¡Un gran saludo!

Debo pedirles perdón por mis fics sin actualizar, también por la falta de tiempo que he tenido. La universidad últimamente me ha estado absorbiendo hasta la imaginación.

Sentía que debía publicar algo, así fuese pequeño. Yo espero que les guste y gracias por aquellos que aún me leen.

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Cuando miro el cielo.

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Uno, dos, tres, cuatro. Sentía ganas de correr, de esconderse de su propio hijo de nueve años, ¿ahora qué haría? Era solo una mujer de treinta y cinco años delante de dos poderosos hombres.

Su hijo y su padre.

— ¡Papá! – lo miró nerviosa – Ayúdame.

— No puedo hacer nada, es tu hijo, tu responsabilidad.

El fornido hombre cogió su abrigo y salió negando con la cabeza. Sabía los malos términos en que esta situación acabaría.

— Estoy esperando una respuesta, madre. – zapateó levemente el piso.

— No creo que sea el momento para hablar de esto.

— ¡Nunca lo es!

— No me levantes la voz, Yuki.

Con malhumor corrió hasta la puerta saliendo a la entrada, siendo perseguido por su madre que arrugaba el ceño enojada.

— ¡Yuki!

— ¿Hinata?

Miró al frente esfumándosele todo el enojo de momento, se tapó la boca apretándose los labios y su mente solo pronunció un nombre.

— ¿Qué haces aquí? – volvió a arrugar el ceño mientras se destapaba la boca.

Yuki se interpuso entre ellos.

— Yuki, entra a la casa.

— ¡No lo haré!

Hinata y Yuki se vieron por unos instantes como si trataran de leerse el pensamiento, pero su enojo se prolongaba hasta cegarlos.

— ¿Pasa algo? – preguntó el recién llegado tratando de entender la situación. – Solo he venido a buscar a tu padre, Hinata, necesito que uno de mis socios esté presente en la reunión que daré hoy. ¿Podrías llamarlo? Prometo irme y dejarlos discutir sin tenerme a un lado.

— No pasa nada Naruto, mi padre no está y no regresará hasta mañana.

— ¿Adónde ha ido?

— El abuelo simplemente no está.

Yuki habló sin mirar a Naruto, sintiendo una fuerte confusión por parte de él.

— ¿Abuelo? – Naruto se rascó la sien. - ¿Eres el hijo de Hanabi? – Yuki volteó a mirarlo indignado.

— ¿Acaso lo parezco?

— Tu cabello. – Yuki se rió.

— Extraño que le encuentres algún parecido a mi cabello con el de la tía Hanabi, si todos dicen que se parece al de mi madre.

Naruto relajó sus facciones mostrándose sorprendido.

— ¿Cuántos años tienes?

— Nueve.

Yuki miró a su madre bajar la cabeza, sabía que algo no andaba bien con ese hombre y decir su edad había mandado todo a la mierda, quizá él era la respuesta que esperaba hace unos minutos.

Naruto observó detenidamente a Yuki, si no fuese por el espeso cabello negro, diría que ese niño es el retrato abstracto de sus padres. Posee los ojos azules que tanto le recordaban a su padre y el espíritu vivaz de su madre, la voz quejosa y revoltosa que lo acompañó personalmente en su niñez, pero había algo que lo sacaba de esa nube de líos. Yuki reflejaba un hilo de paz, de fragilidad; entonces lo comprendió al verlo ruborizarse hasta las orejas, hace nueve años que Hinata había desaparecido sin dejar rastro.

— Hinata.

Las palabras se le atoraban en la garganta, sintió el mundo venirse sobre él y lo último que quería era seguir ahí, viendo su descendencia.

— Yuki, será mejor que entres a la casa.

Asintió mirando por última vez a Naruto, dio media vuelta y entró.

— No es tu hijo. – se apresuró a decir.

— ¿Debo creerte? Creo que no.

— No eres el único hombre con los ojos azules y el espíritu de un fuerte.

— ¡Tiene los ojos de mi padre!

— No puedes probarlo.

— ¡Deja de negarlo!

— ¡Y tú deja de gritar! – Naruto la observó sorprendido y Yuki tembló detrás de la puerta. - ¡No puedes venir ahora a exigirlo, es mío!

— Necesita de su padre.

— ¡No! – negó con vehemencia. - ¡No lo necesita!

Sentía las lágrimas correr por sus mejillas, pero nada la detendría a desahogar todo lo que tenía adentro, la estaba matando el miedo que la mirada de Naruto le sembraba. Él estaba enojado, su ceño se arrugaba cada vez más y su boca se torcía lentamente.

— Debes permitirme estar junto a él.

— No.

— ¿Por qué tienes que joderlo todo siempre? – Naruto gritó más alto.

Hinata se sobresaltó, pasó la palma de la mano derecha y se limpió las lágrimas. Sabía exactamente a lo que él se refería.

— Yuki no fue un error, lo quise desde que supe que lo esperaba, lo amé a pesar de que no tenía que comer ni donde dormir, lo cuidé cuando se enfermaba y me faltaba dinero para sus medicamentos. – sintió la voz quebrársele. Naruto solo cerró los ojos. – Mi padre me odió al enterarse de que me había embarazado, me mandó lejos sin nada más que el vestido que tenía puesto.

— Es un bastardo, por eso nunca supe de ti.

— Ni lo sabrías aunque me hubiese tratado como princesa, Naruto, decidí tener a Yuki sola y espero no haberlo hecho mal todos estos años. Él es un ángel, y si crees que puedo joderlo todo cada vez que me cruce en tu camino, entonces vete. No tienes nada más que hacer aquí.

— ¿Cómo es qué Hiashi viene a verte y Yuki le tiene tanta estima? – Naruto siguió dejando de lado el comentario de Hinata.

— Yuki lo odia, pero a fin de cuentas es mi padre. Puedo perdonarlo pero no olvidar.

— ¿Has criado a Yuki tú sola todo este tiempo?

— Le daría mi vida si me la pidiese. Lo amo más que a mí misma, es mi hijo.

Yuki abrió la puerta y corrió a los brazos de su madre, se había olvidado de lo que había pasado ella por él y nunca lo creyó una carga, nunca le dijo una palabra déspota. Solo lo amó por encima de todos y le dio lo que no tenía.

— Yuki. – Hinata le habló por encima de su abrazo y le besó la cabeza.

Naruto sintió un nudo formarse en su garganta, el amor que reinaba encima de ellos armonizaba el ambiente, quería abrazarlos y besarlos de la misma forma. Por primera vez se vio al lado de una esposa y un hijo que lo ame. Un profundo sentimiento de ser amado le golpeó el pecho, entró en el hermoso convertible negro que manejaba desde hace varios meses y arrancó.

— Él no me quiere ¿cierto, mamá?

— Sería un tonto si no lo hiciese.

— ¿Lo crees? – Yuki la miró a los ojos.

— Naruto tenía razón, tienes los ojos de su padre. – sonrió. – Entremos a la casa.

— ¿Pero qué pasará con mi padre?

— Él regresará, solo está conmocionado. Debes darle tiempo.

Yuki entró a la casa siendo seguido por su madre, se sentaron en el amplio sofá de la sala mientras que él recostaba la cabeza de sus piernas. Extraña manía que adoptó su hijo para que le acariciara la cabeza, amaba las manos de su madre como una suave brisa de otoño.

— ¿Por qué no le dijiste a papá que me esperabas? – cerró los ojos al sentir cada caricia - ¿Es malo? – Hinata rió.

— Tu padre es el hombre más bueno y tonto que he conocido en mi vida. – sonrió de lado. – Pero no podía decírselo, lo entenderás cuando seas adulto.

— ¡Soy adulto!

— Oh si, eres muy grande.

— Deja de tratarme como un niño. – infló las mejillas.

— Para mí siempre serás un niño, aunque te vuelvas viejo, gordo y feo.

— ¡Mamá!

Hinata soltó una fuerte carcajada, cada día amaba más a su hijo y siempre sería su razón de vivir.

— ¿Cómo conociste a papá?

— Es una larga historia cariño, mejor es que te sientes. Puedes quedarte dormido.

— Así estoy bien.