-Annabeth- la llamé.

Ella se giró hacia mi y me observo con esos tormentosos y calculadores ojos fríos de los que alguna vez me había enamorado.

-Percy- respondió-. Tenemos que hablar.

En otros tiempos, me habría asustado de oír esa frase. Ahora no estaba más que aliviado de tener que oírlo de sus labios y no de los míos.

-¿Tu...-tragó el nudo que se le formó en la garganta-... sigues sintiendo lo mismo?

Negué con la cabeza.

-No, Annabeth, creo que lo mejor será...

-...terminar esto, lo sé- terminó por mí.

Ella se abalanzó sobre mí en un abrazo.

-No quiero que dejemos.de ser amigos, Sesos de Alga- murmuró en mi hombro.

-Eso nunca, Listilla.

Me tumbé en mi cama y observé el techo de mi cabaña con los brazos detrás de la cabeza. Había pasado tantas cosas con Annabeth, hasta el punto de bajar y regresar de las profundidades del Tártaro, para enterarme que Annabeth no es el amor de mi vida, al fin y al cabo.

Unos bruscos golpes me hicieron salir de mis pensamientos. Me acerque extrañado a la puerta.

-¡Percy! ¡Ábreme, soy Piper!- su voz sonaba como si estuviera llorando y le abrí.

Ella entró a la velocidad de la luz y se recostó en la puerta, observándome con finas lágrimas cayendo por sus mejillas.

Alguien comenzó a tocar la puerta con la misma fiereza que Piper.

-¡Piper, ábreme!- la voz de Jasón sonaba desesperada.

Ella no respondió pero cerró los ojos con fuerza. La guié a sentarse en mi cama y le respondí a Jasón:

-¡Lárgate Grace!

Los golpes dejaron de oírse, así que deduje que se había marchado. Piper se aferró a mí en un abrazo y lloró en mi hombro. Le acaricié la espalda hasta que se le secaron las lágrimas y se apartó de mi con las mejillas sonrojadas.

-Lo siento, he mojado tu camiseta- dijo avergonzada.

Le sonreí tranquilizadoramente.

-¿Quieres contarme que pasó?

Ella bajó la mirada.

-Jasón, el...terminó conmigo, había estado muy distante desde hacía unas semanas.

Me recordó a Annabeth y a mí, cuando las cosas entre nosotros ya no eran lo mismo. Me había hecho muy buen amigo de Piper en esos días, como si supiéramos que ambos estaríamos solteros pronto.

-Es un idiota por dejar a alguien tan maravillosa como tú- le dije sonriendo amable.

Ella sonrió un poco con la mirada baja. Le tome del mentón y subí su mirada. Contuve el aliento. Sus ojos siempre me habían parecido impresionantes, parecían cambiar de color como un caleidoscopio. Marrón, verde y azul.

-También termine con Annabeth, pero no por eso vamos a.estar melancólicos todo el día, ¿No?- le dije sonriendo.

Ella asintió y se secó las lágrimas.

-Tienes razón, le demostraremos al mundo que Piper McLean no se verá débil ante nadie nunca más, eso te incluye- dijo con la frente en alto.

Reí y le alboroté el pelo. Ella soltó un quejido pero no hizo ni el menor intento en arreglarse el pelo. Así era ella, tratando siempre de ocultar su extremada belleza.

- Esa es la Piper que quería oír.