Mi primer fic de esta maravillosa saga.

Disclaimer: La historia y los personajes pertenecen a Suzanne Collins.


Un poco de ti

Habían pocas cosas que me gustaban y me daban la tranquilidad que me entregaba el bosque, por lo general no disfrutaba de lo del común de las personas. Sin embargo, mi nueva vida, sin el olor a rosas y sangre de Snow, sin la autoridad de Coin y sin el miedo impulsado cada año con los Juegos del Hambre, me habían entregado una nueva perspectiva, demostrándome, que aún habían cosas que admirar lejos de los límites del bosque.

Los distintos aromas son los encargados de regresarme poco a poco a la cocina. Estoy sentada en la pequeña mesa que tenemos en el centro, con un tazón de chocolate humeante aún entre mis manos. Frente a mi, esta él: amasando, estirando y dándole forma a la segunda salida de pan.

Peeta, quien sin duda era uno de los mejores descubrimientos que había tenido en mi nueva vida.

Con el paso de los días, semanas y meses, experimenté la tranquilidad del bosque dentro de estas cuatro paredes. Cada día me sentaba aquí mismo y lo contemplaba hacer el pan. Me perdía en la prolijidad de sus movimientos. Comprendí que esta tarea requería una concentración y precisión que yo conocía con la caza, el arco y las flechas.

- ¿Katniss? - me llama con cuidado. Creyendo seguramente que se trata de uno de mis episodios adquiridos gracias al Capitolio.

- Estoy bien. Sólo me gusta verte cocinar. – respondo permitiéndome una cuota de sinceridad.

Sin embargo, a Peeta no le importa la cantidad, siempre parece feliz con cada una de mis respuestas. Él a su vez, me regala una de sus cálidas sonrisas.

- Entonces ven, te enseñaré a hacerlo. - me dice estirando la mano manchada de harina.

Mi primera reacción es una negación absoluta. Desde la última vez en donde quemé todos los pasteles que había hecho Peeta y de paso hice añicos una elegante vasija que nos había regalado Effie, había decidido que no volvería a poner las manos ahí. Yo cazaba y él cocina, era sencillo. Sin embargo, no parece darse por vencido tan rápido y lo que primero fue una inocente invitación, termina siendo una absurda pelea donde Peeta me levanta sin hacer esfuerzo alguno y me deja frente a la mesa con los ingredientes.

- Haremos pan con pasas - me informa felizmente.

- Oh...eso es jugar sucio.

- Quien lo dice, preciosa. - Y lo sabe, porque es uno de mi panes favoritos y me es imposible negarme. Se mueve con agilidad, ya que es su territorio. Me pone un delantal y me recoge con cuidado el cabello en un ajustado tomate, para luego depositar un tierno beso en mi cuello.

- Primero vamos a reunir todos los ingredientes - dice concentrado mientras llena los platillos con distintos ingredientes en medidas exactas. Como siempre, Peeta me deleita con la precisión de sus manos. - Tu mezclas la masa y yo me encargo de lo demás. - agrega.

Mezclar los ingredientes no parece tan difícil, lo he visto millones de veces e intento imitar todos sus movimientos. Al principio la masa se me pega en los dedos y estoy a un paso de perder la paciencia. Pero al cabo de un momento la masa se vuelve más consistente, permitiéndome amasarla con facilidad sobre la tabla. A los quince minutos tengo los brazos muertos. Y me doy cuenta que esto si es un buen ejercicio para sus fuertes brazos.

- Adelante puedes reírte. Sé que soy un completo desastre. - porque a pesar de que no ha hecho ningún comentario, sé que esa mueca se debe a que esta aguantando la risa.

Sé acomoda detrás mío y junta nuestras manos para amasar otra vez. - Nunca serás un desastre para mi - susurra cerca de mi oreja.

Y a pesar de todo, no me es imposible pensar en lo afortunada que he sido.

Con su ayuda, la masa queda lista para ser separada en bollitos listos para llevar al horno. Y a este punto la diferencia resulta vergonzosa. Peeta separa con tal rapidez y precisión la masa que en la mitad del tiempo que demoro yo en hacer cinco bollitos de tamaño irregular, él ya tiene unos quince perfectamente idénticos y alineados.

- No están tan mal.

- Están perfectos. - responde limpiándome los restos de harina de la cara.

Me resulta increíble que esta tarea me deje lo suficientemente exhausta como para ir a recostarme un rato en el cómodo sillón que hay una sala de estar, por los sonidos de lata que vienen de la cocina, sé que Peeta está preparando el horno para nuestro pan. Casi sin darme cuenta, al rato estoy luchando por no quedarme dormida. Aún tengo pesadillas, sin embargo desde su llegada tengo menos razones en las que temer. Su llegada significa esperanza, un motivo para seguir aquí y no hundirme en los brumosos recuerdos del pasado.

Cuando abro lo ojos, tengo la impresión de haber dormido toda la tarde. Peeta está sentado junto a mi, con un libro en una de sus manos y la otra sobre mi cabeza, acariciándome.

- ¿Te desperté?

- No, pero deberías haberme despertado. Siento que dormí todo el día ¿Qué hora es?

- ¿Despertarte? Para qué, me gusta verte dormir. - responde moviendo un mechón de cabello detrás de mi oreja. - Son las siete, ¿Quieres probar los panecillos?

La mesa esta puesta en la cocina, el aroma a pan recién hecho llena todo el lugar y como siempre me siento en casa, completamente agradecida por todo esto. Haymitch a veces nos visita, comemos juntos y reímos de una forma que ninguno creyó que volvería hacerlo. Ha dejado un poco el alcohol, Peeta cree que es porque ya no tiene nada que le recuerde los malos tiempos. Al igual que nosotros ha descubierto que a pesar de todo la vida aún puede ser buena. Los tres nos esforzamos cada día por cumplir eso, en nombre de quienes ya no están con nosotros.

La panera está en el centro de la mesa, humea pan recién salido del horno, la imagen de sus panecillos junto a los de mis manos inexpertas me causa gracia. Y Antes de que Peeta pueda actuar, dejo en su plato uno de ellos, ya que los míos dejan bastante que desear. Sin embargo, él vuelve el panecillo al plato y toma uno de los míos. Se lo lleva a la boca y lo mastica cerrando los ojos. Parece como si lo estuviese disfrutando de verdad.

- No ha estado tan mal - admito de pronto. Sus ojos azules me observan con atención.

- ¿El qué? - consigue decir.

- Lo del pan. Ha sido divertido.

- Me alegra que lo hayas pasado bien. Yo disfruto bastante haciendo esto. - responde con sinceridad.

Le sonrío intentando no perderme en esos ojos. Porque, realmente soy yo la que se alegra de que él haya disfrutado haciendo esto conmigo. Con timidez le acaricio el dorso de la mano y él la toma para llevársela a los labios. Deposita un beso en la palma y se lleva mi mano hasta la mejilla. Acaricio su piel, mientras nos observamos en silencio.

Un pensamiento se forma lentamente en mi mente, una de las cosas con las que más disfruto es cazar, el contacto con la naturaleza, los sonidos, el aroma. Y de pronto siento que me gustaría que Peeta pudiera disfrutar tanto de eso como lo hago yo.

- Te amo – logro susurrar.

- No más que yo, Katniss.