Disclaimer: Naruto y todos sus personajes son propiedad de Kishimoto-sama.

Después del amor

Existió un momento entre el presente y el pasado que ocasionó que mi corazón quedara como se encuentra ahora.

Existió un momento entre el pasado y el presente en el que fui feliz.

Existió un momento en el que te vi sonreír.

Alguna vez existimos tú y yo.

Cuando eres joven, realmente no logras comprender muchas cosas que están a tu alrededor. Cuando eres joven el egoísmo nubla tus sentidos. El YO siempre es primero que todo. El YO es quien siempre tiene la razón. Cuando eres joven pierdes demasiadas cosas.

Existió un momento en el que yo realmente existí.

Existió un momento en que creí existir.

Lamento mucho haber tardado tanto en descubrir cual fue cual.

En medio de mi juventud, cuando debía disfrutar más de mi vida pues esta iniciaba en ciertos aspectos, fue que la conocí. Seré sincero, amor a primera vista no fue, por lo menos no por parte mía. Ella siempre me aseguró que por parte de ella sí. Aun me gusta creer que eso fue verdad. También, manteniendo la sinceridad, diré que sus ojos es algo que no podré olvidar. Esa mirada tan llena de amor que algún día fue dirigida hacia mí.

Recuerdo el sonrojo en su rostro, como le costó tanto trabajo decir "hola", el sudor en su mano, como temblaba...

El primer semestre de siete que cursar había comenzado. Un día soleado en Konoha. Había habido demasiados como esos en ese par de semanas. Por motivos ocasionados por cierto rubio mi padre había decidido que no saldría de vacaciones a ningún lado, en cambio tuve que trabajar en uno de los más pequeños "locales" pertenecientes a mi familia. No fueron las mejores vacaciones sin duda.

Las ocho con cinco, apenas minutos atrás había estacionado mi Mazda negro. La Universidad de Konoha era imponente, años atrás llegué a visualizar ese momento, ser estudiante de esa importante Universidad.

En mi adolescencia quise avanzar rápidamente los grados, poder ser todo un genio Uchiha como lo fue mi hermano. Tras su muerte eso cambió. Una parte de mi deseó con fuerza lograr más prontamente aquel cometido, quería que mi padre olvidara su dolor sintiéndose orgulloso por mí. La realidad fue que yo jamás sería Itachi. Una verdad un tanto difícil de aceptar, pero al fin y al cabo eso, verdad. Por otra parte eso fue, digámoslo, reconfortante. Dejar caer de mis hombros aquel enorme peso ayudó bastante. Mi actitud retraída, fría y distante pudo quedar hasta cierto punto atrás, en muy buena parte gracias a Naruto.

Ese día, parado finalmente frente aquel lugar, sentí un gran alivio. Había llegado hasta ahí como yo lo había querido, al ritmo que quise marcar mis pasos, sin que alguien me dijera como debía hacerlo, en que rapidez o medida, siento que así lo hubiera deseado mi hermano, y así lo deseé yo.

Camino al edificio principal de arquitectura el odioso pero a su vez un poco agradable rubio de Naruto llegó hasta mí. Como era natural y cotidiano en él una sonrisa de oreja a oreja asomaba en su rostro. Un día fuimos los más grandes enemigos, de un momento a otro se convirtió en mi mejor amigo, en mi familia.

Deberías de aprender a sonreír —dijo sin borrar la mueca alegre de su cara—, tu gesto es tétrico.

A ti parece que Jeff the killer te forjó una sonrisa y no por eso me estoy quejando —seguí mi camino.

Tu voz también da miedo —sujetó su cara con ambas manos—. Esta noche no dormiré bien, ¿y si ese asesino loco viene y me dice "GO TO SLEEP"? ¡Noooo! No podré dormir, y todo por tu culpa maldito Sasuke.

En realidad no es mi culpa, y si Jeff llega a ir a tu casa esta noche, primero, creo que él sería el que moriría del susto al oír tus ronquidos, en segundo, por fin sabrás lo que se siente al verte sonreír todo el día, y en tercero, espero que arranque tus parpados mientras sigas vivo —sonreí con malicia. Ese rostro asustado siempre valía la pena.

Eres un maldito —susurró. Intentó reír con naturalidad—. Eso ni siquiera me causa miedo, en lo más mínimo.

Hmp, eres un completo miedoso —entrecerré los ojos.

Y tu un maldito sádico.

Me encogí de hombros. Naruto no paró de hablar como era de esperarse, ese chico no guardaba silencio ni dormido.

Las horas de la mañana pasaron con rapidez. No tuvimos clases, sólo aquel tedioso encuentro de reconocimiento profesor-alumno-materia. Naruto sobresalió por ende razones. Primer día y ya había sido el más regañado.

La cafetería estaba atestada de personas. Naruto y yo no éramos los únicos sin almuerzos. Las filas eran enormes, mi hambre poca y mi paciencia nula. Decidí que lo mejor para mí era tomar un zumo de alguna máquina expendedora y listo, saliendo de la escuela podía ir a comer a algún lado. Me giré para decirle a Naruto que no comería ahí. Él estaba intentando de todas formas pasar una ola de personas que se interponían entre él y la comida. Salí de la cafetería. Silencio y paz mental siempre me venían bien. Compré un zumo de zanahoria en la primer máquina que vi y fui directamente hacia algún lugar pacifico. El sol no era de mi agrado, siempre había preferido los días nublados, grises y oscuros.

Encontré una banca de cemento muy cerca de un edificio que hacia una gran sombra y fui hacia ahí. Recuerdo muy bien que en esos momentos mis pensamientos nunca se dirigían a algo en concreto. Iba de recuerdos felices de mi niñez a crudos y amargos de mi adolescencia. De cosas como el basquetbol a cosas como un programa de televisión. No había una sola cosa en sí que estuviera siempre en mí.

Regresando a clases vi a mi rubio amigo platicando con dos chicas. Una de ellas era Hyuga Hinata, la próxima heredera del poderoso y adinerado clan Hyuga. La otra, la cual estaba de espaldas a mí, no se me hacía conocida. Cabello corto y rosado, complexión delgada sin mucho en especial. Naruto al verme comenzó a escandalizar. Había pensado en pasar de largo. Me detuve frente al rubio y la Hyuga, aun lado de la peli rosa. La Hyuga, como era su increíble costumbre —en realidad seguía sin entender por qué se seguía sonrojando frente a Naruto—, estaba roja, casi al punto de parecer un tomate. La chica de cabello rosa volteó hacia mí. Ella también estaba sonrojada sólo que en menor cantidad que la Hyuga.

Uchiha-san, buen día —saludó la Hyuga cortésmente.

Asentí con la cabeza.

Mira, Sasuke, ella es Haruno Sakura —señaló a la chica—. Estudió con nosotros en secundaria, claro que tú la secundaria no la estudiaste con nosotros así que no la conoces.

Miré a la chica de arriba a abajo. No, no la conocía y ciertamente no me interesaba hacerlo.

Uchiha Sasuke.

Estiré mi mano para saludarla, no me interesaba conocerla en lo más mínimo pero lo descortés lo había dejado tiempo atrás. El nerviosismo en ella era demasiado obvio, al darme la mano sentí como esta le sudaba y temblaba. Parecía una niña pequeña.

Después de ese pequeño encuentro simplemente hice lo que haría en cualquier caso. La ignoré. No era bueno socializando, ni me interesaba hacerlo, así que con ella no iba hacer excepción alguna. Hubo momentos, recordando ese mismo, en que pensé "Si tan sólo hubiera sido más frio con ella esto no hubiera sucedido". En otros momentos agradecí aquello, haber cambiado y haberla conocido. En muchos otros pensé "Si me hubiera ignorado jamás nada hubiera sucedido, esto no dolería... O quizás hubiera luchado más por ella". Al final no cambiaría nada.

El primer semestre terminó. No había entablado una verdadera conversación con ella. Nada que pasara de un saludo o una mirada casi regalada por mi parte, sólo por ser cortes. Fue en esas vacaciones cuando me acerqué más a ella, todo por culpa de Naruto, sus idioteces, su gran boca y por supuesto, por Hinata.

Que a Naruto le gustaba Sakura era obvio, y lo fue para todos desde el primer instante. No sólo él era obvio, además no le importaba demostrarle a esa chica lo que él sentía. Siempre estaba tras ella, repitiéndole lo bonita que era y lo mucho que le gustaba. Esa chica que se mostró tímida en nuestro primer encuentro resultó ser gritona, peleonera y mandona. Nada que ver con aquella callada chica que imaginé. Así que siempre terminaba golpeando al bruto de mi amigo, diciéndole a veces cosas crueles, pero no apartándolo por completo pues era obvio que le tenía mucho cariño.

Para esas vacaciones decidí ir a una de las casas en la playa de mi familia. El calor no era de mi agrado mas tenía ganas de surfear. Me gustaba hacerlo siempre que podía, cuando era niño veía a Itachi hacerlo, siempre le pedía que me enseñara pero mi madre no lo dejaba. Al final, cuando fui lo suficientemente grande para que él me enseñara había perdido la oportunidad.

Invité a Naruto a ir... Terminaron más de diez en mi casa. Supongo que mi cambio de actitud tuvo mucho que ver, años atrás nadie hubiera ido.

Sol, arena y mar. Todos parecían amar esos atributos. El "genio" Nara inmediatamente fue a recostarse bajo una palmera que le diera sombra pero que a su vez le permitiera contemplar el cielo, su amigo Choji no se despegó de él. Shino, el raro de los insectos, se mantuvo cerca de Hinata la cual estaba bajo una gran sombrilla azul. Kiba, el chico perro, corrió de inmediato al mar junto con Naruto, Lee —un raro de cejas pobladas y ojos redondos demasiado activo—, Ten Ten la chica de los moñitos, Ino y su escándalo y la del cabello rosado, Sakura. Neji, un Hyuga de la segunda rama familiar, optó por, de igual modo que Shino, quedarse junto a Hinata. Sai, un chico un tanto extraño al cual conocimos en preparatoria, se quedó a la orilla, dibujando. Yo por mi parte opté por quedarme en las escaleras de piedra que llevaban a la playa, observado. Mis ganas de surfear no me habían abandonado, pero prefería hacerlo en un momento en el que la playa no estuviera tan sobrepoblada. No era exageración, sólo ese número de personas era mayor al que me gustaba frecuentar.

Las chicas se encargaron de la comida. Hinata e Ino eran muy buenas, Ten Ten no era mala y Sakura era pésima. Casi me dio indigestión con la comida de la peli rosa.

Por la tarde, casi a la puesta del sol, y con todos en la casa, decidí surfear un rato. El agua fría y salada se sintió realmente bien al contacto con mi piel. Esa suave brisa que golpeaba mi rostro me hizo recordar muchas cosas. Las olas traídas por el mar eran perfectas. Nada mejor que eso.

Después de un rato decidí regresar a la orilla. Sakura estaba ahí con las piernas dobladas hacia arriba y la cabeza hundida entre sus rodillas. Su celular rosa estaba tirado a un lado de ella. Salí del agua, ella levantó tan sólo un poco la cabeza, me miró un par de segundos y volvió a su posición anterior. En su rostro pude visualizar lágrimas. Pase a un lado de ella sin siquiera voltear a mirarla. No era de mi incumbencia. Fui directo a la casa, dejé mi tabla parada junto a la pared en el pórtico, tomé una toalla que había dejado anteriormente ahí y entré a la casa. Se escuchaba mucho escándalo y yo no deseaba ser parte de él. Seguí derecho hacia las escaleras. Hinata venía bajando, en el quinto escalón nos topamos de lado.

Hay una peli rosa que no deja de llorar en la playa.

Seguí mi camino. Ella corrió directo a la salida.

Entré en mi habitación, busqué que ropa ponerme antes de meterme a bañar. Al llegar al baño que estaba en mi habitación me regresé. Me acerqué a la ventana, la cual daba directamente a la playa. Observé a la peli rosa ser abrazada por la Hyuga. Fui a tomar mi ducha.

Esa noche no bajé a cenar. Estaba cansado, fastidiado, decidí sólo dormir.

A la mañana siguiente, durante el desayuno, la peli rosa se veía, a mi parecer, bastante bien. Se movía alegre por el lugar, manteniendo una sonrisa agradable y mirada cálida, a pesar de que esta mostraba unos ojos hinchados. Charló durante todo el tiempo con todos (excepto conmigo, obviamente), le gritoneó a Naruto y lo goleó en repetidas ocasiones. Completamente normal.

Ese día decidimos ir a la ciudad, todos querían ir de compras, bueno quizás el Nara no, a pasear al parque de diversiones, conocer el Toscana, un restaurant de comida italiana y demás. Naruto iba de un lado para otro, al frente para hacer escándalo con los demás y a atrás para intentar convencerme de que no fuera un amargado y me uniera a todos. Por alguna extraña razón la chica Hyuga se veía muy triste, siendo que yo pensé que quizás a quien vería así sería a la peli rosa. La chica de ojos perla estaba más distraída de lo de costumbre, con los ojos levemente hinchados y un aura melancólica la rodeaba; Shino no se despegaba de ella, Kiba se alejaba y regresaba y su primo Hyuga a pesar de que caminaba tomado de la mano de Ten Ten no dejaba de mirarla. Llegamos al restaurant, la Hyuga en ningún momento volteó a ver a Naruto. Por un segundo la pregunta de ¿qué habrá sucedido? Asomó por mi cabeza. Rápidamente la deseché. Realmente ese no era asunto mío y ni siquiera me interesaba de verdad.

En el restaurant Naruto volvió a ser la nota, sobre todo con los meseros y cocineros, debido a lo glotón que fue. Todo el rato se la pasó hablando y comiendo al mismo tiempo, avergonzándonos a varios —se puede decir que a todos— y sacando de quicio a Sakura por su interminable y bobo acoso. Entonces me percaté sin mucho esfuerzo de por qué la chica Hyuga parecía más callada de lo normal. Ella ni siquiera quería voltear a donde Naruto se encontraba, a un lado de mí y Sakura, quedando en medio de nosotros. Mientras comía mi fetuccini no pude evitar concentrar la mirada en la Hyuga. Sinceramente me sacaba un poco de quicio su manera tan tímida de ser y como por culpa de su escaso valor en esos momentos estaba así, con aquella deprimente imagen. Hizo que me dieran ganas de gritarle "si no deseas ver eso actúa y deja tu estúpida timidez de lado". Al darme cuenta de lo que pensé y de la intensidad con que la estaba viendo, y como ella y los demás notaron aquello, decidí dar un último bocado a mi platillo para de inmediato salir a fumar un cigarrillo.

¿A dónde vas? —inquirió Naruto de inmediato.

Afuera, vuelvo enseguida —sus ojos se agrandaron casi con miedo—. No me voy a ir sin pagar la cuenta, idiota.

Más te vale —dijo sin descaro alguno con una enorme sonrisa.

Bastardo.

Salí hacia la acera con el pensamiento de irme y dejarlo ahí a ver como pagaba todo lo que se había comido sabiendo que no llevaba consigo ni un cinco puesto que yo lo había invitado a esas vacaciones, incluyendo todos y cada uno de sus gastos. Dejé salir una pequeña sonrisa, podría pagar por ver eso. Sacudí mentalmente la cabeza y fui hacia la otra acera, caminé hasta llegar a la esquina, di vuelta a la izquierda y entré a una tienda de veinticuatro horas. Compré una caja de cigarrillos y un encendedor y volví al restaurant. Encendí mi cigarrillo antes de cruzar la calle y cuando llegué a la acera la chica Hyuga salió por la puerta principal hablando por celular. Fui a recargarme a la pared de un lado del restaurant, donde este terminaba y había una tienda regalos. Inhalé el humo y me quité el cigarrillo de la boca. Ella era realmente hermosa. Sus ojos, su piel, su cuerpo, su rostro y su largo cabello eran perfectos. Pero su inseguridad era detestable. Se dio la vuelta para ir de regreso al interior del restaurant y no pudo evitar sonrojarse al darse cuenta que nuevamente la observaba con demasiada intensidad.

Si no fueses tan insegura él te notaría más.

Solté el humo arrojándoselo en la cara. Me acerqué sin querer hasta ella. La Hyuga tosió y yo no pude evitar reírme.

Él está enamorado de Sakura desde secundaria. No tengo ninguna oportunidad —su mirada se volvió más triste pero aun así mostró una suave sonrisa.

Eres hermosa y pareces ser una buena chica, y, ¿aun así dices que no tendrías oportunidad contra Sakura que es una escandalosa, gruñona y. ciertamente, no tan linda?

Abrió un poco la boca como no creyendo lo que le acababa de decir. Antes de que me pudiera contestar unos ojos jade sustituyeron a los perlas que estaban frente a mí. De un instante a otro sentí mi mejilla arder y de aquellos ojos jades lágrimas empezaron a caer. La Hyuga entró de nuevo en mi campo de visión. Sakura se apartó corriendo.

U-Uchiha-san.

Miré con gesto aburrido la huida de Sakura hacia no sé dónde y con ese mismo gesto regresé la vista hacia la Hyuga. Sus ojos estaban abiertos de par en par y parecía querer preguntar algo pero no decía nada.

Tssk —solté con fastidio. Le di otra calada a mi cigarrillo y después lo arroje al suelo— ¿Te piensas quedar ahí o entras conmigo? —de nuevo solté el humo en su cara.

La Hyuga echó al camino por el que Sakura fue y segundos después regresó la vista a mí. Abrí la puerta para que ella entrara primero. Lo dudo por un segundo y enseguida camino.

Quizás debería ir a ver cómo está —susurró—. Apenas ayer recibió una foto donde vieron a su novio con otra y ahora escucha esto… Debería volver y buscarla —retrocedió medio paso.

¿Cuántas de las veces que ha visto cómo te pones cuando Naruto la persigue ella se ha detenido a preguntarte cómo estás? Si la respuesta por lo menos es una entonces te recomiendo que corras a buscarla pero si no…

Su rostro se entristeció. Agachó la cabeza y siguió avanzando detrás de mí.

Al llegar a la mesa todas las miradas se dirigieron a nosotros. Tomé asiento sin voltear a ver a nadie. Realmente era un fastidio todo eso. Ni siquiera me interesaba convivir con ninguno de ellos, al único al que había invitado había sido a Naruto. Y por culpa de ese imbécil me tocaba soportar esos aburridos teatritos.

Hey Sasuke, ¿qué te pasó en la cara? —preguntó Naruto terminando de masticar un bocado de lasagna.

Hmp —negué levemente con la cabeza.

Hinata alzó la vista y después volvió a bajarla. La mirada de todos fue de ella a mí. Fruncí el entrecejo.

¿Y Sakura? —Ino alzó la voz lo suficiente como para que todo el restaurant la escuchara.

Me encogí de hombros.

E-ella se fue.

¿Se fue? —dijo Ino.

¿A dónde? —gritó Naruto.

Ahm —la cara de Hinata tomó un leve rosa.

¿Cómo diablos va a saberlo? Ella no lee el pensamiento —hablé con más fastidio.

Eso de salir con tantas personas no era para mí. A pesar de que con los años, tras la muerte de Itachi, había dejado de ser tan antisocial como antes no podía evitar sentir las ganas de apartarme de los demás y estar solo. Cuestiones de costumbre.

Alcé la mano tan sólo un poco para pedir la cuenta. Naruto dejó de comer y se levantó. Ino lo siguió. Neji se acercó a Hinata y le habló muy cerca y bajo. Pagué la cuenta y todos se pusieron de pie al mismo tiempo que yo. Ya afuera del restaurant todos parecieron no saber muy bien que hacer.

Iré de vuelta a la casa, ustedes pueden, turistear, por aquí —me di la vuelta—. Si se pierden sólo tomen un taxi.

Casi al cruzar la calle unos pasos apresurados se colocaron a un lado de mí. Miré de reojo. Hinata, tan tímida como sólo ella podía.

¿Puedo ir contigo?

Me encogí de hombros. Su gesto pasó de un sorprendido-asustado a un sorprendido-feliz. Sonrió y camino en silencio a mi lado.

¿Quieres ir algún lado?

No esperó mi repentina pregunta, volvió a sorprenderse.

Ahm, como tu desees está bien.

Clavé mi mirada en ella. Odiaba ese tipo de respuestas. Comenzó a ponerse nerviosa. Más nerviosa. Y aún más nerviosa.

Me gustaría comer un helado —dijo en un hilo de voz con las mejillas del carmín más fuerte que hubiese visto en una persona.

Hmp—solté burlándome de ella—. No comprendo por qué eres tan tímida —bajó la cabeza—. Cerca de aquí hay un pequeño zoológico, ahí venden unos helados realmente buenos.

Haz cambiado mucho, Uchiha-san, antes me dabas miedo —susurró.

La miré con una ceja alzada, ella abrió más los ojos.

No quise decir…

Relájate, no te estoy regañando.

Llegamos al zoológico sin mucha prisa. Todo el camino, a excepción de los primeros minutos, los recorrimos en silencio. Por lo menos para mí no fue incomodo, en realidad fue bastante bueno. Siendo acompañado más no fastidiado.

Sintió mi mirada y sonrió para mí. Le sonreí de regresó sin percatarme de ello, ella agrando la suya. Entramos y de inmediato fuimos hacia donde los helados. El local era atendido por un hombre mayor de unos casi sesenta años, el mismo que lo atendía desde que yo era pequeño. Él de hecho era el dueño.

¿De qué sabor quieres tu helado Hinata?

Mmm, de vainilla, me gustaría de vainilla.

Uno de vainilla para la señorita, ¿y a usted caballero?

Una botella de agua está bien.

Enseguida.

¿No comerás helado, Uchiha-san?

Realmente no me gustan las cosas dulces.

Pagué después de que nos entregaran nuestras cosas y fuimos a sentarnos a un banco de madera que estaba bajo un frondoso árbol.

¿Te gustaría ir a ver a los animales ya que estamos aquí?

Asintió con una sonrisa, sus labios tenían un poco de helado de vainilla.

¿Hay pingüinos en este zoológico?

No lo sé, pero hay una exposición de reptiles que parece buena —apunté hacia un cartelón— ¿No te gustan los reptiles? —alcé una ceja.

Está bien por mí —ladeó la cabeza— ¿Crees que haya cocodrilos?

Eso estaría bien.

Cuando Hinata terminó su helado fuimos hacia el salón donde se encontraba la exposición. Lastimosamente no había cocodrilos. Vimos una gran variedad de serpientes, camaleones, iguanas. Después de ahí pasamos a la pequeña granja. Hinata, de manera sutil, apoyándose de sus expresiones tímidas, consiguió hacer que yo también alimentara a un par de becerros y ordeñara a una vaca. Después de ahí fuimos a ver a los hipopótamos, los cuales apestaban de una manera increíble, a las jirafas, leones, osos, mandriles, gorilas, garzas, y demás animales.

Hinata poco a poco fue logrando entablar una mejor comunicación conmigo y de pronto hablar con ella resultó ser bastante fácil y cómodo. Hicimos el recorrido tan lento que cuando terminamos la tarde empezaba a querer caer. Como el zoológico estaba cerca de la playa decidí que fuéramos hacia allá. Fuimos hacia uno de los muelles y pronto me senté en la orilla de este. Hinata me imitó y se colocó a un lado de mí.

El ocaso llegó pronto. La hermosura de ese acto era algo que me gustaba mucho contemplar, fuese en el lugar que fuese, pero sobre todo en lugares como ese.

Es hermoso —dijo Hinata con la mirada clavada en el horizonte, justo en el momento en el que el sol parecía escabullirse dentro del mar.

Lo es.

Cuando la noche cayó el cielo se llenó de tantas estrellas que no hizo falta que la luna saliera esa noche. Volvimos a casa caminando en un cómodo silencio. Como la noche había refrescado le presté a Hinata mi camisa negra de cuadros, quedándome sólo con la blanca que llevaba debajo. Al principio ella no quiso aceptarla pero no fue como que le diera opción. Al no ser de manga larga se la colocó sólo encima de los hombros, de manera que pudiera cubrirle los brazos.

Al llegar a la casa nos detuvimos en el pórtico, casi por inercia.

Hoy me la pase muy bien, fue muy divertido.

Le sonreí.

Apuesto a que no pensaste que podría ser así.

Ella sonrió abiertamente y negó con la cabeza.

No juzgo las apariencias, Uchiha-san.

Puedes dejar de llamarme Uchiha, yo ya he dejado de llamarte Hyuga.

Se sonrojó un poco pero asintió. Miré hacia la playa.

¿Ya quieres ir a dormir?

Ahm, no.

Yo iré a la playa, estaré ahí un rato por si te apetece ir… Tu presencia no me incomoda.

Di la media vuelta encaminándome hacia la playa y ella inmediatamente me siguió. Se colocó a mi lado y caminó junto a mí.

Nos tiramos en la arena, donde la marea no nos alcanzara.

Eres una buena chica, tal y como te dije esta tarde —Hinata sonrió manteniendo la vista al frente—. En realidad ya no eres tan tímida como antes —entonces si volteó a verme— ¿Por qué no eres así con Naruto?

No-no puedo —se sonrojó.

Incluso con sólo pensar en él te pones de esa manera —reí—. Eres algo boba.

Perdón —susurró.

La miré extrañado, normalmente después de un insulto, por más pequeño que este sea, las personas tienden a contestar con un insulto o un reproche, no con una disculpa.

Es "idiota", no "perdón" —su cara de confusión no pudo más que hacerme poner los ojos en blanco—. Que tu respuesta debió ser "idiota" y no "perdón". Uno no se disculpa cuando es insultado.

Lo siento —volvió a susurrar poniéndose roja. El resto de su piel resaltaba blanca y sus ojos parecían brillar.

Negué con la cabeza y volví a reírme de ella.

No necesitas mucho para conquistar un corazón.

El reflejo de las estrellas en su mirada fue algo hermoso, su sonrojo no dejó de parecerme tonto pero a la vez lindo.

Yo…

Sasuke.

Ambos giramos la cabeza al escuchar la voz de Naruto.

Por aquel entonces no sabía, no tenía ni una mínima idea, de cuán diferente iba a ser mi vida al comenzar a abrirme poco a poco a los demás. A pesar de como terminaron las cosas nunca podré dejar de agradecerle por ello a Hinata.