Disclaimer: Ningún personaje es mío. Lo único mío es la idea de este one-shot.
Comentarios al final del segundo capítulo.
Datos importantes:
&&&&&: Tiempo después.
ººº: Días después.
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Road back home
By Nindë Black
La batalla había terminado. Por fin, Naraku había sido destruido. Existían bajas entre las personas que habían luchado. Durante el tiempo en que se recolectaron los fragmentos de la Shikon, Naraku había matado a muchas personas: Kikyo hacía más de 50 años, InuYasha sellado en el árbol sagrado, el padre de Shippo había sido también una víctima indirecta por poseer un fragmento, los hermanos Trueno, los siete hermanos Shichinin-tai, Kohaku el hermano de Sango y muchos otros.
Detrás de un grueso tronco se encontraba Sesshomaru recargado, por su cuerpo enteramente youkai se recuperaba rápido, pero aún así se mantenía quieto; Jaken, Ah-Un y Rin se encontraban a su lado, la pequeña niña observaba a su señor con una devoción inusitada. Todo estaba terminado.
InuYasha tenía una herida horrible en el hombro izquierdo, Shippo tenía rasguños y pequeñas heridas, Sango tenía un tobillo roto y Miroku estaba sosteniéndose de su vara, y Kagome yacía en medio de aquel desolador lugar donde Naraku había perdido la vida. Hincada en medio de la nada, con los brazos y piernas amoratados y rasguñados, con el corazón en un hilo porque todo terminaba, con las lágrimas recorriendo su rostro ante la presencia de la Shikon que por ahora estaba restaurada y brillaba como si nada.
- "Se acabó" –pensó la sacerdotisa-: "Está hecho."
Se levantó rápidamente y se acercó a InuYasha, quien estaba tratándose de levantar apoyándose en su brazo derecho. La jovencita le ayudó a incorporarse y se acercaron todos hasta donde estaban el monje, la exterminadora y el kitsune.
- ¿Están todos bien? –preguntó la chica.
- Sí, Kagome-chan –dijo Sango-, todos estamos bien.
- ¿InuYasha? –se dirigió a él.
- Bien, Kagome –dijo él dolorido-, solo... duele un poco.
- Iré a buscar algunas hierbas –dijo ella-, no te muevas.
Y dejándolo en el piso la colegiala fue por hierbas. De regreso pasó cerca de donde estaba el sirviente de Sesshomaru, el propio Lord y la pequeña niña, quien le sonrió.
- Rin-chan –dijo Kagome.
- ¡Kagome-san! –exclamó ella alegremente.
- Pequeña, ¿están todos bien? –dijo la joven acariciándole la cabeza.
- Sí, Kagome-san –respondió la niña-. Sesshomaru-sama se encuentra recuperándose.
- Me da gusto –dijo ella y luego lo pensó-: ¿Crees que podría acercarme?
- Claro –la niña le tomó de la mano y la llevó hasta la presencia de su señor-: Sesshomaru-sama, Kagome-san quisiera hablar con usted, señor.
El señor de las tierras del Oeste la miró con indiferencia. Era esa chiquilla que acompaña a su medio hermano. La escrutó un momento en los que ella hizo una pequeña reverencia, arrancándole a Sesshomaru una mirada de desconcierto.
- Quisiera agradecerte el que hayas estado aquí hoy –dijo la sacerdotisa-: Fuiste de gran ayuda.
- Yo no los ayudé, humana –dijo el lord.
- Voluntaria o involuntariamente nos has ayudado –explicó ella-, y estoy agradecida por todos. Espero que tus heridas sanen pronto –la chica se dio media vuelta para alejarse.
- Humana –le llamó y ella lo miró con sorpresa-: Dile a ese baka que tengo por medio hermano que lo nuestro se ha acabado. Que no habrá más agresiones.
- Hai –respondió ella-. Con tu permiso, Sesshomaru –por su seguridad prefirió no arriesgarse a preguntar el por qué de su cambio hacia InuYasha. Solamente Kami sabía lo que hacía.
El lord la vio alejarse y esbozó una sonrisa que Jaken identificó como real. Era la primera vez que lo veía sonreír así. La pequeña Rin también estaba sorprendida, el señor Sesshomaru jamás sonreía con gentileza, siempre lo hacía con frialdad o despectivamente. Ahora era diferente. La niña corrió hasta donde él se encontraba y se colgó de sus piernas.
- ¡Mocosa insolente! –Le gritó Jaken-. ¡Suelta al amo bonito!
- ¡Jaken! –Sesshomaru alzó la voz.
- ¿Sí, amo? –el pequeño youkai verde se encorvó.
- Vamonos de aquí –le dijo.
Rin se montó en Ah-Un, al igual que Jaken y se despidió con un grito de hasta pronto para Kagome y agitando su mano pequeña desde el cielo. La joven sacerdotisa también se despidió de ella de la misma forma, y alcanzó a percibir que el gran Lord también sonreía y les dirigía una mirada de despedida en silencio.
Se acercó a sus amigos. Entablilló el tobillo de Sango, Shippo fue curado por el monje quien solamente estaba agotado y tenía unas pocas heridas en el cuerpo. Luego se acercó al Inuhanyou, se arrodilló junto a él y le curó la herida del hombro con mucho cuidado. Él tan sólo la observó callado, agradeciéndole con la mirada el haber estado con él tanto tiempo.
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Un par de horas después todos regresaban a la aldea de Kaede para terminar de sanar sus heridas. Sango y Miroku estaban en una choza junto con el bebé kitsune, y Kaede estaba con ellos revisándolos. Kagome e InuYasha estaban en la choza principal. La colegiala llevaba una venda alrededor de su muñeca y una que otra bandita adhesiva en las rodillas. El hanyou tan sólo la observaba, no sabía ni como empezar.
- Todos han estado muy callados –dijo la chica-. Pareciera que les han comido la lengua.
- Están asimilando la idea de que Naraku ya no está –dijo el ojidorado.
- Que observador, InuYasha –dijo ella divertida. De repente dio un respingo, como si acabara de recordar algo-: Ah! Sesshomaru dijo que...
- Qué dijo ese baka... –interrumpió él desde el futón.
- Sesshomaru me pidió que te dijera que... –dijo ella misteriosa-, que su pelea había terminado ya. Que no habría más agresiones.
- ¿Nani? –cuestionó él-. ¿Lo dices en serio?
- Hai –asintió ella-, me lo confirmó él mismo.
- ¿Es mi imaginación o el Gran Sesshomaru se ha ablandado? –dijo el chico.
- Puede que estés alucinando –le dijo la chica riéndose-: Pero la verdad es que tu hermano ha... "madurado", por decirlo de alguna manera.
- Keh! Ese tonto –Exclamó InuYasha-, ¡ya era hora!
Kagome lo miró divertida. El burro hablaba de orejas (1). Definitivamente ese InuYasha y su hermano se podrían llevar mejor sólo si se dejaran. Pero eso no sucedería en este preciso momento.
Se quedaron en silencio un momento más donde cada uno rumiaba en sus pensamientos. Kagome se mataba las neuronas pensando en qué se haría con la perla, para luego concluir que lo mejor sería preguntarle a Kaede. Mientras que el hanyou pensaba en ese día, justamente se cumplía un año desde que conociera a Kagome. Creyó recordar que hacía un par de días ella mencionó algo sobre su próximo cumpleaños y sobre la celebración del mismo.
- ¿Kagome? –Le llamó.
- ¿Sí, InuYasha?
- Feliz cumpleaños –le dijo en voz baja.
- Oh! –Exclamó ella. Hoy era su cumpleaños... ¡y él lo había recordado!-: Lo recordaste.
- Recordé que lo comentaste hace algunos días –murmuró.
- Gracias.
El medio demonio se vio envuelto en sus delgados brazos. Le rodeó la cintura con el brazo derecho mientras dejaba que sus pulmones se llenaran de su aroma. Lilas. Su madre. Kagome. Sal. Lágrimas... ¿lágrimas? Y entonces se dio cuenta que la chica entre sus brazos lloraba.
- ¿Q-qué... qué pasa? –Preguntó él incorporándose.
- Se ha terminado... –lloró-. Todo esto. Mi presencia aquí no tiene caso.
- P-pero... Kagome, no... –trató de decirle algo, más no encontró las palabras.
- Sí..., sí, InuYasha –sollozó más-, yo no pertenezco aquí.
- Kagome... –repitió él.
- Perdóname, InuYasha..., perdóname –dijo ella y salió corriendo de la choza.
No sabía que hacer. Quiso correr tras ella, pero no sabía ni como consolar su llanto. Además, no sabía que significaban sus palabras. ¿Quería decir aquello que se iría definitivamente? El corazón del hanyou se estrujó ante el solo pensamiento de su lejanía. Si ella se iba entonces él se quedaría sólo. Sólo de nuevo. Y no quería eso, después de tantos años en soledad su presencia le era necesaria para sentirse a gusto consigo mismo. ¿Tenía que irse?
- InuYasha, amigo, acabamos de ver a la señorita Kagome salir corriendo, ¿sucedió algo? –el monje entró en la choza con el brazo alrededor de la cintura de Sango quien se sostenía a duras penas, y Shippo en su hombro.
- Se acabó –dijo él con una voz muy extraña, Miroku advirtió que su voz sonaba acongojada, o quizás hasta deprimida.
- ¿Nani? –Dijo Sango-, no lo entiendo. ¿Qué acabó?
- El viaje –dijo InuYasha-, se acabó el viaje. La perla está restaurada... Ella se irá... pronto..., muy pronto –el hanyou dijo en un suspiro.
- ¡No! –Gritó Shippo desde el hombro de Miroku-, no puede irse. InuYasha, dile que no se vaya –el pequeño kitsune se puso delante de su amigo y le miró con sus ojos aguados en lágrimas-: Dile que se quede, InuYasha..., díselo... pídele que se quede.
Y el hanyou se quedó en silencio. La petición del niño no era del todo mala, pero no podía darse el lujo de quitarle su vida en su época. Ella debía regresar a rehacer su vida, a empezar de nuevo con su rutina. Aunque ellos..., él... tuviera que quedarse solo... otra vez.
Continuará...
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