Armin suspiró pesadamente, con las mejillas sonrojadas. Odiaba el contacto físico, eso era cosa de Alexy.
Cada vez que su hermano se emocionaba, tendía a abrazar a quien estuviera cerca. Él, en cambio, se conformaba con un saludo amistoso de manos que hacía solamente a las personas más cercanas.
Sin embargo, esa faceta suya se derrumbaba con ella. Comenzó con una palmadita en la espalda, tomarla de las manos, despeinarle el cabello…abrazarla…y ahora, para su horror, ansiaba más.
-¿Qué mierda me pasa?- susurró para sí mismo, convenciéndose por décima vez en el día que Sucrette era lo suficientemente rara para su gusto.
