|| Este es un pequeño proyecto que tenía en mente desde hace tiempo, pues recientemente había desarrollado un particular gusto por el ObiSaku, MadaSaku y UchiSaku en general, pero bueno, basta de explicaciones. Pasen a leer y disfruten, son libres de dar su opinión y si les gusta la idea continuaré el proyecto, gracias. ||


Prólogo.

El sonido de la música era capaz de ensordecer a cualquiera que entrara en el recinto, el cuál parecía estar a punto de reventar debido a la cantidad de gente que ahí se encontraba; todos los asientos estaban llenos y una que otra alma tardía buscaba un lugar en alguna esquina para no perderse el espectáculo que se presentaría minutos más tarde y es que aquella noche era importante para gente muy peligrosa.

Uchiha Itachi y Uchiha Obito llegaron poco tiempo después que los lugares vacíos desaparecieran, sin embargo, la ventaja de portar un apellido tal como el de una de las familias más poderosas de Japón era que no necesitaban llegar temprano para obtener un espacio, pues ya había una mesa reservada con sus nombres.

—Aún sigo sin entender, ¿qué es exactamente lo que yo estoy haciendo aquí?

Preguntó Obito, el mayor de ambos Uchiha, al joven de larga coleta que se limitó a responderle sin dirigirle la mirada.

—Madara insistió en que nos quería aquí a todos —recordó Itachi, colocando después en su rostro una sonrisa casi imperceptible—. Dijo que esta noche sería importante para todos.

El mayor suspiró, pero le dio la razón con su silencio, si Madara había insistido tanto en tenerlos a todos ahí, era por una razón importante, se preguntó que tendría en mente esta vez.

No pudo evitar inspeccionar el lugar, era espacioso, tenía música alta aunque todos permanecían sentados y nadie parecía querer ser el primero en abrir la pista de baile, aunque ahora que lo notaba, ni siquiera existía dicha pista, lo único parecido destinado al entretenimiento era un enorme escenario con cortinas de terciopelo rojo y reflectores justo frente a las mesas. ¿acaso planeaban actuar una obra? Viniendo de Madara, realmente no le sorprendería nada.

Observó a Itachi, quien sólo miraba en silencio el escenario, probablemente pensando en lo que ocurriría esa noche; su primo siempre fue un hombre centrado de pocas palabras, así que también podía descartar intentar sacarle algo de información o al menos una plática para amenizar el incómodo ambiente lleno de olor a vino, cigarro y prepotencia. A él nunca le habían gustado esos lugares.

Estaba por levantarse para fingir ir al baño y echarse un poco de agua en el rostro para despertar, cuando de pronto las luces del lugar se atenuaron considerablemente al igual que la música. Interrogante, miró a Itachi, pero este ni siquiera pareció inmutarse, por lo que se tranquilizó un poco, quizás la obra iba a comenzar pues todos habían guardado silencio de pronto.

En efecto, los reflectores se dirigieron al centro del escenario y una melodía lenta pero rítmica comenzó a sonar llenando nuevamente el ambiente, sin embargo, no hubo ninguna obra, no había actores, salvo una delicada figura que hizo aparición entre gráciles movimientos.

Obito levantó una de sus cejas ante semejante acto, no era lo que esperaba en definitiva, pero nadie parecía tener su mismo problema, de hecho, todos parecían sumamente concentrados en el espectáculo.

En el escenario, moviendo su cuerpo con delicados pero sensuales movimientos, se encontraba la bailarina más exótica que hubiese visto alguna vez, no precisamente por su atuendo, un colorado vestido ceñido y gran fular de plumas blancas que resaltaban su figura, sino por su apariencia en general; piel blanca, muy pálida pero de mejillas rosadas, ojos verdes esmeralda que parecían resaltar aún más con la luz de los focos y largo cabello rosa sujetado en un peinado alto sobre su cabeza. Todo ese conjunto, sumado a los expertos movimientos de su baile al compás de la música, habían hipnotizado a todos, incluso al Uchiha mayor, quien de un momento a otro dejó de pensar en la razón por la cual Madara les invitaría a todos para ver eso y sólo pensaba en la pequeña bailarina, pues no debía ser mucho mayor que Sasuke, el hermano pequeño de Itachi.

—¿Quién es ella? —preguntó Obito sin dejar de mirar, provocando una sonrisa en su primo.

—Sería inútil decírtelo —respondió, provocando que el mayor por fin le mirara con confusión, ante lo cual podría jurar que Itachi casi se soltaba a reír—. Es una persona muy hermosa, ¿no lo crees? Lo sé, no cualquiera podría estar en su lugar y Madara le eligió personalmente.

El de cabello corto no comprendía nada, ¿Madara la había elegido? ¿Para qué? ¿Sólo para bailar? ¿Y por qué no quería revelarle tan siquiera su nombre?

No lo iba a negar, era hermosa y sólo un idiota no quedaría estúpidamente prendado de esa bailarina misteriosa, pero había algo más en ella, algo que no lograba descifrar.

—Deja de pensar demasiado, no podrías aspirar a nada —volvió a decir Itachi y Obito le dirigió una mirada ofendida, por lo que aquella irritante sonrisa del menor volvió—. Ya tiene marca.

Dirigió su vista hacia un sitio del público y Obito siguió el mismo camino, en el cual terminó topándose con la figura de Madara Uchiha, su tío y líder de la familia, observando el escenario con orgullo. En ese momento, entendió todo.

—Es la mascota de Madara.

—Muy joven, ¿no crees? Una lástima que fuera a caer aquí, aunque tampoco es que tuviera un mejor lugar al cual llegar.

Aquellas palabras dejaron intrigado al mayor, pero no dijo nada más, pues sabía que Itachi no hablaría más de la cuenta. Para cuando la bailarina captó su atención nuevamente, el espectáculo ya había terminado y hacía suaves reverencias mientras el resto le aplaudía y silbaba; Obito se unió a los aplausos, pero pensó que lo demás era inapropiado.

—Bueno, ha llegado mi turno.

Esa fue la voz de Madara, quien aún entre aplausos se levantó entre la multitud y caminó hacia el escenario junto a la exótica joven, donde la tomó por la cintura y la pegó a su cuerpo, probablemente dándoles un golpe de realidad a todos, incluyendo a Obito.

—Gracias a todos por venir, espero que esta bienvenida haya sido de su agrado, no imaginé nada mejor que una presentación de mi querido cerezo —le dio un beso en el cabello a la chica y esta sólo sonrió tímidamente, era bastante obvio que aún no estaba corrompida por el mundo en el que se movía, Obito se preguntó cuánto tiempo duraría así antes de que Madara acabara con ella—. Pero llegó el momento de comenzar la verdadera fiesta, los llamé aquí hoy para asuntos de negocio, es verdad, pero en realidad sólo quería verlos reunidos una vez más, después de todo somos una familia, ¿no es así? Sírvanse todo lo que quieran y disfruten su estancia.

Así que eso era, ese era el plan malvado detrás de tanta tontería; una reunión familiar.

Suspiró, ya había dicho que de Madara podía esperar lo que fuera.

—Bueno, yo debo ir a buscar a Sasuke, regresaré más tarde —dijo de pronto Itachi, levantándose de su asiento para después retirarse del recinto.

Obito asintió y permaneció en su lugar, realmente no tenía ganas de celebrar nada, el olor del alcohol, tabaco y comida le había revuelto el estómago, definitivamente no quería estar ahí. El ambiente no tardó en elevarse, todos conversaban, reían y consumían diversos tipos de alimentos y bebidas, se habían dividido en grupos donde eras mal visto si entrabas sin invitación y en el círculo más exclusivo, frente al escenario, se encontraba Madara con su hermano Izuna, unos cuantos socios más y en las piernas del mayor, el pequeño cerezo bailarín, quien se limitaba a sonreír de vez en cuando. Quizás era su imaginación, pero tampoco se veía del todo cómoda.

Suspiró, no podía estar ahí por mucho tiempo más o iba a terminar insultando a Madara en voz alta, por lo que se levantó con la intención de marcharse directamente a su hogar, sin embargo, un par de metros antes de alcanzar su meta, una mano en su hombro lo detuvo sorpresivamente.

—¿A dónde vas, Obito?

El mencionado cerró los ojos con hartazgo, escuchando la voz de Madara a sus espaldas, por lo que se giró hacia él.

—Sólo iba a…

—No importa, quiero que conozcas a alguien —le interrumpió, mientras que, con su brazo, atraía a la joven de cabellos rosa con firmeza contra su cuerpo—. Mi cerezo, te presento a Obito Uchiha, mi sobrino y posible sucesor de todo esto —Madara sonrió de medio lado y la pequeña sólo asintió—. Obito, te presento a Sakurai, Haruno Sakurai.

—Un placer conocerte, Obito —dijo el cerezo, extendiendo su pequeña y delicada mano enguantada hacia él.

''Sakurai, Haruno Sakurai''.

Y con ese nombre, todo comenzó.

¿No era nombre de chico?