—Escucha, Sansa: no hay necesidad de estar nerviosa —Margaery le habló dulcemente como a un niño que necesita a su madre—. Willas es un encanto, y será dulce y amable contigo.
—Pero, ¿y si no le gusto? ¿y si soy muy joven para él? ¿o no le guste casarse conmigo porque me llame Stark? —era la primera vez en mucho tiempo que Sansa podía asegurarse de ser feliz, y no lo quería arruinar.
—Sansa —Margaery se paró delante suya para mirarle a los ojos. Ojos como la miel—. Sois buena, lista y muy hermosa. Mi hermano tendría que estar loco para rechazar una chica como vos.
Sansa sonrió y Margaery la cogió del brazo, andando rápido y con paso firme. Los jardines de El Dominio son famosos por su fertilidad y belleza; algo que cautivó desde el primer momento a Sansa. Era tan colorido como un arco iris, con flores de todo tipo; comunes, exóticos, flores de las que Sansa jamás había oído hablar. Era hermoso. Un día será también tuyo. Sansa sintió como unos pinchazos en las tripas.
—Nos falta muy poco, querida —Margaery le susurró, tranquila.
Entraron en una casa, no, en un patio lleno de flores y hojas. El techo tenía ramificaciones perfectas donde mariposas de colores vivos visitaban las flores. Pero Sansa vagamente se fijó en el pequeño patio-casa por Willas.
Estaba dando de comer a un loro, mientras reía por las palabras que recitaba el pájaro. Parecía tener alrededor de treina años, alto y delgado. Es guapo. Loras era más hermoso, claro está, pero la belleza de Willas era algo diferente a la de su hermano menor; su sonrisa delataba cariño e inocencia, su mirada de miel líquido hacía emblandecer hasta el hombre más duro, sus rizos de color avellana parecían una jungla exótica y suave. No tenía heridas ni marcas en su rostro, ni arrugas ni verrugas, una piel suave y lisa. Tenía una barba que normalmente a un hombre le haría envejecer o endurecer, pero a él le daba un aspecto jovial y fresco. Era perfecto, mejor que cualquier caballero en una canción.
—Willas —empezó su hermana—, tengo el placer de presentarte a mi dulce amiga Sansa Stark, de Invernalia.
Willas levantó la cabeza para observar a la amiga de su hermana. Me está mirando. Sansa no sabía qué hacer. ¿Debería de sonreír? ¿Hacer una reverencia? ¿Reírse? Hace tanto tiempo que no me río. Para suerte de Sansa, Willas simplemente sonrió.
—Un placer conocerle, mi señora —su sonrisa asomaba dientes relucientemente blancos.
—Sansa, querida, te presento a mi hermano mayor Willas, heredero de Altojardín —Margaery sonreía—.
—Igualmente, mi señor —Sansa aún recordaba las lecciones de Septa Mordane—.
Willas intentó ponerse de pie con un bastón. Sansa recordó en ese momento su problema. Tullido, está tullido. Una pierna no le funciona. Le recordó a su hermano pequeño Bran antes de morir, el pequeño también lisiado por culpa de un accidente. Eso hizo entristecer a Sansa. Willas lo notó.
—Siéntese si le place, mi señora —Willas se volvió a sentar, no pudiendo aguantar demasiado tiempo de pie.
—Debería de irme, mi señora abuela me llama —Margaery desapareció entre las rosas del jardín.
Sansa se acomodó en su asiento, mirando en la pequeña mesa una bandeja llena de tartas de limón.
—He oído que le gustan —Willas indicó amablemente para que Sansa cogiera uno—.
—Sí, son mi comida favorita —Sansa no sabía qué decir. ¿Por qué estoy diciendo esta estupidez? Ahora creerá que soy tonta—.
—¿Le gusta los animales? Espero que sí —Willas acarició al loro que tenía cerca suya—. ¿Qué le parece esta muchacha, señor Loro?
—Guapa —gritaba el loro—, guapa, muy guapa.
Willas rió mientras a Sansa se le escapaba una sonrisa.
—Es un loro muy listo. Aunque no hay que ser listo para saber lo bella que sois —Willas dejó el loro en un especie de posada pequeña—.
Sansa no pudo evitar sonrojarse.
—Gracias… Mi señor. Es muy amable —dijo Sansa con timidez—.
—Oh, llámame Willas, ya que se va a tener que acostumbrar a llamarme así —. Nos casaremos probablemente dentro de dos lunas, si mi querida abuela no desea alargarlo más. Quiere convertir la boda en la —habló imitando a su abuela— 'la más grande y hermosa que los Siete Reinos haya podido ver'.
Mientras que a Willas le parecía gracioso la idea de una boda tal ostentosa, para Sansa era un sueño.
—Estoy… Estoy esperando ese día con mucha emoción, mi se… Willas —Sansa se atrevió a mirar a los ojos. Sus ojos me podrían hechizar en cualquier momento. Espero que también pueda hechizarlo con los míos—.
—A decir verdad, yo también —Willas se echó hacia atrás, acomodándose en los cojines—. Casarme con una mujer de tal belleza y amabilidad es una suerte que pocos pueden tener —se puso serio—. Sansa, siento mucho la pérdida de tu familia. A pesar de sus… ambiciones y esperanzas, no merecían morir de esa manera. Morir en una boda, qué tristeza. Hay pocos hombres con tal crueldad y vileza. Y he oído lo que te hacía Joffrey. Imperdonable —Willas se acercó para coger la mano de Sansa—. Yo jamás te haré sufrir, ni dejaré que otros te hagan. Serás mi esposa dentro de poco, y te protegeré con sangre si debo. Uniremos nuestras fuerzas para que así nadie nos haga sufrir jamás —habló con decisión—.
Sansa se dejó enamorar por las palabras, respirando tranquila y feliz por primera vez en mucho tiempo.
—Le prometo que seré una buena esposa, y jamás le haré avergonzarse ante nadie. Le traeré hijos sanos e inteligentes, y gobernaré junto a vos con sabiduría —estaba emocionada tras jurar esos votos de matrimonio, votos sinceros y decididos—.
La sonrisa de Willas se anchaba cada vez más.
—Oh, estoy seguro de que lo hará.
