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Morsmordre

(Marca tenebrosa)

La noche era ligeramente fresca, lo que hacía que estar en el exterior fuera agradable. Luego de un día completo de sorpresas y exaltaciones, a Hermione le sentaba bien ser la siguiente en hacer guardia fuera de la tienda. Por unos instantes había querido ignorar al par con el que viajaba y sumergirse en el libro de "los cuentos de Beedle el Bardo", reciente herencia del ex director del colegio, Albus Dumbledore. Pero Harry había entrado de pronto, bostezando, recordándole que era su turno, lo que Hermione vio como una oportunidad de alejarse de los dos incompetentes con los que compartiría la tienda de campaña por lo que presentía serían varios meses más.

Para su suerte, en aquel momento solo tenía que lidiar con el voluble temperamento de Harry, pues Ron continuaba durmiendo, recuperándose de la aparición con la que sufrió una despartición severa en su hombro izquierdo. A pesar de haber actuado de inmediato, Hermione sabía que la herida sanaría, dejándole grandes cicatrices como recuerdo.

Por alguna razón las cosas en el ministerio se habían complicado, lo que la había llevado a escapar de nuevo junto con Harry y Ron. Desafortunadamente, Harry se había logrado hacer con un horrocrux; el relicario de Salazar Slytherin. Luego de habérselo confiado a Umbridge para que lo custodiara, Hermione no pudo más que sentir furia cuando Harry derrotó a la mujer del Ministerio con suma facilidad y le arrancó el horrocrux del cuello de la bruja que fue aturdida por un Desmaius. Una cosa llevó a la otra, y se había visto forzada a huir con ambos.

Lo que realmente la tenía enojada, era que Yaxley, uno de los mortífagos que se decía ser de los más devotos, había perseguido a Hermione por todo el Ministerio, lanzándole maleficios con tanta decisión y ahínco que habría podido jurar que lo hacía intencionalmente, aun cuando todos los mortífagos tenían prohibido determinantemente tocar a Hermione.

Yaxley había ocasionado la herida grave de Ron, pero ¿y si ella fuera la que hubiera sufrido la despartición? Eso hubiera ocasionado la muerte segura de aquel mortífago impertinente, y quizás le hubiera causado a Hermione una seria lesión o una incapacidad permanente, pues Harry y Ron no sabían usar hechizos curativos y hubiera tenido que arreglárselas sola. Pero aquello no se quedaría así, le haría llegar las noticias de lo que había sucedido a su señor, en caso de que Yaxley le hubiera contado una mentira piadosa. Era claro que los mortífagos debían hacer su mejor esfuerzo para no delatar el papel de Hermione, pero se les había exigido tener sumo cuidado con ella.

Con su mente perdida dentro de sus pensamientos había juntado un poco de leña de los alrededores para hacer una fogata y con un movimiento de su varita, la encendió. Se sentó con las piernas cruzadas a cierta distancia de la misma, con la mirada perdida.

Mientras sopesaba la forma de hablar con alguno de los mortífagos del círculo de confianza de Voldemort, se había comenzado a acariciar la cintura inconscientemente, muy cerca de las costillas,del lado izquierdo de su cuerpo donde descansaba grabada la marca tenebrosa debajo de su suéter. Recordaba con felicidad cómo el mismo señor tenebroso le había permitido tatuársela en ese inusual lugar, con el fin de que Harry no descubriera nada que no debiera saber antes de tiempo.

Una sonrisa cruzó por sus labios al recordar que pronto entregaría a Harry Potter a Lord Voldemort. Después de tanto tiempo, después de años de pretender ser la chica inocente y desinteresada del colegio, de ganarse la amistad y confianza de Harry, de estar tras su sombra, escondida, esperando pacientemente el momento en que el Señor Tenebroso regresara, finalmente estaba a punto de llegar el dulce momento en que dejaría salir a su verdadero Yo. Ya no tendría que esconderse, ya no tendría que fingir, ya no tendría que estar al lado de aquel par de chicos que tanto la habían hecho sufrir y quienes le habían dificultado cada vez más su tarea. Pero a pesar de ello, Hermione hacíamuy bien su trabajo, de ser la chica inteligente, de ser la chica astuta e irritante del colegio, aquella que alejaba a las personas por el simple hecho de ser una sabelotodo y una ratón de biblioteca en toda la expresión. Ni una sola persona en todo el colegio sospechaba que Hermione estaba del lado de la magia oscura desde el principio de sus días.

Contrario a lo que la mayoría se había creído del relato de su pasado, sus padres eran sangre pura y descendían de una línea de magos europea poderosa envueltos siempre en la magia oscura. Desafortunadamente, ellos habían perecido en una misión fallida que Voldemort les había encargado efectuar. Salieron una noche y nunca jamás regresaron. Hermione estaba por cumplir los dos años de edad cuando aquella desgracia le había ocurrido y entonces quedó huérfana. Estar del lado de Voldemort le había ido costando las vidas de numerosos miembros de su familia, personas que podrían haberla criado y cuidado. Esas personas concretamente, eran un tío y una tía, ambos por parte de su padre, quienes habían perecido a manos de unos aurores un par de años antes que sus propios padres.

Por razones que nadie conocía aún, Voldemort la había tomado por hija suya en el mismo instante en que ella había quedado sola. El mismo Señor Tenebroso le había abierto las puertas de su hogar para criarla como tal, pero ni siquiera eso le fue posible pues a unos días de haberla adoptado, le ocurrió una tragedia más a la pequeña Hermione.

Estando a un solo paso de conseguir la victoria, Voldemort visitó a los Potter, con la misión de asesinar a padre, madre y al pequeño Potter que suponía la mayor amenaza para su ascensión al poder. De alguna forma, el pequeño Harry lo dañó aquella fría noche de Halloween…y Voldemort desapareció. Algunos decían que había fallecido, pero los más fervientes sirvientes del señor tenebroso juraban que regresaría algún día.

Sin tener plena conciencia de dichos eventos, Hermione quedó a cargo de la familia Malfoy. Ellos habían acordado cuidar de ella hasta que Voldemort regresara, y mientras tanto, la criaron como una de ellos. Draco Malfoy, el hasta entonces hijo único de la familia pasó a ser el menor, pues ella era casi un año mayor que él. De inmediato la recibieron con los brazos abiertos, le dieron abrigo y sustento, y poco a poco, la familia Malfoy pasó de ser de tres integrantes a cuatro.

Hermione y Draco crecieron juntos, rápidamente formando un interés mutuo que resultó en un cariño tan grande como el de dos hermanos de sangre. Por supuesto, muy pocos sabían aquello, pues era sumamente necesario que Hermione permaneciera en el anonimato. Sobre todo cuando Lucius y Narcissa se dieron cuenta de su potencial.

Hermione podía hacer hechizos simples sin el uso de una varita, podía hacer levitar las cosas con solo tocarlas, y a la corta edad de cuatro años la sorprendieron sosteniendo una pequeña flama azulada en sus manos. Todo aquello indicaba que tenía las capacidades para ser la mejor bruja de su edad, y quizás la más poderosa. Devoraba los libros de la biblioteca, leyendo uno tras otro hasta que terminó por leer todos los de la colección de los Malfoy al alcanzar la edad de diez años. Para ese entonces, Hermione conocía la mayoría de los hechizos existentes y podía realizar la mitad de ellos sin resultar herida.

Los Malfoy parecían conocer bien su papel dentro del cuidado de Hermione, pues la educaron para que tuviera inclinaciones hacia las artes oscuras y aspiraciones al retorno de su señor y futuro padre. Ella de inmediato lo comprendió… debía convertirse en amiga cercana del niño llamado Harry Potter. Una vez que le conoció no pudo evitar preguntarse cómo era que un niño tan normal sin ningún aparente atractivo pudo herir a Voldemort siendo un bebé apenas. Aquello le mantuvo la incertidumbre, e hizo que su odio creciera cada vez más al recordar que aquel niño le había quitado la oportunidad de tener una familia.

A sus catorce años, Voldemort regresó, con forma física renovada y más vivo que nunca. Fue una gran felicidad para ella ver por primera vez al que habría cuidado de ella. Jamás olvidaría la expresión de sorpresa y alegría en el rostro de su señor cuando se la presentaron, crecida y de apariencia muy atractiva, a punto de convertirse en una jovencita. Quedó complacido cuando ella le relató cómo los Malfoy habían cuidado de ella como un miembro más de la familia, lo que hizo que se ganaran el aprecio de Voldemort.

Entonces ella se declaró decidida a seguir los pasos de los mortífagos, permaneciendo al lado del Señor Tenebroso y efectuar los planes que él había diseñado especialmente para ella, lo que la hizo ser una de las piezas centrales. Complacida, aceptó que le realizara la marca tenebrosa en un costado, y desde aquel instante, Hermione se había unido a las filas de mortífagos, jurando que haría lo que fuera necesario para cumplir los planes que Voldemort tenía para hacerse con el poder.

Hermione salió de pronto de su trance, y recordó la conversación que Ron había iniciado hacía unas horas antes sobre que el nombre del Señor Tenebroso se había convertido en tabú, por lo que si ella lo llamaba, mortífagos acudirían de inmediato al lugar para castigar al que hubiera osado nombrarle. La idea la hizo sonreír, y queriendo asegurarse que Harry y Ron descansaban, echó un vistazo dentro de la tienda comprobando que ambos estaban profundamente dormidos; Ron sobre su cama y Harry incómodamente sobre la mesa del comedor.

Con paso decidido se alejó del campamento, hasta perderse un poco entre el bosque y la noche. Mirando a su alrededor, verificando que se encontraba sola, murmuró:

-Voldemort.

En cuestión de instantes un humo totalmente negro la rodeó, y cuando se hubo despejado dejó ver a media docena de mortífagos que le cerraron el paso, encerrándola en un amplio círculo para que no escapara.

-Es hora de cenar muchachos –dijo una voz rasposa y sedienta, que reconoció al instante.

-Hoy no, Greyback –soltó Hermione con burla.

Todos los mortífagos se quedaron petrificados, pues se detuvieron a verla mejor. De inmediato el hombre lobo se mostró cabizbajo y agachando la mirada se disculpó.

-Señorita Malfoy, no sabía que era usted. Llevamos dos días sin comer –espetó Greyback pidiendo perdón, aunque claramente molesto por tener que hablarle de manera tan apropiada a la chica que siempre le había parecido tan deliciosa.

-Eso no es de mi incumbencia. Primero asegúrate de con quién tratas y luego hablas, ¿te parece? –respondió Hermione seca y agresivamente.

-Sí, señorita Malfoy, perdone mi estupidez –dijo Greyback con una leve reverencia. Hermione pudo ver que hacía un enorme esfuerzo por no mostrar sus dientes afilados, siempre listos para atacar.

-¿Desea algo en especial, mi lady? –dijo otro de los mortífagos, que de inmediato identificó.

-Así es Dolohov. Deseo que le hagan llegar un comunicado a nuestro señor tenebroso. Quiero que le informen que Yaxley casi me mata el día de hoy en la revuelta del Ministerio. Lo que me tiene realmente furiosa.

Dolohov miró de reojo a Greyback, quien le devolvió una mirada de preocupación. Sabían que si decían aquello a su señor, Yaxley sería severamente castigado.

-¿Cómo es eso posible, mi lady? –preguntó el mortífago de vuelta, un tanto asustado.

-Los tres nos estábamos desapareciendo, cuando de pronto llegó Yaxley de la nada, logró irse con nosotros y le causo al chico Weasley una despartición. No digo que me pese lo que le pasó a él, pero también a mí me tomó por sorpresa. Si no hubiera logrado sacarnos de ese apuro, de seguro me causa una herida grave a mí también –contestó Hermione fríamente. Ninguno de los mortífagos se movía, hasta que Greyback habló:

-Es cierto, puedo oler la sangre del traidor pelirrojo desde aquí –esbozó una sonrisa de satisfacción mientras se deleitaba con el olor del aire a su alrededor.

-Me ofende que hayas tenido que usar tu sentido del olfato para que comprobaras que no miento, pero dejaré pasar tu comentario por alto Greyback, solo porque necesito que vayas con los demás a decirle al Señor Tenebroso lo que les acabo de contar –soltó Hermione irritada. El estar rodeada de mortífagos tan incompetentes nunca había sido de su agrado. -Váyanse de una vez.

Los mortífagos la miraron con cabezas gachas y con una leve inclinación de la cabeza, todos juntos se convirtieron en humo negro, para luego partir sin dejar ningún rastro.

Hermione hubiera deseado que los mortífagos se llevaran a Harry de una vez y se lo entregaran a Voldemort, pero sabía que aún faltaba tiempo para eso. Debía apegarse a los deseos de su señor, para poder exponer a Harry en una situación en la que le fuera impráctico escapar de su destino, y de eso ella se encargaría. Debía ser paciente y continuar con sus planes.

Guardando su varita, se dio la media vuelta y con paso despreocupado emprendió el camino sobre sus pasos para regresar a su puesto de guardia, junto a la fogata, cuando vio a Harry venir hacia su encuentro claramente molesto, con el guardapelo colgando de su cuello.

-¿Dónde estabas? –resopló en cuanto estuvo frente a ella. Hermione paró en seco, sorprendida por el aura sombría que había llegado con él.

-Vigilando.

-Creí que la vigilancia era fuera de la tienda –contestó Harry con tono de voz acalorado.

Los sentidos de Hermione la pusieron en guardia, pues al fijarse mejor en él, se percató de que algo andaba mal. Tenía el rostro sonrosado, y pudo notar un extraño enrojecimiento debajo de sus ojos.

-Sí, pero escuché un ruido en aquella parte del bosque y decidí revisar –soltó Hermione lo más relajada que pudo. –Yo creía que estabas dormido.

-Los estúpidos ronquidos de Ron me despertaron. Si los mortífagos nos encuentran va a ser por su culpa –soltó Harry con enojo. Inconscientemente, la mano derecha de Hermione palpó el lugar donde su varita descansaba dentro de sus jeans.

-¿Cuándo va a poder viajar? –preguntó irritado, dirigiéndole a Hermione una mirada inquisitiva.

-Harry, ya te lo dije, es muy pronto todavía para que pueda desaparecerse de nuevo. Va a necesitar unos días más de reposo –respondió con tono cansado.

Harry cabeceó de manera negativa, mostrando que la situación lo enfurecía. Se llevó una mano al hombro y, en ese instante, Hermione vio cómo estiraba su cuello de manera extraña, como si estuviera luchando contra una corbata invisible.

-Mira, estoy haciendo lo que puedo y si eso no…

-¡No haces lo suficiente! –gritó Harry desencajado, con mirada enloquecida y poniéndose un paso más cerca de Hermione.

En cuestión de milésimas de segundo, el cerebro de Hermione ordenó a su mano que se moviera de manera ágil, de tal forma que sin darse cuenta, sostenía su varita firmemente, apuntándole, lista para actuar si Harry se atrevía a acercarse más. Al instante en que él notó la varita apuntando directamente hacia su pecho lo vio retroceder unos pasos.

-¡No te atrevas a gritarme! –gritó Hermione en respuesta, frunciendo el ceño. Aquello pareció poner a Harry en su lugar.

El interior de Hermione ardía de furia. Quería castigarlo por haberle gritado de aquella manera. Nadie le gritaba a ella, la mejor bruja de su edad, mucho menos un chico arrogante de sangre mestiza. Quiso torturarlo y darle su merecido, pero reuniendo lo poco que le quedaba de raciocinio intentó tranquilizarse, y fue entonces cuando entendió.

En el silencio que se había creado por la escena, pudo escuchar el relicario, del que parecía provenir un sonido crepitante y extraño. Harry no se movía, pero seguía en estado de ataque.

-Quítatelo –dijo Hermione con voz firme. Harry no se movió, si no que continuó mirándola de manera penetrante. –Quítatelo, ¡ya!

Hermione elevó un poco más su varita, ahora apuntando a su cara, lo que hizo que Harry sintiera que no tenía otra opción. Con pesadez y resignación buscó la cadena del relicario entre su ropa y con un movimiento fluido lo sacó por su cabeza. Al instante, la expresión de Harry cambió súbitamente, y el chico la miró con ojos desubicados.

Harry sacudió un poco su cabeza y pasó una mano por entre su cabello, como queriendo volver en sí. Hermione comenzó a bajar su varita sintiendo el peligro pasar y su furia desvanecerse de poco en poco, comprendiendo que había sido el horrocrux la causa de las palabras irracionales de Harry.

-¿Te sientes mejor? –preguntó, tomando el relicario de las manos un tanto nerviosas del chico.

-Mucho mejor –musitó Harry un tanto avergonzado.

Hermione se quedó parada junto a él, analizando el guardapelo entre sus dedos, el que por alguna razón se encontraba muy frío.

-Lo siento mucho, Hermione. De verdad –ellasolo asintió con la cabeza e intentó sonreír.

-Nos tomaremos turnos para llevarlo –dijo señalando el relicario.- Partiremos mañana a primera hora. Podremos caminar hacia otro lugar mientras Ron tenga la fuerza para aparecerse de nuevo.

Hermione esquivó la mirada de Harry, y con el relicario y su varita en mano regresó a la tienda de campaña, dejándolo solo a mitad del bosque.

Al volver al interior de la tienda, encontró a Ron sentado junto a la entrada, en una de las pocas sillas que tenían. Al verla, le dirigió una leve sonrisa.

-¿Cómo te sientes? –preguntó Hermione dejando sobre la mesa lo que traía en ambas manos, para luego servirse un poco de té.

-Un poco mejor. Aunque me sigue doliendo bastante –resopló Ron intentando acomodarse el vendaje que Hermione le había hecho tan profesionalmente.

-Intenta mover el brazo lo menos posible, podrías hacerte más daño. Más tarde te cambiaré el vendaje y te aplicaré díctamo, eso deberá menguar el dolor un poco más –contestó Hermione con monotonía. Sus pensamientos continuaban en la escena que recién había tenido con Harry.

-Bien. Y, ¿dónde está Harry? –en ese instante, como si le hubieran invocado, el chico entró a la tienda, dándole una mirada sorprendida a Ron. Hermione notó que el enrojecimiento en los ojos de Harry había desaparecido.

-Hey, te ves mejor –dijo Harry con notable sorpresa.

-He estado mejor –bromeó desde su asiento. Harry sonrió y el trío se quedó en silencio, mientras Hermione tomaba sorbos pequeños de su té caliente.

Ron pareció notar cierta incomodidad en el ambiente. Pasaba su mirada de Harry a Hermione, y viceversa de manera sospechosa, algo que solo ella pudo notar, lo que la hizo sentirse analizada por una máquina de rayos x.

-¿Pasa algo? –preguntó Ron para la sorpresa de ambos, y de inmediato Harry respondió un tanto avergonzado.

-Nada, Hermione y yo estábamos hablando sobre turnarnos en portar el horrocrux.

Ron no parecía convencido de que eso hubiera sido todo y miró a Hermione con un leve gesto de incomprensión. Entonces ella decidió hablar, antes de que él pudiera decir algo más.

-Creemos que el relicario puede tener una influencia negativa en quien lo lleve puesto por mucho tiempo –en ese instante se atrevió a mirar a Harry, quien le devolvió la mirada con tristeza, pues sabía que hacía una referencia plena a lo que acababa de pasar. –Es mejor ser precavidos, por lo que me parece buena idea llevarlo un lapso de tiempo de medio día cada quien.

Ron soltó un bufido de queja que elevó el nivel de furia de Hermione. Ese día había estado muy alejado de ser bueno, por lo que había tenido que luchar contra su propio temperamento a cada momento. Para evitar hacer algo de lo que después se arrepentiría, tomó el relicario de la mesa, se lo colocó alrededor del cuello y tomando su varita salió de la tienda para retomar su puesto vigía junto a la fogata, abriéndose paso entre los dos chicos.

Sorpresivamente, el haber salido de aquel lugar le había proporcionado una sensación de relajamiento. Miró fijamente a la fogata, que seguía ardiendo con un fuego intenso, que seguramente dudaría la noche entera. Recordando el objeto que colgaba de su cuello, lo tomó con una mano y lo acarició. Era algo bastante peculiar pues al parecer, el que éste contuviera una parte del alma de Voldemort le ayudaba a mantenerse frío, y mientras lo miraba con detenimiento perdiéndose en las esmeraldas que decoraban el horrocrux con una S, notó que crepitaba nuevamente. Parecía que el alma quería salir de allí, tal como un genio que llevara mucho tiempo enclaustrado dentro de una lámpara mágica.

Hermione cerró los ojos por un instante, mientras se concentraba en sentir el alma del Señor Tenebroso dentro del pequeño confinamiento que tenía entre sus dedos. Súbitamente sintió tranquilidad y serenidad. Un leve cosquilleo de gusto la llenó por completo. Se dio cuenta de que frente a ella tenía la posibilidad de proteger un pedazo del alma de Voldemort mientras lo tuviera con ella durante sus turnos. Se sintió sumamente privilegiada, y una sonrisa se asomó por sus labios traviesamente. Mientras estuviera en su poder, nadie podría hacerle un daño real a su señor.

Luego de sentirse aliviada por tener el relicario en su posesión, algo más llenó su mente, dándole aún más cosas para pensar. Continuaba sin poder alejar sus recuerdos del efecto que el guardapelo había tenido en Harry. Honestamente era algo que no había previsto. Harry no había cumplido siquiera el día entero portándolo cuando éste ya había comenzado a mermar su raciocinio. Reflexionando un poco más, dio con una posible razón. No era ningún misterio que Harry tuviera una conexión especial con Voldemort, y por ende, tampoco debería de parecer extraño que el horrocrux tuviera un efecto singular en él. Después de todo, Harry continuaba viendo dentro de la mente de Voldemort, y viceversa.

Que el relicario tuviera dichos efectos en él podría resultar una ventaja, pues significaría que tenía una debilidad, que podría comenzar a controlarlo de alguna forma, aunque Hermione lo veía más como una desventaja. Si le permitía usarlo por demasiado tiempo, los resultados podrían ser impredecibles pues Harry había tenido un arranque de ira, lo que resultaba peligroso hasta cierto punto para ambos. Aquello sumaba algo más a su lista de deberes. Debía cuidar el estado de Harry mientras el horrocrux estuviera en sus manos.

Los días siguieron su curso. La mayor parte del tiempo se dedicaban a continuar en movimiento para asegurarse de no ser descubiertos al permanecer en algún lugar durante mucho tiempo.

Hermione jamás creyó que aquello fuera a resultar tan aburrido. De inmediato sus ocupaciones se volvieron un tanto monótonas; hacer comida, realizar vigilancias y cuidar del malherido Ronald. Lo único que la emocionaba y le hacía añorar el paso de las horas era poder tener a su cuidado el guardapelo cuando le llegaba su turno. Era extraño que la hiciera sentir tan bien, tan llena y poderosa.

Por el contrario, además de saber el efecto que causaba en Harry, había notado que Ron era incluso más vulnerable que él. Habían sido pocas las veces que Ron había cargado con el horrocrux por la condición en la que se encontraba, pero Hermione lo había hallado en la mayoría de esas veces con la mirada perdida en algún punto del horizonte, con gesto serio, como si tuviera mucho que pensar, sin siquiera prestar atención a su alrededor. Realmente a Hermione no le importaba que Ron tuviera lapsos de locura o de enojo cuando lo llevara puesto, siempre y cuando no la provocara. Algo en su sexto sentido le decía que Ron era una completa carga que podría eliminar.

Luego de haber quedado fatigados por una mañana en la que no dejaron de moverse y caminar durante horas, Hermione recordó que debía cambiar los vendajes de Ron. Se dirigió al baño y se lavó la cara para despejarse un poco. Aquella tarde habían decidido quedarse debajo de unos silos, los cuales al parecer llevaban abandonados bastantes años. Eran enormes, hechos de concreto, que de cierta forma les daban un techo en el cual protegerse de un ataque de mortífagos aéreo. La zona en general era bastante protectora, de la que se podía apreciar todos los alrededores con solo ir a una de las orillas de la cimentación del silo para verificar que el área estuviera despejada, gracias a que la superficie donde estaba colocado tenía un considerable desnivel. Era como si estuvieran dentro de un cráter, con una estructura enorme sobre sus cabezas.

-Ven Ron, te cambiaré el vendaje -lo llamó desde fuera de la tienda, donde ya tenía vendas y esencia de díctamo para poner manos a la obra.

Ron salió un poco adormilado de la tienda por dormir una ligera siesta y se sentó en el banquillo junto a la silla donde se sentaría Hermione. Mientras le ayudaba a quitarse la sudadera, miró de reojo a Harry para no perderlo de vista. Estaba recargado en uno de los soportes del silo dándoles la espalda, a muchos metros de distancia, mirando a la lejanía. Se le veía bastante relajado, aunque a Hermione le daba la impresión de que su mente bullía con pensamientos sobre los horrocruxes y la típica pregunta con la que habían lidiado desde el principio, "¿Dónde buscamos ahora?".

Dándose cuenta muy apenas, vio que había dejado descubierto el torso de Ron, solo con el vendaje que retiraría para cambiarlo por uno limpio. Hermione notó cómo el rostro de Ron se sonrojaba con la simple mirada de ella que sin querer se detuvo unos instantes en su pecho desnudo. Aquella reacción que siempre tenía al curar su herida le hacía pensar en lo incómodo que era tener que tener ese trato tan íntimo y delicado con Ron, sobre todo porque siempre estaban peleando e ignorándose mutuamente.

Evitó continuar mirándolo, y se concentró en quitarle los vendajes con el cuidado suficiente para no hacerle daño. "Creo que no estas nada mal, Ronald", pensó sonriendo un poco dentro de sí.

-¿Qué tal está? -preguntó Ron.

-Se ve mucho mejor. Un par de días más y la herida habrá sanado -respondió con una fingida sonrisa. –Solo que te dejará una considerable cicatriz.

-Entonces podré volver a aparecerme -afirmó Ron más para el mismo que para ella.

-Esa es la idea.

-Y cuando eso suceda... ¿A dónde iremos?

-No lo sé -respondió humedeciendo un trapo con un poco de díctamo y pasándolo delicadamente sobre su hombro casi recuperado.

Ron soltó un ruidoso gruñido por el ardor que hizo que Harry volteara para ver qué era lo que sucedía. Cuando supo que no era nada por lo cual preocuparse, se volteó para encarar sus pensamientos otra vez.

-Y no creo que Harry lo sepa tampoco -enfatizó con seriedad echándole una mirada rápida al chico de los anteojos.

Ron la miró extrañado.

-He estado durmiendo la mayoría del tiempo, creí que te diría algo sobre posibles ubicaciones.

-Solo hemos hecho propuestas, pero nada concreto aún.

Hermione le estaba mintiendo con todas las de la ley. Harry había dado lugares, nombres y objetos que el Señor Tenebroso pudo haber tomado para la creación de sus horrocruxes, pero ella solo se había dedicado a refutar sus teorías una y otra vez, y Harry, por creer que su mejor amiga quería lo mejor para él, no intentaba convencerla de lo contrario.

-¿Crees que Dumbledore le haya contado todo realmente? -Ron preguntó con sinceridad, dándole a Hermione una mirada triste que no la conmovió en lo más mínimo.

-No, honestamente no lo creo. Lo más probable es que solo haya estado perdiendo el tiempo en todo el sexto año -respondió tan prontamente que hizo a Ron quedarse pensando.

-Hermione, traes puesto el horrocrux –respondió Ron un tanto temeroso, apuntando levemente con la cabeza a su pecho.

Por alguna extraña razón, sintió una incomodidad en el tatuaje de la marca tenebrosa sobre sus costillas, pero la ignoró. Con la mano que tenía libre en aquel momento, tocó el relicario que colgaba despreocupadamente alrededor de su cuello. Una sensación de orgullo y decisión la llenó por completo.

-Estoy bien, Ron. Ese es mi punto de vista, nada más.

Hermione terminó de vendarle la herida. Con gentileza, lo ayudó a ponerse la playera y estaba por asistirlo en ponerse su sudadera cuando vio que su tez se tornaba pálida y se le abrían los ojos, mirando en la dirección en la que Harry se encontraba. Teniendo un mal presentimiento, Hermione se giró de golpe para ver hacia la misma dirección.

Sintió como la sangre abandonaba sus venas cuando lo vio caer de rodillas y comenzaba a gemir de dolor. De inmediato Harry se llevó la mano a la frente. En ese instante, el instinto de Hermione la llevo a ponerse de pie y a salir disparada a la par de Ron.

-Harry, ¿qué pasa? –soltó Ron con preocupación poniéndose en cuclillas, tomándolo de los hombros queriendo calmarlo, intentando hacerse escuchar sobre sus quejidos cuando llegaron a su lado.

Hermione pudo ver cómo el sudor llenaba la cara, el cuello y la playera de Harry mientras él forcejeaba con algo invisible dentro de su cabeza. Era obvio que estaba conectado con la mente de su señor. Se sintió ansiosa, queriendo saber qué era lo que su señor estaría haciendo en aquel momento en que el chico se había introducido en su mente sin pensarlo. Aquella era una conexión que siempre la pareció demasiado extraña e inusual.

Harry dejó de quejarse, y respirando profundamente, logró sentarse recargado en la estructura en la que se había puesto a descansar minutos antes. Abrió los ojos, los cuales miraban sin ver y estaban inyectados de terror e incertidumbre.

-¿Qué viste Harry? –preguntó Hermione más como una orden que como una duda.

-Una… una varita. Quien – tú – sabes busca una varita. Tiene a Ollivander secuestrado. Está queriendo sacarle algún tipo de… de información –dijo Harry una vez que su respiración se regularizó.

Al instante, Hermione se dio cuenta de que su señor había comenzado la travesía de la búsqueda de la varita que derrotaría a Harry Potter de una vez por todas. Evitó tajantemente sonreír ante el gusto de saber que el Señor Tenebroso estaba siguiendo su plan. Deseaba que su señor no tardara en encontrarla, pues entre menos tiempo lo hiciera, estaría más cerca de terminar con aquella búsqueda que prometía ser larga.

Motivada, prometió dejar desarmado a Harry, de tal forma que el escapar del poder del Señor Tenebroso se convirtiera en una simple ilusión.

Y lo haría comenzando por alejarlo de su mejor amigo.