quería perderme el colegio, encontraba absurdo tener un tutor.
Después de discutirlo mucho –casi tuve que arrodillarme llorando y decir que me iba a suicidar. –Me dejaron volver. Claro que me inscribieron en un colegio para señoritas donde las profesoras eran unas monjas y el único hombre que había era el sacerdote que tenía unos anteojos de los años 50 y un bigote que parecía de las cavernas –de solo recordarlo me dan escalofríos.
En mi primer día no hablé con nadie. Bueno, para ser más clara en mi primer mes no hablé con nadie, hasta que una niña con aspecto de duende se me acerco. — ¡Hola soy Alice Cullen! Y Tú ¿Cómo te llamas? —Era la sonrisa mas cálida que había recibido hasta el momento, al momento de responderle tartamudeé y me sonrojé hasta más no poder, me gustaba ella. —Hey no me mal interpreten —era muy cariñosa y su cabello apuntando hacia todos lados era muy gracioso, ojos entre celeste y plomo. —Bonita combinación debo admitir. —Se notaba que disfrutaba de la vida, en el receso de entre clase me contó toda su vida y de por qué su amiga Rosalie no estaba con ella. Cuando conocí a Rosalie me quedé sorprendida. —Así que tú eres Bella. —Fue lo primero que le escuché decir; era muy linda, su cabello rubio y ojos azul eléctrico. Rosalie estuvo atenta a mí todo lo que quedaba de semana, hasta que al final se convenció de que no era una sicópata.
A las dos semanas de conocernos, Alice nos invitó a pasar el fin de semana con ella y así al fin conocer a sus hermanos y respectivos novios —cosa que era entre ellos mismos. —Estaba nerviosa, no sabía qué llevar, así que desistí y llevé lo que siempre me ponía en casa. —Mis tenidas vintage. —Cuando llegamos a su casa, me presentó a sus hermanos Emmett —grande, musculoso, cabello negro, ojos celeste y plomo al igual que Alice— ¡Somos mellizos! —Dijo ella muy emocionada —Mi otro hermano Edward. —Era normal, bueno en como actuaba, pero la verdad es que era lindo, cabello de un extraño color que jamás había visto entre bronce y rojizo, ojos de un impactante esmeralda. —En ese momento todo lo que pensé fue ¡Wow! —Bella, este es mi hermano Jasper, somos gemelos. —Dijo Rosalie, eran iguales. —Cuando conocí a los padres de Alice quedé sorprendida, —parecían actores de Hollywood. —Esme, su cara formaba un corazón y tenía su cabello muy parecido al de Edward, pero los ojos plomos. Carlisle, era rubio y ojos azules, era una familia muy unida.
.
.
Las calles de Forks estaban desiertas, así que rápidamente tomé la autopista, 3 minutos más tarde estaba doblando aquel muy conocido camino de tierra, cada vez que iba parecía que el lugar tenía vida propia. Todo era verde sin importar la estación del año, me estacioné.
— ¡Bellita, entra luego se acabará la pizza! —Gritaba Alice desde la puerta, no tuve más opción que reírme. Bajé del auto y caminé hacia la puerta donde estaba mi amiga, desde la puerta se sentían las risas de mis amigos.
—Los chicos están dentro —decía muy entusiasmada Alice.
Caminé por el pasillo hasta llegar al living donde se encontraba Emmett sentado en un sillón individual con Rosalie sentada en su regazo, en el otro sillón individual se encontraba Jasper, Alice pasó corriendo y se lanzó a los brazos de su novio.
—Hola chicos, tanto tiempo que no los veía —dije a modo saludo. Caminé donde estaba Edward y me senté a su lado.
—Claro Bella, si estudias en un colegio de monjas, junto con éstas —señaló a su novia y hermana. —No me extrañaría que aún sigas siendo virgen —dijo Emmett riéndose.
Reí —Emmett, al menos no soy una depravada y pervertida que anda pensando en sexo todo el día —los chicos rieron.
Pasamos la tarde viendo películas de comedia y terror –la última que estábamos viendo, era de un grupo de amigos que pasaban la tarde juntos y que de repente sonaba un pequeño pitido y aparecía un hombre con una moto sierra y mataba a una chica, entonces todos corrían desesperados. –Ya faltaba poco para el final cuando Jasper habló. — ¿Qué es eso? –Un pitido sonaba en la habitación, entonces todos gritaron y se abrazaron unos con otros —no tuve más opción que reírme.
—No sean idiotas, es mi celular —lo busqué rápidamente en mi cartera, cuando vi quien era caminé hacia otro lado para poder hablar tranquila.
— ¡Hola mamá! ¿Cómo estás? —Pregunté.
—Bien cariño ¿y tú? —Dijo, su voz sonaba rara.
—Muy bien, ahora estoy en casa de Alice con los chicos viendo una película —la oí suspirar. —Mamá ¿Qué ocurre? —Pregunté preocupada.
—Lo siento mi amor —dijo y se quedó callada, entonces recordé.
— ¿Van a venir? —Pregunté esperanzada.
—No cariño, lo siento. Charlie tiene una reunión muy importante en Alemania y no puede posponerla —dijo queriendo disculparse.
— ¿Y tú? —Mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Cariño, quedé con una amiga y no puedo fallarle —entonces rompí a llorar.
— ¿Tu amiga es más importante que tu hija, Renée? —Pregunté casi gritando— ¿Por qué mierda no te pones en mi lugar un puto segundo?, hace un año y medio que no te veo, llamas una vez al mes ¿No puedes venir un jodido día? —Preguntaba y gritaba a la vez.
—Isabella no me hables en ese tono, he conversado con tu padre y te ha depositado el triple este mes para que celebres tu cumpleaños como quieras.
— ¡No me interesa tu dinero! Quiero que ustedes estén conmigo ¿Es mucho pedir? —Me senté al pie de la escalera.
—Isabella, no hagas una rabieta como una niña al no conseguir lo que quieres, estás bastante grandecita ya.
— ¡Vete a la mierda! —Le grité para luego colgar la llamada.
Todo lo que quería era estar con ellos, tal vez comer un helado, caminar por el parque, darle de comer a las palomas, eran cosas simples las que pedía, no quería un nuevo auto, ni un viaje por Europa, o vacacionar en alguna isla ¡Solo quería a mis padres! Me limpié las lágrimas que caían de mis ojos, me paré y fui hasta donde estaban mis amigos, todos me miraban preocupados, debía tener los ojos rojos he hinchados –nunca me habían visto llorar, porque solo lo hacía cuando estaba sola, –y por el vocabulario de mecánico que nunca habían escuchado de mi.
—Bella, no te vayas —dijo Alice pareándose hasta llegar a mi lado.
—Lo siento Alice, chicos; pero necesito estar sola —Alice me abrazó, solté el celular y le respondí el abrazo. —Los llamare cuando quiera hablar con alguien.
Tomé mi cartera y salí casi corriendo de la casa de mis amigos, llegué a mi auto y lo puse en marcha. Arranqué tan rápido que por el espejo retrovisor vi la cantidad de polvo, cuando ésta pasó un poco, pude ver a mis amigos viendo como me marchaba. Manejé lo más rápido que pude, al llegar a casa subí corriendo las escaleras, hacia mi habitación; me tumbé en la cama y lloré hasta no tener más lágrimas. Mi mirada se posó en la pared donde tenía fotos mías y de mis amigos, me levanté y miré cada una de ellas, llenándome de recuerdos felices… cada foto tenía una historia tras ella.
Alice: Mi pequeña duende. Me alegraba tanto verla saltar de un lado hacia otro, su sonrisa brillaba igual que el sol, adicta a las compras, y las fiestas.
Rosalie: A pesar de su vocabulario de mecánico, la quería un montón. Otra adicta a las compras, un poco dura con sus palabras, pero buena amiga.
Jasper: Su aura de tranquilidad era lo que más me gustaba de él, podía consolarte sin que le dijeras nada, comprendía tu silencio y cuando tenías ganas de hablar él estaba ahí para escucharte.
Emmett: Mi oso. Me sentía tan bien con sus abrazos y su cálida sonrisa, sus bromas por lo malas que eran me reía igual.
Edward: ¡Ay Dios! Él me gustaba pero nadie lo sabía, era seis meses menor que yo pero lo quería tanto; su sonrisa, la manera de pasarse la mano por el cabello y cómo sus esmeraldas brillaban ¡Uf, esto era un total caos!
Mientras miraba por la ventana, veía que caía una ligera lluvia, aparté la mirada y fui a buscar mi cartera, la tomé y busqué mi celular pero no lo encontré, vacié su contenido en la cama, entonces recordé el abrazo de Alice y cómo lo había votado para respondérselo. Tomé el teléfono fijo de mi casa y marqué a la casa de mi amiga. Después de cinco tonos contestaron—Aló ¿Con quién hablo? —Preguntó la aterciopelada a través del teléfono.
—Edward… soy Bella —dije en un susurro.
— ¡Bella! ¿Estás bien? —Preguntó.
—Si, llamaba porque se me ha caído el móvil cuando he abrazado a tu hermana y llamaba para ver si me lo podían venir a dejar —susurré nuevamente.
— ¡Ah! Bueno, lo que sucede es que los chicos se encerraron en su cuarto después de que te fuiste y no se escucha nada más que gemidos por estos lados… Te parece si voy a dejarte el móvil yo ¿Te molesta? —Mi corazón empezó a latir rápidamente.
— ¡No, claro que no! Ven, pero conduce con cuidado que está lloviendo —dije.
—Okey, voy saliendo. —Dijo y cortó la llamada.
Dejé el teléfono en la mesita de noche y bajé las escaleras rápidamente. Busqué a Dorotea pero no la encontraba en ningún lado. — ¡Dorotea! —Grité.
Se oyeron unos pasos que provenían del sótano donde tenía mi estudio –debo reconocer que estoy obsesionada con el arte y la fotografía–. Venía agitada con el plumero en la mano.
—Dígame señorita Isabella —dijo.
—Dorotea ¿Cuántas veces te he dicho que me llames Bella? —Pregunté poniendo mis manos en mis caderas.
—Es que a su madre no le gusta que la llamen por ese nombre —susurró bajando la mirada.
—Mi madre no está Dorotea, cuando esté ella puedes llamarme así ¿Entendido? —Dorotea asintió con la cabeza. —Bien, va a venir Edward Cullen y cuando llegue le dices que suba a mi habitación.
—Pero Bella, no debería atenderlo en la sala mejor —dijo.
—Solo viene a devolverme el móvil.
—Bella en media hora más tengo que irme a mi casa, no olvides activar la alarma y si necesitas algo me llamas. —Asentí. Dorotea se iba por las noches a su casa que quedaba a escasos cinco minutos en automóvil.
Di media vuelta y subí las escaleras. Caminé hacia mi habitación, entré y fui al baño, me despojé de la ropa y regulé el agua de la ducha. Me metí dentro y dejé que mis músculos se relajaran. Al salir de la ducha me envolví en una toalla blanca que apenas cubría mi cuerpo y busqué otra para poder secarme un poco el cabello. Salí del baño y me congelé, Edward estaba acostado en mi cama con los ojos cerrados, –era hora del crepúsculo, los escasos rayos de sol se infiltraban por la ventana y un arcoíris se veía a lo lejos con la ligera lluvia que caía aún. –Edward se veía tan irreal, el sol daba pequeños colores es su piel, brillaba como si tuviera pequeños diamantes, algunos cabellos caían sobre su frente.
Dejé la toalla con la que me estaba secando el cabello en el escritorio y tomé la cámara fotográfica que estaba sobre éste, caminé lentamente, me paré al lado de la cama y tomé unas cuantas fotos. Puse mi rodilla en la cama, me acerqué más a su rostro y le tomé otra fotografía. Lentamente Edward comenzó abrir los ojos, me miró extrañado al ver la cámara en mi mano y luego recorrió mi cuerpo con sus penetrantes ojos, entonces recordé que estaba solo en toalla.
Me sonrojé furiosamente. —Yo… esto ¿Lo siento? —Me mordí el labio inferior, me paré rápidamente de la cama y dejé la cámara en el escritorio.
— ¿Por qué me fotografiaste? —Preguntó.
Lo miré y estaba sentado en la cama, sus ojos estaban ligeramente más oscuros que de costumbre. —Te veías bien, se veía bien tu rostro con el sol, pensé que era bueno inmortalizar eso —dije.
Caminé hasta el closet y saqué un vestido de hilo que tenía; abrí el cajón e iba a sacar mi ropa interior con unas medias cuando sentí unas manos en mis caderas, me tensé.
—Edward —susurré.
—Shh, tranquila —susurró en mi cuello. Su aliento hizo que me estremeciera y miles de descargas eléctricas recorrieron mi cuerpo.
Castamente besó mi cuello una y otra vez, mi respiración se puso pesada. Edward soltó mi cadera con una mano y corrió un mechón de mi cabello hacia mi hombro izquierdo, besó mi hombro derecho, subió por mi cuello hasta llegar a mi oreja, lamió el lóbulo y luego lo succionó ligeramente para después morderlo, un jadeo salió de mi pecho.
Me giró lentamente hasta quedar frente a frente, nuestras respiraciones estaban aceleradas, acercamos nuestras cabezas hasta quedar a milímetros de distancia, nuestros labios se rozaban. Los ojos de Edward ya no eran del verde esmeralda que tanto amaba, tenían un color más oscuro que podría llegar a jurar que eran negros. Cerré los ojos instintivamente, sentí los labios de Edward haciendo presión con los míos y correspondí el beso; abrí mis labios y Edward delineó con su lengua mi labio inferior, la mía salió en su búsqueda, encontraron un baile muy excitante entre ellas, gemimos al mismo tiempo y luego nos separamos lentamente.
Las manos de Edward se encontraban en mi cintura, me pegó más a su cuerpo, bajó sus manos hasta llegar a mi trasero, lo apretó y me empujó a su cuerpo. Un nuevo jadeo salió de mi pecho al sentir la erección de Edward en mi vientre, lo miré y él se acercó a mi oreja.
—Te deseo —susurró.
Sus manos soltaron mi trasero, subió una de ellas hasta el borde de mi toalla y la otra bajó hasta mi muslo. Me besó nuevamente, pero esta vez era más desesperado, le seguí en su intensidad; su mano delineó mi seno derecho y tomó el borde de la toalla para luego dejarla caer al piso. La mano que estaba en mi muslo comenzó a subir lentamente por el costado de mi cuerpo hasta llegar a mi seno y lo apretó despacio, masajeó lentamente y mis pezones se comenzaron a endurecer. Edward comenzó a besar mi cuello y bajar lentamente hasta el inicio de mis senos, tomó mi seno derecho entre sus labios y un jadeo ahogado salió de mis labios; pasó su lengua por mi pezón que se endureció más aún, con la otra mano seguía masajeando mi otro seno. Apartó su cara y me miró a los ojos, sus manos tomaron mis muslos y me impulsaron para poder envolver mis piernas en su cintura; besó mis labios nuevamente y de pronto sentí algo blando y cómodo en mi espalda. Abrí los ojos y me encontré acostada en mi cama, separamos nuestros labios y volvió a jugar alternadamente con mis senos, lamía, mordía, succionaba y apretaba mis cimas. Mientras tanto yo gemía sin parar.
—Ed… Edw… Edward —conseguí decir al fin.
—Mmm —dijo.
—Estás muy vestido —dije jadeando. Escuché su risa y me sonrojé violentamente.
Nos giró dejándome a horcajadas encima de él, subió sus manos y apretó mis senos. —Bueno, tendrás que sacármela tú —dijo con una sonrisa torcida que siempre me había vuelto loca.
Lo besé castamente en los labios y bajé las manos hasta llegar al primer botón de su camisa, los desabotoné rápidamente y toqué su pecho, tenía todos sus músculos bien marcados. Pasé mi dedo índice por entremedio de sus abdominales, sentí su miembro sacudirse entre sus pantalones, sentí que me humedecía más de lo que estaba y me sonrojé.
Edward soltó una risita. —Enderézate —dije.
Edward se sentó un poco y terminé por sacar su camisa, cuando ya estuvo fuera de su cuerpo la tiré en algún lugar de mi habitación, lo empujé y cayó de nuevo acostado en la cama, sus cabellos se movieron al compás con el rebote que dio sus cuerpo. Me agaché y comencé a besarle su cuello, nuestros pechos hicieron contacto y ambos gemimos. Mordí el lóbulo de su oreja y bajé a su pecho, lamí, besé y mordí sus tetillas, gruñidos salían del pecho de Edward; bajé aún lamiendo hasta llegar a sus abdominales. Me separé, abrí el botón de su pantalón y bajé la cremallera, tomé el pantalón por los bordes, Edward levantó un poco sus caderas y bajé el pantalón; saqué sus zapatillas, los calcetines y los pantalones finalmente. Me senté a horcajadas de Edward nuevamente pero en sus muslos, miré su erección que parecía que en cualquier momento se salía de sus bóxer blancos, llevé mi mano titubeante a su erección y la posé encima de ella. Del pecho de Edward salió un gruñido. La recorrí con mi mano y apreté. Bajé un poco su bóxer y su miembro saltó orgulloso frente a mis ojos, su glande brillaba y estaba de un color rojizo y un líquido salía de su punta; sus venas hacían acto de presencia. Lo tome despacio, Edward gimió, estaba caliente y muy suave; bajé mi mano por su falo y volví a subirla, hice lo mismo un par de veces más, toqué su glande con mis dedos y una nueva gota de líquido pre seminal salió, la tome con mi dedo índice y la llevé a mi boca, sabía medio salado y estaba caliente, en realidad tenía buen sabor para mis papilas gustativas. Volví a tomar otra gota y repetí el procedimiento, miré a Edward y éste tenía la boca abierta y los ojos entrecerrados.
—Joder Bella, eres una niña mala —dijo moviendo sus caderas.
Reí.
Volví a mirar su miembro y éste se sacudió entre mis manos, creció más aunque creía que ya no era posible, me acomodé un poco sobre la cama y bajé la cabeza.
Besé su glande y pasé mi lengua por él.
—Bella… no es necesario que…
Lo metí a mi boca y succioné, pasé mi lengua por toda su largura. Sentí que se estremecía, abarqué todo lo que pude con mi boca y con mi mano tomé lo que con mi boca no podía alcanzar.
—Bellaaa... ¡Ah! ¡Ah! —dijo Edward mientras gruñía.
Lo miré, tenía su boca entre abierta y jadeaba en busca de aire, con su mano apartó mi cabello de la cara para poder ver como entraba y salía de mi boca; puso su mano en mi cabeza y tomó mi cabello entre sus dedos para poder guiarme en los movimientos. De pronto me soltó.
— Bella… sal, me ve… vengo —dijo entrecortadamente.
Seguí con mi ritmo, quería probar su sabor y sentí que se endureció en mi lengua. Luego un chorro de semen salió disparado a mi garganta, era caliente y espeso y no tenía mal sabor, lo tuve un poco en mi boca y luego lo tragué. Lamí un poco su glande para poder limpiar su punta.
—Eres maravillosa —dijo Edward tomándome de mi cintura. Acercó su rostro al mío y me besó. Nos dio vuelta y ahora quedé yo pegada a la cama. —Es mi turno preciosa —se sacó el bóxer. Besó mi cuello, mis senos, hasta llegar a mi ombligo; separó mis piernas y deslizó un dedo en mi vagina. —Estás húmeda cariño —dijo.
Tocó mi clítoris y en respuesta gemí, cerré los ojos; sentí algo tibio pasar por mis pliegues hasta llegar a mi pequeño botón de nervios, abrí los ojos pero solo me encontré con la cabeza de Edward entre mis piernas, volvió a pasar la lengua por mi clítoris y esto hizo que me retorciera en la cama. Tomé su cabello con ambas manos y lo empujé hacia mi sexo, mis gemidos inundaban toda la habitación mientras Edward seguía dándome placer con su boca, mordió suavemente mi botón y grité, sentí un calambre en mi vientre y como mis paredes se contraían, volvió a morder mi clítoris y el orgasmo me azotó con fuerza, solo pude gritar el nombre de Edward y lo próximo que sentí fue a Edward encima de mí besándome. Probé mi propio sabor.
—Eres deliciosa —dijo besando mi mejilla. —Bella ¿Eres virgen? —Preguntó.
Me tensé. —Si… ¿Te arrepentiste? —Pregunté.
Negó. —Es mi primera vez para mí también… yo nunca había estado con nadie ¿Quieres seguir con esto? —Volvió a preguntar. Asentí. —Cuando quieras paramos —dijo.
Se posicionó entre mis piernas, sentí su erección en mi entrada y como hacía presión para entrar. Enrosqué mis piernas en su cintura dándole más acceso para que pudiera penetrarme. Volvió a hacer presión y sentí como iba entrando el glande. Me besó. Empujó un poco más y sentí un dolor en mi vientre, cerré los ojos fuertemente y Edward terminó de entrar en mí. Una lágrima rodó por mis ojos.
—Tranquila, ya pasará —dijo besándome. — ¡Wow eres demasiado estrecha! —dijo con la respiración acelerada.
— ¿Eso es bueno o malo? —Pregunté abriendo los ojos
—Definitivamente bueno —besó mi nariz.
El dolor iba desapareciendo, moví mis caderas y Edward comenzó a moverse despacio, en cada embestida iba recibiendo más placer.
—Ed… Edward m…más rápido —dije gimiendo. Edward aceleró sus embestidas.
—Eres hermosa —embestida.
—Me encanta —embestida—, tu cuerpo.
—Tu boca hace —embestida—, magia.
—Amo tu estrechez —embestida.
— ¡Edward! —Grité el orgasmo se acercaba nuevamente.
Con su mano Edward comenzó acariciar mi clítoris, lo apretó entre sus dedos y el orgasmo voló por mi cuerpo. Sentí como Edward se venía dentro de mí, cayó rendido encima de mí, ambos con la respiración agitada; se salió lentamente de mí, dejándome un vacío en aquella parte de mi cuerpo. Tomó mi cuerpo y nos giró dejándome arriba de él, cerré los ojos escuchando el latido de su corazón y me sumí en la inconsciencia del sueño.
—Si. Si voy a tener cuidado. Está dormida. Okey mañana nos vemos —sentí que alguien hablaba
Abrí los ojos lentamente, me encontraba acostada sobre el pecho de alguien. Entonces recordé lo sucedido esta tarde, las imágenes de nuestros cuerpos me inundaron como un flash.
— ¿Estás despierta? —Susurró Edward.
Levanté la cabeza y lo miré. —No fue un sueño —dije.
—No sabía que tenías sueños húmedos conmigo Swan, eso es un halago —dijo sonriendo torcidamente.
—Ni te creas engreído —dije golpeando su pecho. Me senté a horcajadas y siseé cuando sentí un dolor punzante en mi vagina.
— ¿Te duele? —Preguntó preocupado.
Asentí. —Media cosa que me metiste Cullen. Sería afortunada si no me hubiese dolido —dije mirándolo con cara de enojo. —Aparte, la primera vez siempre duele —dije mirando hacia la ventana.
— ¿No te arrepientes? —Negué. —Hablé con Alice, hay una tormenta, se ha caído un árbol en la carretera y no puedo pasar de vuelta así que ¿Me quieres contigo? —Preguntó.
—Si no me queda de otra, tendré que aguantarte —dije riéndome. —Ven, vamos a darnos una ducha. —Me paré de la cama y noté la sangre en mis muslos, miré a Edward y él también tenía en su miembro y parte de su oblicuo.
Fruncí el ceño— ¿Qué? Es normal ¿No? —Dijo parándose de la cama.
—Si… es que debería haber ido a limpiarme al instante para no mancharte, me da vergüenza —dije bajando la cabeza
—A ver chica vergonzosa —me tomó en brazos al estilo novia. —A mí no me importa, estoy más que agradecido haber sido tu primera vez y un poco de sangre no me asusta —me guiñó un ojo.
Abrió el grifo de la ducha y reguló el agua; se metió y se mojó un poco, luego me tendió la mano para que pudiera entrar yo. El agua caliente cayó por mi cuerpo inmediatamente. —Relájate —susurró Edward en mi oído.
Tomó la esponja y la mojó. Echó un poco de jabón para poder hacer espuma. Se puso en frente, tocó mi cara con su otra mano y lentamente se acerco a mí. Sus labios presionaron los míos suavemente para luego profundizar con su lengua. Después de unos segundos estábamos los dos gimiendo.
—Bella, déjame bañarte… después podemos seguir con esto —dijo Edward suspirando. —Y no te muerdas ese condenado labio —dijo pasando una mano por su cabello, gesto que hacía cuando estaba nervioso.
— ¿Por qué? —Pregunté. Edward se puso de espaldas a mí y empezó a frotarla con la esponja— ¿Por qué? —Volví a preguntar. El baño se estaba llenando de vapor.
Edward suspiró pausadamente. —Porque… desde que te conocí, al hacer eso, me pones así —dijo chocando su cadera con mi trasero y un jadeo salió de mi pecho, estaba duro como una roca. —Y créeme… eso pasa cada maldita vez que lo haces —besó mi hombro y siguió enjabonándome el cuello, los brazos; jugó un poco con mis senos y pellizcó mis pezones, bajó a mis piernas y poco a poco fue subiendo hasta llegar a mi sexo. —Abre un poco más las piernas —dijo besando mi muslo, abrí mis piernas dándole acceso, acercó su cabeza y besó lentamente mi clítoris, subió su mano por mi pierna hasta llegar a mis escasos risos y jugó con ellos, se arrodilló y deslizó sus dedos índice y medio por mis labios vaginales para poder lubricarlos, su lengua tocaba muy despacio mi clítoris, sacó sus dedos de mi vagina y se los llevó a sus labios para poder saborearlos. —Mmm… eres deliciosa —dijo, para luego pasar por toda mi vagina con su lengua, un gemido se escapó de mi garganta y siguió lamiendo más rápido. Pasó mi pierna derecha por su hombro para tener mejor acceso, el espiral de mi vientre crecía y poco a poco fui sintiendo las contracciones del orgasmo; la ágil lengua de Edward se adentró en mi vagina, empezó a penetrarme con ella y eso fue todo lo que necesité para explotar en un delicioso orgasmo.
Aún no bajaba del séptimo cielo cuando escuché la risa de Edward— ¿Qué ocurre? —Pregunté al no saber de qué se reía.
—Me dejarás calvo —dijo riendo más fuerte, en ese momento me di cuenta que tenía el cabello de Edward en mis puños, lo solté de inmediato avergonzada. Se paró y me besó castamente los labios. —Tranquila, no hay problema —susurró para volver besarme. Miré hacia abajo para poder ver su erección y ver que podía hacer con él, pero al mirar estaba completamente flácida. Edward siguió mi mirada. —Verte tener un orgasmo, me ha hecho venirme, eres tan putamente sensual —dijo lamiendo mi lóbulo; me sonrojé violentamente y Edward rió.
Nos terminamos de duchar, y nos fuimos de inmediato a la cama. Estaba con la cabeza acostada en su pecho sintiendo los latidos de su corazón.
— ¿Por qué siempre le hablas más a los demás que a mí? —Preguntó de repente Edward.
Lo miré extrañada. —Te hablo igual siempre —dije frunciendo el ceño.
— Tks Tks Tks —chasqueó la lengua. —No es cierto Isabella, te he observado desde que te conozco y a mí me hablas un veinte por ciento menos que a los demás ¿Por qué? —Preguntó nuevamente.
– ¿Qué le podía decir? –Mi corazón empezó a saltar violentamente en mi pecho –Pues para que no pienses que soy estúpida, torpe, inútil, nada agraciada, que estoy estúpidamente enamorada de ti desde que te conocí, para que no pienses lo imbécil que me veo cuando intento no balbucearte incoherencias–.
Patético.
—Ya te lo he dicho, te hablo igual que a los demás —dije sentándome en la cama, con la sábana tapé mis senos desnudos.
—No. Esa no es la verdad —dijo negando con la cabeza. —Presiento que hay algo más.
Bufé, me levanté de la cama, fui hasta el closet y saqué mi pijama celeste claro de algodón que tenía; era una blusita de tirantes con un minúsculo short, saqué un par de bragas de encaje del mismo color y me lo puse rápidamente. —Pues es eso —dije llegando hasta la cámara que estaba en mi escritorio. La encendí y me giré hacia Edward para tomarle una fotografía. —Que sensual estás —dije riendo.
—No me cambies el tema —dijo seriamente.
Caminé hasta la cama y me senté a los pies de ésta. —No te lo cambio —dije.
Puse la secuencia de veinte fotografías. — ¿Por qué mierda no dices la verdad ya? —Dijo serio. Primera vez que me hablaba en ese tono y me asusté, apreté el click inconscientemente y empezó a disparar las primeras fotos —la rabia llegó a mí.
— ¡Porque estoy estúpidamente enamorada de ti! —Grité sin despegar la cámara de mi cara. Al ver como Edward abría los ojos como platos a través del lente, fui consciente de lo que había dicho.
¡Oh mierda!
Primero que nada gracias por leer, sus alertas y favoritos, sus reviews hacen que mi corazón de hinche de felicidad.
He decidido borrar los otros capítulos, no estaban beteados y había falta de ortografía. espero puedan comprender... en unos días mas subiré los otros capítulos y el cuarto esta en proceso.
Una vez mas le voy a dar las gracias a mi beta Konnyxa.
