Un año.
La ciudad helaba y no sólo eran las fiestas decembrinas. Poco más de un año que aquella tragedia oscureció la ciudad, y la desaparición de que muchos consideraron un héroe, y otros una amenaza: Danny Phantom.
Por supuesto, Paulina lloraba por su chico fantasma. Pero nadie recordaba a Daniel Fenton. A veces eso enojaba a Sam...
Aquella familia de caza-fantasmas había dejado un hueco vacío que prontamente fue olvidado. Pero no para ella.
Las luces de navidad titilaban, parecían burlarse de ella. Antes le gustaba la navidad, ahora sólo significaba nostalgia.
Decide pasarla por alto, y sólo en frío de la época le recuerda las fechas en las que estaba.
Y recordar no era lindo...
Aquella nube fugaz se posó en su mente, y no pudo evitar evocar la imagen de aquel día.
Rodeaba con sus brazos al joven Fenton, el cual correspondía de la misma manera. Un abrazo amargo, pues era de una despedida.
No iba llorar, lo había prometido. No quería que Danny la recordara de esa forma, no deseaba que su ultimo recuerdo de ella fuera así; con lágrimas.
—No es un adiós, ¿Sabes? —Decía el chico ¿Qué sabía él lo que depararía el destino después?
—Lo sé. — Sonrió agridulce. Eso no quitaba la separación del ahora.
Y en ese entonces no sabía que sería tan larga, o tan "para siempre" sería.
No querían soltarse, pero había alguien más que se quería despedir.
—Tuck...
—Amigo. — Abrió los brazos esta vez para recibir a su mejor amigo.
Sentían tanto que eso hubiese llegado hasta ahí.
Se despidió de Jazz con un abrazo también, y al acabar aquel intercambio no pudo evitar volver a lanzársele a Danny encima. Jazz y Tucker se miraron con pena, sabían que había algo que esos dos no se decían, pero no podían meterse en aquello.
No supo cuánto tiempo se aferro a él, sólo fueron conscientes de que tenían que soltarse al escuchar la voz del que ahora sería su tutor.
La mano del adulto se posó en el hombro del adolescente.
—Hijo, tenemos que irnos. — Por un momento pareció que incluso Vlad había sentido pena por eso, pero su mirada volvió a ponerse neutra al instante.
Danny gruño al oír ese apelativo "hijo" sí el ya no tenía padres, ¿Qué le daba derecho a llamarlo así? Pero no haría una escena ahora, por respeto a sus amigos.
—De acuerdo.
El hombre que estaba subiendo las maletas al vehículo había terminado y subido al asiento del chofer.
—Chicos... — No, no sabía cómo decirlo; pero era lógico, había llegado al punto que la despedida ya era tan larga que comprobaba las pocas ganas que tenía de marcharse.
Los chicos lo sacaron de aprietos, no era fácil sólo decir adiós.
Se lanzaron a él en un abrazo en grupo de pocos segundos. Pues la impaciencia del que esperaba en el auto comenzaba a hacerse notoria.
Con pesadez subieron al vehículo, dándole una última mirada sus compañeros. Aquella en la que Sam quiso expresar un sentimiento y le fue imposible hacerlo con palabras. Había algo atorado que no pudo decirle jamás.
Y salió. Salió en forma de lágrimas cuando el vehículo había arrancado ya.
Cumplió su promesa, no lloró frente a él.
Lo perdió de vista. Y su vista perdida volvió al tiempo presente, clavada en aquellas luces navideñas en las cuales se había perdido a su vez.
