Hola a todos, aquí Saphira con su primer proyecto: Un Cardverse bastante largo y realmente espero que no se os haga un poco cansino ^^'
En fin, espero que lo disfrutéis y que los personajes no me hayan quedado muy Ocs
Advertencias: lenguaje de Scott y creo que poco más ^^'
Por si las dudas:
Scott = Escocia
Dylan = Gales
Ian = República de Irlanda
Patrick = Irlanda del Norte
Sin más, dentro capítulo :3
Año 994
Era un día caluroso, y cinco chicos estaban en el lago disfrutando del cumpleaños del menor de ellos, quien cumplía 10 años. Era un día caluroso, en aquella laguna, donde pocos rayos del sol podían colarse entre las ramas del bosque que la rodeaba. La vegetación verde, el agua cristalina y la cascada de fondo lo hacían un lugar idílico en el que pasar la tarde. El mayor de los chicos, Scott estaba entrenando al pequeño Arthur, mientras los gemelos jugaban en aquel agua tan clara y Dylan, el segundo mayor preparaba una hoguera e improvisaba cañas de pescar.
- Enano, debes flexionar la rodilla antes de inclinar el cuerpo para esquivar, sino estarás haciendo el tonto como aquellos dos- dijo el mayor, mientras veía como los gemelos ejecutaban una de sus tantas bromas a Dylan, quien en aquel momento estaba atando un cordel a un palo.
Los gemelos se acercaban silenciosamente a Dylan con un buen puñado de gusanos y sin que ninguno de los dos se lo esperase, se giró y les tendió las cañas de pescar tan rudimentarias que había hecho.
- ¿Por qué no hacéis algo de provecho en lugar de el idiota por un rato? Poneos a pescar y luego seguís jugando – Dijo Dylan con una sonrisa y una de sus cejas alzadas.
- Pero eso es aburrido – protestó Ian.
- Ya sé, ¿por qué no vamos a tirarle agua a Scott?
- Pat, eso es igualmente aburrido, pero tengo una idea mejor – dijo Ian con una sonrisa para nada fiable. Ambos se fueron en busca de algo donde llevar los gusanos para la pesca.
Al ver esto, Dylan negó con la cabeza y se sentó al lado de la hoguera. Vio como Scott le enseñaba una llave a Arthur, lo despeinado y agotado que se veía, y pensó en lo mucho que habían cambiado las cosas desde que sus padres murieron. De eso hacía ya cinco años, y desde entonces iban de ciudad en ciudad, escondiéndose de los guardias, malviviendo con lo que podían conseguir, y lo mucho que habían aprendido sobre la mala vida. Los gemelos robaban, y se hacían cada vez más ágiles cuando se metían en las turbas del mercado. Scott era un maestro en la lucha, y cuando cumpliera la mayoría de edad pensaba en entrar en el gremio de asesinos para que pudieran vivir mejor con lo que le pagasen. Dylan también aprendió el arte de la lucha, pero ni por asomo quería ser asesino como su hermano. Él quería aprender, quería retomar los estudios, volver a leer sus libros de dragones, reinas y caballeros, leer sobre los tiempos anteriores a los cuatro reinos, sobre los dioses, en definitiva, sobre todo lo que se pueda leer. La incógnita era Arthur, puesto que, aunque fuera inteligente y ágil, no tenía habilidades que lo destacaran.
Abrió los ojos cuando sintió que había alguien a su lado, que era ni más ni menos que el objeto de sus pensamientos.
- Arthur, ¿termino el entrenamiento de hoy? – pregunto Dylan mientras se recostaba y se ponía cómodo.
- Scott dice que es mejor que descanse lo que queda del día, que mañana será un largo camino hasta la capital – dijo Arthur con voz cansada.
- Entonces será mejor que duermas y hagas lo que ha dicho ¿no?
- Sí, pero ¿y si los gemelos me gastan una broma de las suyas?
- No te preocupes, yo les vigilare, además están ocupados intentando escapar de Scott, mira – señalo Dylan con una sonrisa.
Los gemelos intentaban escapar de un Scott al que le acababan de tirar los gusanos que se suponía que iban a ser para pescar, y que al final habían acabado enredados en la maraña de pelo desordenado y semejante a una hoguera que tenía el mayor por pelo. Después de unos minutos de persecución en la orilla, Patrick fue atrapado y llevado a la parte más profunda de la laguna. Allí Scott cogió la nuca de Patrick y el borde del pantalón y acto seguido, sumergió en el agua la mitad del cuerpo del chico. Unos segundos después lo sacó y lo volvió a sumergir. Mientras tanto, Ian subió a uno de los árboles que allí había y con una liana, se balanceó y se lanzó al rescate de su hermano gemelo al grito de:
- Yo te salvaré Paaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaglugluguglug – la liana no aguantó su peso y se rompió, provocando que cayera de espalda y se hundiera. Scott soltó a Patrick, y con un suspiro de cansancio ante la idiotez de los gemelos, fue a donde cayó Ian a volverlo a poner a flote. Mientras avanzaba, iba mascullando algunas palabrotas que aprendió en alguna taberna, las cuales deberían censurarse ante la mente inocente de cualquiera. Dylan y Arthur estaban recostados mirando y riéndose del espectáculo.
Un buen rato después, cuando Scott y los gemelos lograron cazar y pescar algo para comer, se dispusieron a descansar un poco a la sombra de aquellos árboles. Se rindieron todos al sueño, salvo Dylan, quien se veía sumido en sus pensamientos, los cuales giraban en torno a lo mágico que se veía ahora el bosque. Hasta ahora no se había dado cuenta de los juegos de luces provocadas por las sombras y la luz de la tarde. Los matices cada vez más verdes, que se resaltaban al llegar al reflejo del agua, que se resaltaba como si fuera una laguna mágica en la que de un momento a otro saldrían las ninfas a jugar.
Se dispuso a cerrar los ojos, y se quedó dormido, soñando con hadas que jugaban, dragones que lo llevaban hasta los límites de la realidad, seres que solo podías encontrar en la imaginación de un niño que sueña con un mundo fantástico y maravilloso del que nunca se querrá ir.
Despertó pasado un tiempo, había anochecido, y hacía tanto frio que ya ni el abrigo de su hermano cumplía su función. Se levantó de allí y miró a su alrededor, viendo que la hoguera se había apagado, y que las luciérnagas ni se habían dignado a aparecer. Pensó en llamar a Dylan para que volviera a encender la hoguera, pero antes de eso tenía que recoger algo de madera.
Con ese objetivo en mente, terminó de ponerse en pie y fue andando a la espesura del bosque. Fue tanteando en el suelo las ramitas y hojas secas, que formarían un buen montoncito para la hoguera. Pensó que sus hermanos lo regañarían por haberse metido en el bosque sólo, cosa que nunca antes se había atrevido a hacer. Suerte que estaban dormidos.
Siguió caminando hasta llegar a un camino tapado por la maleza, y allí escuchó un murmullo. Decidido a continuar e investigar ese sonido, que venía amortiguado de aquella maleza y metido en sus pensamientos de que ya era lo bastante mayor como para seguir adelante sin necesitar a sus hermanos, se hizo un hueco en la maleza y se coló por él, sin notar que un trozo de su camisa quedó atorado en una de las ramas y que la camisa acabo rompiéndose. Unos minutos después, en los que pensó que ya no saldría de allí, escuchó lo que era aquel murmullo: cantos. Había alguien cantando, un grupo de mujeres, las voces estaban coordinadas y hacían una muy bella melodía que hacía que recordara a su madre, a quien apenas recordaba. Solo podía recordar que era tan rubia como él y que sus brazos, cuando lo cogía, eran muy cálidos.
Los canticos seguían, y lo guiaban hasta poder salir del agujero. Cuando salió vio un pequeño claro del bosque iluminado por farolillos dispuestos en círculo. Podía ver que había montoncitos de lo que parecía ser musgo, a modo de camas o cojines, tenían pinta de ser mullidos y cómodos. Soltó las ramitas que había ido recogiendo y se encaminó hacia uno de estos montoncitos. Dudaba en tocarlo, ya que podrían estar húmedos o ser fríos, o tal vez se lo tragarían y ya no podría volver con sus hermanos, como en aquellas historias que le contaban a veces, que hacían que se abrazara a Dylan y no lo soltara hasta el siguiente amanecer.
"Como decía Ian, quien no arriesga no gana" pensó mientras recordaba los consejos que algunas veces le daban sus hermanos. Fue acercando la mano poco a poco, y entonces acarició el musgo. Contrario a lo que pensaba, era suave y cálido al tacto, es más, invitaba a descansar sobre él, y eso estuvo a punto de hacer de no ser porque oyó los canticos que lo habían atraído allí. Pudo localizar un pequeño círculo de luces azules, y comprobó que de allí venían aquellas voces que desde hacía rato estaba oyendo. Lo que había tomado por luces azules no era ni más ni menos que el brillo de unas pequeñas hadas azules que al ver que tenían la atención del pequeño, dejaron de cantar y lo rodearon.
El pequeño Arthur se asustó un poco y se encogió un poco sobre sí mismo cuando vio que las pequeñas hadas no dejaban de dar vueltas a su alrededor, haciendo ruidos de emoción. Llegó un hada algo más grande que las demás y con una palmada dijo:
- Niñas, dejad a nuestro invitado, ¿no veis que lo estáis asustando con esas atenciones?, traedle algo de comer y algo de abrigo, que se sienta como en casa.
Una vez dicho esto, el hada creció y se volvió del tamaño de una mujer adulta, de rasgos delicados, alas de seda y ojos negros llenos de una profunda sabiduría. Vestía un sencillo vestido azul que se movía alrededor de ella, de un material que parecía etéreo. Pronto las otras pequeñas hadas trajeron un manto que colocaron encima de Arthur y que parecía hecho con el mismo tipo de musgo que había visto antes, solo que había sido tejido. También trajeron raíces y bayas, zumos, mermeladas, vino, distintos tipos de tortas y galletas, algunos pasteles y bebidas calientes. Pusieron todo esto en un tocón lo bastante amplio como para cumplir la función de mesa y acercaron dos taburetes.
El hada invitó a Arthur a sentarse en uno de ellos y le sirvió un poco de una pócima espesa y oscura en un vaso tallado de madera clara. También le tendió un plato que contenía un pastel y varias galletas.
- Deja que me presente pequeño, soy Seren, una de las pocas hadas del tiempo y la magia que quedan – dijo mientras esbozaba una sonrisa tranquilizadora. – También soy la madre de estas pequeñas traviesas, no te haremos nada tranquilo – añadió mientras extendía una mano a Arthur.
- Y-yo me llamo A-Arthur, un placer – dijo entrecortado y sonrojado a la vez que extendía y tocaba la mano del hada.
- Qué jovencito tan adorable – dijo una de las hadas, haciendo que Arthur se sonrojara hasta las orejas.
- Es taaan lindo, madre ¿podremos quedarnos aquí esta noche? – pregunto otra hada.
- De acuerdo hijas, pero estaos tranquilas, en breve vendrán más invitados, preparad asientos para ellos y unos lechos porque vendrán agotados – pidió Seren con una sonrisa.
- ¿Puedo preguntar qui-quiénes vendrán señorita? – Preguntó Arthur con timidez y aún sonrojado.
- Viniste con tus hermanos, ¿cierto?, los esperaremos y tomaremos algo mientras llega el momento – Dijo el hada con tranquilidad.
- No les dije a mis hermanos que vendría, y creo que no podría encontrar el camino de vuelta – Dijo Arthur avergonzado y temiendo la regañina que le dedicarían. Scott enfadado daba mucho miedo.
- No te preocupes pequeño, encontraran el camino, de hecho, ya deberían estar al llegar…
- ¡¿Pero dónde mierda se habrá metido ese puto enano!?
Levaban dos días buscando en aquel bosque, pero no había forma humana de encontrar a su pequeño hermano. Dos días en los que no habían comido apenas y dormido mucho menos, peinando a fondo aquel bosque, pero nada, ni un mísero rastro. Scott cada vez estaba más enfadado, cansado y preocupado, pero eso último no lo reconocería nunca. Dylan a su vez sí que demostraba su preocupación, y cada vez estaba más nervioso. Ian y Patrick por su parte colaboraban en lo que podían, pero no eran tan buenos rastreadores como sus hermanos. Todos estaban preocupados por el pequeño Arthur desde que Ian se despertó para ir a vaciar su vejiga y se dio cuenta de que faltaba uno de ellos.
Flashback
Despertó a gritos a sus hermanos, ganándose una colleja de parte del mayor.
- Como vuelvas a despertarnos así, vas a tener que comer sopa el resto de tu puta vida, ¿me has entendido? – amenazó el mayor con voz de ultratumba.
- Vale, pero Arthur no está, ¿lo buscamos y luego me matas? – dijo Ian ya acostumbrado a que Scott lo amenazara, lo hacía siempre y cada vez la amenaza era más original, – lo malo es que está oscuro, pero creo que podremos rastrearlo.
Comenzaron a buscar las huellas, que cada vez se alejaban más del claro, y cuando llegaron a la zona donde el pequeño había comenzado a escuchar los canticos, llegaron a un callejón sin salida. Ya no había más huellas, así que decidieron que buscarían algún otro rastro por el bosque.
Flashback
Y así llevaban dos días, y no parecía que las cosas fueran a cambiar mucho.
Se reunieron en el punto muerto donde perdieron las huellas de Arthur para ver si alguien había visto algo o sabía algo del pequeño. Scott deseaba despertar de aquella pesadilla y ya ensayaba la bronca que le iba a echar al pequeño. Dylan tenía ganas de llorar por la frustración, y también pensaba en algún castigo para el pequeño, pero sin ser tan duro como el mayor. Los gemelos, que habían escuchado algo raro al llegar, estaban por volver a la búsqueda viendo cómo estaban los mayores, cuando volvieron a escuchar algo raro.
- Scott, Dylan ¿habéis oído eso? – pregunto Patrick volviendo a prestar atención.
Se escuchó de nuevo, un murmullo cerca de ellos. Se volvieron todos al unísono y lo vieron. Una pequeña luz azul que bailaba cerca de un arbusto. Patrick fue el primero en avanzar hacia aquella lucecilla, despacio, para no asustar lo que fuera que era eso. La luz por su parte avanzo hacia el matorral, y abrió un agujero por el cual podía meterse perfectamente un niño de diez años, y que agrandó y profundizó formando así un túnel. Patrick metió la cabeza dentro del túnel y vio un trozo de tela, que recordó que era de la camisa que llevaba su hermanito.
- ¡Chicos, acabo de encontrar algo! – dijo Patrick después de forcejear para sacar el trozo de tela. Fue a enseñársela a sus hermanos y se la dio a Dylan.
- Esto es de Arthur, ¿se habrá metido por allí? – dijo el castaño después de examinar la pieza.
- Como haya desaparecido estos dos días por perseguir a un puto conejo me hago un abrigo con su piel y le doy la paliza de su vida – amenazó cabreado el mayor.
Avanzó hacia el túnel e introdujo la mitad del cuerpo. Uno a uno y poco a poco, los hermanos avanzaron por aquel sitio. Un muy buen rato después, pudieron salir. Se sacudieron las ramas y hojas que habían quedado enganchadas en sus ropas y dirigieron la vista hacia su alrededor. Vieron el bosque, los farolillos y los montoncitos de musgo, pero lo que más les llamo la atención fue la mujer que miraba hacia ellos y la persona que tantos quebraderos de cabeza les había causado en los dos últimos días.
- ARTHUR – gritaron los cuatro, pero con entonaciones diferentes.
Scott fue el más rápido y cogió a su hermano de las solapas de la camisa y lo alzó a su misma altura.
- Pequeño saco de mierda, ¡¿Eres consciente del lío en el que te has metido?! Juro por las tumbas de madre y padre que voy a abrirte en canal y hacer que los buitres se te coman las entrañas, me beberé tu sangre y te romperé todos y cada uno de los huesos de tu cuerpo ¿me has oído? – Dijo Scott con voz de ultratumba. Arthur pudo ver que los ojos de su hermano eran de un furioso verde oscuro, como el de las hojas de los pinos en lugar de su habitual verde pradera. Arthur empezó a llorar de miedo, su hermano estaba furioso y sabía que era muy capaz de llevar a cabo su venganza. Por suerte para él, Dylan cogió a Arthur y lo abrazó poniéndolo a salvo de la ira del mayor.
- ¿Sabes lo preocupados que nos tenías? No debiste irte así, hermanito, ¿Qué habría pasado si te atacan unos depredadores? – empezaba a decir Dylan mientras calmaba a Arthur.
- Lo siento, perdón por haberme ido de esa forma, sólo quería ir a por leña para la hoguera – decía sollozando el pequeño.
- Menudos dos días nos has hecho pasar hermanito, ya me contaras tu secreto para esconderte de esta forma – dijo Ian con una sonrisa.
- ¿Dos días? Si no creo que haya pasado más de media hora desde que me fui – respondió el pequeño extrañado. Aquella respuesta dejó helados a los hermanos.
- Creo que eso puedo explicarlo.
Todos se giraron hacia aquella mujer, que había pasado desapercibida para los hermanos al haber estado tan centrados en el pequeño. El hada los vio divertida, eran unos buenos chicos, y habiendo visto la preocupación y la alegría en los ojos del mayor al encontrar a su hermanito, sabía que era perfecto para la tarea que le encomendarían.
- Por favor, tomad asiento y comed algo, seguro que estáis hambrientos – habiendo dicho esto, el hada se sentó y puso a disposición de los chicos la comida y la bebida que las pequeñas hadas prepararon al llegar Arthur.
Los hermanos se sentaron alrededor de esa mesa, y sus estómagos rugieron como leones hambrientos. Los cuatro enrojecieron y empezaron a coger alimentos y a servirse la bebida, casi con timidez, haciendo que su anfitriona sonriera de forma dulce y divertida.
- Mi nombre es Seren, soy una de las pocas hadas del tiempo y la magia que quedan, y en este claro vivo con mi familia desde hace doscientos años, cuando la última reina de Picas falleció. Este claro está protegido con mi magia para que ningún humano lo pueda encontrar. Pero vosotros cinco no sois humanos corrientes, por lo que podéis estar aquí y contar con mi ayuda o con mis hijas para lo que queráis – contó Seren. Tomo un sorbo de su copa de vino antes de continuar. – El tiempo en este claro esta ralentizado, eso quiere decir, que mientras fuera pasan dos días, aquí dentro sólo han pasado un cuarto de hora.
- ¿Qué quiere decir con que no somos humanos corrientes? – preguntó Dylan extrañado.
- Vuestro apellido es Kirkland, ¿cierto? – Sonrió al ver la cara de desconcierto de los chicos. – Vuestra familia es una de las más antiguas del mundo, y ha cumplido siempre un papel importante en este mundo. Será un honor ponerme a vuestro servicio una vez que despertéis.
- ¿Despertar? Si ya estamos despiertos, ¿qué quieres decir? – Preguntó Patrick dejando de lado el pastel que estaba atacando.
- Cuando llegue os terminaré de explicar lo que pasa. Con vuestro permiso, iré a preparar un par de cosas que seguro necesitareis. Cuando queráis podéis ir a dormir en algunos de los lechos que os hemos preparado – dijo el hada mientras se levantaba, les señalo los montones de musgo y empequeñeció. La vieron volar hacia uno de los árboles y mientras intercambiaban miradas de confusión, siguieron comiendo mientras los gemelos comentaban lo bueno que estaba todo. Cuando probaron aquel brebaje oscuro se les iluminó la mirada a los cinco y mientras los gemelos, Arthur y Scott peleaban por un poco, Dylan se servía lo poco que quedaba en la jarra.
Poco se podían decir, ya que, entre la boca llena de pasteles y galletas, que a los gemelos se les cerraban los ojos y que Scott no estaba de humor cuando vio que el brebaje se lo termino Dylan, decidieron irse a dormir en cuanto vieron que la última lucecilla azul desapareció. Scott fue a uno de los montoncitos más alejados, mientras que los gemelos, Dylan y Arthur se apretaban en el montoncito más grande que encontraron. En cuanto cerraron los ojos cayeron profundamente dormidos.
Hacía rato que el sol había salido y las hadas preparaban la mesa con el desayuno. Los chicos seguían dormidos como troncos, los gemelos estirados cuan largos eran, Arthur abrazaba a Dylan en sueños, y Scott al final se acercó a ellos cuando se hubieron dormido. Seren miraba la escena con dulzura, y fue a por unos polvos dorados que sopló sobre ellos. Los chicos fueron abriendo los ojos y se desperezaron, murmurando unos "buenos días" con voz dormida. Se terminaron de espabilar al ver la comida sobre la mesa y se apresuraron a sentarse y a servirse una taza de aquella pócima tan espesa que había resultado ser chocolate.
Scott y Dylan comían ya más tranquilos y descansados, les había sentado bien y agradecían mucho esas horas de sueño. Los gemelos y Arthur, aunque también habían descansado como hacía mucho que no lo hacían, volvieron a comer con ansia al principio, y luego ya más tranquilamente. Seren los acompaño con una taza de un brebaje oscuro, y rojo que no era espeso como el otro. Una vez que vio que los chicos ya terminaron de comer, comenzó a hablar.
- Había una vez un reino en guerra, un reino antiguo que fue destruido, y el mundo se sumió en caos. Los dioses en aquel momento escogieron doce nobles familias que se destacaron sobre todas las demás por su nobleza, valentía y otros valores que impresionaron a los dioses – tomó una pequeña pausa para tomar un sorbo de su pócima. - Estos decidieron dividir el mundo en cuatro reinos, Picas, Corazones, Tréboles y Diamantes. Pusieron a tres de esas familias a gobernar cada reino, y escogieron a dos personas que viajarían entre los reinos para guardar la paz entre los mismos.
- Si no es molestia, ¿por qué nos está contando esta historia? – preguntó Scott con educación.
- Una de esas familias es la familia Kirkland – respondió Seren. Los chicos pusieron cara de desconcierto ante la revelación, incluso Ian se atraganto un poco con el zumo que tomaba. – De esas doce familias la única que desapareció fue la familia García, ya que murieron todos hace doscientos años.
- Pero fueron dos familias las que desaparecieron en aquella guerra – replicó Dylan.
- Así es, la otra familia que despareció no fue porque murieran sus miembros, sino que huyeron y se ocultaron. Hasta hoy – dijo Seren con una sonrisa.
- ¿Entonces un antepasado nuestro huyó de la guerra? – preguntó Arthur atando cabos. Seren asintió a esto, confirmando lo que todos empezaban a sospechar.
- La familia Kirkland ha sido el linaje de reinas de Picas desde que los dioses fundaron los reinos. La última reina de Picas, Alice Kirkland, murió en batalla, pero antes de ello hizo que su hijo Oliver, junto a Alistair, su As, tomaran uno de los pasadizos de palacio y huyera. Desde entonces el reino de Picas ha estado sin reina y sin As– pasó su mirada por los hermanos deteniendo su mirada por un segundo en Scott y en Arthur. Tres pequeñas hadas se acercaron y murmuraron algo en su oído. Asintió brevemente y se puso en pie. – Hoy, después de doscientos años, la Reina y el As del reino de Picas despertarán, y cuando estén listos volverán a ocupar el sitio que les corresponde. Seguidme, por favor.
Los chicos se levantaron, aun asimilando lo que el hada les acababa de decir. Aquello quería decir que ellos tenían linaje real, y que dos de ellos debían ser la reina y el as, pero ¿qué pasaría con los otros tres?, ¿Quiénes serían el As y la Reina?, ¿y por qué "reina" si los cinco eran chicos? No entendían nada, y muchas dudas pasaban por sus mentes. Arthur tomó la mano de Scott, Dylan iba delante, y los gemelos iban sumidos en sus pensamientos, hasta que Ian se atrevió a preguntar:
- ¿Eso quiere decir que viviremos en palacio rodeados de lujo y riquezas y que no volveremos a pasar hambre?
- Sí, pequeño, pero no aun, todavía tenéis mucho camino por recorrer antes de poder vivir con comodidad – le respondió Seren con una risita. Le causaba gracia el tono inocente que había utilizado aun cuando sabía que era un diablillo.
A Ian se le iluminó la cara con esa respuesta, y empezó a imaginar cómo sería el palacio, los escondites, las bromas, las comidas, y un sinfín de cosas que le comentó a Patrick. Mientras ellos charlaban, el hada los condujo a otro claro, más grande, rodeado de flores, y un gran árbol, que dejaba pasar algunos rayos del sol del mediodía. En el centro del claro había una gran multitud de hadas azules, y otras criaturas del bosque, que rodeaban a una criatura que solo podía existir en los cuentos y en la imaginación. Un delicado cuerno en espiral se alzaba sobre su frente, sus crines de un delicado color marfil, y sus cascos hendidos, no daban lugar a dudas; estaban delante de un unicornio, tan inmaculado y puro como la inocencia de un niño. Los chicos se quedaron quietos, sin poder salir de su asombro, y el unicornio se acercó poco a poco, hasta quedar a menos de unos tres pasos de ellos.
- ¿Quién de vosotros es Arthur? – preguntó el unicornio. Tenía una voz angelical, y sus ojos guardaban los secretos de todo un mundo mágico. Arthur apretó la mano de su hermano, se sentía cohibido ante aquella criatura, y aun, aunque la tenía enfrente y tan cerca, no creía que las historias que a veces le contaba Dylan fueran ciertas. Estaba nervioso y maravillado, y por fin, pudo alzar una mano hacia la criatura.
- Acércate sin miedo, pequeño, no te haré daño – dijo el unicornio con dulzura.
Arthur dio un par de pasos tímidamente y soltó a su hermano, que aún seguía asombrado ante la existencia de aquel ejemplar. El unicornio bajo la cabeza delicadamente hacia el niño y acarició su cara con el morro. Una corriente de energía cálida recorrió a Arthur por todo el cuerpo, concentrándose en el pecho, una corriente de energía que, aunque cálida, no quemaba y mucho menos era desagradable. Cerro los ojos, y durante unos minutos se dejó acariciar por aquel bello animal, hasta que por fin se separó y se terminó aquella sensación de bienestar. Abrió los ojos y vio que los rodeaba una extraña energía azul, mirara a donde mirara aquella energía lo rodeaba por completo. Miro a sus hermanos y Scott, Ian y Patrick lo miraban con el mismo desconcierto con el que él se miraba a sí mismo. Sólo Dylan parecía sospechar lo que le pasaba a su hermanito, pero antes de que pudiera decir algo al respecto, Seren habló.
- El unicornio ha despertado tus poderes, que no eran pocos – dijo -, ahora podrás usar la magia y lo más importante, te deberás preparar para ser la nueva Reina de Picas.
- ¿Pero ¿cómo puedo ser yo la "reina" si soy un chico? - preguntó Arthur aun asombrado. Nunca pensó que podría usar la magia, y mucho menos ser alguien de la realeza, empezaba a pensar que había sido un error haberse levantado para ir a por leña aquella noche, lo que estaba pasando era simplemente incomprensible.
- La Reina puede ser tanto hombre como mujer, igual que el Rey o el Jack – Respondió el unicornio con voz suave. – No te preocupes, sé que ahora te parece imposible, pero también sé que serás la mejor Reina que haya habido jamás. Y estarás acompañado de tus hermanos y de gente que te ayudará en los momentos difíciles. Ahora – dijo mientras miraba a los mayores -, es el turno de Scott. Da un paso al frente querido.
Scott hizo lo que decía con la determinación en su mirada. Si era cierto que su hermano pequeño iba a ser la reina, sabía que él iba a ser el As, es decir, su protector, con lo que debía ser fuerte. El unicornio levanto la cabeza hacia él, y acarició su mejilla con el morro, tal y como había hecho con Arthur. Cerro los ojos mientras sentía aquella corriente de energía, y sintió que aquel calor se acumulaba en su pecho. Un rato después, aquella corriente de energía paró, sintió vacío y frío, igual que cuando sus padres murieron, dejándole como única herencia la tarea de proteger a sus hermanos. Abrió los ojos y vio su reflejo en los ojos de la criatura, alargó la mano hacia las crines del unicornio y las acarició. Arthur hizo lo mismo, y despacio acarició el cuello del animal.
El unicornio se acercó a Dylan y a los gemelos, y les miro a los ojos.
- También tengo algo para vosotros – les dijo, y acercó el morro a la cara de Dylan, repitiendo el proceso que con sus hermanos. También hizo lo propio con los gemelos, y cuando se alejó de ellos los cinco emanaban aquella aura azul que los rodeaba por completo.
- Ahora todos habéis despertado vuestros poderes mágicos, tal y como los tenían vuestros antepasados. Ahora, Dylan, sígueme, tengo algo para ti – dijo Seren. Dylan miró a Scott como si fuera a negarse, pero el mayor asintió. Si quisieran hacerles daño habían tenido mucho tiempo, además el hada les había dado comida y alojamiento y tenían la sensación de que podrían confiar en ella. Dylan se adelantó pues y acompañó al hada hacia un lugar apartado. De un arbusto sacó lo que parecía una gema roja demasiado grande como para ser una joya.
- Supongo que pensarás que esto es una gran joya ¿no? – el castaño asintió. – Podría decirse que sí, puesto que la gente antiguamente pensaba que cada uno de estos valía tanto como la vida del Rey – Dylan alzó una de sus cejas. – Es un huevo de dragón, la mayoría desaparecieron y se refugiaron hace doscientos años, pero al igual que vosotros, deben resurgir ya ¿no crees? – preguntó con una risita al ver el brillo de sus ojos.
- ¿Por qué me lo da a mi si la Reina y el As son mis hermanos? – preguntó con curiosidad.
- Porque ellos ya tienen bastante con ser la Reina y el As, y dudo mucho que Ian y Patrick sean capaces de cuidar de una criatura como esta. Por eso te la doy a ti – dijo Seren colocando el huevo en los brazos de Dylan. – Además, sé que te gustan bastante y también que serás un muy buen criador – elogió.
Dylan se sonrojó un poco ante el elogio y preguntó: - ¿Cuándo se abrirá?
- Si no me equivoco – pensó un poco la respuesta, - dentro de unas horas, no sé exactamente cuándo – terminó de decir el hada con una sonrisa.
- Muchas gracias Seren, cuidaré de él – Dijo Dylan mientras le sonreía e iba hacia donde sus hermanos. Estos miraron con curiosidad lo que traía en los brazos, y se quedaron jugando durante un buen rato.
Seren y el unicornio fueron a un aparte para hablar.
- Seren, confío en que les contarás cuáles son sus poderes ¿no? – pregunto el unicornio mientras un pequeño puñado de hadas las rodeaban.
- Por supuesto, pero lo haré mañana, creo que por hoy han sido suficientes descubrimientos y no quisiera sobrecargarlos con demasiada información – razonó Seren. – Así pues, empezaré a entrenarlos y a que desarrollen por ellos mismos sus poderes.
- Bien pensado Seren. Debo irme, mi misión aquí ha terminado – dijo el unicornio. Fue con paso elegante hacia los chicos y les dijo: - Sed fuertes, niños, utilizad bien mis regalos, y que vuestros días sean largos y escasos vuestros contratiempos.
Scott y Dylan inclinaron la cabeza en señal de despedida, los gemelos se sonrojaron y dijeron un breve "nos vemos" y Arthur volvió a acariciar las crines del animal. Este acaricio la cabeza de Arthur, y se fue con gracia, hasta la espesura del bosque, donde desapareció.
Apareció sin embargo una criatura que voló y se refugió bajo la camisa de Arthur. Esto tomó por sorpresa a los hermanos, sobre todo al mismo Arthur, quien intentó sacarlo de ahí antes de que se le terminara de romper la camisa. Unos arbustos se movieron, y todas las hadas huyeron, la criatura dentro de la camisa de Arthur temblaba, y Scott y Dylan se adelantaban hacia el arbusto. Ian y Patrick cogieron el huevo y a Arthur y fueron retrocediendo lentamente. Sólo quedaban ellos cinco en el claro, y se escuchaba el silencio. Silencio que fue interrumpido por un gruñido que vino del arbusto que segundos antes se estaba moviendo.
El pelirrojo y el castaño se pusieron en guardia, preparados para lo que fuera que era aquello. Un pico de águila gigante asomó, seguido de la correspondiente cabeza. Allí se quedó unos minutos, en los que los chicos no cabían de asombro. Dylan miraba a la criatura curioso, sabía que eso no podía ser un águila, no existían pájaros tan grandes aparte de los majestuosos fénix del país de Diamantes, por lo que ¿qué podría ser aquello?
La criatura abrió el pico y un quejido lastimero salió de él. Salió del arbusto despacio, mostrando su cuerpo cuadrúpedo, las garras de águila delanteras, el cuerpo de león y las alas, todo herido, lleno de sangre, como si alguna otra criatura gigantesca y muchísimo más peligrosa lo hubiera destrozado.
Patrick soltó a Arthur y avanzó hasta quedarse a la altura de Dylan. Avanzaron los dos sin temor, uno con curiosidad, y el otro con lástima, y se arrodillaron frente al animal.
- Dylan, ¿qué es? – preguntó Pat mientras tocaba con cuidado al animal. La criatura soltó otro sonido, aún más agudo que el anterior. Se veía que sufría, y mucho, además. Ian y Arthur se colocaron al lado de Scott y vieron la escena con pena. Hacía rato que Arthur había parado de luchar por sacar lo que fuera que se había instalado en su camisa, cogió la mano de Ian sin saber si ir con Dylan o quedarse allí.
- Es un grifo, del reino de Tréboles. Tal vez haya habido una batalla y por eso esta así de herido – sugirió Dylan.
- Nada más lejos de la realidad.
Todos giraron la cabeza hacia Seren, quien avanzaba por el claro rodeada por algunas de sus hijas.
- No ha habido ninguna batalla, este grifo ha huido del mismo reino de Tréboles – aseveró con pena.
- Pero, ¿quién lo ha herido? – preguntó Pat con los ojos algo llorosos. Si había algo que de verdad lo hiciera llorar era el maltrato hacia los animales o las criaturas que no podían defenderse. Podía estar orgulloso de decir que, de pequeño, junto a Ian se ocupaba de proteger a los gatos y perros de los otros niños, quienes les lanzaban piedras y les hacían cosas malas. Más de una vez habían vuelto a casa con chichones, mordiscos y señales de que habían peleado con otros niños. Igual que el día en que sus padres desaparecieron de su vida.
- Si no me equivoco, ha sido el propio Rey – dijo el hada acariciando el pelaje del animal.
- ¿Por qué ha hecho esta monstruosidad? – preguntó Ian también con algunas lágrimas en los ojos. Scott coloco una mano en su hombro, en señal de apoyo. Ninguno de los hermanos apoyaba ese tipo de violencia, y podían cargar con todo para acabar con ella.
- Porque es un Rey cruel. Desde pequeño le enseñaron que matar estaba bien, y somete a todos y cada uno de sus súbditos con violencia. Ni siquiera sus hermanas están a salvo de él, y la Reina y el Jack viven esclavizados en su palacio, a merced de sus caprichos. Corazones y Diamantes también le temen, pero Picas es el único reino que puede plantarle cara – explicó con voz grave el hada. – Esto viene siendo así desde hace doscientos años. Os lo explicaré más tarde si queréis, pero ahora, lo único que podemos hacer por esta criatura es darle una muerte rápida, para que deje de sufrir.
- ¿No puedes curarla? – preguntaron los gemelos en sincronía. El hada negó con pesar.
- Curar heridas de esta magnitud es prácticamente imposible para mí. No hay nada que yo pueda hacer salvo darle un final y que termine su dolor. – Los gemelos empezaron a soltar lágrimas ante esta respuesta. Dylan y Scott compartieron una mirada cómplice, Dylan se levantó y cogió de los hombros a Pat, mientras que Scott pasaba un brazo por los hombros de Ian. Los mayores se llevaron a los gemelos para que no vieran el final de aquella criatura tan majestuosa. Arthur se acercó a la criatura y tocó con cuidado su pico. El grifo miró a Arthur y se dejó tocar, mientras que un par de lágrimas caían de sus ojos azules, tan sabios, tan limpios.
Arthur se dijo que, si él era la Reina de Picas, que protegería todas las criaturas de su reino, y que no toleraría la violencia animal, y se prometió luchar contra las injusticias que mucha gente cometía. Seren vio la mirada de determinación del pequeño tras el baño de lágrimas y supo de la promesa que se había hecho a sí mismo. "Tan joven… y ya se marca objetivos tan nobles", pensó sin poder evitar admirar el alma tan pura que había ante ella.
Arthur se levantó, y cogiendo el huevo de dragón que sus hermanos habían dejado, y con un bulto considerable en su espalda, fue tras de sus hermanos, que habían vuelto al claro principal, donde las hadas rodeaban y consolaban a los chicos. Arthur dejó el huevo en la mesa, y fue a abrazar a Ian, que estaba llorando en el hombro de Scott. Era en ese tipo de situaciones en las que se podía ver el lazo de hermandad que los unía, que se hacía cada vez más fuerte y se afianzaba conforme pasara el tiempo.
Seren, por su parte, tomaba un cuchillo de marfil que una de sus hijas mayores le entregó, y mientras murmuraba una oración a Gaia, la Diosa de la Tierra, para que recibiera a esa criatura en su seno, con un rápido movimiento y tras ver la mirada de paz y agradecimiento que le lanzó el grifo, cortó los últimos enlaces que tenía con la vida.
Entregó la hoja de marfil a su hija y volvió al claro. Las pocas manchas de sangre que hubieran podido quedar desaparecieron de sus ropajes, y con una mirada cansada, ordenó a sus hijas que cerraran aquella zona, hasta que el círculo de la vida cumpliera su ciclo. Se centró en los hermanos, quienes estaban recuperándose de la impresión. Los gemelos Ian y Patrick parecían a punto de quedarse dormidos, Arthur, a pesar de haber llorado también, no parecía tan agotado como sus hermanos, y Scott y Dylan no dejaban de acariciar y consolar a sus hermanos.
Scott y Dylan se levantaron un poco después, con los gemelos ya casi dormidos, y en el montículo de musgo en el que se habían despertado aquella mañana acostaron a los chicos. Dylan los arropó, y Scott volvió a la mesa, sirviéndose una taza del brebaje que habían colocado una de las pequeñas hadas mientras tanto. Sirvió tres tazas: una para él, otra para Dylan y otra para Arthur. El pequeño cogió la taza y bebió un sorbo de la misma. Aquel brebaje también estaba bueno, no podía describir su sabor, dulce, tranquilizante, terroso. Estaba muy bueno, y hacia que se sintiera mejor. Lo malo era que estaba muy caliente y casi se quema la lengua, pero por lo demás estaba muy bueno.
Seren se sentó con ellos, y se sirvió otra taza de aquel brebaje. Estuvieron los cuatro en silencio un buen rato, hasta que el bulto en la espalda de Arthur se movió y se colocó delante. Se escuchó un rasgado, y el bulto asomó por el agujero que acababa de hacer.
Era un conejo verde, pero lo que llamaba la atención no era solo el color, sino que, también tenía alas, como pudieron ver una vez que salió de su escondite. Arthur se sorprendió, pero una vez que se repuso de la sorpresa, acarició un poco la cabecita del conejito y este fue a sus brazos, para que le acariciara ahí.
- Vaya, hacía mucho que no lo veía por aquí – dijo algo sorprendida Seren.
- ¿Qué se supone que es? – preguntó Dylan acariciando un poco también al conejito.
- No sé cómo se llama su raza, pero siempre ha habido un ejemplar acompañando a la Reina. Sinceramente, - dijo el hada – creía que se habían extinguido, hacia muchísimo tiempo que no aparecía ninguno.
El conejito soltó lo que parecía ser un asentimiento y se acurrucó aún más en los brazos de Arthur. Este esbozó una sonrisa, ¡Es que el conejito era muy mono!
Un rato después en el que Seren conversó con los dos mayores acerca de temas amenos, como libros que Dylan podría leer cuando estuvieran en la capital, algunas curiosidades, entre otros, mientras Arthur jugaba con su nuevo amigo, y los gemelos dormían plácidamente (cosa que Scott agradecía mucho, porque los dos eran bastante hiperactivos), un sonido de golpes atrajo la atención del hada y de los tres hermanos. Hubo una pausa antes de que pudieran ubicarlo, y cuando volvió a sonar, a Dylan casi se le sale el corazón del pecho al descubrir que venían del huevo.
Seren le pidió a su hija mayor que trajera piezas de carne crudas y trapos, y Dylan cogió el huevo con cuidado. Este vibró en sus manos mientras sentía esos golpes. Scott y Arthur se sentaron a ambos lados, y el conejito se posaba sobre la cabeza de Arthur también para mirar aquel espectáculo. Cada vez los golpes eran más fuertes. Las hadas colocaron junto a Dylan las piezas de carne y los trapos. Colocó los trapos alrededor del huevo para que no rodara hasta el suelo y el dragoncito no se lastimara.
Unos minutos después, que parecieron horas en opinión de Dylan, los golpes pararon. Ninguno de los hermanos separaba la vista del huevo, para no perderse nada, por lo que los tres se sorprendieron cuando algo lo abultó. Cada vez se fue abultando más, hasta que un trozo del huevo cayó, y después de ese otro, y después de un tercero ya había salido.
De color rojo sangre, del largo del antebrazo y no mucho mayor que un gato adulto, pequeñas púas que recorrían el espinazo, una cabeza alargada, pequeñas garras blancas y una larga cola. Desperezó sus alas, las cuales eran más grandes que él, membranosas, abrió sus pequeñas fauces y reveló pequeños colmillos y dientecitos. Ante ellos había un maravilloso, majestuoso y perfecto ejemplar de dragón, que miró a cada uno de los presentes y dejó fija su mirada ambarina en Dylan, quien no cabía en sí de la emoción. Tantas veces había soñado volar en un dragón, luchar junto a él en una épica batalla digna de contar a sus descendientes, tantas veces que había soñado ser él mismo una de esas criaturas, y ahora tenía ante él a una cría de dragón. Alargó la mano hacia él, para tocarle la cabeza, y el dragón con curiosidad también se acercó al castaño.
Un choque de energía tan cálido como el que le había recorrido cuando el unicornio lo había tocado lo volvió a recorrer entonces. Cuando abrió los ojos, vio que el dragón tenía un brillo de comprensión en sus ojos, parecía saber quién era él, al igual que también sabía quiénes eran los dos chicos que estaban a su lado.
- Espera que le pongas un nombre Dylan – dijo el hada, quien también había observado el nacimiento desde su sitio.
- ¿Cómo sabes eso? – preguntó Scott con curiosidad. - ¿Cómo sabes tantas cosas sin que nosotros te las digamos?
- Utilizo la telepatía – dijo algo avergonzada. – Es el arte de leer la mente de una persona. Si queréis os puedo enseñar a utilizar este poder, y a protegeros de él. Pero no es un poder que debáis utilizar a la ligera, debéis recordar que la mente de una persona es su fortaleza y que la telepatía es el entrar a robar sus pensamientos u opiniones. Si os quedáis más tranquilos, yo no he utilizado este poder con malicia, solo para saber cómo os llamáis y vuestra historia.
- Entonces – dijo Dylan para cambiar de tema, - aparte de enseñarnos eso, ¿qué nombre podría ponerle? – preguntó mientras acariciaba su escamosa cabeza. Un murmullo salía de su garganta, casi como si el dragón estuviera ronroneando.
- Eso debes decidirlo tú, ya que va a ser tu compañero de aventuras – dijo Seren. Un par de hadas se acercaron y tras un par de murmullos, dio un asentimiento. – Creo que es mejor que comamos todos ya, la comida está lista, y mañana podremos empezar a entrenar vuestros poderes.
- ¿Cómo "mañana" ?, si apenas debe ser media tarde – replicó Scott confundido.
- El tiempo aquí es relativo, además, estuvimos casi toda la mañana y parte de la tarde de hoy en el otro claro – explicó Seren. – Ya debería ser cerca de medianoche si no me equivoco.
- Qué tarde es entonces – dijo Dylan mientras veía como el dragoncito comía un buen pedazo de carne. Pensaba en un buen nombre de dragón, uno que les gustase a ambos, y entonces recordó el nombre que más aparecía en sus sueños: - ¿Qué tal Fafnir? Es un buen nombre ¿no te parece? – le dijo al dragón, que había dejado de prestarle atención a su comida por un segundo. El dragoncito mostró su conformidad haciendo un sonido que parecía un rugido y yendo hacia el cuello de Dylan, posándose allí, mientras enroscaba su cola en su brazo derecho y ronroneaba. Dylan acarició un poco su cabeza, y se sirvió un vaso de agua y un trozo de pastel de color anaranjado, que, a pesar de su apariencia, tenía un sabor más bien salado.
Arthur casi se quedaba dormido encima de la mesa después de haber comido algo. Era normal, ya que ese había sido un día agotador y él no dejaba de ser un niño de diez años. Scott al ver que casi se duerme encima de las gachas de avena que estaba comiendo, cogió al niño y lo acostó con los gemelos, que ya roncaban tranquilamente a pierna suelta. Arthur se arrebujó en la manta apenas tocó el lecho de musgo y Mint (que era el nombre que le había puesto al final al conejito gracias a la sugerencia de una de las hijas de Seren) se acomodó cerca del pequeño también, aprovechando un poco de su calor.
Unos minutos después, los dos mayores también fueron a dormir, no sin antes despedirse de Seren, quien se despidió de ellos con un "que paséis una buena noche niños". Los dos se acostaron cerca de Arthur, porque los gemelos cuando dormían tendían a dar patadas como si soñaran jugar al balón como hacían cuando vivían sus padres, y siempre Scott se levantaba con más de un moratón y muy mal humor.
Arthur se acurrucó aún más al sentir dos fuentes más de calor, y Seren les pidió a dos de sus hijas que les trajeran dos mantas más, puesto que ese día, a pesar de que era abril, iba a hacer frío por la noche. Las hadas cumplieron con lo prometido y taparon con dos mantones grandes a los cinco chicos, que ya habían caído ante el agotamiento del día.
- Deberán descansar ahora, puesto que mañana será un día agotador. Buenas noches mis chicos.
Comenzó siendo un día tranquilo, pero eso con estos chicos eso nunca duraba.
Un grito se escuchó y retumbo en todo el claro, haciendo que tres chicos que dormían plácidamente envueltos en un gran mantón con el que estaban la mar de calentitos, despertasen de forma violenta. Los autores del grito, se echaron aterrados sobre el gran bulto que contenía a sus hermanos, haciendo que se llevaran tres golpes "con cariño" de parte de Scott. Arthur, quien solo se había despertado, puesto que sus hermanos se habían llevado el golpe, bostezó y abrazó a Mint, quien se había vuelto a refugiar en su ya maltrecha y rota camisa. Lo malo es que ya no tenía otra, y tendría que ir solo con el pantalón y el chaleco, con lo poco que le gustaba. Dylan en cambio, no golpeó a Ian y a Pat, sino que les había dirigido una mala mirada y había empezado a buscar en el gran mantón a Fafnir.
- ¿Dónde está Fafnir? – preguntó a sus hermanos al no encontrarlo allí.
- ¿Quién es Fafnir? – preguntó de vuelta Ian. Scott salió del calor del lecho, se estiró y dirigió la vista hacia donde dormían los gemelos, descubriendo aquello que los había hecho gritar y al mismo tiempo, el objeto de búsqueda de Dylan.
Allí enroscado se hallaba Fafnir, quien le dirigió una mirada curiosa a Scott. Parecía preguntarle qué pasaba para que se pusieran así. Scott miro a los gemelos, luego volvió a mirar al dragón y con una sonrisa les dijo a los gemelos:
- Parece mentira que con trece años aún os meéis en los pantalones por una inocente lagartija con alas – y una vez dicho esto se rio y fue a la mesa. Los gemelos indignados, miraron al dragón, quien se levantó y fue hacia ellos despacio, curioso, pero sin terminar de confiar en los gemelos. Arthur salió de detrás de los gemelos y fue hacia la mesa también, no sin antes, reírse un poco también de la cara de los gemelos, quienes aún miraban anonadados a la criatura.
Se encaminó a la mesa, donde no sólo no había nada para comer, como siempre había, sino que había cinco conjuntos de ropa, completamente nuevos, que esperaban doblados correctamente. Scott también miraba los conjuntos de ropa, y cogió el que estaba a su izquierda. Dedujo que esas prendas que había cogido eran para él, puesto que eran completamente de sus medidas. Giró la cabeza hacia Arthur, que acababa de llegar a la mesa con Mint en su cabeza, tal y como estaba por la noche. La ropa era de colores azules, como la camisa que Scott tenía a su derecha y que suponía, era para Dylan. Scott cogió los pantalones que estaban en su montón y vio que eran negros, de una tela liviana pero que calentaba. La camisa que había cogido antes también era azul, y del mismo material, con varios bolsillos. Pero quizá lo que más le gustaba eran el abrigo y el cinturón. El cinturón era de cuero, y tenía varios enganches para colgarse lo que quisiera. El abrigo, por su parte, era largo, también de cuero negro, con muchos bolsillos interiores, con algunos detalles en azul en la espalda. La ropa de Arthur, era también azul, una camisa nueva de color azul oscuro, unos pantalones marrones, y una chaqueta algo larga, de cuero azulado.
- ¿Qué pasa? ¿Qué miráis los dos con tanto interés? - Preguntó Dylan al ver que Scott y Arthur estaban absortos en sus ropas nuevas, y mientras Fafnir se acomodaba en su cuello. Dylan se acercó a la mesa y esbozó una "o" con su boca al ver la ropa.
Scott señalo el montoncito a su derecha, y vio un chaleco azul, una camisa blanca, un pañuelo para el cuello y unos pantalones marrones. Vio a su lado dos conjuntos idénticos, que suponía que era para los gemelos, que avanzaron sin terminar de fiarse del dragón. Al ver su ropa, los gemelos dieron un salto de alegría, ¡Hacía mucho que no llevaban ropa nueva! Camisas celestes, pantalones marrones y chalecos violetas. Seren llegó, y trajo con ella cinco pares de botas, todas ellas hasta la rodilla, de color marrón.
- Creo que va siendo hora de que os deis un buen baño, os vendrá bien antes del desayuno – dijo mientras les daba su par de zapatos. – Mis hijas os guiaran al lago y de vuelta, para que no os perdáis.
- Muchas gracias – dijeron los hermanos, y se encaminaron hacia el túnel por el que entraron hacía unos días. Se encaminaron hacia el lago donde había empezado todo, y allí las hadas les dieron unos botes con jabón líquido, para que pudieran lavarse. Los gemelos volvieron a jugar en el agua, y se quedaron mudos al ver entrar en la laguna a Arthur.
- Hey Artie, ¿qué es eso que tienes en el pecho? – preguntó Ian mientras se acercaba a Arthur. Arthur miró hacia donde Ian apuntaba, y descubrió la marca que allí había. Era un dibujo de un color azul brillante, de una pica coronada y con alas de ángel. En el centro de la pica había un círculo con números romanos en los bordes. Pat también se acercó con curiosidad, y agachándose un poco, cogió un puñado de algas verdes, y una vez satisfecha su "curiosidad", fue a donde dejaron las botellitas y la ropa limpia, y en una de ellas colocó la masa de algas machacadas que había hecho.
Dylan y Scott también se acercaron a ver el dibujo que tenía Arthur en el pecho, y después de decir que era bonito (Dylan), y que ya podría ocultarlo bien, porque quien sabía lo que podría pasar si alguien lo ve antes de tiempo (Scott), fueron a coger una botellita de jabón para comenzar su aseo. Había una botellita vacía, que dedujeron que sería la que habían utilizado los gemelos, por lo que Scott se decidió por una que tenía un verde más oscuro, mientras que Arthur y Dylan cogían dos botellitas de color verde pálido.
Los hermanos se volvieron a sorprender cuando vieron otro dibujo, esta vez en el pecho de Scott. Era un dibujo azul, de una pica, pero definitivamente no era el mismo diseño que el dibujo de Arthur. Tenía una serie de espirales en el interior, formando un tribal, y estaba dentro de un circulo con números romanos en los bordes. Scott no le dio más importancia, pero los gemelos no dejaron de tirarles agua tanto a Arthur como a él.
- ¿Por qué no os vais un poco a tomar por culo a otro lado? Dejad que el enano y yo nos bañemos tranquilos joder – les dijo ya harto de lo cansinos que podrían ser los otros dos pelirrojos. Pensó un poco y luego añadió: - Aunque pensándolo mejor, es mejor que empecemos a llamarte Reina Enana, ¿no crees Artie?
Arthur, que ya estaba un poco harto de sus hermanos mayores, al escuchar esto se puso rojo, y echándole agua por encima a Scott, salpicando de paso a los gemelos, quienes se reían los tres por lo que había dicho el mayor, se dispuso a alejarse de ellos e irse con Dylan. Pero, aun así, Dylan no le prestaba nada de atención, estaba más atento en observar cómo nadaba y se limpiaba Fafnir que en sus hermanos, por lo que decidió terminar su baño e irse a secar con Mint, quien se había quedado en la orilla sobre lo que quedaba de la ropa vieja de Arthur.
Y después de varios minutos, cuando Scott quiso aclararse el pelo, descubrió que ahora su pelo era verde. Los cuatro hermanos empezaron a reírse de la cara de desconcierto que tenía el mayor, que por más agua que se echara en la melena no se iba el color, y cada vez se iba poniendo más rojo, y no sabían ya si era por la vergüenza o por el cabreo que estaba cogiendo.
- Pero Scott, míralo de este modo, ahora te hace juego con los ojos – aquello fue la gota que colmó el vaso de la poca paciencia que tenía Scott. El que había dicho eso fue el pobre Arthur, quien lo había dicho para calmarlo al menos, un poco, pero el anteriormente pelirrojo ya estaba en su límite y el comentario hizo el efecto contrario. Se abalanzó sobre el pequeño, que ya traía las botas y los pantalones nuevos puestos, y empezó la persecución.
Los gemelos seguían riéndose por lo cómico de la situación, no todos los días su hermano mayor se teñía el pelo de verde y perseguía a su hermano pequeño tal y como su madre lo trajo al mundo. Dylan, quien ya se había terminado de reír, dejo a Fafnir en el suelo y fue a coger y a tranquilizar a Scott. Se aseguró primero que quedaba un bote con jabón, y al confirmarlo y cogerlo junto a un poco de agua, fue a un punto por el que sus hermanos habían pasado un par de veces durante la persecución. Esperó allí hasta que volvieron a pasar. Primero Arthur, quien casi iba llorando, y ya estaba algo agotado por la carrera, sonrojado y sudando, pasó al lado de Dylan y siguió corriendo unos cinco metros más. Luego Scott, quien cayó al suelo cuan largo era y Dylan aprovechó en colocarse encima mientras que con un poco de agua y el jabón que había cogido, se apresuró a masajearle la cabeza a Scott. Esto pareció relajarlo un tanto, ya que dejó de moverse y de forcejear con el castaño, quien parecía conseguir sacar el color verde de su pelo.
- Tal vez debas perseguir un poco a los gemelos en lugar de a Arthur, él sólo trataba de ser optimista – le dijo Dylan al oído antes de levantarse de encima de Scott. Scott también se incorporó y fue a aclararse el jabón. Dylan había conseguido quitar la mayor parte del tinte de algas, pero seguía teniendo mechas verdes. "Bueno mejor eso que el pelo verde por completo", pensó Scott mientras hundía la cabeza en el agua. Ian, Pat y Arthur llevaban ya vestidos un buen rato, pero eso de poco le sirvió a Scott, puesto que cuando salió del agua, pudo pillar a los dos bromistas y los llevo a la laguna. Ambos gritaban por ayuda, pero Arthur poco podía hacer contra Scott, y Dylan volvía a centrarse en su dragón, por lo que de poco les valió. Scott los llevó a donde se estaba lavando antes y haciendo caso omiso a las pataletas de los otros dos, los sumergió por completo. Luego salió del agua y fue a vestirse con la ropa que les había dado el hada.
Los dos hermanos salieron del agua y fueron a sacudir la ropa lejos de su hermano. Habían aprendido la lección, pero no les duraría mucho, ya que algunas cosas nunca cambian.
Pudieron volver al claro gracias a las hadas, quienes habían dejado algunas pistas para que no se perdieran. Seren los recibió en el claro, con la mesa llena de comida tal y como acostumbraba a estar. Al ver a los gemelos aun mojados, los mechones verdes del mayor y a Arthur aun con manchas de sudor en la ropa, nada tardó en atar cabos y soltar una risilla. Los niños podían ser tan adorablemente traviesos…
Los chicos se sentaron a la mesa y se sirvieron el brebaje que tanto les gustaba, mientras tomaban algunas galletas, y empezaron a desayunar. Seren se sentó con ellos, tal y como venía siendo ya costumbre, y espero a que desayunaran tranquilos. Los gemelos, a pesar de la ahogadilla que el mayor les había dado como escarmiento, seguían soltando risitas al ver los mechones verdes que le quedaban al mayor, y les contaron a las hadas lo que habían hecho, mientras que Dylan sonreía y Scott se quejaba y los amenazaba de que si lo volvían a repetir que no volverían a ver la luz del sol.
Arthur, por el contrario, estaba callado, pensando, y el hada Seren, prestando atención tanto a los gemelos como a los dos mayores, también pensaba en los poderes de los chicos. Estaba segura que podrían manejarlos, pero de lo que no estaba tan segura era de si podrían parar la guerra. El destino podía ser tan cruel en ocasiones…
- Seren, ¿qué poderes tenemos? – preguntó Arthur con voz algo tímida. Los otros cuatro hermanos callaron enseguida, pues, aunque se habían planteado antes esa pregunta, no habían encontrado el momento adecuado para abordar la pregunta.
- Estaba esperando a que me lo preguntarais – dijo Seren con una sonrisa. – Concretamente el tuyo gira en torno a cualquier tipo de magia, podrás hacer invocaciones y viajar en el tiempo. Pero eso último tiene sus límites, pues para ello debes ir acompañado del Rey, - Hizo una pausa y miró al mayor, quien bebía un poco de su taza. – Scott, querido, tú tienes poder sobre el fuego en todas sus formas, tanto artificial como elemental.
- Eso ¿qué quiere decir? – preguntó Scott.
- Que tendrás dominio sobre él tanto si es fuego creado por el hombre como en su estado más natural – explicó Seren. Volvió la mirada hacia Ian: - Tú tienes el poder de convertirte en un animal, pero aún no sé exactamente qué animal eres.
- No importa – dijo Ian con una sonrisa, - será guay ser un animal. – Seren asintió a esto antes de continuar.
- Patrick, querido, tú tienes el don de la curación, serás capaz de utilizar la magia para curar cualquier herida – dijo Seren con pesadez.
- Y si tengo ese poder, ayer pude haber salvado a esa criatura ¿no? – dijo el pelinaranja, algo indignado.
- Pero ¿sabes utilizar tu poder, Patrick? – preguntó el hada con pesar. Ya sabía que preguntaría aquello, y al ver la negativa que le dio, ella asintió y miró a Dylan. – Querido, aparte del dragón, tú tienes poder sobre el resto de animales, es decir, puedes domesticar al animal más salvaje de todos-
- Es decir, ¿Qué puede hacer que Scott sea un gatito domesticado en lugar de la mala bestia que es? – pregunto Ian con una sonrisa que aparentaba ser inocente. Arthur, Pat y Dylan empezaron a reírse, mas no Scott, quien le dirigió una mirada asesina a Ian.
- Es posible – dijo el hada también divertida con la pregunta del pelinaranja mayor. Scott refunfuñó un poco y se limitó a callar a sus hermanos con la mirada, mientras bebía un sorbo de su taza.
Terminaron el desayuno comentando cómo podrían entrenar sus poderes, Arthur se puso a jugar con algunas hadas, con Mint y con Fafnir, los gemelos exploraban algo más del claro, y los dos mayores se quedaron hablando con Seren.
- Dijiste algo de enseñarnos telepatía ¿cierto? – preguntó Dylan con curiosidad.
- Sí, si estáis dispuestos, os enseñaré a los dos ahora mismo, y podréis enseñárselo a vuestros hermanos cuando consideréis que están preparados – dijo el hada con tranquilidad.
- Lo estamos – dijeron los dos al unísono.
- Bien pues – comenzó el hada, - Tenéis que dejar la mente en blanco, no penséis en absolutamente nada. – dijo y los chicos eso hicieron. Se concentraron en dejar la mente en blanco, en no pensar absolutamente nada, cerraron los ojos y solo pudieron escuchar las risas de sus hermanos, el sonido de las hojas al pasar el viento, los animales corretear. Y la voz de Seren al decir: - ahora os tenéis que concentrar en un único sonido, una canción que guardéis en la memoria o en un objeto, y solo pensar en eso.
Ambos lo hicieron, y cuando Seren fue a meterse en las mentes de ambos, se encontró dos fuertes muros que impedían la entrada. Sonrió satisfecha y dijo:
- Ambos podéis parar, lo habéis hecho bien – al decir esto los chicos abrieron los ojos y vieron que Seren les sonrió. – Es un método de defensa, cuando hayáis entrenado algo podréis hacerlo sin tanta concentración. También hay ataques telepáticos, pero eso no os lo enseñaré yo. Ahora, para entrar en la mente de alguien, tenéis que proyectar una parte de vuestra mente hacia la persona que queréis leer, y esto requiere de mucha práctica. Podéis intentarlo entre vosotros para practicar, empezando por miraros a los ojos.
Ambos lo hicieron, Dylan miró a los ojos de Scott, y antes de que pudiera decir algo, proyectó una parte de su mente tal y como dijo el hada. Scott recibió la proyección de Dylan como una puñalada mental, por lo que acabó mareado y sin poder intentarlo él mismo, ya que, hasta pensar le dolía. Parecía que tenía resaca.
- Dylan, debes hacerlo más suavemente, eso ha sido un ataque telepático, podrías haber destruido la mente de Scott – regañó Seren con el ceño algo fruncido. Dylan se preocupó y fue a pedirle disculpas a Scott y a ver si estaba bien. Este estaba casi a punto de caer desmayado, la cabeza le dolía como nunca, cada sonido por más débil que fuera lo sentía como si fuera un martillo en las sienes. Seren al ver esto, y sondear un poco su mente, se preocupó un poco.
- Patrick, ¿podrías venir un segundo? – llamó.
El susodicho apareció allí, venia corriendo, estaba sudado, sonrojado y sonriendo, como si hubiera hecho alguna trastada. De hecho, así fue, porque de algún punto del claro se oyó el grito amortiguado por la lejanía de Ian.
- Dígame, ¿Qué ocurre? – preguntó con educación.
- Voy a enseñarte a curar – dijo el hada. Señaló a Scott y dijo a continuación: - Verás, le duele la cabeza. Lo que tienes que hacer es colocar las manos en la cabeza. Con cuidado – le advirtió Seren, - porque no es un dolor de cabeza normal.
Patrick se dispuso a hacer lo que le pedía, y colocó las manos a ambos lados de la cabeza del pelirrojo, apenas rozando. Se puso serio al instante, pues sentía que efectivamente, algo iba mal.
- Muy bien, ahora debes cerrar los ojos y concentrarte en sentir lo que siente. Una vez hecho esto, busca el problema y elimínalo, con cuidado de no dañar nada más – dijo el hada. Patrick cerró los ojos y se concentró en Scott. Algo no andaba bien en su cabeza, eso lo sabía, y buscó el por qué. Tardó unos minutos en encontrar la fuente del dolor, allí en la sien izquierda unos dos centímetros por encima de la oreja, allí era donde estaba concentrado el dolor. Allí había una masa amorfa negra, y parecía que tuviera conciencia, pues embestía a una especie de muro que si seguía así acabaría rompiendo. Por instinto supo que ese muro era la mente de su hermano, y que esa masa amorfa que lo golpeaba era el dolor que lo estaba torturando.
Se concentró en la masa, la rodeó, la atacó y poco a poco aquella masa fue desapareciendo. El proceso duró varios minutos, por lo que cuando volvió a abrir los ojos, vio que junto con Dylan estaban Ian y Arthur mirando, este último con Fafnir acomodado en el cuello y con Mint en la cabeza, y rodeado también de hadas curiosas. Scott también abrió los ojos y se vio rodeado de tanta gente, pero ya estaba de mejor humor al haber desaparecido el dolor, por lo que no le importó estar rodeado.
Todos respiraron aliviados al ver que el mayor ya estaba bien, y una vez que se alejaron un poco, Arthur para seguir jugando con las hadas, el conejo y el dragón, Ian y Patrick se sentaron en el suelo para descansar un poco, y los dos mayores, ya más tranquilos, se quedaron en la mesa junto a Seren.
El resto del día pasó sin mayores incidentes, se relajaron todos, comieron bien y cuando Dylan, los gemelos y Arthur fueron a dormir, Scott se quedó sentado en la mesa, pensativo. Seren se dio cuenta de aquello, sabía que el mayor había estado dándole vueltas a algo un rato después de que se le pasara el dolor de cabeza.
- Seren, creo que ya va siendo hora de que nos vayamos – dijo el pelirrojo por fin. – Tenemos un largo viaje aun por recorrer si queremos llegar a la capital, sobre todo ahora que tenemos estos poderes y que Arthur es la Reina y yo el As.
- Tienes razón, tenéis un muy largo camino por recorrer – asintió el hada. – Por ello, ¿cuándo tienes pensado irte? – preguntó mirándole a los ojos.
- Mañana al mediodía como muy tarde – Scott se rascó la cabeza y añadió: - Espero que no haya mucho problema con ello.
- Al contrario, mañana estará bien – sonrió el hada. – Podéis iros sin problemas, os prepararé algunas cosas que os puedan hacer falta.
- No hace falta – replicó Scott. – Ya ha hecho mucho por nosotros, no hace falta que nos prepare nada.
- Insisto, creo que un mapa y algo de comida para el camino nunca vienen mal – dijo el hada.
- Está bien, - aceptó el chico. – Iré a dormir entonces. Buenas noches Seren.
- Buenas noches Scott, que duermas bien – dijo el hada. Fue a una de sus hijas y le dijo: - Prepara las bolsas, y procura tener cuidado, algunas cosas son delicadas.
La pequeña hada fue a cumplir con el encargo mientras Seren giraba la vista hacia los chicos. Esbozó una sonrisa y se fue.
A la mañana siguiente, no vieron a Seren, por lo que desayunaron sin ella. Scott aprovechó y les dijo que partirían aquella mañana, a lo que los gemelos y Arthur se quejaron un poco. Solo Dylan se mostró de acuerdo, y fue el que terminó convenciendo a los pequeños de que era lo mejor, que ya debían ponerse en marcha.
Y así, prepararon las pocas cosas que tenían y al llegar el mediodía vieron a Seren. Venía con otra hada, algo más bajita que ella, pero igualmente hermosa. Ambas venían con varios bultos de distintos tamaños, y los soltaron en la mesa con cuidado.
- Tengo unos últimos regalos para vosotros, chicos – dijo el hada Seren. Posó su mirada sabia y antigua sobre cada uno de los chicos, preparados ya para irse. – Aquí tenéis varias mochilas con comida, agua, un mapa, ropa de abrigo, y algunas otras cosas que os puedan hacer falta en el camino. Sin embargo, no es eso solo lo que os voy a dar. Scott – se giró hacia el mayor y le dedicó una sonrisa. – Aquí tienes a Hivern – dijo mientras su hija le tendía al chico algo envuelto en telas, parecía pesado, pero era ligero, y al desenvolverlo, vio que era una gran espada, a dos manos, con la hoja tan ancha como su antebrazo, y la empuñadura revestida de cuero. Parecía haber sido forjada de una sola pieza de metal, de un acero ligero, pero a la vez resistente. Scott envainó la espada y agradeció al hada con los ojos brillantes.
- Dylan, para ti tengo a Malfyr, seguro que lo encuentras más cómodo que a Hivern – dijo el hada mayor y le tendió otra espada, más pequeña, de una mano e, igual a la de Scott, forjada de una única pieza de metal. – También tengo un arco y flechas, que seguro sabrás manejar con puntería – añadió mientras le tendía un arco de madera tallada. Dylan lo cogió y tensó la cuerda, probando su flexibilidad, y agradeció a las hadas con una sonrisa satisfecha.
- Ian, para ti tengo esto – dijo Seren mientras le daba a Ian dos guantes de malla con púas en los nudillos y un arco con sus flechas, los cuales probó. Al ver que le estaban bien los guantes y que el arco estaba a su gusto, sonrió y le brillaron los ojos, y agradeció efusivamente al hada. – Patrick, a ti te doy esto – le entregó un saquito que no pesaba apenas y un arco con sus flechas. Al abrir el saquito vio que contenía algunas hierbas. – son algunas hierbas curativas que crecen por aquí. Las he seleccionado yo misma, y sé que sabrás sacarle un buen uso. En tu bolso hay un pergamino con las propiedades de cada una por si te sirve de guía – explicó el hada al tiempo que señalaba la mochila que le correspondía. Patrick asintió y le dio las gracias algo tímido al hada, y se fue con Ian, quien seguía admirando los guantes que le habían dado.
- Arthur, pequeño, a ti te tengo una pequeña sorpresa – le dijo al rubio.
- ¿Qué es? – preguntó mientras colocaba a Mint en su cabeza. El hada le indicó que le siguiera, y al llegar a la mesa, le tendió un bulto cuadrado, envuelto en telas que parecían antiguas. Arthur lo abrió con cuidado, y descubrió un libro, un antiguo libro con paginas amarillentas, y que, a pesar de ello, no parecía que el tiempo lo hubiera dañado. – Es un libro de magia que le perteneció a Alice Kirkland, la última Reina de Picas, que pasó a su hijo Oliver y ahora es tuyo. Dentro hay un mensaje para ti, esperando que lo leas. – Arthur no cabía en sí de la emoción y la curiosidad, ya quería saber qué tipo de cosas le podría decir un antepasado, cómo era, qué clase de hechizos habría… - Aún hay más, pequeño – le dijo el hada. – Aquí tienes a Caliburn, la espada que ha ido pasando de generación en generación entre las Reinas, igual que Hivern ha ido pasando de generación en generación entre los Ases. Además de un arco y sus flechas, al igual que tus hermanos.
Una vez dicho esto, el hada termino de entregar las mochilas con los víveres, y los hermanos se fueron despidiendo de las hadas. Por último, se despidieron de Seren, quien les sonrió una última vez con cariño, para decirles:
- Chicos, esto es sólo el principio de un largo viaje, en el que tendréis que esforzaros y evolucionar. Recordad estas palabras: Vivid, errad y aprended, pues es la mejor forma de cultivar la sabiduría.
Dicho esto, los hermanos volvieron a agradecerle al hada, por haberlos cuidado aquellos días, por haberles dado cobijo y alimento, por los dones del unicornio y los regalos y por todo. Arthur abrazó al hada, y parecía que no la iba a soltar nunca, hasta que Fafnir le dio un par de tirones en el pantalón antes de trepar y acomodarse en el cuello del menor. Fue entonces cuando Arthur fue con Dylan y cogidos de la mano, dijeron adiós a Seren y se metieron en el túnel.
El túnel seguía abierto un rato después de que los hermanos desaparecieran, lo que preocupó a Seren, sobre todo cuando alguien salió de él completamente herido y casi sin conocimiento.
- A-a-ayu-da-me… - fue lo último que dijo el desconocido antes de desfallecer.
Seren palideció y fue a ayudarlo. Cuando lo reconoció no lo podía creer.
¿Puede ser que los reyes de Picas no sean los únicos que puedan viajar en el tiempo?
Espero que os haya gustado, me he esforzado mucho, casi me sangran las manos (?)
Dejadme un review si os ha gustado, si queréis mandarme tomates, bombas atómicas (?), ok eso no xD
Un saludo y nos leemos :3
PD: No sé cuándo tendré el siguiente capítulo, porque tardo mucho en escribirlo, pero espero tenerlo para finales de mes.
Ahora sí, un saludo y nos leemos :3
