"Dan dan kokoro hikareteku"
"Poco a poco mi corazón has encantado"
Volvíamos a estar enfadados, quién sabe por qué, ni siquiera lo recordaba. Quizás había dejado escapar palabras con un tono más amargo de lo habitual, o quizás fuiste tú quien lo empezó con esa costumbre tan tuya de sacarme de quicio, involuntaria y recíproca a decir verdad; poco importaba, el caso es que ahí estábamos otra vez, en la misma situación, actuando como dos niños enfadados que sobreponían el orgullo a unas disculpas. Ninguno de los dos iba a ceder, ni falta que hacía, pero sentía que esos momentos me alejaban de ti y eso era realmente lo que más me dolía, supongo que a ti también.
Avanzabas unos pasos por delante mientras yo caminaba de brazos cruzados, soltando fuertemente el aire de mis pulmones por la nariz liberando mis rabietas y ojeando algún escaparate de llamativos colores y carteles en oferta. Todo se me antojaba tan innecesario. Yo solía ser de los que cuando necesitaban algo, lo compraban; tú quizás, si bien por carácter o por llevarme la contraria, lo necesitabas en cuanto lo veías. El yin y el yan. Nunca entendí cómo acabamos juntos con todas nuestras diferencias, sólo sé que di mil gracias al cielo y aún a día de hoy las doy; pero no lo sabrás, no por mi boca al menos, eres lo suficientemente lista como para darte cuenta, Bulma.
—¿Quieres avanzar un poco más deprisa? Todavía nos quedan muchas tiendas —insististe, enervándome de nuevo. Esta vez sí lo habías hecho por irritarme, ¿o era quizás por entablar algo de conversación a la desesperada? Tanto tiempo juntos y seguía sintiendo que no te conocía un ápice.
—Las tiendas no se van a mover del sitio, pesada —espeté y chasqueé la lengua. Aligeré el paso y caminé a tu lado mirando al frente al igual que tú, de forma paralela. Te miré de reojo un par de segundos y volví a mirar al frente. Volví a mirarte, esta vez fueron tres segundos, luego cuatro, y luego me quedé mirándote. No vuelvas a enfadarte conmigo por lo que diré, pero me hizo gracia tu cara en aquel momento; no porque pusieses ninguna expresión graciosa ni nada por el estilo pero, no sé, me hizo gracia y ya, ¿nunca te ha pasado algo así? Disfruté por unos segundos de aquella faceta tuya, una forma de ser que por tu dócil carácter prácticamente sólo podía ser yo testigo y nadie más.
Entonces me miraste aún más enfadada, frunciste el ceño y, al igual que yo, te cruzaste de brazos. No éramos tan distintos después de todo, ¿no?
—¿Qué quieres, Vegeta? No empieces otra vez, eh.
Contemplé tus ojos clavados en los míos, duros y agresivos, pero aún así no percibía la misma mirada que tiene una víctima antes de que le arrebate la vida, ni siquiera miedo por tener enfrente a un saiyan siendo tan sólo una humana. Quizás por eso me fijé en ti, porque eras diferente al resto, porque alguien como tú no podía ser para otra persona que no fuese yo.
Tomé entonces tu mano arrancándote una expresión de sorpresa. Con todo el esfuerzo del mundo y más traté de sonreír, y podría jurar que me costó tanto como para ti vislumbrar dicha sonrisa. Dudaste, murmuraste un incrédulo "¿Qué?" entre dientes e inclinaste un poco la cabeza.
—Quiero que el resto del camino vayamos juntos. —Con esa frase te robé una sonrisa, impropio de mí tras darte tantos disgustos, mil disculpas. Me costó distinguirlo con las diferentes tonalidades de iluminación que ofrecían las farolas en conjunción con los carteles luminosos, pero te puedo asegurar que te sonrojaste como en nuestros primeros encuentros. Asentiste y empezaste a avanzar de nuevo, haciendo de rogar el beso que ambos queríamos darnos y que no me atreví a regalarte por miedo de romper la poca magia que había logrado crear. Detrás de mi orgullo siempre se escondió una gran inseguridad con respecto a estos temas, ya debes de saberlo.
—La verdad es que he estado todo el camino pensándolo, y creo que yo tenía la culpa, pero no quería perder supongo —confesaste agarrando mi mano con algo más de fuerza, y yo hice lo mismo entrelazando mis dedos con los tuyos.
—Olvídalo, eso es lo de menos. Estamos en paz —aclaré, ¿qué importaba quién tuviese la culpa al fin y al cabo? Siempre acabábamos perdonándonos, mejor ahorrarse el mal trago y avanzar hasta el final feliz. Nuestro amor es sencillo realmente, y yo, aunque pretenda demostrar que nada siento, en realidad sólo tengo ojos para ti.
