Negación de los derechos de autor: Vocaloid no me pertenece, le pertence a Yamaha Corporation y a Cripton Future Media, también a Internet C.O y otros más que ahora mismo olvidé. Tampoco me pertenece la imagen que ponga de portada, pues no soy muy buena dibujando y pintando con computadora. Créditos a ellos. A mí sólo me va la historia.
.
27 de diciembre, 1781
El nacimiento de esa inesperada criaturita había traído desgracia a los pobres progenitores de la hambrienta familia en la que tuvo el infortunio de nacer. Esta familia era mantenida esencialmente por el padre, que no era más que un simple obrero mal pagado, de una madre ilusa que mantenía como podía su casa que estaba a un pequeño movimiento brusco de un derrumbe, de una linda niña de cabellos rizados y rubios, además de unos bellos ojos azules, que permanecía concentrada y algo atraída por la labor de parto que acababa de hacer su madre en su cama, bueno, la cama de todos en la familia. Ella se llamaba Lenka, y tenía cuatro años. Mientras su pequeño hermanito Len, que cumplía a las siete de la tarde de ese día, un año, miraba igual de sorprendido a su madre, pero más a la cosa roja que lloraba y su movía lentamente. Esa diminuta cosa roja (algo morada también) era claramente un bebé recién nacido, pero el pequeño Len no era consciente de ello. Ahora, ¿qué problema habría entonces? Claro está, la familia ya no tenía recursos para uno más, el bebé no podría quedarse allí. La madre intentó mirar con deprecio al bebé que tenía en brazos, sólo para hacerse una idea, pero este, al abrir sus profundos y alegres ojos azules, que seguían la serie de la madre, Lenka y Len, dejó impactada a su progenitora, era mucho el apego que tenía con el ser de hace tres minutos nacido.
— Rin, llamémosle Rin. — Dijo la mujer sonriendo, y tomando sus manitas, jugueteando con la atolondrada pequeña. El bebé no dejaba de mirarle, asombrada por descubrir tanto en tan poco tiempo.
— Mujer… ya está, no podemos tenerla, suéltala…, no te encariñes con ella. — Dijo el padre en tono firme, aun notando como los lazos sanguíneos entre él y la nena eran fuertes, sentía ganas de protegerla y abrazarla, pero debía ser fuerte. No quería que todos sus hijos murieran de hambre si podía solo sacrificar a una. Entonces, se la arrebató a la madre, sin mucho esfuerzo. Pero comenzó a titubear con tan solo tenerla en brazos, por lo que, en un acto reflejo, se lo otorgó a Lenka. La niña no tuvo problemas en sostenerla, era muy ligera. Le miró y le sonrió, siendo correspondida por la bebé, que después de dar su primera y débil sonrisa, comenzó a dormirse en brazos de su hermana mayor. Lenka comenzó a mecerla, mientras tarareaba una linda canción de cuna. Comenzaba a sentir con fuerza la ternura que emanaba esa infanta.
— Lenka, ve a darle un baño. — dijo el padre pretendientemente frío.
— Pero está durmiendo… — protestó la casi siempre obediente Lenka.
— Pues la despiertas y la bañas. — respondió con una simpleza absurda.
Lenka la llevó con pasos lentos y atentos a otro lado de la habitación, tratando de no moverse mucho para no molestarla, y sirvió agua de una vasija cuando logró liberarse de una mano. El agua estaba algo tibia, pues era un día cálido de invierno aquel. Lenka esperó un momento a que se calentara un poco más el agua, y luego comenzó a despertarla, de una forma muy suave y maternal para una niña de cuatro años. La nena despertó sin hacer gran escándalo, pues este vino cuando tocó su piernecita el agua. Gritó y lloró ante el miedo de algo tremendamente desconocido y frío, algo que por primera vez sentía.
— Lo siento mucho, Rin. Mejor no te meteré al agua. — arrancó de sus ropas ya rotas un pedazo de tela, y éste lo sumergió en agua, luego comenzó a limpiar de poco en poco el cuerpo de Rin, y luego enjuagaba la sangre en el jarrón.
Len, quien jugaba con su padre, fue atraído por el llanto de la "cosa", y a gatas se acercó a sus hermanas. Rin era muy bonita sin tanta sangre, y Len pudo identificarla como ser humano al verla, luego como alguien en sus condiciones, similar en edad y tamaño (en comparación a Lenka y sus padres). Lenka arrancó otra parte de su prenda y comenzó a secarla, luego tomó el pañal de muda de Len y le cubrió. Rin olía a ese delicioso aroma de bebé, y Lenka no pretendía desprenderse de ella.
Todo fue muy rápido. El padre tomó con rapidez al bebé y lo metió en la cesta para la comida, luego escapó corriendo, dejando el llanto del bebé inundar todo el lugar. Lenka estaba atónita, y al comprender la situación, comenzó a llorar, presentía que no volvería a casa, que no volvería a verla, y estaba lejos de equivocarse.
Desde que comenzó a salir sola, llevaba a pequeño Len consigo, se dirigían como varios niños a la casa del señor Pierre, él les enseñaba cosas como la suma, la resta, el aprender a escribir y cosas similares, era increíble que Len con tres años ya supiera escribir su nombre. Le llamaban casi un prodigio, pues en esos tiempos era muy poco común que un niño pudiese hacer eso. El caso es que cada vez que iban donde el señor Pierre, pasaban por una iglesia no muy grande, en la cual Lenka sospechaba, se encontraba su hermana. Sus sospechas eran fundamentadas por la conversación de sus padres. Aquel "La vi en la iglesia, está grande" le llenó de esperanzas. No podía olvidar a su hermana, pues cada vez que pasaba por la capilla, la recordaba. Y esa secuencia se volvió común por años. Lenka siempre se decía a si misma:
"— Algún día volveré a verla."
Ése era su consuelo, aquello que mantenía ese vacío en su alma pero le hacía menos doloroso. Cada vez que veía a Len, recordaba al pequeño ser que tuvo en manos. No sabía si realmente tendrían algún mínimo parecido, pero eso era lo que sentía. Tampoco quiso decirle la existencia de esa niña a Len, aunque se lo cuestionó varias veces, concluyó que algún día le contaría, cuando volviera a verla. Ansiaba el día en que los tres hermanos pudieran estar juntos.
Llegó el tiempo en el que Lenka cumplió los diez años, sus padres le negaron ya ir a ver a Pierre, decían que el saber cómo leer un cartel o sumar no le servía de nada, que tenía que aportar a la casa, ya que cada vez los niños estaban más grandes y comían más. Lenka siempre era muy obediente, y, cuando tenía tiempo, iba junto a Len a ver a Pierre, y a los amigos que habían hecho allí.
Len no era muy de hacer amigos, los niños que aprendían de Pierre le envidiaban por su brillante cerebro. Era muy listo, a sus seis años leía casi fluido y sabía restar y sumar números de dos cifras. Eso era algo que la media de cuarenta años de su pueblo no sabía. Esa misma envidia había hecho de Len alguien orgulloso y levemente engreído, pero se contenía ya que pensaba en Lenka, y todos los valores que le había enseñado. Lenka era una niña sumamente madura y lista para su edad, era mucho más razonable que sus mismos padres, la verdad, los tres hermanos poseían una mente privilegiada a su manera. Lenka ya no podía visitar a Pierre, no tenía tiempo con tanto trabajo. Pero siempre sonreía frente a su hermanito, se preocupaba de que él no dejara de visitar a Pierre, por eso, esa tarde había decidido hablar con él.
— Len, debes de prometerme que no dejarás de dar una vuelta por las casa del señor Pierre. Eres un niño muy listo, quiero que tengas mucho conocimiento en tu cabeza y Pierre nos ayuda con eso. — Le miró a los ojos, y habló con su voz algo grave, Len asintió.
— Te lo prometo, me gusta ir allí.
Pero el tiempo pasó y, aunque Len era un chico letrado e instruido, sus padres no pensaron en eso, sólo que necesitaban más dinero, fue entonces, cuanto Len tenía diez años, que le forzaron a trabajar. Pasó una semana en la cual Len lavaba como podía los trastos de los vecinos que podían pagar por ese servicio, entonces, Lenka no pudo soportar más, con catorce años veía como su hermanito estaba derrochando sus oportunidades por culpa de sus egoístas padres. Se opuso terminantemente a que él trabajara, y decidió hablar con sus padres. Fue una charla intensa, pero a ellos no les importaba quien trabajara y quien no, ellos sólo querían un dineral impuesto, un ingreso en especial y punto. Entonces Lenka, con determinación, prometió trabajar por los dos.
Len ya destacaba por su saber superior al resto, tenía un brillante porvenir… a cuestas de su hermana. Ella era la que le daba todo, y Len estaba tan concentrado en leer cualquier libro que consiguiese que no lograba ver y valorizar todo su esfuerzo, pero a Lenka eso no le importaba. El problema es que su amor incondicional era muy fuerte, no le importaba trabajar de sol a sol y tener apenas un pan y algo de agua como fuente de energía. No dormía ni se divertía, no tenía amigos y el único hombre de su vida era su hermano. Éste tardo en notar todo lo que pasaba, pero cuando lo hizo, insistió fuertemente en trabajar para contribuir a la casa. Lenka acordó con ello en cuanto él no dejara de aprender y cultivarse. Pero Len no era bueno trabajando a mano, él no servía para eso, y no porque no quisiera, sino que era tan torpe que más ganancia para la familia, producía pérdida. Lenka no podía contar con él, y sólo seguía sobre-esforzándose.
Entonces llegó el momento; Lenka no llegaba a aplicarse tanto como antes, caía al cargar sacos, le costaba levantar cosas, se le dificultaba respirar y perdía el poco apetito que tenía. Ya no tenía el vigor de antes, pero hizo caso omiso a todo ello, no le importaba, sólo quería que nada le faltase a su hermano, que su futuro fuera exitoso, que sus hijos nunca pasaran hambre ni les faltara nada, que tuviera una buena esposa y una familia feliz. Que rompiera la cadena de pobreza y mediocridad que atormentaba a su familia por años, si es que eso era posible. La verdad, eso era algo que había sacado del pensamiento revolucionario de su padre, la mayoría (y ya no tan mayoría) pensaban solamente que una persona que nace pobre, muere pobre, y de la misma forma sus hijos, pero ellos no creían eso. Len tendría una vida exitosa, se lo había prometido.
Pero, sentía de a poco que ya no podía con todo lo que cargaba, y supo para sus adentros, que no le quedaba mucho de vida. Sentía que la vida se le escapaba de las manos. Padecía anemia, y aunque no tuviese idea de qué era eso, ese sería el motivo por el que su vida había sido condenada a acabar. Sabía que se estaba muriendo, pero no podía dejar a la suerte a su hermano, no lograría alimentarse por sí mismo con su infructuoso trabajo. Entonces esperó y esperó, y siguió trabajando con todas sus fuerzas, ya casi resignada a la idea de poder volver a su hermana Rin, aquella la cual solo vio una vez, aquella de la cual no tiene recuerdo más que una ilusión. Hasta en su letargo, llegó a dudar de su existencia. Pues, ¿cómo podía saber que seguía viva? ¿O si querría verla?
En esos tiempos Len consiguió un empleo bueno para él, tenía que escribir un pequeño texto en la zona menos popular de una revista, un cuento, una fábula, o una leyenda interesante, y, si es que esta parte del diario aumentaba en popularidad, podría tener un trabajo permanente, y bien pagado. Algo con lo que podría mantener a toda su familia sin esfuerzo. Estaba claro que Len aceptaría el trabajo, sus ojos centelleaban al escuchar la propuesta. Con eso, Lenka sabía que había cumplido con su labor, se sentía relajada, había cumplido su motivo en este mundo. O al menos eso era lo que pensaba. Ahora, su deseo era poder ver una vez más a Rin, su hermana perdida, sabía dónde estaba, y no perdería la oportunidad antes de morir.
Esa misma noche se escabulló del semi-derrocado hogar, tomó en una pequeña bolsa sus pocas pertenencias y escapó del lugar. Dejando una expresiva carta, algo corta, la verdad. Esta decía así:
"Querido Hermano:
Me he marchado a un lugar no muy lejano. Sé que ahora puedes estar sin mí, has llegado alto. Más alto que nuestros padres y nuestros abuelos. Espero que tengas una buena vida, sigue esforzándote. Sé feliz. No creas que no volverás a verme, no pienso alejarme mucho. Estaré en el convento, pregunta por mí si tienes tiempo para visitarme.
Las mejores de las suertes: Lenka.
P.D: Discúlpame por todas las faltas ortográficas que pueda tener mi carta. Sabes que no sé mucho. ¡Te quiero! "
La verdad, ella sabía que no podrían tener visita. Pero, dado a que se estaba muriendo, prefería que Len nunca le viera desfallecer, y que le olvidase como un buen recuerdo.
"— ¡Por fin te veré, hermana! ¡Dios, deséame suerte!"
Notas Finales: ¡Nueva historiaaaaa! Seeeh, espero que les guste ^^.
Lenka no es muy protagonista de la historia, como parece por el prólogo, es sólo por este capítulo, aunque sí, será el tercer personaje más importante.
Esto es un RinLen, ok, no pienso aun escribir otra cosa. Y si, es incesto, no twincest, no son gemelos, aunque sean idénticos de todas formas w
Los padres de estas preciosuras merecen morir, son de lo peor. Y yo soy de lo peor también :v
Los caps no serán muchos, creo yo, y no tendrán una cantidad de números definida. Pues de que suba tanto un capítulo de seiscientas palabras, como que suba uno de cinco mil, depende de mi ánimo y si quiero dejar en suspenso algo.
Me caracterizo por no haber terminado nunca una historia aparte de los One-Shots, pues, creo que esta sí estará terminada, ya que tengo, por primera vez, el final planeado :D Aunque de seguro lo cambiaré...
Como Lenka, me disculpo por las faltas ortograficas y de redacción que tenga, soy una joven e inocente niña que no sabe mucho del mundo, y puedo fallar T^T Aunque intento con las mejores de las intenciones no hacerlo.
Quiero saber si tengo algo de aprovación, aunque más que eso, sólo es manía mía; Rewiews, sí, Rewiews y follows y favs, ya que estamos. Okno. No forzaré a nadie, pero es que es genial recibirlos, se siente muy cool. Así que si quieren... ok ya, paro.
Espero, en verdad espero que les guste. ¡Los quiero! (al menos que me desagrade alguno de ustedes, de todas formas, lo dudo.) ¡Bye!
