Hello, Hello!... bien, bien, a mí siempre me han gustado las historias de misterio, suspenso, asesinos y detectives, pues me he decidido por hacer un fic de esos temas, y como ya tengo algo de experiencia haciendo fics de éste tipo, pues aquí lo tienen, espero que os guste...

Advertencia: Bien, primero que nada, si hay un homofóbico leyendo esto, haga el favor de retirarse antes de que el fic comience, ya que como de costumbre contiene yaoi, lemon, blah, blah, blah... así que están advertidos. Además, con éste tipo de fics suelo poner mucha crueldad, frialdad y brutalidad en el asesino, así que si se me pasa la mano, por favor, no duden en decírmelo.

Disclaimer: Por favor, Saint Seiya no me pertenece, no es de mi propiedad, para mi desgracia.

Parejas: MiloxCamus... la mejor y única n.n

Nota: Oh, se me había olvidado, este es un fic AU (universo alterno).

Murder of Blood

By: Konoto-chan

Chapter I: A dark night

Espesas nubes plateadas cubrían todo el cielo de la gran manzana, como muchos la llamaban, mejor conocida con el nombre de New York, la ciudad donde hasta lo imposible puede suceder. Nuestra historia comienza una fría noche de noviembre; las calles estaban mojadas por la reciente lluvia que había caído sobre la ciudad.

Un hombre envuelto en un grueso abrigo negro caminaba lentamente por las oscuras y solitarias calles, el gélido clima hacia visible su aliento ante sus ojos. Caminaba con las manos metidas en los bolsillos, tratando de protegerlas del frío, pero no servía de mucho, ya que estaban tan frías como el resto de su cuerpo. En su bolsillo llevaba también un cuchillo. Una sonrisa se curvó en sus labios al recordar algo, para cerró su puño alrededor del objeto sin darse cuenta, comprobando lo filoso del arma, cuando sacó su mano del bolsillo del abrigo, y vió la sangre que corría brillando suavemente a la luz de la única luz que iluminaba la calle.

Sus pies lo llevaban automáticamente por el camino que en su memoria estaba grabado por las continuas veces que lo recorría. Hasta detenerse en un alto edificio de apartamentos en el centro de la ciudad, subió los tres escalones, entró a la recepción y se dirigió al elevador.

Presionó un botón y esperó. Un ligero timbre y las puertas se abrieron ante él, dio unos pasos hacia dentro y presionó el botón que tenía el número siete, y esperó. El elevador se detuvo en el piso tres, y subió una joven mujer, que lo miró extrañamente para después sonrojarse y desviar la mirada. Él no le prestó atención. No le interesaban las mujeres. Nunca lo habían hecho.

--Disculpe, señorita.-llamó suavemente, la chica se sobresaltó.-Podría decirme qué hora es?.-preguntó con amabilidad.

--Eh... s-si...-la joven revisó su reloj, pero al parecer se le había olvidado como leer la hora, él, un poco impaciente la tomó por la muñeca y él mismo comprobó la hora.

--Las nueve treinta.-pronunció.-Gracias.-dijo y detuvo el elevador, y aunque estaban todavía en el piso cinco se bajó, escuchando un quedísimo 'De nada' de los labios de la chica; no tenía ganas de soportar algo así ahora, prefería subir por las escaleras. Y fue subiendo escalón por escalón hasta llegar al piso siete. Avanzó por un largo pasillo hasta detenerse frente a la puerta que tenía el número 217. buscó la llave en sus bolsillos, pero no encontró nada, tanteó su abrigo en busca de la mentada llave pero fue inútil. La había olvidado entro o tal vez la abría perdido. Tocó el timbre esperando que estuviera en casa, sino tendría que esperar a que llegara. Pero para su suerte se escucharon unos pasos del otro lado de la puerta seguido del sonido de la cerradura y el de la puerta al abrirse. Sus ojos se fijaron en unos increíbles mieles que se iluminaron al verlo, para después dejarlo pasar con una bella sonrisa en sus labios.

--Te esperaba.-le dijo sin borrar la sonrisa de su rostro.

--No debiste.-le dijo sonriendo de igual manera.

--Pero yo quería esperarte.-le dijo el otro joven de rubios cabellos.

--Ya cenaste?.-preguntó quitándose el abrigo.

--No...-respondió sencillamente el rubio.

--Debes de tener hambre.-pronunció.

--Sí... pero tengo hambre de... otra cosa...-dijo sonriendo sensualmente acorralándolo contra la puerta y su propio cuerpo, sujetando sus muñecas entre sus manos, mirándolo con lujuria y con una sonrisa predadora.

--Y cómo de qué tienes hambre?.-preguntó el joven de largos cabellos castaños, siguiéndole el juego al mayor en estatura.

--Tengo hambre de ti...-susurró para después atrapar sus labios en un apasionado beso que dejó sin aliento al otro.

--Tan... efusivo como siempre.-dijo el castaño con la respiración agitada.

--Es que eres irresistible.-dijo el rubio entrelazando sus manos con las del menor.

--Ugh!.-se quejó al sentir una desagradable punzada en su mano derecha.

--Qué tienes?.-preguntó preocupado al escuchar el gemido de dolor que escapó de los labios del otro, pero su pregunta fue contestada cuando sintió algo manchar sus dedos, la miró y vió que era sangre.-Estás herido?.-le preguntó.

--No.-dijo con calma.-Es sólo un pequeño corte, eso es todo.-le restó importancia.

--Ven, vamos a curarte.-dijo el rubio mirando al menor con sus ojos azules.

--No es nada, ya te lo dije.-protestó siendo ignorado por el rubio y arrastrado hacia el amplio cuarto de baño.

-Siéntate.-ordenó quedamente señalando el retrete, mientras él buscaba algodón y algo de alcohol. Al encontrarlos se acercó al castaño, quien alejó su mano del alcance del rubio.-Dame la mano...-pidió sonriendo ante la actitud infantil del joven.

--No... te dije que no era nada grave.-dijo con voz nerviosa.

--Vamos, no te comportes como un niño pequeño... dame la mano...-pero el otro no se la tendió.-Louis, dame la mano.-dijo con un tono de voz algo más firme, mirando inquisidoramente los ojos esmeralda del menor.- Si no lo haces por las buenas, lo haré yo por las malas.-amenazó sonriendo de una manera que al castaño no le gustó.

--Esta bien, esta bien...-dijo, resignado tendiéndole la mano al ojiazul.

--Verás que no te dolerá.-dijo tomando la extremidad del castaño, y comenzando con la labor de curación.-Ves cómo no te dolió nada?.-dijo sonriendo y aplicando un ligero vendaje a la herida.-Y ahora, dime como te lo hiciste?.-preguntó.

--Fue un pequeño descuido.-dijo levantándose de su, hasta ahora asiento.-Cerré el puño sobre el cuchillo sin darme cuenta, es todo.

--Deberías tener más cuidado.-le regañó mirándolo dulcemente.-Sé que es necesario tener protección en ésta ciudad de locos, pero ten más cuidado, esta bien?.

--Lo tendré.-respondió sonriendo.

Ambos jóvenes salieron del baño, el castaño se dirigió hacia la cocina, abrió el refrigerador y comenzó a sacar algunas cosas de éste.

--Qué haces?.-preguntó con curiosidad sentándose en la barra.

--Dijiste que no habías cenado aún.-respondió el castaño.

--Sí, pero te dije que no tengo hambre de eso.-dijo sonriendo lascivamente haciendo sonrojar al ojiverde.-Sino de otra 'cosa'.-dijo lamiéndose los labios provocativamente.

--Tal vez después.-respondió simplemente el otro, dándose la vuelta.

--Porqué no ahora?.-preguntó acercándose furtivamente por detrás y abrazando por la espalda al castaño haciendo que se sobresaltara.

--Primero come algo.-dijo dándose la vuelta, quedando frente al rubio.-No quiero que te andes desmayando a la mitad.-Dijo sonriendo grandemente.

--Ey! ¬¬... eso no fue gracioso.-le recriminó, pero el castaño simplemente dejó un suave beso en sus labios y se dio la vuelta, dándole la espalda.-Mmmmffhh!.-dijo cruzándose de brazos, enfurruñado.

--Vamos no te enojes.-dijo sonriéndole.

--Es que eso es lo peor.-dijo aun con los brazos cruzados.

--Qué?.-preguntó el otro.

--Que no me puedo enojar contigo.-dijo para después sellar los labios del ojiverde en un tierno beso, posando sus manos en la delgada cintura del menor, desliando sus manos hacia donde la espalda pierde el signo nombre...

El pequeño reloj en la mesita de noche marcaba las tres con quince minutos de la madrugada. Un ligero pero audible ruido lo sacó de su sueño. Abrió sus ojos esmeraldas, encontrándose con la penumbra de la habitación; unos brazos en su cintura lo estrecharon hacia el cálido cuerpo que estaba a su lado. Sonrió.

Con cuidado de no despertar al rubio se incorporó de la cama. Y recordó que estaba completamente desnudo. Vaya que el maldito ojiazul sabía como seducirlo. Encontró sus bóxers a los pies de la cama y se los puso, se dirigió a la cocina por un vaso de agua, no encendió las luces; sacó un vaso de vidrio de la alacena y lo llenó de agua, que bebió lentamente, y escuchó otra vez ese ruido; con el vaso ya vacío aún en su mano se dirigió hacia el pasillo, del cual provenía el ruido, encendió la luz y se topó con un par de ojos grises que lo miraban a través de un pasamontañas negro que cubría el rostro de aquel hombre.

No le dio tiempo ni de decir una palabra cuando lo golpeó a puño cerrado fuertemente en una de sus mejillas, haciéndole caer al suelo; el vaso escapó de sus manos y fue a dar al piso donde se hizo pedazos con gran estruendo, las luces se apagaron y el pasillo se envolvió en la penumbra. El ruido que hizo el vaso de cristal al romperse despertó al rubio, que al no encontrar el cuerpo del ojiverde junto al suyo se incorporó rápidamente, cubriéndose con un par de bóxers, y salió en busca del otro joven.

Al principio pensó que el castaño sólo se había levantado a tomar agua y en un tropiezo se le cayó el vaso, pero su suposición se borró cuando al encender las luces se encontró con una figura negra sobre el ojiverde, sujetándolo por las muñecas y presionando con sus piernas las del menor, inmovilizándolo; un gemido de dolor por parte del castaño lo sacó de su trance momentáneo, y fue en el piso que vió un revolver, que seguramente sería de aquél hombre, lo tomó y se acercó sigilosamente por detrás.

--Suéltalo o te despides de éste mundo.-ordenó con voz firme, apuntando con el arma de fuego directamente en la nuca del agresor, el hombre liberó las muñecas del ojiverde de su agarre y se fue incorporando lentamente con las manos en alto, pero antes de que alguno de los dos jóvenes pudiera evitarlo, el hombre corrió lo que faltaba del pasillo hacia la puerta la que ya estaba abierta y desapareció tras ella.-Estás bien?.-preguntó ayudando al castaño a incorporarse.

--Agh!.-mas una fuerte punzada de dolor lo obligó a ponerse de rodillas.

--Louis?.-llamó.-Te hizo algo?.-preguntó.-Te lastimó?.-pero sus preguntas fueron contestadas cuando vió como la sangre resbalaba por el costado izquierdo del ojiverde...

-11:34am Este de New York-

--Camus?.-llamó suavemente.

--Mmmm?.-pronunció, recibiendo placenteras caricias en su larga cabellera rojiza.

--Vamos al cine?.-preguntó enredando las hebras rojizas entre sus dedos.

--Claro, por qué no?.-dijo sonriendo, abriendo sus hermosos ojos caoba.

Camus. Veinticinco años de edad. Había nacido en Francia. Tenía largo cabello lacio y rojizo. Una figura bastante sensual: delgado, alto, estrecha cintura, piel blanca, largas piernas, labios apetecibles y llamativos que invitaban a ser besados. Inteligente y amigable. Y aunque sabía hablar perfectamente inglés, (Konoto-chan: recuerden que están en EUA) se notaba su acento francés.

--Cuál película te gustaría ver?.-preguntó.

Milo. Un joven de veinticinco años de edad. Nacido en Grecia. Largo cabello rubio, indeciso entre mechones ondulados y rizos, unos increíbles ojos azul turquesa, una encantadora sonrisa, un bello rostro y un cuerpo que parecía modelado por los mismos dioses: delgado, alto, algo mas que Camus, piel bronceada... un hombre bastante atractivo, con una personalidad envolvente.

--Ayer vi los cortos de una en la televisión, no se veía tan mal, pero no lo sé...-de pronto su pequeña conversación se vió interrumpida por el sonar del teléfono.-Diga?.-dijo el pelirrojo descolgando el auricular al estar más cerca del aparato.-Ahora?.-preguntó.-Esta bien... espera...-con su mano hizo el ademán de cómo si estuviera escribiendo en el aire, dándole a entender al rubio que quería una pluma, el mayor la encontró en una de las mesas cercanas al sillón donde ambos estaban sentados, el francés no sólo tomó la pluma sino que tomó entre sus manos la del rubio.-Mfh... cuál era el número?.-preguntó.-217?... si, lo tengo.-dijo escribiendo una dirección en la palma de la mano del ojiazul.-Esta bien, en media hora...-dijo finalmente para después colocar en cortar la llamada.

--Creo que ya no iremos al cine.-suspiró el rubio.-Esto es en el centro.-dijo leyendo la dirección escrita en su palma.

--Si.-secundó el pelirrojo poniéndose de pie.

--A veces odio éste trabajo.-bufó el ojiazul con algo de molestia.

Bien, bien, sé que en éste capítulo la mayoría no entendió absolutamente nada, pero no s preocupéis que todo se aclarará en el próximo capítulo, espero que os haya gustado, besos, Ja Ne!