Capítulo 1

Alucinación

"La realidad es el despertar,

beber el sabor de la ausencia

de un solo trago."

"Musas que no me amaron" – Lucideces. Poema VII. Sueño contigo.


La señora Higurashi confiaba plenamente en sus hijos. Pensaba que los había criado de tal manera que ellos serían capaces de tomar las decisiones correctas en los momentos adecuados, analizando todas las aristas y cada una de las consecuencias que conllevarían dicha decisión. No obstante, se quedó sin palabras en cuanto la mayor de sus hijos, Kagome, le comentó una tarde, sin previo aviso, que había determinado internarse en una clínica psiquiátrica.

Era cierto que su hija no estaba pasando por su mejor momento. De hecho, era preciso destacar que aquel era uno de los peores instantes en los cuales se encontraba, ya que hacía un par de meses, su estilo de vida se había visto vulnerado por un suceso realmente traumatizante.

El día que ingresó a la clínica, Kagome tomó un pequeño bolso de mano, con sólo lo necesario para realizar una visita rápida y no regresó más a casa. Al día siguiente, uno de los doctores llamó y le pidió a su madre que le llevara la ropa necesaria para una prolongada instancia en el centro de rehabilitación. Desde aquella situación ya han pasado dos meses y durante todo ese tiempo, no ha sido permitido para Kagome recibir ningún tipo de visita, ni siquiera de su madre.

Aquel día, la señora Higurashi se despertó con aires de esperanza, ya que por fin había recibido la llamada que ella había estado esperando desde que su hija se fue de casa. Aquella llamada que confirmaba que se le permitía ir a visitar a su hija para conocer sus avances.

Esperó en aquel cuarto blanco, con extraños cuadros decorativos, en donde todas las personas parecían un manojo de nervios, mientras esperaban ser llamadas por el doctor encargado de diagnosticar a su familiar enfermo.

Cuando el Doctor Kudo llamó a la madre de Kagome, ésta respiró de manera profunda y exhaló todo el aire acumulado en sus pulmones, esperando que aquel ejercicio calmara su escandaloso corazón.

Ambos caminaron por el enorme pasillo blanco que conducía a todas las habitaciones de la clínica, mientras el ambiente tétrico calaba profundamente en los huesos de la señora Higurashi, imaginándose todas aquellas personas enfermas tras las meticulosamente cerradas puertas de las habitaciones.

En cuanto se detuvieron frente a una de las puertas, el Doctor dirigió su mirada hacia la mujer frente a él, llamando su atención.

-Antes de que la veamos necesito hablarle.- Dijo el Doctor.

La madre de Kagome lo observó angustiada esperando su declaración.

-Cuando llegó aquí, Kagome parecía no tener ningún tipo de trastorno, comenzando por el hecho de que aquellos que sufren alguna enfermedad mental no vienen de manera voluntaria a internarse.

El doctor dio una pausa para comprobar que la mujer frente a él estaba escuchándolo. Al aclarar sus dudas, decidió continuar con la explicación.

-Sin embargo, cuando comenzamos a indagar más, nos dimos cuenta de que sufría más trastornos que muchos de los pacientes con los que he trabajado. Aquellas enfermedades mentales se gatillaron con aquel suceso traumático en su vida.

-¿Ella está bien ahora?

-No del todo, sin embargo, ha encontrado una terapia que ha conseguido calmar sus pesadillas y alucinaciones.

-¿Qué tipo de terapia?- Cuestionó la madre, curiosa.

-Ya verá.- Respondió el Doctor Kudo mientras abría la habitación de Kagome.

En cuanto se abrió la puerta, la señora Higurashi quedó perpleja por todo lo que vio. Un sinnúmero de retratos dispersos por toda la habitación, apenas permitía el paso de los recién llegados hasta la que parecía ser la artista. Cuadros de extrañas y hermosas criaturas que parecían haber salido de un sueño. Lo que más destacaba era la imagen de un hombre que a simple vista parecía humano, sin embargo, unas sutiles orejas de perro sobresalían de su cabeza, poseía un magnífico cabello largo plateado y brillantes ojos dorados, los cuales lo hacían ver aún más irreal.

Otro retrato que también lograba apreciarse de manera reiterada era la imagen de una hermosa mujer humana, de largo y fino cabello negro y ojos marrones. Ambos personajes parecían haber salido de un antiguo cuento de la época feudal, por sus trajes y Kagome parecía estar empecinada a retratarlos juntos. En muchos de sus cuadros se veían ambos personajes tomados de las manos, abrazados o incluso besándose.

En cuanto escuchó el ruido de la puerta abriéndose, Kagome detuvo su pincel apartándolo de su nuevo e inacabado cuadro mientras se volteaba para ver quiénes la visitaban.

-Mamá.- Musitó Kagome mientras se ponía de pie de su silla y soltaba el pincel. Rápidamente, esquivó todos los cuadros que obstaculizaban el camino y rodeó el cuerpo de su madre dejando escapar un sutil sollozo reprimido.

Su madre la cobijó en sus brazos como si hubiese olvidado que su hija ya no era una niña, e intentó no llorar.

-Viniste a verme.-Confirmó la muchacha de cabello negro, comprobando que no fuese uno más de sus sueños, mientras se apartaba de los brazos de su madre para poder centrar su atención en su rostro.

-Sí.-Afirmó su madre sin poder soltar las manos de Kagome.- ¿Te has sentido bien?

Kagome asintió con una sonrisa.

-No te preocupes por mí. Aquí estoy bien.

De pronto, la mirada de la señora Higurashi se desvió del rostro de su hija y se localizó en una de sus muñecas. Ahí encontró una pulsera blanca con grandes y destacadas letras negras que decía "ESQUIZOFRENIA". Su corazón se detuvo por un instante y un nudo se le formuló en la garganta el cual le impedía respirar con normalidad.

-Mamá.-La llamó Kagome al percatarse que su madre se encontraba sumida en sus pensamientos. La aludida dirigió rápidamente su mirada a los ojos de su hija, nerviosa de que descubriera que había leído su pulsera.

-Tranquila Kagome, tu madre sólo está emocionada por verte. Después de todo ya han pasado dos meses desde que se vieron por última vez.- Intervino el Doctor Kudo al darse cuenta de lo extrañada que se había comenzado a sentir su paciente.

-Tengo mucho que contarte.-Dijo Kagome con energía, dirigiendo su mirada hacia su madre, quien le devolvió la sonrisa.

-Les doy un momento para que hablen a solas.-Declaró el doctor, mientras dirigía una mirada rápida a la madre de Kagome y luego se retiraba de la habitación cerrando la puerta.

-¿Qué es todo esto?- Cuestionó la señora Higurashi con real curiosidad, tras dar un nuevo vistazo a la habitación.

-Son mis cuadros.- Respondió tranquilamente Kagome mientras se alejaba un momento de su madre recorriendo su habitación con una sonrisa en su rostro.- Cuando llegué aquí, el Doctor Kudo me hizo darme cuenta de que había muchas situaciones que sólo pasaban en mi cabeza.

La madre de Kagome observó a su hija con expresión triste, mientras la escuchaba en silencio, esperando que le dijera todo lo que había sentido y todo lo que había sucedido durante los meses que estuvieron separadas.

-Fue fácil asumir que muchos de mis recuerdos no eran reales.- Continuó finalmente la muchacha de ojos marrones sin observar a su madre. Como si la historia no fuese para ella, sino que para sí misma.- Además, era claro que sólo eran un producto de mi imaginación. Muchas personas que yo juraba había visto e incluso convivido por mucho tiempo, tenían rasgos irreales.

La joven se detuvo un instante frente a uno de los retratos del muchacho de cabello plateado, que muchas veces había plasmado, y colocó de manera sutil y delicada sus dedos contra su detallado rostro.

-Nada fue real.- Musitó con un dejo de tristeza y nostalgia en su voz.-El retratar todo aquello que estaba bombardeando mi mente de falsos recuerdos, me liberó. Las pesadillas disminuyeron considerablemente. Ahora, cada vez que tengo alguna alucinación lo dibujo, de esa forma me siento más tranquila.

-Es impresionante.- Musitó con voz tenue la madre de Kagome, llamando nuevamente su atención y obligándola a dirigir su mirada hacia ella.

La señora Higurashi caminó lentamente hacia donde se encontraba su hija y tomó la mano que tenía frente al rostro del muchacho retratado.

-Todo esto es hermoso. Eres una artista.- Dijo la mujer con ternura.

Kagome dejó escapar una sonrisa sutil.

-No es todo lo que hago.-Dijo la chica, misteriosa.

Antes de que su madre pudiera preguntar a qué se refería, Kagome caminó rápidamente hacia su escritorio y de un cajón sacó un cuaderno de notas. Luego, se acercó nuevamente hasta su madre.

-Toma.- Dijo Kagome pasándole el cuaderno a su madre.

-¿Qué es?

-Ábrelo.

Su madre obedeció. No tuvo que leerlo para saber cuál era el contenido.

-Estoy escribiendo.- Contestó impaciente Kagome.- Es acerca de los personajes que imagino. No puedo plasmarlo todo en los cuadros. Cuando los recuerdos son demasiado extensos, opto por escribirlos. De esa manera los mantengo en el cuaderno y alejados de mi mente.

-¿Estás segura de que escribir sobre lo que "alucinas" no agravará el problema?-Dijo su madre con voz tenue y tranquila.- Lo mejor es que lo olvides todo. Si haces este tipo de cosas, nunca podrás superarlo. Será un continuo recordatorio.

-Me calma.-Contestó Kagome, cabizbaja.

La señora Higurashi la observó entristecida y luego de un profundo suspiro volvió a sonreír.

-Tranquila. Se ve interesante. ¿Es una historia continua? ¿O sólo son situaciones sueltas?

-Es una historia continua. –Contestó la joven recuperando parcialmente su entusiasmo.

-¿De qué trata?

-Es una historia de amor. Un amor imposible entre un medio demonio y una humana. Y las dificultades que deben vencer para estar juntos.

La madre de Kagome apretó tenuemente los puños y una mirada preocupada invadía su rostro.

-El medio demonio se llama Inuyasha. Y la humana se llama Kikyo.

Los labios de la señora Higurashi se movieron levemente en un intento fallido por formular una palabra, la cual claramente, se había quedado atorada en su garganta.

-Kagome…-Formuló al fin la mujer. Sin embargo, fue interrumpida por el estrepitoso ruido de la puerta abriéndose, dejando entrar al Doctor Kudo.

-Lo siento, pero la visita ha llegado a su fin.-Dijo el Doctor aún en el umbral de la puerta.

Rápidamente, la madre de kagome juntó sus labios apretándolos fuertemente y dirigió su mirada hacia el suelo.

-Señora…

-Sí. Lo siento. En un momento.-Dijo la madre de Kagome, finalmente. Luego, subió su mirada hasta la de su hija y colocó su mano en la mejilla de la joven.-Vendré lo antes posible a visitarte.

-Está bien, mamá.-Contestó Kagome con una sonrisa, tranquila.

La madre de Kagome cerró delicadamente el cuaderno de su hija y lo puso de vuelta en sus manos. Luego, tomó su cara entre sus manos y le besó de manera delicada en la frente.

-Cuídate.

-Tranquila. Voy a estar bien.

Y escuchando esto último, la señora dejó la habitación junto con el Doctor, dejando a Kagome sola nuevamente.

La mujer caminó distraída mientras seguía al Doctor Kudo, quien la guiaba hasta la salida de la clínica.

-¿Qué le pareció Kagome?- Preguntó finalmente el doctor deteniéndose un momento en mitad del pasillo, dirigiendo su mirada hacia la mujer detrás de él.

-No me dijo que le había diagnosticado Esquizofrenia.- Contestó alterada la señora Higurashi, con un nudo de angustia atorado en su garganta.- Mi hija no está loca. Las cosas que imagina son…- Antes de continuar se arrepintió de las palabras que había intentado formular y guardó silencio abruptamente.

El doctor la observó por un momento, completamente confundido. Luego de un instante en completo silencio, decidió continuar la conversación.

-Tiene razón. Debí informarle la verdadera condición de su hija antes de que viniera a visitarla. Lo siento mucho.

-Está bien.- Susurró la mujer, recuperando su estado inicial, sin dirigir la mirada hacia la del Doctor.

-¿Tiene alguna otra pregunta?

-¿Ha mencionado aquella situación?- Cuestionó la señora, esta vez mirándolo a la cara.

El doctor guardó silencio un momento.

-No mucho. Lo ha mezclado con sus alucinaciones. Es difícil descifrar lo que es verdad de lo que sucede dentro de sus recuerdos falsos.

La madre de Kagome volvió a desviar su mirada.

-Entiendo. Gracias por su tiempo.

Y diciendo esto último, la mujer hizo una reverencia y continuó sola su camino hasta salir de la clínica.


Hola! llevo muchos años leyendo historias de esta página y es la primera vez que se me ocurre pensar hacerme una cuenta y crear mi propio fic.

Llevo mucho escribiendo sólo para mi. Nunca pensé que llegaría tener el valor de publicar alguna de mis historias, teniendo en cuenta que siempre pienso que les falta algo. La gran mayoría de las veces siento que son horribles y las elimino.

Espero que les haya gustado el comienzo de esta historia, o simplemente les haya causado un poco de curiosidad para saber qué continua. Me alegrarían el día si es que me regalaran un minuto de su tiempo para escribirme un review con sugerencias o críticas.

Espero que estén muy bien!

Besooos! =)

Bye!