Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, pero la trama es totalmente mía.
Lo que está escrito entre "comitas" son los pensamientos de la gente.
Lo que está escrito en cursiva son conversaciones en la lejanía o telefónicas.
La historia está escrita desde el punto de vista de Renesmee.
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CAPÍTULO 1. Feliz navidad.
Genial. Lo que me faltaba. Ahora me he convertido en recadera. Como si no tuviera bastante con tener que encargarme del árbol, la decoración de la casa, los regalos… Odio la navidad.
- Renesmee, por favor. Trae también un par de bolsas de hielo. – dijo mi hermano desde su habitación.
- ¿Para que quieres hielo? – pregunté, bajando las escaleras, bajando a la cocina.
- Me gustan las bebidas frías.
- Pues sal a la calle y pilla una bola de nieve.
- Jajaja.
Salí de casa mientras oía reír a mi hermano, que se lo estaba pasando en grande. Me fui de casa deprisa porque, si me quedaba allí, era capaz de subir a su habitación y pegarle una buena paliza. "Como si fueras capaz de llegar a tocarle un pelo."
Cuando llegué al centro comercial, miré a mí alrededor, centrándome, intentando ver por donde debía empezar. "Primero el regalo de mamá: Un perfume. Otro para papá: Una cartera. Otro para el bruto de Emmett. ¿Qué narices le compro a Emmett?"
Cuando conseguí los regalos de mis padres, comencé a dar vueltas por el centro comercial en busca de algo que pudiera gustarle a Emmett, pero no tenía ni idea. No se me ocurría nada. Todo lo que a él le podía gustar, se salía de mi presupuesto.
-Ey, Renesmee. ¿Qué haces aquí? – dijo una voz a mi lado.
No me molesté en mirarle. Conocía la voz demasiado bien.
-Pensaba que los pobres pedían caridad a la iglesia.
-Eso debes de saberlo por experiencia propia, no? – conseguí decir sin que mi voz denotara la ira que sentía en ese momento.
Miré a mi lado de reojo justo en el momento en que el capullo de Black se alejaba de mí. "Que asco de tio."
-Hola, cariño.
Esta vez si que me volví para recibir a Seth, que me cogió en brazos en cuanto estuvo a mi lado.
- Hola cielo. – dije, besándole. – Gracias a Dios que nos hemos encontrado. – dije, estando aun entre sus brazos, con mis pies a varios centímetros del suelo.
- ¿Aun no sabes que comprarle a Emmett?
- No tengo ni idea.
Seth me dejó en el suelo y me puso bien el gorro, que se me había ladeado al cogerme él en brazos.
- ¿Te ha pedido algo?
- Hoy, hielo. – dije, haciéndole reír de nuevo. – No pide nada, lo que lo complica todo aun más. Sé lo que le gustaría tener, pero sé que no lo pide porque es bastante caro.
- Podríamos comprárselo a medias.
- No sé, Seth… No le caes muy bien… - dije, haciéndole sonreír.
- Lo sé. Tengo cinco años más que tú. – acarició mis mejillas, mirándome a los ojos. – Tu hermano cree que me quiero aprovechar de ti.
- Ya tengo dieciséis años.
- Aun tienes quince. – dijo, provocando que hiciera una mueca. No me gustaba que me trataran como a una cría. – Aunque eres muy madura.
- Eres un pelota.
- Venga, vamos. Te acompaño.
Seth me cogió de la mano, después de darme otro beso, y paseamos por todo el centro comercial. Gracias a Seth que estaba conmigo, porque sino, no lo hubiera encontrado.
- Seguro que le encanta. – dije, emocionada. – Gracias, Seth.
- Si le gusta, me das las gracias. – dijo, acompañándome a la parada del autobús. – Renesmee, he pensado que podríamos pasar juntos el fin de año.
- No sé si mis padres me van a dejar. Ya sabes…
- Ya… - dijo, suspirando. A mis padres tampoco les gustaba que saliera con un chico mayor que yo. – Se lo puedes preguntar.
- Dalo por hecho. – dije, sonriendo. Me moría de ganas por pasar un rato a solas con él. Nunca nos dejaban a solas. – Debería volver a casa.
- Te llevo.
- Si me ven en tu coche…
- Entiendo. – dijo. Por la expresión de su rostro, supe que estaba un poco cansado de andar con pies de plomo. – Ya viene el autobús.
- Si…
- Llámame cuando llegues a casa. – dijo, mientras me subía al autobús. – Quiero estar seguro de que has llegado bien a casa.
- Claro. Te llamo.
Las puertas del autobús se cerraron y nos pusimos en marcha.
Me despedí de Seth con la mano mientras nos alejábamos de él.
Hacía seis meses que estaba saliendo que Seth, y era muy feliz junto a él, pero los demás no lo entendían. No entendían lo feliz que me hacía y solo se centraban en que tenía veinte años, pero eso a mí me daba igual. Seth me quería, y eso era lo único que me importaba.
Cuando llegué a casa, antes de entrar, cogí una bola de nieve y escondí la mano tras mi espalda. Fui a colocar los regalos debajo del árbol y subí las escaleras.
Fui lentamente, sin hacer ruido, hacia el dormitorio de mi hermano, lista para darle el hielo que antes me había pedido, pero antes de llegar, me quedé paralizada en medio del pasillo. Había unas extrañas manchas oscuras en el suelo. Unas manchas que parecían de sangre.
-Oh dios mio. – murmuré para mi misma, temiéndome lo peor.
"No. No puede ser. Seguro que es una broma pesada de Emmett."
-Emmett, esto no tiene gracia.
Nadie hizo caso de mis palabras.
-¿Papá?
Más silencio.
-¿Mamá?
Aun más silencio.
Noté como la nieve se deshacía en mi mano, por la calor de la calefacción, mientras seguía paralizada en medio del pasillo.
Después de no sé cuanto tiempo, oí un ruido. Un ruido que me era muy familiar. Era el ruido que hacía el antiguo ordenador que estaba arreglando Emmett.
Al fin conseguí moverme y fui a toda prisa hacia el despacho de mi padre, donde Emmett trabajaba con sus ordenadores. Caí de rodillas al suelo al ver tal imagen. Lo último que vi antes de perder la conciencia.
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Luces azules y naranjas inundaban la calle. Por curiosidad, me asomé a la ventana. Dos ambulancias y tres coches patrullas estaban aparcados en fila en la acera de enfrente de mi casa. Una camilla. Dos camillas. El corazón se me encogió al darme cuenta de que, ambas camillas, ambas con un cuerpo sobre ellas, estaban cubiertas por una manta. "¿Quién ha muerto?"
- ¿Mamá? – pregunté, sin poder apartar la vista de la ventana.
- Dime, Jacob, cariño.
- ¿Qué ha pasado en la calle?
- ¿Ha ocurrido algo? – dijo, poniéndose a mi lado. Sentí su mano en mi espalda. Fue un gesto simple, pero muy tranquilizador. Lo que estaba viendo me tenía muy inquieto. - ¿Bajo las mantas hay cuerpos?
- Eso parece. – la tomé de la mano. Me sentí más seguro teniéndola a mi lado. - ¿Quién vive en esa casa?
- Los McCarty. – murmuró, quebrándosele la voz. – Madre mía…
- ¿Mamá? – miré a mi madre. Tenía muy mala cara. Estaba blanca. Parecía que estuviera a punto de desmayarse.
- Billy! – gritó, aunque su voz se quebró de nuevo.
Mi padre no respondió y al momento vi el porqué. Estaba en la calle. Iba hacia la casa de los McCarty.
McCarty. Me sonaba mucho ese apellido. "¿De que conozco yo ese apellido?"
-Vamos, mamá, siéntate. – dije, acompañando a mi madre a la cama. – Tranquilízate.
- No puedo. – dijo, comenzando a llorar. La tomé de las manos. Estaba temblando. – Si les ha pasado algo…
- ¿De qué les conoces?
- ¿Es que no te acuerdas de ellos? – dijo, mirándome a los ojos, como si no se lo pudiera creer.
- No. No sé quienes son.
- ¿No te acuerdas de Renesmee?
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Hola, hola.
Espero que os haya gustado.
Estaba aburrida en el ordenador, que comenzado a escribir y esto es lo que ha salido.
Besitos!
Pd: Me gustaría conocer vuestra opinión al respecto.
