Era un día como cualquier otro en San Petersburgo, podría considerarse que hasta un poco aburrido. Yuuri Katsuki no se sentía acostumbrado al clima frío de la ciudad todavía pese a que llevaba viviendo ahí ocho semanas, caminaba por la Avenida Nevsky junto con Maccachin, esperando el regreso de Víctor y hundiendose en sus pensamientos.

La verdad era que el japonés sabía que la premeditada decisión de Víctor de participar como entrenador y patinador al mismo tiempo generaría críticas, pero no imaginaba cuantos problemas ocasionaría tal revuelo en la Federación Rusa de patinaje. Era de esperarse que pusieran el grito en el cielo, en un principio incluso parecía que no darían su brazo a torcer. Sin embargo, el pensar alejar a la estrella de Rusia de las pistas era imposible, y el único requisito que estipuló el pentacampeón como inamovible para su regreso fue que le concedieran la venia de continuar como su entrenador, a regañadientes eso fue aceptado, ganándose de paso el odio de muchos en Rusia.

Pese a que la situación no era del todo agradable el corazón de Yuuri latía y se calentaba con regocijo, a fin de cuentas sus sueños se cumplían casi completamente. Víctor dejó de ser solamente su ídolo, tenía en él a un amigo, un entrenador, un confidente, un contrincante... quizá hasta a una pareja. Suspiró de manera melancólica al considerar lo último, habían pasado meses desde la copa de China, desde que quedó en segundo lugar en el Grand Prix, desde que participó en el Cuatro Continentes y el Mundial. Poco a poco fue superándose en cada presentación con Víctor a su lado, todo sin aclarar aún su situación sentimental...

Vivía con Víctor en su departamento, entrenaban juntos con el resto del equipo ruso, escuchando los suspiros de aprobación de Mila y Georgi cada vez que se sonrojaba al sentir las manos de Víctor sobre él corrigiendo sus posturas, las groserías de Yurio (que en el fondo sabía no eran con mala intención) dirigidas a lo mismo, los cansados gestos de Yakov al pensar que ambos no se lo tomaban con seriedad y la mirada del resto de los patinadores que lo ponían muy nervioso.

También aprendió muchas cosas en ese corto tiempo, cosas del Víctor común y corriente que eran adorables... Víctor nunca se quedaba sin suministros para el aseo personal, eso lo descubrió cuando al hacer la compra semanal notó la cantidad de pasta dental y jabón líquido que compró, mismo que almacenó en una gaveta argumentando que era para no tener ninguna emergencia. La verdad era que Yuuri se sorprendía con la cantidad de cosas que Víctor compraba, en dos ocasiones lo acompañó a grandes tiendas departamentales mirando asombrado las cosas (costosas y a su parecer innecesarias) que su entrenador se llevaba a manos llenas y de paso le hacía cargar. Además Víctor era atento a los detalles de decoración de su departamento (moderno y con estilo muy minimalista) siempre pendiente de cada cosa que se integraba al lugar luego de sus adquisiciones extravagantes.

Se enteró que Víctor cocinaba bastante bien. Pese a que parecía no disfrutar del todo el largo proceso, Yuuri podía pasar su vida entera observando la cara graciosa del ruso al fruncir el ceño y arrugar la nariz al cocinar, ver su expresión de satisfacción al acabar y degustar su obra era magnífico... Podía ser Bliní por la mañana acompañado de un delicioso café, Borscht o Stroganoff por la tarde, inclusive en una ocasión ambos hicieron katsudon (nada mal, aunque no se igualaba al de su madre). Víctor en un principio no quería dejarlo cocinar, argumentó que era su turno de agasajar a su invitado así como él fue consentido en Yu-Topía, al final acordaron hacerlo ambos cuando con vergüenza Yuuri lo sobornó con contarle cosas de su infancia.

Cuando ambos se sentían demasiado cansados para cocinar salían a alguna cafetería o restaurante discreto. Llamar mucho la atención en San Petersburgo equivalía a que Víctor, con una sonrisa amplia dirigida a todo el mundo, se pasara una hora firmando autó limpieza era algo que hacian ambos, aseando todo cuanto se usara de inmediato y procurando en su día libre ocuparse de dejar el departamento como una tacita de plata. Dormían en la misma cama para su infinita vergüenza, pese a que salvo los abrazos, ningún otro contacto se daba.

Otras cosas surgieron poco a poco y de manera lenta. A diferencia de lo que parecía a Víctor le costaba abrirse al igual que a él, un hecho importante ocurrió una tarde lluviosa cuando descubrió mientras limpiaba un álbum de fotos por accidente. Su entrenador tomó las fotos, le mostró cada una y le explicó quienes aparecían en ellas. Muchas de las imágenes eran de las competencias, los lugares que visitó, incluso de Maccachin de cachorro. Sin embargo, había otras que provocaron un gesto de melancolía en el ruso, lo que obviamente preocupó a Yuuri.

El japonés supo de que Víctor perdió a su madre unos meses después de su nacimiento, su constitución frágil la dejó en cama después del parto y Víctor no tuvo el privilegio de mujer de las fotos se llamaba Irina, era preciosa, tenía los rasgos finos, los ojos azules del mismo tono y la sonrisa encantadora de su entrenador. Los diferenciaba por larga melena rubia de la mujer y una expresión calmada y melancólica.

Yuuri supo que fue criado prácticamente por su abuela paterna llamada Olenka, a primera vista esa mujer representaría bien la imagen de "matrona romana", bella pero con una seriedad y templanza propias de tiempos antiguos. De ella aprendió a ser agradecido, a cocinar, a no llegar nunca tarde a los entrenamientos y a ser disciplinado en su carrera profesional. Gracias a su abuela aprendió francés, ballet, a gozar de música como la ópera, a disfrutar el teatro y las artes en general. Vio los ojos de su entrenador iluminarse con cariño al recordar que su abuela lo acostumbró desde muy pequeño a ver las grabaciones del Bolshoi donde participaba Lilia Baranovskaya, la ex esposa de Yakov pues era su fan número uno. Supo que pese a venir de una familia acomodada su abuela descendía de una larga línea de mujeres fuertes, mismas que vieron a su país sufrir en más de una ocasión, por ello la dama de las fotos gustaba de la austeridad.

Víctor le contó con una sonrisa que su abuela solía decir que los dos únicos malos hábitos que no le quitó fueron "comprar tonterías" y cuidar su cabello como si fuese una chica. El japonés se enteró que esa mujer seria y maravillosa fue de las pocas personas que apoyó la decisión de Víctor de convertirse en patinador llevándolo a las competiciones siempre que podía. Esa dama dejó este mundo cuando su nieto estaba cerca de cumplir los 19 años. El japonés no creyó prudente mencionar que por esas épocas en el 2007 fue cuando su entrenador se cortó su larga y preciosa melena al celebrarse el Gran Prix para sorpresa de todos, dando uno de los más tristes y hermosos espectáculos que se habían presenciado sobre el hielo hasta la actualidad.

Con la cara más sería e inexpresiva vio a su entrenador referirse a su padre que también aparecía entre las fotos. Un hombre alto, apuesto, de cabello plateado y ojos verdes increíblemente serios. Dimitri no aprobaba su vida desde que se decidió a ser patinador, nunca congeniaron, desde la más tierna infancia recordaba que pocas veces vio a su padre. Irónicamente, las fotos más antiguas parecían mostrar a un hombre feliz al lado de su esposa. Yuuri se enteró de que cuando tenía 15 años al notar sus "preferencias" entre las cuales no solo figuraban mujeres lo amenazó con echarlo de la casa, cosa que fue impedida por su abuela quien a diferencia de su propio padre le aceptó y comprendió.

Víctor volvió a sonreír al recordar como su abuela le había dicho que no importaba, hombre o mujer, su pareja debía contar con su aprobación. Le mencionó a Yuuri que para su abuela las características de su alma gemela eran muy específicas. "Debe ser leal, amar con todo su corazón lo que tu ames, no consentir todos tus caprichos, saber reponerse de sus caídas, y tener la capacidad de poder pulir sus miedos y debilidades como si de un carbón pudiera obtener un diamante" todo eso lo dijo observando al japonés a los ojos, provocando que se sonrojara y fingiera ir por agua a la cocina para huir de la intensa mirada que le dirigían. Yuuri comprendió que fue muy afortunado al tener una familia tan amorosa y cálida; admiró un poco más a Víctor, su valentía, su coraje y su entereza.

Igualmente notó que no todo en su entrenador era perfecto, en ese álbum aparecian muchos y muchas de los que Víctor parecía no querer hablar, no pudo evitar sonreír con ironía recordando que en Hasetsu intentó hablarle de sus antiguas parejas. Eran rostros que no reconoció como deportistas, reporteros o entusiastas del pequeño mundo que era el patinaje artístico. Algo le oprimía el corazón al tener la certeza de que Víctor tuvo muchas parejas que no duraron en su vida, como el fan número 1 del ruso sabía por las revistas de espectáculos de cada rompimiento del que se alimentaban los periodistas y paparazzis, algo que no le afectaba... hasta ahora, todas esas fueron sus cavilaciones mientas esperaba a Víctor.

Miró la hora en el celular, casi cincuenta minutos esperado a su entrenador. Víctor se tardaba demasiado, se suponía que era un trámite corto el que lo esperaba. Pensó en llamarlo pero descartó la idea para no incomodar, decidió comprar un café y dar otra vuelta con Maccachin ya que parecía lo más prudente. En el preciso instante cuando se disponía a sacar dinero de su cartera sintió como fuertemente lo despojaban de ella, un chico de quizá unos 16 salió corriendo después de arrebatársela —*Espera aquí, la recuperaré*— escuchó decir en japonés a un desconocido alto de cabello oscuro que pasó a su lado corriendo tras el muchacho.

La sorpresa no lo dejó reaccionar mientras Maccachin tiraba de su manga, se cuestionó si era buen momento para informarle a Víctor por mensaje que lo habían robado, descartó nuevamente la idea ya que eso lo preocuparía. Unos cinco minutos después ese hombre volvió a aparecer, algo agitado le entregó su cartera.

El patinador no atinó a reaccionar de nueva cuenta, el desconocido le sonrió mientras volvia a dirigirse a él en japonés con un acento que no atinaba a diferenciar —*Por estar tan distraído pareces presa fácil para los carteristas ¿eres turista?*— Yuuri se sonrojo, haciendo parpadear y sonreír aún más al desconocido —*N-no lo soy, pero hace poco que me mudé, ¡muchas gracias por tu ayuda!*— dijo el chico con una profunda reverencia. —*Ten más cuidado para la próxima, el chico se me escapó pero al menos pude recuperar tu cartera, permíteme presentarme, soy Alberto Garci*— dijo el chico ante sus ojos con una sonrisa que le recordó a una de las mejores de su entrenador.

Nuevamente muy sonrojado por la descortesía de no decir su nombre se dirigió al ahora no desconocido —*M-mi nombre es Katsuki Yuuri, es un gusto*— los ojos de Alberto se abrieron de par en par —*¿Katsuki Yuuri?¿el ganador de la plata en el Grand Prix de Barcelona? ¡No pude reconocerte con anteojos y el pelo de esa manera!*— Yuuri se preguntó que tan probable era que un fan se lo topara en plena calle, no lo reconociera y le ayudara a recuperarse de un robo... El día de hoy tendría mucho que contarle a Víctor.