PRÓLOGO.

Hogwarts era una mierda. Completa, cada parte y cada objeto perteneciente de ella. Quizá Draco no pensaría eso sí todo siguiera su curso como debería, pero nada de lo que había sucedido en las últimas semanas sería algo que sucedería en lo que él había conocido como "su mundo"

Un mundo en el que la rivalidad entre Gryffindor y Slytherin se sentía a kilómetros, en donde el era considerado como el príncipe de las serpientes y un mundo en el que molestar a Harry Potter sonaba incluso más divertido que aprender a hacer un truco en la escoba (y eso era decir mucho).

Y muy por debajo de todos esos placeres, estaba el mundo en el que se encontraba. Si, quizás no se encontraba en un Universo Alterno pero así se sentía, de lo contrario, ¿Quién demonios podría ver cómo Pansy Parkinson y la sangre sucia Granger estaban saliendo juntas? Quizá llamarle "sangre sucia" a la chica de su mejor amiga era más de lo que podría soportar, después de todo, por esos estúpidos pensamientos retrógradas se había iniciado la guerra contra Lord Voldemort, hacía casi siete meses atrás.

No iba mentir, Potter fue valiente, y casi puede decir que muy inteligente, pero eso ya estaba muy arriba de lo que podría confesar en voz alta.

Ese ya no era su mundo, esa ya no era su familia, ese ya no era su hogar (no se sentía así)

Todos respiran la esencia de la felicidad en cada pared y cada rincón de Hogwarts, pudiendo casi decir que no era más que falacias.

ESE NO ERA SU MUNDO. Y nunca lo sería.

No hay horrores que las primeras planas de el Profeta ocupen. No hay problemas con el ministerio. No hay injusticias.

A pesar de esto, existen cosas que no se devuelven; como los familiares y seres queridos muertos en la batalla, o como los sacrificios que se hicieron para mantener a Harry Potter con vida.

Incluso si el ministerio entregó sus más grandes pésames, incluso si hubieron recompensas, incluso si el ejército de el señor tenebroso fue capturado y condenado, las secuelas de la sangre y el horror quedarán siempre aferrados a sus recuerdos como a una bestia que no suelta el arma (o como las familias humildes que durante la guerra durmieron en los escombros y se aferraban a un trozo de pan con la fuerza de un desquiciado)

Draco tiembla por la magnitud, siente como la culpa arde bajo su piel y se lamenta, ¿cómo pudo ser tan estúpido? Mira la marca tenebrosa en su antebrazo, llena de cortes, pinchazos, quemaduras... cicatrices.

Aún puede escuchar los lamentos de la señora Weasley, uno de sus gemelos ha muerto. Recuerda sus ojos desorbitados, sus gritos desgarradores, estrujando el cuerpo de su pelirrojo sin vida, recuerda cómo escapó de toda culpa que pudiese caerle encima, pero una condena en Azkaban no se compara con el temor que siente. Con la culpa que lo carcome, sabe que no es su culpa completa, pero también sabe que pudo hacer algo.

Tiembla, no tiene frío, pero tiembla en un escalofrío sordo, aprieta los dientes y cierra los ojos con fuerza. "No es tu culpa, Draco", es lo que Blaise Zabini le repite cada noche en el que despierta de su pesadilla de siempre; esa en el que Voldemort regresa, esa en el que él no hace nada para detenerlo (nuevamente), esa en el que Harry Potter muere en sus brazos.

Y debía admitirlo, había pensado más de una vez en practicarse un Obliviate a sí mismo, pero sabía que eso era soñar demasiado alto.

Ese no era su mundo, ¿ya lo había mencionado?

El apellido Malfoy quedó en el olvido, al igual que aquellas disputas que solía tener con El-Niño-que-vivió-y-venció.

Las construcciones se levantaron largas y oscuras, pero, a pesar de eso el podía sentir la felicidad de no haber sido derrumbados en cada persona, casi tan exacta como la gratitud guardada hacía el joven Potter.

Ese no se sentía como su mundo (no lo era)

Fuma una última calada de su cigarrillo, solo para después tirarlo al piso y finalmente pisarlo contra la nieve. Exhala el humo, ¿desde cuándo era un fumador?

Dos meses, seis, quizá nueve u once. Qué importaba.

Draco pasa la lengua por sus labios antes de decidirse por caminar hasta el gran comedor, es hora de la cena. Los pasos de el rubio dejan de sonar en cuanto se acerca más al alboroto viviente en dicho comedor, su cabeza duele y sus nudillos están blancos por el frío.

Entra al lugar empujando las puertas dobles de la entrada, nadie le presta atención, (comenzaba acostumbrarse a eso).

A pequeños pasitos camina hasta la esquina de la mesa de Slytherin y suspira, nuevamente las mesas están revueltas con alumnos de todas las casas. Pero lo único que puede pensar es que está perdido.

La noche estrellada tomó por completo su cielo despejado, las velas y candelabros alumbran el lugar en tonos amarillentos.

Toma una manzana verde y muerde de ella, no tiene apetito para algo más (como casi siempre), mira a Theo molestar a Blaise mientras muerde su pierna de pavo, solo puede rezar porque Pansy no arrastre a su novia con ella, o eso significaría que el completo trío dorado estaría sentado enfrente suyo, (o quizás hombro con hombro), además que el torpe de Longbottom y su noviecita Lunática serían invitados a su mesa.

...Eso es justo lo que sucede, maldice por lo bajo y esconde un bostezo en su vaso con jugo de calabaza.

– ¡Dragón~!

Siente los labios de alguien en su frente, sabe que es Pansy e intenta sonreírle, pero esta sale más como una mueca. No quiere preocuparla, (demasiado tarde, ya lo hizo)

– Hola, linda –susurra quedamente, para después pasar su mirada a la joven de melena castaña que toma la mano de su mejor amiga y saluda en un asentimiento de cabeza–. Las veo luego, chicas.

– ¿Qué? Pero si acabamos de llegar –un puchero sale de los labios de Parkinson.

– Lo lamento, quiero ir a la cama temprano.

Es la única excusa que se le ocurre, Pansy asiente no muy convencida.

Con un movimiento de mano se despide y camina a grandes zancadas fuera de el comedor, caminando por los pasillos hasta lograr salir al lago, pero algo se le interpone.

Cuando choca con otro cuerpo la cavidad de sus pulmones se aprieta por sobre sus prendas y el pecho, la garganta le cosquillea sintiendo en ella la potencia de un quejido agudo, su cuerpo se tensa, se siente blanco como el papel. "Respira, respira, el dolor está pasando, el dolor está pasando. Respira.."

Quisiera admitir que fue por eso por lo que se quejó, por los dolores que el frío le ocasionaba sobre las heridas cerradas de el sectumsempra que Harry hacía tiempo le lanzó, pero sería una puñetera mentira:

"Tenía que ser él"

Pronto recuerda cuando lo vio por primera vez en la tienda de túnicas, cuando lo persiguió por la recordadora de Neville, cuando estuvieron solos en el bosque prohibido..., cada pelea, cada grito, cada golpe, cada hechizo, cada muestra de molestia que se dieron el uno al otro. Cada momento pasó por su mente en menos de lo que se permitió reaccionar.

La persona con quien chocó habla, y es suficiente para calmarlo. Incluso si se trata de un;

"Draco Malfoy, serás idiota"