CAPITULO 1
La oscuridad y el silencio prevalecían, solo se podía escuchar una agitada respiración y leves sollozos en el eco de una inmensa y gélida cámara. Repentinamente una tenue llama verde se encendió; descubriendo en el suelo la figura de una mujer joven y atlética bañada en sudor, que se contraía hasta el centro de su cuerpo en posición fetal. Sus ojos azules perdidos en el infinito reflejaban un profundo miedo.
La llama ardió con más intensidad por un momento, llenando la cámara con un destello de luz verdusca. Por ese breve instante las paredes reflejaron la sombra de infinidad de figuras humanoides moviéndose con lentitud.
– ¡Aléjense! –dijo la joven morena desde el suelo con apenas un susurro de voz, aferrándose a una pequeña caja de madera que abrazaba contra su cuerpo. La llama se extinguió regresando a la completa oscuridad.
– ¡Por favor! –suplicó con un temblor en la garganta mientras cerraba los ojos.
–Jjjrrrhhhjjj –En la completa oscuridad comenzó aquel ruido, que provenía de la pequeña caja de madera. Aquel extraño y macabro sonido era la combinación de tenues susurros entrecortados y la interferencia común de una radio.
– ¡Aaahhh! –gritó con horror la musculosa joven exhalando una cantidad inmensa de fuego que cubrió la cámara por completo, dejando ver con más claridad los cientos de oscuras figuras humanoides acechantes, que en ese instante se abalanzaron con rapidez sobre de ella.
– ¡Jjjrrrhhhjjjrrrhhh! –Se intensifico el ruido.
La joven abrió los ojos para ver el fuego terminar de extinguirse en lo alto de la cámara, mientras las sombras la cubrían en la total oscuridad.
– ¡Aaaaaahhhhhh! –gritó por última vez.
Una intensa luz azulada se encendió en los ojos del Avatar.
¡Korra! –Se escucho a lo lejos – ¡Korra despierta! –dijo exaltadamente la voz de una mujer.
¡Aaaahhhh! –Seguía gritando Korra ahora despierta, mientras la luz azulada salía de su garganta y ojos, y su cuerpo bañado en sudor levitaba completamente rígido.
– ¡Todo está bien! ¡Aquí estoy! –dijo Asami con voz queda, mientras bajaba al suelo el cuerpo del Avatar, que seguía suspendido en el aire.
Korra respiraba agitadamente, el ritmo bajaba mientras recuperaba el sentido de la realidad. Sus ojos que ya no emitían luz se toparon con los de Asami. La hermosa joven de ojos esmeralda estaba sentada a un lado de ella mirándola expectante, Asami sonrió y retiro el revuelto cabello de la frente de Korra.
– ¿Que sucedió? –preguntó Korra respirando ahora con normalidad.
–Tuviste un mal sueño, creo –respondió Asami, mientras la ayudaba a incorporarse.
Korra miró a su alrededor, una hoguera casi extinta, un par de mochilas, una tetera, una olla, los sacos de dormir y la Satoneta eran la plenitud de su campamento en medio del bosque, eso y la radio portátil de Asami; un pequeño cubo tallado en madera del que Korra no se separaba.
–No recuerdo que sucedió –confesó Korra un tanto triste mirando el fuego casi extinto de la fogata.
–Solo fue un mal sueño Korra –dijo Asami mientras tomaba la mano del Avatar entre las suyas y agregó –supongo que cuando el Avatar tiene pesadillas cosas como estas pasan.
Korra que tenía la mirada perdida, puso atención a la joven al sentir el tacto en la mano.
–Tal vez deberías dejar de cenar tanto –se burló risueña la joven ingeniera, mientras le pellizcaba la piel del fornido abdomen.
– ¡Hahaha! –rió Korra ahora más relajada. – ¡Necesito mantener estos! –agregó, mientras levantaba ambos brazos mostrando sus músculos.
–Deberíamos intentar dormir, mañana nos espera un día largo –dijo Asami riéndose de Korra y su egocentrismo deliberado.
Cuando terminó de reír salió de su saco de dormir y se metió en el saco de Korra, desplazándola a empujoncitos, a su vez Korra hizo espacio.
Asami se recostó en el hombro de Korra y la abrazó por la cintura.
Korra cerró el saco, hecho el brazo por encima de Asami y se dispuso a dormir bajo el cielo estrellado de aquel claro del bosque. Intentaría olvidar momentáneamente su preocupación por la pesadilla que no lograba recordar y que la había hecho entrar en estado Avatar.
A una distancia prudente entre los arbustos un par de ojos cautelosos miraban la escena con atención, cuando el Avatar y su acompañante se recostaron, aquella mirada sigilosa desapareció en la nada.
· · ·
El fresco de la madrugada entraba por la ventana que daba a las oficinas de la jefatura. Bajo la luz de una lamparita de mesa, Mako miraba con detenimiento fotografías del caso que estaba tratando de resolver desde hacía más de dos meses.
Las pequeñas fotografías color sepia, mostraban los cuerpos sin vida de diversas personas encontradas en distintos lugares de Ciudad Republica. Diez y ocho ciudadanos habían sido encontrados hasta la hora, no había pistas del agresor. Las escenas de todos y cada uno de los crímenes, hacían parecer que las víctimas habían luchado inclementes contra la nada antes de morir.
No había señales de que las cerraduras o ventanas hubieran sido violadas, no había huellas ni indicios de robo. Solo la marca que el agresor dejaba en sus víctimas, una gran mancha de sangre que comenzaba en la frente y terminaba en el ombligo, dejando un rastro que parecía hecho con la palma de la mano.
Mako no podía encontrar pistas que lo llevaran al asesino, pero sabía que esta serie de asesinatos eran parte de algo más grande.
La naturaleza de las víctimas no podía revelar nada particular que las vinculara con el crimen organizado, ni que las expusiera como personas problemáticas, todas las víctimas eran ciudadanos comunes, mujeres y hombres de diversas edades, nada especial los identificaba ni los hacía parecer de un mismo grupo, a acepción de que todos eran Maestros. Algunos de fuego, otros de tierra y varios más de agua, solo uno de ellos era maestro aire, pero no practicaba control pues era ya un hombre anciano cuando la habilidad se le presentó.
Se recostó un segundo sobre el respaldo de su silla y cerró los ojos, estaba cansado, pero aquel caso lo consumía por completo; además la jefa Beifong esperaba avances de la investigación. No quería decepcionarla, pues era ella quien le había concedido el puesto de inspector ahora que ya no era guardaespaldas del príncipe Wu.
Tras estos persecutorios pensamientos Mako dormitó en el respaldo unos momentos, hasta que el teléfono se dispuso a sonar con un chirriante timbre.
–Jefatura de policía –contestó con seriedad.
–Inspector encontramos otro con la marca, en el puerto –dijo una voz masculina al teléfono.
–Voy para allá –dijo Mako antes de colgar el teléfono.
Tomó su chaqueta y salió apresurado de la jefatura.
· · ·
La radio se encendió, las manecillas del reloj marcaban casi las ocho de la mañana, el pequeño aparato portátil de Asami las ayudaba a levantarse todos los días cuando estaban en el camino.
Como siempre la primera en despertar fue la joven ingeniera, que lucho por salir del abrazo del Avatar.
–Hora de levantarse Korra –dijo Asami mientras se arreglaba el cabello.
Korra abrió los ojos con dificultad, miro a Asami por un segundo y luego volvió a dormirse.
Asami ya estaba acostumbrada a luchar contra el Avatar cada mañana al despertar. Pero hoy al verla volver a dormirse tan plácidamente, decidió dejarla un poco más.
En las últimas semanas Korra había tenido dificultad para conciliar el sueño por las noches, como siempre, tenía mucho de qué preocuparse.
Ciudad Republica era un desastre, después del ataque de Kuvira la ciudad estaba en ruinas y todos esperaban que Korra mágicamente resolviera todo; desde la reconstrucción de la ciudad hasta la delincuencia que se había desatado gracias a la destrucción de gran parte de los comercios y establecimientos.
La ciudad estaba en depresión, el trabajo honesto era escaso y la gente pasaba hambre. Asami, al igual que los demás, pensó que sería una situación relativamente pasajera, pero nadie contaba con el agresivo escape de Kuvira.
Meses atrás, después del ataque y de su inesperada rendición, ella había sido juzgada y declarada culpable por infinidad de crímenes contra la humanidad. Parecía que todo en el reino Tierra iría bien y con ello pronto la economía se equilibraría. Fue el día en que se dicto sentencia que los Dai Li, ahora al servicio de Kuvira aparecieron en el pleno del juicio ayudándola a escapar.
Una terrible batalla sin cuartel se había desatado y ni la jefa Beifong había salido bien librada. Asami sabía de primera mano que Korra se sentía realmente culpable, no estuvo ahí para detener a Kuvira porque estaba vacacionando en el mundo espiritual con ella. Ambas habían disfrutado mucho el viaje y fue ahí donde afianzaron su relación, pero ahora todo estaba de cabeza.
Al final Kuvira se convirtió en la líder suprema de la Nación Tierra y no había nada que se pudiera hacer sin tener que comenzar otra guerra. No sería el Avatar quien causaría el dolor y la devastación al mundo que trataba de equilibrar.
A la joven ingeniera se le erizaba la piel solo recordarlo, aquella mujer había asesinado a su padre y realizo un gran esfuerzo por destruir a Korra; ahora estaba libre, viviendo en la dictadura perfecta, glorificada como la gran unificadora, sin que nadie incluyendo al Avatar pudiera hacer nada.
Como si no fuera suficiente todo el asunto de la posguerra, Asami recordó el motivo de su pequeño viaje de investigación: Korra había sido convocada en dos poblados cercanos a ciudad republica para investigar las extrañas muertes de dos maestros tierra, que para poca sorpresa de ambas llevaban La Marca. La investigación había sido poco fructífera, tenían en sus manos circunstancias similares a los asesinatos de la ciudad.
Con el estomago ahora revuelto por tales pensamientos, se dispuso a levantar el campamento, puso la tetera sobre las brazas que aun seguían encendidas y prendió la radio. La música le ayudaba a relajarse, por suerte Los Megáfonos de Oro, la orquesta del Swing más popular de Ciudad Republica, estaba transmitiendo algunas de sus piezas más conocidas.
– ¡Fffsshhhhhh! –Silbó la tetera y entonces Korra despertó, dando un gran bostezo y estirando los brazos con fuerza.
– ¿Qué hora es? –preguntó sonriendo flojamente a la joven de pelo negro que se encontraba sujetando las mochilas a la Satoneta.
–Las nueve de la mañana –respondió Asami calmadamente, sirviendo el té en una taza de metal.
– ¡Queee! –Se sorprendió Korra levantándose de golpe. – ¡Voy a llegar tarde otra vez! –gritó mientras se aplastaba las mejillas con las palmas de las manos.
–Toma un poco de té –le ofreció Asami, mientras veía a Korra moverse para todos lados recogiendo sus cosas.
Korra tomó la taza y la bebió de un sorbo, para luego escupir la mitad.
– ¡Esta caliente! –dijo mientras abría la boca para dejar salir el vapor.
Asami volteo la vista al cielo y suspiro. Subió a la Satoneta y la prendió acelerando el motor. Korra tomó su mochila mal hecha, corrió y saltó a la parte de atrás del vehículo de dos ruedas, se abrazó de Asami y esta acelero con fuerza.
· · ·
Tenzin miraba la puerta con impaciencia, la junta del nuevo consejo estaba a punto de comenzar y Korra no daba señales. Era la tercera vez en el mes que se retrasaba.
Las juntas, que se habían reanudado tras el ataque de Kuvira, estaban programadas para inicio de semana y cada vez se tornaban más intensas, no se sabía ya ni que temas eran de mayor importancia para discutir.
El maestro aire conocía bien los pensamientos de Korra. Para ella la acción siempre había sido más útil que las palabras y Tenzin pensaba que esta vez tenía razón, seguir discutiendo de cómo arreglar las cosas en Ciudad Republica no estaba llevándolos a nada.
Sin embargo era el deber de ambos asistir a todas las juntas y mantenerse informados de los acontecimientos.
El consejo se había reinstaurado dada la cantidad de problemas por resolver en la ciudad, que sobrepasaban la capacidad de Raiko como presidente de la Republica Unida de Naciones. Ahora los concejales estaban ahí para proponer soluciones en las diversas problemáticas de la ciudad, aunque el poder ejecutivo lo seguía reteniendo Raiko.
En esta nueva modalidad las reuniones eran públicas, maestros y no maestros fuera del consejo estaban invitados a asistir, mayormente acudían nobles, empresarios, banqueros y mercaderes, interesados en las resoluciones económicas. Con motivo de hacer la información pública la prensa también estaba invitada y las sesiones eran radiotransmitidas.
–Concejal Tenzin, la reunión está por comenzar –dijo haciendo una reverencia un monje del templo del aire que asistía a Tenzin en sus labores. Tenzin contestó de igual manera, dio un último vistazo a la entrada principal y se dispuso a caminar hacia el aula del consejo, deseando que Korra apareciera en cualquier momento.
La reunión comenzó con tranquilidad, aun cuando los concejales de Tierra y Fuego notaron con desagrado la ausencia del Avatar. Esta reunión en particular era de gran importancia, la jefa de policía Beifong presentaría una solicitud para adquirir nuevos equipos para la policía de Metal Control. Con la delincuencia creciente la policía no se daba abasto. Sin mencionar que se encontraban totalmente indefensos en caso de un posible ataque de la Nación Tierra de Kuvira.
Aunque La Gran Unificadora había cambiado de parecer con su ambición de conquista mundial y había hecho burocráticos tratados de paz con todas las naciones, nadie se fiaba de Kuvira después de lo sucedido en Ciudad Republica.
Tenzin escuchaba con atención las peticiones de Lin. Las semanas previas ambos habían trabajado en aquella iniciativa, con la esperanza de obtener recursos para la supervivencia de la policía. Ambos sabían que la situación no se podía sostener más tiempo; aunque la nueva nación de maestros aire y la policía habían estado trabajando en conjunto, no podían resolver los asuntos de seguridad más importantes, como los extraños asesinatos en serie que se habían presentado desde hacía algunos meses.
–No es posible, Jefa Beifong –dijo el maestro de moneda Ten Baeling contestando a la petición de Lin. –El presupuesto que propone no es ni medianamente costeable, tendrá que realizar una rebaja del capital de por lo menos el cuarenta por ciento –apuntó el hombre de mediana edad y baja estatura, que tenía la mitad del cabello cano y un fino bigote.
Lin estaba enfurecida, aquel hombrecillo le sonreía condescendientemente, mientras rayaba bruscamente la mayoría de las propuestas por escrito del plan de la jefatura.
– ¡Usted no puede negar a mis hombres el equipo necesario para reinstaurar el orden en la ciudad! –Dijo Lin levantándose repentinamente de su lugar –Ellos arriesgan sus vidas cada día para mantener a salvo a todos los ciudadanos –concluyó exaltadamente, apoyando con fuerza ambas manos en la mesa.
–Por más que me gustaría ayudarla, me encuentro maniatado, el comercio está detenido, la moneda no fluctúa, las arcas de la republica están por agotarse y hemos adquirido deudas con la Nación del Fuego –refutó con tranquilidad el maestro de moneda, hablando a todo el consejo y a los presentes. –Usted y sus hombres tendrán que resistir como han hecho hasta ahora –se dirigió a Lin, mirándola con seriedad.
Raiko asintió con la cabeza aprobando las palabras del maestro de moneda.
– ¡Usted es un…! –Comenzó Lin.
–Le recuerdo jefa Beifong que nos encontramos en una situación precaria, y todos tenemos que dar nuestro mejor esfuerzo –la interrumpió el concejal Tierra, del que la mayoría no se fiaba dadas las circunstancias.
Tenzin sabía que la situación pronto iba a empeorar, estaba a punto de intervenir cuando escucho a lo lejos el sonido de un motor acercándose.
Las enormes puertas del parlamento se abrieron de par en par con una ráfaga de viento.
– ¡Yo creo que los hombres de nuestras fuerzas policiales ya dan su mejor esfuerzo! –Dijo Korra avanzando por el centro del aula con Asami a su lado, y agregó –pero necesitan nuestra ayuda para poder continuar con su labor.
Los murmullos comenzaron en el aula.
–Me da gusto que decidiera acompañarnos Avatar Korra –dijo el vicepresidente Yon Fei con sarcasmo, un atractivo joven de facciones finas, que llevaba el oscuro cabello completamente rapado de un solo lado; recientemente había ascendido al cargo por "recomendación" de la cámara de empresarios. – ¡Señorita Sato! –Asintió sonriendo, mirando fijamente a la heredera –entonces… ¿cuál es su propuesta Avatar Korra? –terminó aun mirando a Asami.
–Creo que deberíamos hacer un concurso –dijo Korra con seguridad mientras en el pleno se escuchaban murmullos y alboroto.
– ¿Un concurso de qué? –preguntó Raiko mirando con descontento a Korra.
–Las grandes industrias de Ciudad Republica están detenidas, tenemos que ponerlas a trabajar para que la economía comience a fluir. Yo propongo que para llevar a cabo la iniciativa de la Jefatura se realice un concurso, donde los empresarios de la ciudad puedan competir por el contrato, proponiendo ideas para economizar los costos de producción e innovar los elementos de la policía –contestó Korra hablando con voz firme a todo el consejo y los presentes.
El parlamento era un mar de murmullos, Yon Fei pidió silencio haciendo sonar una pequeña esfera de madera contra la mesa.
– ¿Y quién pagaría la producción de esta iniciativa? –preguntó tajantemente Baeling, mirando a Korra inquisitivamente.
–Desde luego tendrá que salir del bolsillo de Ciudad Republica –dijo Korra.
– ¡No se puede costear! –afirmó perdiendo la calma el maestro de moneda Baeling.
–Pero no sabemos con exactitud cuánto podría costar, ¿cómo saber si no se puede costear? ¡Ese es el punto de hacer el concurso! –Se exalto Korra.
Lin ahora más calmada miraba con atención al Avatar.
–Supongamos Avatar Korra que hacemos este concurso y el costo de producción es del cincuenta por ciento menos de lo ahora previsto –dijo Yon Fei en tono condescendiente y agregó – ¿Qué empresario querría tomar un contrato subsidiado que no va a dejar ninguna utilidad a su empresa? – preguntó confuso.
Los presentes comenzaron a hablar, algunos rieron otros maldijeron, el desorden en el aula se hizo presente. Se podía apreciar un aura de descontento entre los empresarios y los nobles asistentes.
La pequeña esfera de madera del joven vicepresidente choco contra la mesa un par de veces, pidiendo silencio sin que nadie lo tomara en cuenta.
– ¡Yo voy a concursar! –Soltó Asami con tal fuerza que todos los asistentes guardaron silencio, poniendo su atención en la joven heredera.
–Explíquese señorita Sato. –Pidió la concejal de la Nación del Fuego tranquilamente.
–Es verdad que la crisis económica está más allá de lo que podemos resolver próximamente; mis fabricas están totalmente detenidas desde hace ya más de tres semanas, no puedo pagar a mis obreros y estoy al borde de un despido masivo, no puedo producir nada porque no hay quien lo compre; pero creo que si no damos pasos para que la economía fluctué y los obreros de nuestras fabricas tengan trabajo y con ello poder económico para alimentar a sus familias, no podremos salir del estanque –dijo firmemente la heredera de Industrias Futuro. –Por eso es que voy a concursar por el contrato, incluso a sabiendas de que no tendré utilidades –concluyó mirando a los empresarios y comerciantes presentes, que la contemplaban desde sus lugares.
El silencio se prolongo unos segundos.
– ¡Yo también concurso! –Dijo uno de los empresarios levantándose con energía de su lugar.
– ¡Y yo! –Se levanto otro, mirando a Asami.
Tres empresarios más levantaron el brazo a favor de la propuesta.
Una nueva ola de murmullos incontrolables inundo el aula, las cámaras de la prensa comenzaron a soltar disparos llenando de luces y humo el ambiente.
Tenzin se relajo por fin, no habían tenido una sola victoria desde hacía más de un mes, y la propuesta de Korra, seguramente proveniente de Asami; era una solución activa al problema de la Jefatura.
Korra que estaba bajo la agresiva mira del presidente y el vicepresidente, saltó haciendo un gesto de victoria, que fue a su vez observado por Lin, quien contemplaba a la joven morena con agradecimiento y una media sonrisa.
· · ·
La habitación oscura por la falta de ventanas, era tenuemente iluminada por la luz de una lámpara de escritorio. Los elegantes muebles finamente tallados en madera con detalles en piel verdusca, llenaban la habitación haciéndola lucir acogedora. En la sombra y a un lado del escritorio se encontraba una pintura a medio terminar acomodada sobre un caballete.
La silueta de una mujer de pie se proyectaba en un gigantesco mapa que cubría la pared detrás del escritorio.
–Queda aprobada la iniciativa propuesta por el Avatar Korra, respecto a los concursos para la celebración de contratos subsidiados con la Republica Unida de Naciones, en coincidencia con los acuerdos de libre comercio de la sección 22 del reglamento de comercialización de las industrias privadas. –Se escucho por la radio la voz de un hombre, seguido de esto se escucharon tres golpes que daban por terminada la sesión del consejo en Ciudad Republica.
La impecablemente uniformada mujer se acerco a la mesita donde la radio se encontraba, giro la perilla y la apagó, quedando en completo silencio. Se dirigió hacia su escritorio y tomó el teléfono.
–A lugar el movimiento quince –dijo con tranquilidad Kuvira, para luego colgar el teléfono y dirigirse hacia el centro de la habitación.
Una vibración comenzó a sentirse en la habitación, para luego volverse un temblor algo más fuerte, el librero apostado a un lado del mapa se movió haciendo caer algunos objetos, la pintura resbaló del caballete, al igual que la lámpara que cayó sobre el escritorio. Tras unos momentos de movimiento sísmico todo paró repentinamente.
Kuvira se posicionó para dar un fuerte pisotón en el suelo liberado su habilidad de sonar sísmico. A través de las vibraciones inspeccionó su entorno.
El bunker donde se encontraba estaba kilómetros bajo tierra, una infinidad de túneles que ascendían a distintas cámaras se desplegaban a la redonda hasta llegar a la superficie.
En el túnel más lejano se encontraba la maquinaria especial de construcción, que acababa de soltar un disparo en el subsuelo, haciendo un nuevo túnel rudimentario, en el que rápidamente introdujeron maquinaria pesada con gigantescos taladros.
Kuvira terminó su inspección con el sonar sísmico. Se aproximó al escritorio y levantó la lámpara, luego tomó el cuadro del suelo.
Se quedo mirando la pintura con detenimiento y suspiró.
La imagen a medio terminar, mostraba el retrato de una joven morena de ojos azules y amplia sonrisa.
Kuvira sonrió ligeramente al toparse con la cálida mirada del Avatar. Dejó el cuadro en el caballete, y se dirigió hacia una robusta puerta tallada en madera.
Afuera en el túnel todo era de metal finamente pulido, una cuadrilla de Dai Li con novedosas armaduras metal escoltaba a Kuvira. En los corredores los soldados la saludaban poniéndose en posición de firmes, todos parecían dirigirse hacia algún lugar con prisa.
La Gran Unificadora llegó hasta la zona de elevadores. Ahí sus generales la esperaban, reverenciándola al verla llegar.
– ¡Informe! –Demandó tajantemente Kuvira y abordó el gran elevador. Las puertas se cerraron elevándola hasta el ex palacio de la Reina Tierra en la ciudad de Ba Sing Se.
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La mayoría de las calles en el centro de la ciudad seguían destruidas, entre raíces espirituales y escombro de construcciones derruidas no había paso para que los Satomoviles circularan, solo las Satonetas eran aptas para aquellas vías.
Bolín lo sabía bien, tenía tres meses trabajando como parte de la brigada policial que se encargaba de patrullar las calles en Satonetas Oficiales. Últimamente se había convertido en un trabajo de riesgo extremo, los mafiosos y pandilleros estaban a punto de la anarquía total. Pero Bolín tenía experiencia con los trabajos de riesgo, o eso pensó cuando se enlisto con la Jefa Beifong.
– ¡A todas las unidades: Tenemos un cuatro treinta y tres circulando por la quinta! –Se escucho desde la radio de la Satoneta.
Bolín que se encontraba tomando el almuerzo en un pequeño puesto en el mercado, se metió el resto de su empanada de banana a la boca, tomó un largo sorbo de té y salió a gran velocidad encendiendo la sirena.
–Mmm ¿el cuatro treinta y tres era un enjambre de Arañabejas sin control? O ¿Un sospechoso circulando a gran velocidad? –preguntó con duda a Pabú que se asomaba desde su pecho a través de una ranura de la chaqueta policial.
Poco antes de llegar a la quinta avenida vio pasar a gran velocidad un Satomovil destartalado que tenía problemas para mantener la estabilidad. Bolín tomó el transmisor de la radio policial.
–Unidad veintisiete en proceso del cuatro treinta y tres. Necesito apoyo aéreo –cortó la transmisión.
–Unidad aérea seis en proceso del cuatro treinta tres –se escucho por la radio.
– ¡Perfecto Kai no los pierdas de vista! –dijo Bolín por el radiotransmisor, dando la vuelta en una callejuela antes de la avenida.
– ¡Cuatro treinta y tres cambio de dirección con rumbo a la Cuarta y Tingfong! –corrigió Kai desde las alturas.
– ¡En proceso! –contestó acelerando al llegar a una curva, mientras levantaba una rampa de piedra que pasaba por arriba de los toldos de los comercios.
La rampa de piedra se extendía por donde este pasaba y regresaba a su sitio justo por detrás de la llanta trasera, llevándolo por arriba de los negocios donde no había obstáculos.
La habilidad que Bolin había adquirido en los últimos meses para cambiar la vía por donde circulaba con su Satoneta se había vuelto impresionante. Se necesitaba tener un control muy exacto de cuándo y en donde mover la tierra para coincidir con la velocidad con la que circulaba la unidad de dos ruedas.
Al llegar al final de la cuadra Bolín voló unos cuantos metros haciendo otra rampa para aterrizar. Al tocar tierra firme en la cuarta avenida giro velozmente antes de detenerse, levantó ambos brazos empuñados erigiendo un muro de piedra que bloqueaba el paso al Satomovil sospechoso, que frenó derrapando sin tener éxito antes de impactarse contra el muro de piedra.
El estrepitoso ruido hizo salir a los comerciantes de sus negocios.
Bolín bajó de la Satoneta y caminó hacia el Satomovil.
–Se terminó el recorrido. Bajen con las manos en alto –ordenó disminuyendo el muro de piedra.
Del Satomovil destrozado salieron con dificultad tres individuos desorientados que intentaron atacar a Bolín.
El primero uso agua control lanzando un chorro de agua que pretendía derribarlo. Bolín se cubrió con dos pedazos de escombro y haciendo un ligero movimiento de pie, levanto una columna diagonal que golpeo en el pecho del agresor dejándolo fuera de combate.
Inoportunamente, el segundo ataco con una llamarada mal hecha y antes de que pudiera lanzar otro ataque Kai apareció, cayendo de pie en los hombros del maestro fuego dejándolo inconsciente.
El tercero se rindió al escuchar al resto de las patrullas acercándose, la unidad de transporte de prisioneros de la Policía de Metal se hacía presente para encarcelar a los delincuentes, que habían robado en el muelle un cargamento de pescado.
– ¡Buena atrapada! –dijo Kai chocando puños con Bolín.
El joven maestro aire era ahora de la misma estatura que Bolín y un tanto más robusto de lo que solía ser.
– ¡Lo sé amigo, hoy tenemos el fuego! –dijo Bolín con entusiasmo antes de ser interrumpido por un conjunto de radios sonando al unísono.
–A todas las unidades: Siete cuarenta desarrollándose en el mercado Tong Shao. –Se escuchó en las radios de todos los oficiales.
– ¿Vendrás a la cena de esta noche? –preguntó Kai corriendo, tomando impulso para echarse a volar.
– ¡No podría perdérmela, avisa a Opal de mi parte! –grito Bolín, mirando a Kai elevarse mientras encendía la Satoneta.
–Unidad veintisiete en dirección al siniestro –dijo por la radio antes de acelerar.
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En el templo del Aire todo transcurría tranquilamente, Korra se había relajado por fin después de darse un baño y esperaba recostada en la cama de su antigua habitación en el templo, aunque era una habitación pequeña y modesta Korra se sentía en casa.
La reunión del consejo de unos días atrás, había salido mejor de lo que esperaba, habían tenido una victoria al fin.
Ahora Asami y ella esperaban la cena, todos se reunirían para hablar de los siguientes pasos a dar en las reuniones del consejo. Pero lo más importante a tratar era el asunto de los asesinatos en serie del que nadie tenía ni una pista.
– ¿En qué piensas? –preguntó Asami desde el baño al salir de la regadera.
–En la marca –dijo Korra que estaba tirada en la cama mirando el techo con tranquilidad –aún no sabemos nada, nuestra investigación fue un completo fracaso –expresó la joven que vestía solo ropa interior blanca y una blusa sin mangas. –Tenzin me informó de otros dos asesinatos, el último fue ayer.
–Esto es excesivo –expresó Asami con preocupación, saliendo del cuarto de baño con su bata de seda negra –lo único cierto que sabemos es que el asesino busca maestros –señaló abriendo su mochila de viaje para sacar una bolsa pequeña donde guardaba sus cosméticos. Acto seguido se dirigió hacia un pequeño y modesto tocador con espejo, se sentó en un antiguo taburete de madera y comenzó a pintarse los ojos.
Korra giro en la cama mostrando su atlética figura, volcando su atención sobre Asami, disfrutaba ver la delicadeza con que la joven de ojos esmeralda se maquillaba. Asami era una mujer hermosa y sabía sacar provecho de ello cuando se arreglaba.
–Tenemos que seguir buscando, el asesino tendrá que cometer algún error tarde o temprano –concluyó Asami terminando de recoger su cabello en el hermoso peinado que solía llevar.
Korra miró el delicado cuello de Asami, se levantó de la cama y se dirigió sigilosamente hacia el tocador. Asami la miraba con cautela a través del espejo mientras se ponía labial color vino, sonrió al sentir los labios de Korra en su cuello y cerró los ojos por un instante.
Sus besos eran delicados al principio, al igual que la tibia respiración que Asami sentía en la nuca, conforme bajaba por su espalda se volvían más intensos. La seda de la bata resbaló por sus hombros, abrió los ojos, buscaba la imagen de su amante reflejada en el espejo.
Korra, que ahora le besaba el hombro, la miro con ímpetu y sonrío maliciosamente.
Asami regresó la sonrisa y giró el cuerpo con sutileza para quedar de frente a la morena, que con la respiración agitada, llenó de besos el recorrido hasta encontrarse con los prominentes y blanquecinos pechos.
Entre sus piernas y de rodillas frente a ella, Korra besó con voracidad el delineado abdomen de la joven, aumentando el frenesí.
Asami acaricio el suave y corto cabello de Korra, retirándolo de su frente. Repentinamente arqueo su espalda, sintiendo aquel liquido calor en su centro, gimió con mesura, en un sonido solo audible para Korra, que se aferraba de la cintura de Asami, besando con intensidad el centro libídine de la joven de piel blanca.
La joven heredera sumergida en una ola de placer, aprisionó el cabello de Korra entre sus dedos.
Fue entonces que sintieron una ligera ráfaga de viento al abrirse la puerta de la habitación y Korra recordó con horror el cerrojo que no puso.
Al tiempo las dos miraron hacia la puerta, encontrándose con una avergonzada y sonrojada Phema.
Asami cerró las piernas de golpe cubriéndose el torso con la bata a medio poner. Korra sumamente avergonzada se cubrió la húmeda boca con la palma de la mano.
–La cena esta lista… –dijo en apenas un susurro Phema, luego se dio la vuelta como un Meca Tanque y se alejo apresuradamente.
El aire sopló una vez más, la puerta rechinaba con el movimiento. Pasmadas guardaron silencio un segundo. Asami reaccionó por fin levantándose del taburete mientras se ponía la bata, cerró la puerta, puso el cerrojo y se quedo ahí, recargando la frente contra la madera tallada de la puerta, totalmente avergonzada.
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El último ferri de la noche que viajaba al Templo del Aire había zarpado en tiempo, Lin esperaba en la cubierta mirando las luces de la ciudad reflejadas en el agua; aunque la ciudad ya no era lo que había sido tiempo atrás, aún se podían apreciar cientos de luces en los edificios que se mantenían de pie. Seguía siendo un hermoso espectáculo.
– ¿Lindo no? –dijo Mako saliendo de entre las sombras.
–Así es – contestó Lin sin voltear a verlo, recargada en el barandal de la popa –desde aquí luce tan pacifica. No se alcanza a percibir el caos y el descontento –terminó con desanimo.
Mako buscó dentro de su saco, encontrando su paquete de cigarrillos, había comenzado a fumar en el último año; la mayoría de los inspectores lo hacían en la oficina y Mako terminó por aceptar aquella relajante y poco saludable costumbre.
– ¿Gusta? –se dirigió a Lin mostrando los cigarrillos.
–Lo deje hace tiempo –respondió mirando a Mako, que encendió su cigarrillo con la punta del dedo índice mientras contemplaba el tintineante paisaje.
– ¿Haz averiguado algo de la marca? –preguntó Lin volviendo su mirada a la ciudad.
–Ni pista… –suspiro –los últimos asesinatos fueron un tanto más aparatosos, las victimas lucharon con furor antes de perecer.
–Esto se está saliendo de control, no podremos intervenir mas a la prensa y la población entrara en pánico. Pronto tendremos un verdadero caos en nuestras manos –dijo Lin con genuina preocupación.
El ferri dejó escapar el vapor por la chimenea y comenzó a bajar la velocidad, un sonido grave anunció la llegada al Templo del Aire.
Lin y Mako se dispusieron a bajar.
En el pequeño embarcadero del Templo del Aire los esperaban Opal y Bolín.
– ¡Mako! –dijo Bolín corriendo para abrazar al joven que tiró el cigarrillo un segundo antes de verlo.
– ¿Que hay hermano? –contestó al afectuoso saludo de su hermano menor.
– ¿Sigues fumando? Prometiste que ya no lo harías –reclamó Bolín mirando inquisitivamente a su hermano mayor.
–Como sea –respondió cortante Mako, avergonzado por la preocupación de Bolín.
–Todos esperan en el gran comedor –informó Opal saludando a su tía con un abrazo cariñoso, al que Lin contestó tiesamente pero con agrado.
Los cuatro maestros se internaron en los pasillos del Templo.
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El gran comedor se mostraba animado, se escuchaban voces y risas de familiares y amigos en conjunto con la melodía de Los Megáfonos de Oro que sonaba por la radio, estaban de moda.
El olor de la comida calentándose en las brazas inundaba el salón con sus aromas.
Mako al igual que el resto se sentía relajado y de buen humor, aunque para él, la situación cambio ligeramente cuando vio a Korra y Asami platicando en la esquina superior de la mesa. Le resultaba sumamente difícil aceptar por completo su relación, dado que tenía sentimientos por las dos; sentimientos que a lo largo de los años se habían tornado mas fraternales. Pero aún así, cuando ellas anunciaron su noviazgo no pudo evitar sentir un golpe en el estomago. De cualquier manera se obligaba a sí mismo a mostrarse neutral y lo más fresco posible, aún cuando su hermano le preguntara meses atrás como se sentía al respecto, mantuvo su actitud desinteresada, guardando sus verdaderos sentimientos solo para él.
En la esquina superior de la mesa la situación se mostraba tensa, Korra y Asami murmuraban cosas entre ellas con algo de descontento. Asami se levantó de la mesa y se dirigió a la cocina.
La joven ingeniera sabía que el Avatar no era lo suficientemente valiente para enfrentar la situación. Asami no quería enemistarse con Phema que siempre había sido una mujer tan dulce con ellas y decidió tomar cartas en el asunto.
– ¿Phema puedo ayudarte en algo? –preguntó Asami con timidez a la atareada mujer que servía platos y platos con la ayuda de las domésticas del Templo.
–No es necesario Señorita Sato –respondió tajantemente Phema sin voltear a verla.
Asami sintió el cortante desprecio de Phema, que solía integrarla con amabilidad en las tareas domesticas.
–Phema yo estoy muy apenada por lo que…
–No tengo intención de discutir el tema –interrumpió con sobrada molestia la señora del Templo.
Las domésticas escuchaban atentas la conversación mientras seguían trabajando.
–De igual manera, yo quisiera disculparme –dijo con tristeza la joven de ojos esmeralda, que estimaba a Phema y la admiraba como una de las pocas figuras maternas que había tenido, cuya relación había afianzado cuando su padre fue a prisión y ella estuvo viviendo en el Templo.
–¡¿Te das cuenta de que cualquiera pudo entrar?¡ ¡Alguna de mis hijas¡ ¡Tenzin¡ ¡Sin mencionar que este es un Templo¡ –dijo una exaltada Phema que ahora miraba de frente a Asami.
Las domésticas miraban de reojo y con desagrado a la joven ruborizada, sin perderse una palabra.
– ¡Ese tipo de comportamiento es inaceptable! –se apresuro a decir Phema, regresando con brusquedad a sus labores.
Asami salió de la cocina con tristeza y quiso retirarse un momento.
Korra que se encontraba hablando con Tenzin, Lin y Bumi, la vio salir del gran comedor.
– ¡La cena está servida! –anunció Phema con una refrescada actitud, nadie podría imaginar que estaba hecha una furia por dentro. Ni siquiera su esposo que enzarzado hablaba con el Avatar y la Jefa de Policía de asuntos políticos. Conforme los platos se sirvieron, todos acudieron a la mesa. Asami que ahora estaba más tranquila, después de acordar consigo misma que no iba a dejar que ese asunto la molestara más, buscó su lugar en la mesa a un lado de Korra.
Tenzin sentado a la cabeza de la mesa presidió la cena haciendo una pequeña oración antes de comenzar. A un lado de este se encontraba Lin, del otro lado Phema quedando ambas frente a frente. Todos solían tener un lugar estratégico a la hora de la cena en la gran mesa, no es que los lugares estuvieran asignados, pero todos sabían cuál era su sitio. En la cabecera opuesta a Tenzin se sentaba Korra, de un lado Asami y del otro Mako, seguido por Bolín y Opal, los cuales tenían de frente a Kai y a Jinora, seguidos de Iki y Milo uno frente al otro, que conectaban con Bumi que se sentaba a un lado de Phema.
Cuando Asami miró su plato, noto una total y absoluta falta de fideos, solo el caldo y algunos vegetales flotaban tristes en la inmensidad del plato. Miró el plato de Korra que estaba rebosante en comida, y luego el de Mako igualmente lleno; todos los platos estaban bien servidos, a excepción del de ella.
Asami molesta respiro profundamente, tomó compostura y se levanto a la cocina a re servir su plato, no iba a dejar que esto le afectara.
La cena transcurría agradablemente para la mayoría, hambrientos por un largo día de trabajo comieron con entusiasmo la deliciosa cena de Phema, que siempre había tenido una sazón exquisita.
Al terminar Phema pidió a las domésticas recoger los platos sucios, las cuales olvidaron por una fingida casualidad el plato de Asami. Con molestia contenida la joven se dispuso a recogerlo ella misma. Korra a su lado no parecía ni enterada de lo que sucedía y cuando vio a Asami dirigirse a la cocina no dudo en encargarle un poco mas de té. Asami comenzaba a exteriorizar su molestia.
Llegó la hora del postre y una vez más Asami fue omitida, recién Korra se daba cuenta de que algo no iba bien.
– ¿Todo está bien? –preguntó Korra con cautela, aventurándose.
–Si, todo perfecto –respondió con algo de sarcasmo, robando una cucharada del postre de Korra, el cual finalmente decidieron compartir.
Al centro de la mesa todos hablaban entusiasmados de sus aventuras semanales manteniendo el orden de la ciudad, Korra Asami y Mako escuchaban con emoción las historias de los jóvenes maestros aire y el ahora oficial de policía Bolín.
En la orilla Tenzin, Lin y Bumi seguían metidos en su conversación de giro político, no dejaban de quejarse de Raiko y su mediocre gabinete. Phema los miraba en silencio, conteniendo sus emociones, aun seguía enojada por el incidente con Korra y Asami. Y por si fuera poco, aunque había aprendido a apreciar a Lin, no le agradaba que Tenzin le pusiera tanta atención.
La agradable velada se desmoronó cuando de verdad ocurrió un accidente. Phema se dispuso a recoger las tardías tazas de té y al pasar por detrás de Asami, una taza medio llena se resbalo de su mano, vaciando el contenido en el elegante saco tinto que Asami llevaba puesto. Para Asami fue el colmo.
– ¡Lo que sucedió hoy fue un desafortunado accidente! ¡Pero esto es demasiado! –reclamó Asami con exaltación levantándose de la mesa con brusquedad, mientras se limpiaba el té derramado en la ropa.
Aunque esta vez si había sido un desliz, Phema estaba lo suficientemente molesta como para reaccionar.
–¡¿Te pareció un accidente?¡ –contestó sarcástica –¡Yo no estoy a favor de su amorío, pero respeto, y decidí guardarme mi opinión¡ ¡Sin embargo lo de hoy…¡ –soltó exasperada Phema, que tenía a Asami frente a ella.
El resto de la mesa guardaba silencio en un momento de expectación e incomodidad.
– ¿Phema que te sucede? –intervino Tenzin con algo de sorpresa.
– ¡Sucede que esta… señorita! ¡Ensucia la santidad del Templo y está llevando a Korra por un camino incorrecto! –contestó Phema mirando a Tenzin con seriedad mientras señalaba a Asami con el dedo.
– ¡Yo no llevo a nadie a ningún lado! ¡Korra es lo suficientemente adulta para tomar sus propias decisiones! –respondió tajante Asami cruzando los brazos.
Korra de cabeza gacha y ojos cerrados apoyaba la frente contra la palma de su mano, estaba totalmente ruborizada.
El grupo seguía la discusión con la mirada, nadie sabía con exactitud lo que estaba sucediendo.
– ¡Me parece que Korra no sabe lo que está haciendo! –dijo Phema cruzándose de brazos también.
– ¡Ha! ¡Yo estoy completamente segura de que si sabe! –respondió Asami mordaz, sonriendo maliciosamente.
– ¡Pues sepa o no! ¡No quiero encontrármelas de nuevo haciendo… sus cosas en el Templo! –dijo Phema con dificultad, apuntando la salida con el dedo.
– ¡Phema este no es momento…! –medió nuevamente Tenzin, ruborizado por el tema.
– ¡¿Y que de malo tendría que hicieran… sus cosas?! –intervino con enojo Lin, mirando con severidad a Phema.
– ¡No es como que puedas entenderlo, pero en este templo vive mi familia! –soltó agresivamente Phema, retando a Lin con la mirada.
Lin se levanto de golpe, la exaltación del grupo fue notoria; nadie en la mesa habría tenido las agallas para contestar a Lin de esa manera, ni siquiera el Avatar.
– ¡Y seguramente Tenzin y tú, no hacen… sus cosas aquí, mujer retrograda! ¡Y todos estos críos salieron de la santidad del Templo¡ –dijo sonriendo con sarcasmo Lin, sosteniendo la aguda mirada de Phema ahora sonrojada.
En ese momento la mitad del grupo integrado por Kai, Jinora, Iki y Milo se levantó, saliendo con apuro y desagrado del gran comedor. Iki se tapaba los oídos poniendo cara de angustia, mientras Milo sacaba la lengua haciendo gesticulaciones de asco. Jinora sonrojada, jalaba a Kai del brazo obligándolo a salir.
Korra seguía paralizada en la misma posición, que ahora imitaba Tenzin, ninguno de los dos sabía cómo poner orden en esta discusión sin sentido.
– ¡¿Vas a permitir esto?! –gritaron Phema y Asami a la vez, mirando a sus respectivas parejas.
Al tiempo Korra y Tenzin sintieron un agudo escalofrió subir por su espina dorsal que los puso firmes, el miedo absurdo se reflejaba en sus rostros sonrojados. Ambos decidieron guardar silencio.
– ¡Muy bien! –Dijo Phema indignada mientras caminaba con pasos estrepitosos hacia la cocina.
De igual manera Asami se dio la vuelta y salió del comedor sin mirar a Korra.
Korra y Tenzin respiraron por fin. Unos incómodos minutos de silencio prosiguieron después de la estridente salida de ambas mujeres.
Sin ponerse de acuerdo, decidieron no tocar el tema de la acalorada discusión. El desmejorado grupo se dispuso a seguir con la reunión y su objetivo; por lo que estaban ahí, La Marca.
Korra recuperando valor contó al resto del equipo lo poco fructífera que había sido la investigación en los poblados cercanos a ciudad republica, en donde también se habían presentado asesinatos con la marca. Sin testigos, sin evidencias, sin nada.
Después de un rato Asami apareció en el gran comedor y se sentó en la mesa a escuchar los avances de la investigación, advirtiendo que serían muy pocos. Korra la miro de reojo mientras contaba con detalle las vagas descripciones de los pueblerinos.
Igualmente Mako describió las escenas del crimen de los últimos asesinatos, poniendo énfasis en la persistente disposición de las victimas por luchar contra lo que parecía la nada.
La llamada llego entrada la noche, cuando todos estaban agotados intelectual y emocionalmente por los sucesos de la velada. Lin que atendió con urgencia regresó al gran comedor con exaltación.
–Encontraron otros dos con la marca, pero esta vez hubo un sobreviviente –anunció Lin al expectante grupo.
–Tenemos que salir inmediatamente –dijo Mako con premura, dirigiéndose a Korra.
– ¡Por fin tenemos algo! –expresó Korra poniéndose en pie, dando un puñetazo a la palma de su mano.
–Korra toma a Ugi y vallan lo más rápido posible a la ciudad, tal vez el asesino se encuentre cerca, tengan cuidado –terminó el maestro aire.
El grupo restante se levantó y salieron en conjunto buscando abordar el confiable bisonte volador de Tenzin.
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El viaje fue corto, todos mantenían un aura de misterio, sumergidos en sus pensamientos, imaginando que encontrarían al llegar a la escena del crimen.
Asami seguía molesta con Korra, pero lo disimulaba bien, pensó sabiamente que no era el momento adecuado para resolver sus problemas de pareja.
Al llegar a la humilde zona residencial que colindaba con la industrial, las luces de las sirenas comenzaron a viciar sus vistas, una notoria cantidad de humo salía de una de las ventanas del rodeado edificio, en la cual tiraba agua la unidad de bomberos de Maestros Agua.
Los policías Metal saludaron en posición de firmes al ver a la jefa Beifong bajar del enorme bisonte, que acababa de aterrizar a media calle.
–Reporte –pidió Lin con premura a uno de los oficiales.
–Tenemos dos cuerpos y un testigo, se presume que el ignoto incendió el departamento. El incidente sucedió entrada la noche, hace apenas unas horas. Ambos cuerpos tienen la marca –reportó con seriedad el oficial.
El resto del grupo se mantenía al margen escuchando mientras la jefa hacía su trabajo.
–Quiero ver al testigo –exigió Lin.
–Tenemos un problema... –dijo con dificultad el oficial.
–Ahora –apremió, mirando con rudeza a su oficial.
El grupo se dirigió a una carpa portátil, levantada provisionalmente como oficina. La sorpresa de todos fue mayúscula al ver de frente al testigo.
Un pequeño niño de apenas siete años, de ojos grandes y profundamente oscuros, los miraba impávido. El pequeño de tez pálida y cabello negro tenía el rostro salpicado de sangre, haciéndolo lucir más blanquecino.
–Soy la jefa de policía Lin Beifong ¿Cuál es tu nombre? –preguntó Lin con voz queda.
El niño no parecía mirar a ninguno en especial, su atención parecía estar perdida en la nada.
– ¿Eran tus padres? –preguntó ahora, intentando conectar con el pequeño. – ¿Viste al agresor? –insistió Lin sin tener éxito.
Asami lo miraba con tristeza, no podía evitar recordar la noche en la que asesinaron a su madre, el ambiente era muy similar al de ese momento. Sintió compasión por aquel niño, se acercó y se inclinó frente a él buscando la perdida mirada, quedando a su altura.
–Se cómo te sientes, cuando era niña asesinaron a mi madre también –dijo con voz tenue mirándolo a los ojos –se que nada de lo que digamos podría hacerte sentir bien, pero podemos ayudarte y sería de gran utilidad si pudieras contarnos que fue lo que sucedió.
El pequeño giro la cabeza lentamente conectando con la compasiva mirada de Asami. Se mantuvo así unos momentos, en silencio, indagando en los ojos verdes que tenía frente a él. Se inclino con suavidad buscando el oído de Asami, olfateando con discreción el largo y rizado cabello que le bajaba por el cuello y susurro en un tono casi inaudible.
–Mucho gusto Nahík ¿Puedes contarme que sucedió? –preguntó quedamente Asami, sonriendo al pequeño.
Nahík se inclino de nuevo y contó su historia en susurros al oído de Asami, que asentía de vez en cuando y preguntaba algunos datos extras.
–Te prometo que vamos a encontrarlo –dijo poniéndose en pie, mientras acariciaba el oscuro y cortó cabello de Nahík.
Asami miró al resto del equipo que esperaba ansioso, y en silenciosa comunión salieron de la tienda.
– ¿Que fue lo que te dijo? –preguntó con interés Korra.
–Se llama Nahík, dijo estar en su dormitorio cuando escucho fuertes ruidos en la cocina, se levanto y al salir vio a un hombre desconocido en el pasillo. El sujeto estaba bañado en sangre.
– ¡¿Y cómo era?! –interrumpió Mako con ansiedad.
–Parece ser que nuestro hombre es del tipo musculoso, alto, tez blanca, cabello oscuro.
– ¿Alguna seña en particular? –preguntó Lin enarcando una ceja.
–Me dijo que tenía una cicatriz en la cara –contestó Asami –también menciono algo extraño, al parecer el sospechoso usa cuernos de venado lince en su vestimenta –terminó, reflexionando al respecto.
–Bueno, es lo más cerca que hemos estado del asesino; buen trabajo Sato –dijo Lin, ordenando a su oficial boletínar la descripción del sospechoso.
–Voy a revisar el apartamento –informó Mako caminando hacia las enclenques escaleras que subían a las pequeñas viviendas.
–Bolín, interroga a los vecinos próximos, quiero saber si vieron o escucharon algo que pueda sernos de utilidad –ordenó Lin, dirigiéndose ella misma a la escena del crimen.
– ¡A la orden! –respondió con firmeza Bolín, acercándose a los vecinos que esperaban fuera de los apartamentos. Opal que aguardaba en silencio lo siguió.
Korra y Asami esperaron fuera de la tienda, se encontraban a solas y la incomodidad reino en su silencio.
Korra sabía que debía disculparse con Asami, después de todo la había dejado sola en la discusión, pero tenía miedo de hablar del tema.
–Asami yo… –comenzó Korra.
–No digas nada si no piensas cambiar tu actitud –interrumpió Asami.
–Lo lamento mucho, pero estaba confundida y no sabía cómo reaccionar… Phema y Tenzin han sido muy amables conmigo desde que llegue a vivir a la ciudad y de alguna manera pienso que Phema tiene razón –prosiguió Korra mirando a Asami.
– ¡¿Piensas que esto está mal?! –Preguntó Asami con exaltación, poniendo una mano en su pecho.
– ¡No! ¡No esto! Lo que paso hoy en el templo –corrigió Korra tomando las manos de Asami –tenemos que tener cuidado con lo que hacemos –explicó Korra mirando a Asami a los ojos.
–No estoy de acuerdo –refutó con tristeza Asami, dándose la vuelta.
El silencio se hizo de nuevo.
Adentro de la tienda Nahík observaba con atención las siluetas de ambas mujeres, escuchando la discusión sin ninguna expresión en el rostro.
–No estoy de acuerdo, pero puedo entenderte… –dijo por fin Asami, dándose la vuelta para ver a una cabizbaja Korra.
–Sabes que te amo –soltó Korra, acercándose a Asami, sin dejar de ver sus hermosos y seductores ojos verdes, entonces la beso con suavidad.
Asami no convencida del todo correspondió el beso, no podía resistirse a aquella mirada triste de ojos azules.
–Ejem ejem –carraspeo Lin.
Ambas miraron al tiempo a la jefa que esperaba junto con un incomodo Mako cruzado de brazos.
–Tenemos algo –les informó.
Korra y Asami se separaron de su abrazo poniendo atención a Lin.
–Mako encontró huellas de carbón cobalto en las escaleras de emergencia –terminó Lin.
– ¡La refinería mineral! –dedujo Asami.
–Así es –contestó Mako encendiendo un cigarrillo.
– ¡Tenemos que buscar ahí! –dijo Korra con exaltación.
Repentinamente Nahík salió de la tienda, dirigiéndose con rapidez hacia Asami. El pequeño niño se abrazó de ella con fuerza. Todos se mostraban desconcertados.
– ¿Te encuentras bien Nahík? –preguntó Asami acariciando el cabello del niño. Nahík seguía abrazado de ella sin decir nada, Asami lo tomó de la mano y se dirigió hacia la tienda. Quería hablar a solas con el niño.
– ¿Que va a pasar con él? –Preguntó Korra a Lin.
–No lo sé, por ahora necesita protección. No sabemos si el asesino quiera regresar a terminar el trabajo.
–Deberíamos dejar que servicio social se encargue –dijo Mako desde las sombras.
Bolín y Opal se incorporaron al grupo, no parecían tener demasiada información al respecto del sospechoso.
Asami salió de la tienda.
–Tiene miedo de que el asesino nos dañe –contó Asami al pequeño grupo.
–Que servicio social se encargue, tenemos que irnos –repitió Mako.
–Le dije que lo vería mas tarde en la jefatura –dijo Asami mirando con disgusto a Mako.
–Está bien, de cualquier manera tenemos que protegerlo. Avisare a mis hombres que lo lleven ahí –terminó Lin instándolos a subir en Ugi.
Nahik escuchaba el alboroto desde la pequeña tienda, sin mostrar emoción alguna se agacho, escabulléndose por debajo de la carpa sin que nadie lo notara.
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En el oscuro firmamento todos buscaban las enormes chimeneas de la refinería. La zona industrial en ciudad republica era cada vez más grande, aunque un tanto destruidas, las fábricas se veían una tras otra a lo largo del muelle.
– ¡Debe ser esa! –Dedujo Bolín señalando la última construcción en el muelle, que colindaba con el mar.
La refinería era un curioso espectáculo, el carbón cobalto era un potente combustible natural y al consumirse un humo azulado se desprendía de los pedazos de carbón. La construcción tenía gigantescas chimeneas por donde el humo escapaba dejando el ambiente cercano completamente azul. Korra hizo descender a Ugi.
Aterrizaron en el techo y bajaron con cautela, introduciéndose por una pequeña puerta que descendía a las calderas. Todos intuían que esta era una misión secreta, no tenían tiempo suficiente como para pedir una orden de cateo; si el asesino estaba trabajando o refugiándose en la refinería, solo tenían el tiempo justo como para violar puertas y cerraduras allanando la propiedad para encontrarlo.
El área de las calderas era un recinto gigantesco lleno de chimeneas cobrizas, donde se quemaba carbón cobalto para poner a trabajar el resto de la instalación, que en su mayor parte estaba tiznada de azul, sobre todo en los hornos. Era un lugar bastante ruidoso, la maquinaria estaba funcionando sola, el aire azulado se sentía viciado por las emanaciones de cobalto.
El grupo avanzaba con cautela en posición de defensa, haciéndose señas para comunicarse.
Korra no sabía que esperar, suponía no habría trabajadores en el lugar; con la situación económica apenas había suficiente trabajo como para cubrir un turno, aun así todo parecía estar en movimiento.
–Debemos separarnos –anunció en voz alta Lin, al llegar a una intersección hacia el centro de la refinería – Mako y yo vamos por la derecha hacia el bastimento.
–Nosotros iremos por el centro –dijo Opal apuntando con la mirada. Bolín y ella siguieron de frente, por el pasillo más grande.
–Creo que deberíamos revisar el centro de mando –señalo Asami hacia arriba, donde un montón de pasillos colgantes de metal formaban un circuito a través de toda la instalación.
Subieron por una larga escalinata hasta llegar al circuito, esa área en las alturas era mucho más silenciosa, el ruido de la maquinaria parecía un eco lejano, el problema era que había muy poca visibilidad, el humo era más concentrado en el techo y se encontraban casi a oscuras, ahí arriba todo se veía azul.
Fue entonces que escucharon a lo lejos una melodía de jazz. Korra señalo en silencio un pasillo, ambas se condujeron con sigilo a través de la plataforma siguiendo el sonido.
La radio se escuchaba ahora con total claridad, la melodía salía de un cuarto de maquinaría que desprendía destellos intermitentes de luz que se proyectaban en el humo azulado, como si de una tormenta eléctrica se tratara.
La neblina estaba más densa, Korra movió los brazos circularmente, movilizando el humo cercano para tener mayor visibilidad antes de entrar.
– ¡Jjjjrrrrhhhhjjjjj! –repentinamente la radio comenzó a sonar con interferencia, la melodía se escuchaba entrecortada junto con diversas voces que no podían entenderse.
Asami hizo señas, señalando sus ojos y luego a Korra. Esta asintió avanzando primero por el pasillo hacia la puerta del cuarto, sintiendo la temperatura descender drásticamente.
Un estrepitoso ruido metálico se escuchó a lo lejos, llamando por un segundo la atención de Korra.
–¡Jjjjjrrrrrhhhhhjjjjj! –La radio sonó con todo su volumen. Repentinamente aparecieron siluetas humanas extrañamente alargadas que las rodearon moviéndose a gran velocidad, como si fuera un remolino.
Aquellas sombras desplazándose con rapidez, chocaban contra su pecho y espalda vigorosamente, Korra no podía respirar, sintió perder su energía con cada choque y en un instante cayó al suelo con una sensación térmica de intenso frío.
Las sombras humanoides se alejaron y desaparecieron en la oscuridad. La melodía en la radio se escuchaba con normalidad ahora.
Korra seguía parcialmente consiente, escucho acercarse unas fuertes pisadas en el metal del corredor, una caminata pausada, sin prisa.
Inerte en el suelo, buscó a Asami con la mirada, no podía mover ni un solo dedo. Asami estaba tirada inconsciente a un par de metros de ella.
Korra observó la musculosa y alargada silueta del hombre dueño de aquellos pasos, acercándose a Asami con tranquilidad. El hombre en sombras se inclinó quedando en cuclillas frente a la joven de cabello negro y con la punta del dedo índice rosó los labios rojos, abriendo parcialmente la boca de Asami.
Korra entro en pánico, sin poder mover ni un musculo y con sus últimas fuerzas exhalo un destello de fuego contra el hombre, que se ilumino del rostro por unos instantes, observando a Korra con profundo odio.
Lo último que pudo ver antes de ser envestida en el pecho por otra sombra, fue la enorme cicatriz del extraño, que le rayaba la cara de lado a lado por debajo de los ojos.
· · ·
Asami despertó con dificultad, sentía el cuerpo entumecido y un dolor punzante en la cabeza, de momento se sentía tranquila, hasta que abrió los ojos y como un balde de agua fría, recordó en donde se encontraba.
Intentó moverse pero fue inútil, se encontraba atada de pies y manos, sentada en una silla de madera, amordazada.
Examinó su entorno, deduciendo que se encontraba en el cuarto de maquinaria; de cuyo techo colgaban numerosas cornamentas de animales salvajes, algunas aun tenían piel ensangrentada en las puntas, era algo escalofriante.
Percibió un extraño olor que pudo más que el humo de carbón cobalto, buscó a su alrededor, encontrando una cabeza de venado lince que yacía en el suelo, putrefacta. A un lado de la cabeza un par de velas casi extintas tintineaban y dibujado con lo que parecía sangre, una serie de círculos y rayas que formaban un sello alrededor del animal.
Sintió asco y puso su atención en la radio cercana a ella, sonaba con misteriosa normalidad.
Buscó a Korra con la mirada, no podía verla, pero si lo vio a él.
El extraño hombre que las había atacado estaba sentado en el suelo, en las sombras, mirándola fijamente.
Grito en vano, silenciada por un pañuelo amarrado en la boca. Intentó reciamente liberarse de sus ataduras, al punto de lastimar sus muñecas; pero le fue imposible, se encontraba ceñidamente atada.
Miró al hombre con profundo desprecio y pudo ver su rostro sonriendo sombríamente, iluminado solo por las velas del funesto altar.
Tal vez no debió mirarlo, fue como una invitación; el largo hombre de cabello oscuro se levanto del suelo y se aproximó hacia ella, mirándola vigorosamente.
La joven ingeniera trago saliva con dificultad, tenía la boca seca y aunque estaba muerta de miedo, decidió no mostrarlo a su captor. Solo atino a mirarlo rudamente, sin perderlo de vista. Conforme se acercaba, Asami descubrió la enorme cicatriz; le partía el rostro por la mitad, justo por debajo de los ojos y supo entonces con certeza que se encontraba con el ignoto, el sospechoso de los asesinatos, el creador de la marca.
El extraño estaba ahora mirándola de cerca a la distancia de una cabeza, levantó la mano con lentitud. Asami noto las numerosas cicatrices en la palma, que eran tantas que parecían ser una misma.
Con la punta de sus dedos acaricio la mejilla de la joven amordazada que se incomodo de inmediato con el áspero tacto.
Movió con brusquedad la cabeza quitándose de encima la tosca mano. El extraño volvió a tocarla, esta vez con más rudeza, tomándola del mentón, levantando el fino rostro para observarlo. Asami desvió la mirada, sentía el latir de su corazón acelerarse y un enorme hueco creciendo en el estomago.
Por un segundo el hombre pareció perderse en el rostro de Asami, los ojos mortecinos se veían oscuros y apagados, era como si estuviera recordando un evento fatal del pasado; regresó en sí bajando sus dedos hasta el pañuelo que aprisionaba la boca de Asami y con un tirón la libero.
Asami respiraba agitadamente, estaba asustada y enfurecida a la vez, se sentía invadida.
El desconocido siguió rosando con interés la suave y blanca piel, hasta toparse con los labios rojos, con ruda lentitud introdujo el dedo índice en la boca de Asami. La respuesta inmediata de la joven fue morder con fuerza la dura carne, dejando una profunda hendidura en el dedo, que comenzó a sangrar a borbotones.
El incauto sacó el magullado dedo con urgencia, salpicando el rostro de Asami. La miró excitado, sonriendo perversamente antes de abofetearla de revés, tan fuerte que le tiro al suelo con todo y la silla.
– ¡Korra! –gritó por reflejo, adolorida en el suelo, sintiendo el caliente rostro palpitar por debajo del ojo.
En el suelo, cercana a la cabeza de venado lince, pudo estudiar a detalle por unos instantes: La lengua, las orejas y los ojos, habían sido extraídos de la cabeza del animal. Lo miró con desagrado observando los pequeños y ávidos gusanos que comían la putrefacción en las cuencas de los ojos.
Sin decir una sola palabra el inescrutable hombre levantó con brusquedad la silla con todo y Asami, arrastrándola con un fuerte rechinido hasta el pasillo en el circuito de las plataformas de metal.
– ¡Korra! –gritó de nuevo asustada, sintiéndose empujada hacia su precoz extinción.
El fuerte hombre arrojo la silla sin dificultad, tirando a Asami de lado, que cayó con la mejilla pegada a la reja de la plataforma, en el pasillo donde habían sido atacadas.
Desde su precaria posición Asami pudo ver a Korra por fin, esta se encontraba frente a ella a un par de metros de distancia. Estaba inconsciente recargada en el barandal con los brazos extendidos y rígidamente encadenados a las tuberías que sostenían la plataforma. La cabeza le caía sin fuerza al igual que el corto cabello, que cubría su rostro.
– ¡Korra! –gritó una vez más, intentando llamar la atención de la joven noqueada.
Asami podía escuchar los metálicos pasos del extraño ir y venir sin prisa, las luces intermitentes provenientes de la sirena fuera del cuarto de maquinaria la dejaban ver por momentos el cuerpo inerte de Korra. Asami estaba sudando, en aquella posición se le dificultaba respirar y el ambiente azulado comenzaba a asfixiarla, por más que intentaba no podía zafarse las manos.
Las duras pisadas se acercaron de nuevo, Asami lo vio desde el suelo, llevaba en las manos un bidón metálico de buen tamaño.
–¡¿Quién eres?¡ –preguntó con desesperación –¡¿Qué es lo que quieres?¡ –En la radio una vieja y melancólica melodía se escuchaba desde el cuarto de maquinaria.
– ¿No lo sabes? –Preguntó con desdén el funesto hombre –pronto sabrás… –terminó con rudeza.
Acto seguido se acerco a Korra y sin miramientos comenzó a vaciar el líquido del bidón en el cuerpo inmóvil del Avatar.
La joven ingeniera reconoció con horror el olor que despedía el líquido: Un fuerte solvente químico utilizado para desengrasar motores, altamente inflamable.
– ¡Detente! –Exigió con desesperación, advirtiendo el peligro – ¡Por favor! –le suplico al extraño, que terminó de vaciar el bidón en la desguanzada cabeza de Korra, vertiendo hasta la última gota con maliciosa precaución.
Asami lo miraba angustiada, tiró con fuerza de sus ataduras, las venas prominentes se marcaban en las manos entumecidas y las enrojecidas muñecas comenzaban a pelarse. Sin éxito y en completa desesperación comenzó a llorar.
–¡Por favor no! –chilló con fuerza, al ver al extraño encender en su mano una intensa llamarada verde.
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