Disclaimer | Nope, Shingeki no Kyojin no es mío. Es total propiedad de Isayama Hajime.
Dєαя strαnger •×—【PRÓLOGO】
"¿Por qué, en general, se rehúye a la soledad?
Porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos"
—Carlo Dossi—
¿Alguna vez te has sentido solo?
El hecho de no ver la luz por hora y media gracias a una presentación en el oscuro salón de medios audiovisuales a la que no le prestó suficiente atención, fue el precedente que la obligó a parpadear un par de veces. Con su retina trabajando forzadamente para captar la luminosidad de los colores, se frotó ligeramente los ojos con los dedos eliminando el lagrimeo de estos.
Cuando pudo ver con más claridad, se aferró a la correa de su bolso y avanzó a través de los pasillos de la escuela, rumbo a la verja de salida.
Sola, como era usual.
Desde que su hermano Eren había sido admitido en el equipo de fútbol a su vez que Reiner Braun, el mismo al que no le fue muy bien en las audiciones del equipo de tenis del distrito, las tardes después de clases ella regresaba sola a casa.
Por desgracia, no pudo discutirle cuando él tomó la decisión. ¿Acaso tenía palabra dentro del asunto? Eren cumpliría dieciséis años dentro de pocas semanas; desde hacía tiempo que él hacía prácticamente lo que le daba en gana, en eso constaba su vida al haberse mudado a Trost a inicios del 6to grado.
Pero si Eren no hubiera tenido tantas ansias de aprovechar la actividad física para aumentar sus créditos extracurriculares, quizás sus tardes después de las cinco de la tarde no fueran tan abrumadoramente aburridas. La salida de Eren era una hora más tarde y él llegaba casi a las siete de la noche a casa.
El tiempo de calidad de Mikasa era demasiado prolongado, y todo por un maldito balón.
Lo peor del asunto es que ninguno de sus compañeros de clase tomaba su misma ruta. Ellos vivían a menos de cuatro cuadras de la escuela, mientras que el resto estaba más alejado en torno al distrito. Connie, Sasha y Jean, por ejemplo, vivían muy cerca del otro y tomaban el mismo autobús. Reiner, Ymir y Christa vivían hacia los suburbios y no estaba segura del resto.
Armin, el mejor amigo de Eren —y suyo también—, vivía más o menos cerca y solían irse caminando al menos la primera cuadra juntos. Tristemente él también estaba ocupado en sus propios asuntos extracurriculares; no pertenecía a un club, sino a dos. El club de álgebra, el cual se citaba raras veces durante las horas libres de la jornada, y el club de arquería.
Estaba en este último gracias a Sasha. Ella no estaba muy segura si la muchacha pelirroja era la capitana del equipo de arquería o estaba próxima a serlo cuando el senior Ness se graduara. El punto era que tenía suficientes influencias en el ámbito escolar para hacer que Armin quedara sin audiciones; a cambio de eso, él terminó debiéndole un favor —Mikasa estaba segura que tuvo algo que ver con matemáticas, Armin por nada es bueno en la materia.
Alrededor los transeúntes ignoraban su presencia, demasiado ocupados tratando de mantener sus propias vidas. Un par de autos se debatieron entre ellos en el siguiente cruce, sobre cuál de los dos tenía el paso mientras reparaban el semáforo descompuesto.
Maldijo para sus adentros ubicando las llaves del edificio cuando estuvo frente a él, ¿por qué demonios no se le opuso a Eren cuando le dijo que había entrado al equipo? Por favor, si de niños le replicaba al no saber pronunciar su nombre correctamente. Si pudo enfrentarse a una tontería infantil como esa, ¿por qué no a un balón? Después de todo, ambos hacían lo que les daba en gana.
Como ella y Selena (la soledad).
Abriendo la puerta del apartamento, el dulce olor a café inundó sus fosas nasales al ingresar. Su mirada se posó directamente en la cafetera, donde residuos del adictivo y negro elíxir aún permanecían en ella al no haber fregado los platos antes de salir en la mañana. A Mikasa no le molestaba, el aroma era exquisito incluso en ese momento.
El hogar que compartían no era exactamente grande. Constaba de una sala-cocina-comedor con un estrecho pasillo que conducía a las habitaciones. Una de ellas era la suya, frente a la que le pertenecía a Eren. El baño, que debían turnarse, estaba al final del recoveco.
Acogedor, solo para ellos. El tío Hannes así lo quiso cuando se mudaron a ese distrito. Seis años desde entonces y Mikasa aún no le terminaba de agarrar amor a esa villa de ratas. Los primeros meses le costó adaptarse a la distancia del supermercado, a los altos edificios y al abrumante tráfico de una ciudad pequeña. Probablemente no sobreviviera un segundo en la capital del país, a pesar de tener experiencia en Trost.
Dejó que el agua hirviera en la cafetera y cayera tintada de negro en la taza. Tomando el brebaje entre sus manos, se fue a sentar en el sofá igual que cada tarde y se lo tomó así mismo, amargo. Su entorno estaba sumido en el silencio, a excepción del sonido de la nevera.
Odiaba estar sola.
Nunca fue una muchacha sociable, al contrario, siempre fue un poco aislada. En la escuela siempre estuvo cerca de Eren y nunca se separaba de él, incluso al llegar Armin a sus vidas. Más allá de eso, era callada; las conversaciones fluidas nunca fueron su fuerte, ni siquiera de pequeña. Su padre incluso llegó a pensar que tenía agorafobia*, pero no es así, alguien que odiara la soledad no podría padecer de eso. A Mikasa simplemente no le gustaba hablar.
Ni siquiera consigo misma lo hacía, no seguidamente. Para eso estaba la voz en sus pensamientos, la voz de la soledad.
En un intento de despejarse de las reflexiones diarias, le dio un sorbo a su taza. El caliente amargor le quemó la lengua en el primer trago, pero poco le importó durante los siguientes minutos hasta soltar la taza sobre la mesita de café. Recogió las piernas posándolas sobre el mueble y hundió la cara en las rodillas, su largo cabello cayó como la tempestad suavemente en torno a sus brazos.
Maldita sea, necesitaba amigos con urgencia.
El tintineo de unas llaves chocando entre sí, acompañado del chirrido de la puerta al ser abierta hizo que levantara la mirada inmediatamente. El reloj analógico en la cocina captó su atención primero, ¿ya eran las 7 pm? ¿Tan rápido? Seguro se había quedado dormida.
¿Cómo alguien se duerme después de tomar café? Era inaudito, como se notaba que ya no le causaba efecto.
La puerta fue pateada ligeramente abriéndole el paso a Eren Jaeger, su hermano. Posó su mirada esmeralda sobre los orbes de abenuz que conformaban la suya, estudiando la pose encogida de ella, como un rollito.
Eren hizo un gesto con sus cejas de manera de saludo, mismo que ella contestó con un parpadeo perezoso. Lo vio reposar la mochila en el mismo sillón en el que ella dejó caer la suya a su vez que se encaminaba a la cocina. Una estela perfumada inundó sus fosas nasales, la misma colonia que Eren gustaba de usar siempre que se duchaba.
Él tomó un vaso de agua del aparador y lo lleno hasta el tope con agua del filtro, bebiéndolo con vehemencia. Soltó un suspiro cuando estuvo vacío, el cual llegó a sus oídos, mirando todo su recorrido desde el sofá.
Al menos ya no estaba sola.
—¿Cómo estuvo la práctica? —inquirió ella.
Sirviéndose un poco más, contestó:
—Fuerte. —Se giró hacia ella a paso lento, dejándose caer sobre el sofá, a su lado—. Levi-coach nos puso a trotar sin descanso toda la primera media hora.
Mikasa frunció el ceño.
—Idiota.
Claramente el mencionado no le caía bien. Levi Rivaille era el senior destacado barra capitán del equipo de fútbol barra administrador de finanzas del Consejo Estudiantil barra suplente de su profesor de Educación Física. Y gracias a eso último, le caía como la patada.
—Es menos hostil de defensa, créeme —comentó Eren sonriente.
Sin obtener otra respuesta de su parte, Eren no esperó a tomar el control del televisor de la mesita de café y encendió el aparato. Mikasa observó sin ganas cada canal que éste iba cambiando.
Ninguno habló el resto de la noche embelesados en la mala programación de la televisión, solo hasta que Eren encontró una serie no tan patética como las que habían pasado en el recorrido. Un coro de risas de fondo se escuchaba cada cuanto pasaba algo humorístico en escena, Eren se unió a ellas cada poco y ella atinó a sonreír con algunos chistes.
No fue hasta que Mikasa sintió nuevamente la pesadez de sus párpados que supo que era hora de irse a su habitación a descansar. Por suerte ya había cenado en la escuela y Eren seguramente también lo hizo luego de la práctica, así que podría irse a dormir sin ningún inconveniente.
—Mikasa —escuchó cómo la llamaba, parecía tan lejano—. ¿Tienes sueño?
Por un momento él pareció agitarla de los hombros, pero el simple gesto parecía intangible hacia sí misma. No había ventana donde mirar, ni siquiera el sabor extinguido del amargor del café. Solo sus oídos funcionaban en el abismo del sueño.
—Debes cansarte sola todo el tiempo. Deberías conseguirte a alguien, Mikasa.
Despertó.
La sala estaría oscura de no ser por la televisión encendida con volumen bajo. A esa hora emitían las noticias, estaban hablando algo sobre un reconocimiento de la Policía Militar en el Distrito de Stohess; su tío Hannes se encontraría allá en ese momento pero estaba de misión fuera de la nación. Luego lo llamaría para saludarlo.
Se llevó una de sus manos hacia los ojos, tallándoselos con suavidad para eliminar la somnolencia. Algo cayó de su hombro directamente hacia su regazo. Mikasa lo recogió con la mano que le quedaba libre, se trataba de una manta, seguro que Eren se la había puesto.
Miró rápidamente hacia el otro lado del sofá. Evidentemente, lo había supuesto, estaba sola. El reloj analógico en la cocina indicaba la hora, diez de la noche.
Bostezó, estirándose un poco aun en el sofá. Tomando la cobija entre sus manos, se encaminó con ella hacia el pasillo, no sin antes notar que sobre el mesón de la cocina le habían dejado un tentempié nocturno. Le dio un mordisco pequeño, llevándoselo consigo.
Tocó un par de veces la puerta del cuarto de él hasta recibir una respuesta detrás de ésta. Eren reparó en su presencia cuando Mikasa soltó la cobija doblada frente a él.
—¿Te sientes bien?
Mikasa lo miró perpleja.
—Sí, solo tengo sueño. —Un bostezo la delató—. Gracias por el bocadillo.
—¿Ah? De nada, tenía hambre.
Ella inspiró con suavidad, devolviéndose a la puerta de la habitación.
—Hasta mañana, Eren.
—Bye.
Cerrando la puerta tras de sí, avanzó dos pasos y medio hasta llegar a su propio cuarto. Tenía presente en su mente esa rara observación que escuchó entre sus sueños, la que le hizo despertar. Podía jurar que Eren le había hablado.
Quizás por esa vez estaría de acuerdo con él.
*Agorafobia: miedo a las multitudes.
Editado el 21/07/2017.
Y... ¿bien? ¿Gustó?
Es un real gusto escribir en éste fandom por primera vez *U*, me siento tan pro en la vida hoy (logré mi cometido, see). Tenía éste proyecto en mi mente alrededor de septiembre y vine a comenzar a escribirlo en diciembre y, hasta el momento, lo sigo haciendo. Aquí me ven, con éste prólogo de lo que espero que sea una comedia con situaciones adolescentes, sin guerras, sin titanes, un universo alterno al anime.
Creo que notarán un poco el OoC en Mikasa. Sí, lo sé. Mi mente estuvo martilleándose todo éste tiempo que escribía intentando poner a Mikasa lo más normal posible, pero... o sea, marico, la tipa es aburrida .-., en serio. Como sea; me agrada de verdad como me vino quedando su personaje, de todos modos es un AU, ¿no? Todo puede pasar...
Y, bien, esto es un simple prólogo, así que pronto, si recibo la aceptación del público de éste fandom, si de verdad interesó mi pequeño proyecto, lo continuaré.
Y, como siempre, agradezco la oportunidad de escribir aquí *U*.
Los quiere, Ayu.
