Este es mi primer Draco/Hermione y espero que os guste. Llevo un tiempo con la idea dandole vueltas en la cabeza, aunque no sé muy bien como va a terminar.
Deseo de corazón que os guste. Besis y gracias.
Los personajes, lugares y hasta sus personalidades son propiedad de JK... podía compartir un poco la cacho perra.
Tiene 32 años. Y la vida que siempre ha deseado
El reloj sobre la mesilla de noche marca apenas las cinco y media de la mañana pero poco más puede dormir, así que se despereza con tranquilidad, estirando todos los músculos del cuerpo, los dedos de sus pies se crispan contra las sabanas. Un gruñido a su lado le recuerda que Ron aún quiere dormir un poco más. Se gira con cuidado para no despertarle y le observa en silencio, su respiración es lenta y tranquila aunque de vez en cuando es brusca, una especie de ronquido quiere escapar de sus labios. Su pelo sigue tan rojizo como siempre salvo un par de canas sobre las sienes, es más voluminoso que en el pasado, tanto que puede levantarla del suelo varios pies solo con un brazo, sigue siendo tan bonachón como cuando se conocieron y sigue adquiriendo ese tono rojizo en sus mejillas cada vez que algo le avergüenza. Realmente Ron apenas ha cambiando en todos los años que llevan juntos.
Ella ha cambiado.
El agua corre por la ducha mientras rebusca en los cajones de su cómoda. Mientras busca unas medias que no tenga una carrera se da cuenta de que pese a ser aún una mujer joven, no lo demuestra. Colores ocres, marfiles y tal vez algún rosa palo en su ropa interior. Trajes oscuros, con túnicas oscuras para trabajar, vaqueros y algún jersey rojo para los fines de semana. Tiene 32 años y es la primera vez que se fija en aquellos insignificantes detalles. Bajo el agua tibia rememora las tareas del día, la lista de la compra a media hacer, el decreto que tiene que presentar en la corte aquella misma mañana, debe de llevar el abrigo negro a la tintorería y pasar a recoger el regalo de Harry. Se enfunda en un albornoz blanco y descalza sale del baño, Ron abre un ojo y la mira desde la cama.
¿Qué haces? – gruñe.
Vestirme, tengo que irme pronto al ministerio.
¿Y los niños?
Te dije que tendrías que llevarlos a la guardería – una uña destroza las únicas medias decentes que tiene - ¡Joder!
No puedo, hoy llega el pedido, y George tiene que presentar la última gama de productos a esos ejecutivos del centro comercial.
Ron, por favor, es imposible que me de tiempo…
Vamos, Hermione tú puedes con eso y mucho más.
Es madre. Y está orgullosa de ello.
Mira el reloj en su muñeca las seis y diez, va a llegar tarde. Entra en la habitación de Rose, tropieza con un peluche y se tuerce un tobillo, maldiciendo por lo bajo llega hasta la cama. Solo tiene cinco años y le destroza el alma tener que despertarla.
Rose, cariño. Es hora de levantarse.
Hmm… - la pequeña apenas asoma su pelirroja melena de entre las mantas – No hay sol – se queja.
Lo sé, pero mamá tiene que ir a trabajar y tengo que llevaros a la guardería.
No… - protesta – más tarde.
Rose, por favor – desliza las mantas hacia abajo – vamos te haré tortitas para desayunar.
Bueno… - la pequeña aún con los ojos cerrados toma la mano de su madre y entran en el baño del pasillo. Hermione le quita el pijama, le lava la cara, e intenta cepillarle el pelo, pero la niña vuelve a quedarse dormida.
Rose… - le susurra – es tarde, por favor – han pasado quince minutos. Llegará muy tarde.
Cuando consigue dejarla en la cocina, sube a zancadas las escaleras y recoge al pequeño Hugo que chilla y patalea cuando su madre lo saca de su caliente y cómoda cama. Después de prometerle un nuevo juguete y de que lo llevara a la tienda de su padre, el pequeño parece acceder a sus peticiones y consigue vestirlo y bajarlo a la cocina.
La cocina nunca ha sido su fuerte.
Las tortitas se le queman. La papilla para Hugo tiene demasiados grumos, y el café ardiendo se le cae por encima de la camisa. El reloj marca las seis y media pasadas si llega tan tarde es probable que pierda su trabajo.
Bien – respira hondo, saca un par de bollos y los pone delante de los pequeños – voy a cambiarme de ropa, y vosotros comeros eso.
Pero me dijiste que me harías tortitas – protesta Rose.
Lo sé, cariño, pero mamá no tiene tiempo.
Pero… - pone esa carita, esa que Hermione no puede resistir porque aunque sabe que no puede concederle todos sus caprichos, es su niña, su primogénita, y manda al traste su trabajo.
Los conjuros culinarios son sencillos, o eso le repite su suegra. Hasta Ginny que era bastante negada para la cocina ha conseguido dominarlos, y ella que es un alto cargo en el departamento de aplicación de la ley mágica es incapaz de hacer unas tortitas con un pase de varita.
Buenos días familia – Ron entra en la cocina, aún sin duchar y rascándose esa barriga cervecera que parece no querer abandonar su cuerpo.
¡Oh, genial! – exclama – por favor, termina con el desayuno, tengo que subir a cambiarme.
Pero…
Gracias, cariño – le besa la mejilla antes de subir a carreras hacia su cuarto.
Es una buena conductora. Pero no bajo presión.
Cierra con demasiada fuerza el cinturón de la silla que aprisiona al pequeño Hugo. Le oye refunfuñar mientras abre la puerta del copiloto y lanza su portafolio sobre el asiento. Da la vuelta al coche corriendo y vuelve a torcerse el pie, una retahíla de juramentos y maldiciones parecen mermar el dolor. Arranca y pone marcha a la guardería, que está en la otra punta de la ciudad. Su jefe va a matarla.
En Londres siempre llueve, da igual si es verano o invierno, pero siempre llueve. Y más si ella tiene prisa, por eso se encuentra con un monumental atasco a la salida a la autovía. Las siete menos diez, se muerde el labio ahogando un grito, ha trabajado tanto para aquello, y ahora va a echarlo todo por la borda.
Hugo se ha hecho pis – indica Rose.
¡Oh, mierda! – protesta – En la guardería le cambiaran.
Pero huele mal – protesta.
Lo siento cariño, pero ahora no puedo parar el coche – pone el intermitente y consigue colarse en otro carril, aunque el conductor al que ha adelantado no parece muy satisfecho pues le enseña un dedo a través del cristal.
Cerca de las siete y cinco, hace cinco minutos que debería estar en el ministerio, aparca el coche frente a la guardería.
Buenos días, señora Weasley – Meredith es la profesora de Hugo – Hoy llega pronto.
Lo sé, pero tengo una reunión importante – le entrega a su hijo – Creo que tendrá que cambiarle, y… ¿podría usar su chimenea?
Es la mejor en derecho mágico, y hoy va a demostrarlo.
Los ascensores están a reventar a esas horas en el ministerio así que opta por lo más sensato. Las escaleras.
Quizás debería recordar que se ha torcido dos veces el tobillo, y que lleva esos insufribles tacones. A mitad de camino, decide quitárselos y terminar el resto del trayecto descalza. Cuando alcanza su planta, suda, mucho. Demasiado. Su respiración es acelerada, y el precioso recogido que había conseguido hacer con su melena es solo un vago recuerdo. Se calza y toma aire, cuando abre la puerta todo es un completo caos.
¡Granger! – gira el rostro y le ve apoyado sobre el dintel de la puerta.
Buenos días, jefe.
¿Buenos días? – pregunta encarnando una ceja – Llegas tarde.
Lo se, lo siento pero…
No quiero tus excusas. El consejo te espera, si quieres que esa ley se apruebe corre.
Y eso hace, dejando a su jefe Milles Brown refunfuñando sobre contratar a idealistas como ella, un acceso de furia cubre su pecho y está a punto de darse la vuelta y protestar, pero ha trabajado mucho y tienen que escucharla.
Avanza hasta la puerta del auditorio, una vez más vuelve a inspirar hondo. Entra y el mundo se le cae a los pies.
Luchar contra el pasado es algo que no domina demasiado bien.
Se queda a mitad de camino, con el portafolio en una mano y la otra aún en el pomo de la puerta. Parpadea perpleja y sigue sin reaccionar.
Menos mal que llegas – Josie, es su compañera de trabajo desde hace varios años, su mano derecha y la mejor amiga, que alguien podrían encontrar en aquel despiadado mundo. Además de que sus ideales son los mismos – No sabía que hacer para retenerlos.
… - la mira pero no la escucha, su vista está fija en la figura sentada al fondo del auditorio, ni en la lejanía podría confundirle.
Hermione¿me estás escuchando?
Sí… perdona…
¿Estás lista?
Eso creo – se acerca al atril y los pocos pero importantes consejeros guardan silencio. Saca un pequeño discurso del portafolios y carraspea un par de veces antes de empezar – En primer lugar, quisiera pedirles disculpas por el retraso – sonríe e intenta no levantar la vista demasiado, porque si lo hace sabe que terminara mirándole, y no va a darle el gusto de ponerla nerviosa, o peor aún sacarla de sus casillas – Gracias por el tiempo que van a prestarme, como se que su tiempo es oro no les robare demasiado…
Le encanta su trabajo. Sobre todo cuando sale bien.
Respira aliviada cuando el último de los miembros del consejo legislativo abandona el auditorio. Lo ha conseguido, su primera propuesta de ley ha llegado a buen puerto, y ahora solo tiene que ser debatida en las cortes y la ley sobre derechos de los no mágicos entrara a formar parte de la nueva carta magna que el ministro Nott está llevando a cabo. Lleva años trabajando en ella, mucho antes de entrar en el departamento de aplicación de la ley mágica, incluso mientras cursaba sus estudios de derecho mágico su cabeza ya soñaba con ese momento.
¡Lo has conseguido!
Solo van a debatirla en las cortes – sonríe – además las dos lo hemos conseguido.
Esa ley será una de las más importantes de la nueva constitución ya lo verás. Todos lo magos del mundo recordaran tu nombre.
… - se sonroja y le da una palmadita en la espalda – me conformo con que la ley se aplique.
Siempre tan modesta – salen rumbo a su despacho – Oye¿tú fuiste a clase con Malfoy, no?
… - hace años que no escuchaba su nombre, pero le sigue produciendo la misma ira contenida – Sí.
¿Le has visto? Susan, la de derecho internacional, me ha dicho que como el ministro y él eran amigos en la escuela ha conseguido el puesto de Coordinador de derecho y leyes internacionales.
¿Qué? – grita llamando la atención de todo el departamento. Arrastra a Josie hasta el despacho que ambas comparten - ¿Cómo que le han dado un puesto?
Pues eso dicen, aún no es oficial pero vamos he visto a algún operario llevar cajas, su despacho está al final del pasillo.
¡No, no! – chilla – Malfoy no puede trabajar aquí, ese maldito cobarde no tiene ningún derecho. Ese puesto requiere unos valores que no posee, lo echará todo a perder. Malfoy es una manzana podrida.
Josie la deja sola media hora después, y se pasa el resto de la mañana en un extraño estado de animo, ha conseguido uno de los mayores logros de toda su carrera, y más para una bruja de su edad, pues normalmente los borradores sobre las leyes suelen presentarles magos y brujas de larga trayectoria, pero ella lo ha logrado y ha convencido a un montón de carcamales de lo buena que puede ser esa ley.
Pero Malfoy ha vuelto. Y su alegría se ha ido al carajo.
Solo tiene una fobia. La peor de todas si se queda encerrada en un ascensor.
Ha tenido que hacer varias horas extras debido a una demanda que una de las inútiles del departamento de derecho comercial no ha sabido llevar a buen puerto, lo que ha conseguido que lleve un humor mucho peor cuando avanza por el pasillo rumbo al ascensor. Tiene un montón de cosas por hacer y sabe que no le dará tiempo. Odia cuando su tiempo se desperdicia, odia no llevar programadas las cosas.
¡Espere! – grita cuando ve las puertas del ascensor cerrarse, un fino bastón negro con empuñadura de plata detiene la puerta – Gracias – guarda el portafolio en su maletín y levanta la cabeza - ¡Malfoy! – chilla.
Granger – una educada inclinación con la cabeza es lo único que recibe, Malfoy sigue con la vista fija en las puertas que se cierran.
… - maldice su suerte, y sobre todo a Malfoy y a todos sus ancestros. Eleva la barbilla y toma la actitud más soberbia que puede.
El ascensor avanza a buen ritmo hasta que un pequeño traqueteó y un chirrido, hacen que frene bruscamente.
¿Qué ha sido eso? – pregunta horrorizada.
Se ha parado – indica en un tono neutral.
Brillante deducción – masculla – pero¿Por qué?
Están purgando los conjuros de movilización, puede que alguno haya fallado – sigue sin mirarla.
Y eso… ¿Qué quiere decir?
Que el ascensor se ha estropeado.
Pasan más de diez minutos el uno junto al otro, hombro con hombro los dos con la mirada al frente, sin que nadie de señal de ir a sacarlos de allí. Hermione tiene un pequeño problema con los espacios cerrados. Los odia. No puede soportarlos, sabe que el aire empieza a faltarle, y que se marea en cuanto eso empieza a pasar, y que poco después pierde el conocimiento. Pero intenta mantenerse serena, porque no está sola. Malfoy está a su lado. Respira con tranquilidad inhalando y expirando el aire con una calma que no tiene. El pánico no puede cundir.
¡Sáquenos de aquí! – el pánico si puede cundir.
No quiere morir. No puede morir.
Draco la mira con una ceja en alto, mientras ella aporrea la puerta con vehemencia, intenta hacer funcionar el intercomunicador. Se acuerda de su varita un rato después, pero desiste al segundo intento. Tal vez ha recordado que los ascensores son lugares libres de magia.
Está tentando a meterle un pañuelo en la boca cuando sus chillidos empiezan a taladrarle los oídos, pero considera divertido el lamentable estado en el que se encuentra, respirando con dificultad, se agita nerviosa, y comienza a sollozar. Deja de parecerle algo entretenido cuando ve como sus piernas le flojean y tiene que dar un paso al frente para que no caiga al suelo.
Maldita sangre sucia – masculla sentándola en el suelo del ascensor – Granger, despierta – tuerce la boca con desagrado cuando se da cuenta que tiene que tocarla, pone una mano sobre su hombro y le da un ligero meneo – Despierta – pero no reacciona, y eso no le gusta porque lo único que necesita es que cuando la puerta se abra la asquerosa sabelotodo este allí tirada en el suelo inconsciente a su lado. Rebusca en el interior de su capa y dentro un bolsillo encuentra una petaca de metal. Lleva un buen whisky en ella, no es que le guste beber demasiado pero la lleva por si acaso. La abre y a falta de un olor más fuerte la pasa por debajo de la nariz de la castaña – Granger… - con dos dedos coge su barbilla y la sacude – despierta.
No es un olor fuerte, pero no le gusta por lo que arruga la nariz y con pesadez abre los ojos. Le cuesta enfocar la vista, pero cuando lo hace se siente abrumada por el gris tan profundo de los ojos que la observan a escasos centímetros, hay pequeños destellos de azul y dorado en sus ojos. Realmente es como mirar al firmamento.
Ya era hora – resopla apartándose de ella – Si llegan a verte ahí tirada seguramente me hubieran formado un consejo de guerra – se incorpora y elegantemente se alisa la capa y los pantalones.
¿Qué… que ha pasado? – pregunta confusa.
… - rueda los ojos desesperado – el ascensor se ha estropeado – se apoya contra la pared y cruza los brazos.
No… no me gustan los espacios cerrados – aterrorizada comienza a respirar con dificultad.
Ni a mi los sangre sucias – escupe – y estoy aquí contigo.
… - quiere mirarlo con odio, pero el pánico se apodera de ella – Me… me estoy… estoy ahogando.
… - la ignora fijando la vista en la recaliente piel de sus costosos zapatos.
… - sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas, el pecho le arde, y la garganta y su boca están secas, el aire que intenta inhalar no llega a sus pulmones, y tiene miedo, no quiere morir. No puede morir.
Ha recibido ayuda. Pero nunca de alguien como él.
Esta rabiosa e irritada, porque no puede dominar su cuerpo y la situación, pero sobre todo porque él no hace nada para ayudarla. Siempre se han despreciado, él más que ella. Siempre se han odiado, pero ella está en peligro¿es que su maldito orgullo, sus ideales van a dejarla morir? Tristemente sabe la respuesta.
Mal… Malfoy… - susurra llevándose la mano a la garganta – Por favor… no puedo…
¡Maldita sea! – gruñe arrodillándose a su lado, de una golpe seco aparta la mano sobre la garganta, tira de los botones de la camisa blanca que lleva y los abre llevándose varios a su paso – Despacio – le indica – respira despacio.
No… no puedo – solloza con las lágrimas resbalando por sus mejillas.
Sí puedes – se sienta a su lado - ¿Tienes hijos?
… - tuerce la cabeza y le observa – Sí.
¿Cuántos?
Dos. Una niña y un niño.
Yo tengo un hijo – le informa – Supongo que te casaste con la comadreja.
… - arruga la nariz y asiente - ¿Y tú?
Una chica que conocí en la universidad. Nicolle Moccia – no sabe lo que está haciendo, y mucho menos porque lo hace, pero si lo piensa solo conseguirá un terrible dolor de cabeza. Y ahora mismo es lo menos que le apetece - ¿Cuánto tiempo llevas en el departamento?
3 años – susurra apoyando la cabeza contra la pared - ¿Qué hiciste?
¿Cuándo?
Después de la guerra.
… - no tiene ganas de recordar – Sobrevivir.
Ya… - de repente nota que está calmada y que su respiración es tranquila – Gracias – susurra.
Pero no obtiene respuesta porque el ascensor traquetea una vez más y se pone en marcha de nuevo.
Sus miedos muchas veces son irracionales.
Hace tres semanas y dos días que se quedó encerrada en el ascensor y no ha vuelto a subirse en uno, pero no puede. Lo ha intentado, de verdad, pero cada vez que va a poner un pie en el se queda inmóvil y aunque le dice a su cerebro que puede hacerlo que está lista. No lo está. Así que ha perdido casi un kilo con tantas subidas y bajadas de escaleras. Cosa que secretamente agradece porque no quiere echar culo como la mayoría de sus compañeras, aún es joven. Aún se considera atractiva.
Cierra la puerta de su despacho, el reloj del pasillo marca las ocho y cuarto. Ron va a descuartizarla es la cuarta noche que llega tarde, pero es que el anteproyecto de ley tiene que estar perfecto para que ninguno de los senadores y consejeros le de marcha atrás y en casa con los niños le es imposible trabajar. Llega hasta el ascensor y lo mira con desgana, quizás mañana. La puerta de la escalera está a solo unos metro está a punto de poner la mano sobre el pomo pero un bastón negro y con cabeza plateada le da un golpe en la mano.
¿Has pensado en que es irracional? – Hermione levanta la cabeza y le fulmina con la mirada.
¿Y tú has pensado que lo que me digas me importa una mierda?
Alguien con una cabeza tan amueblada como la tuya no debería dejarse llevar por esas estupideces.
Y alguien con esos ideales no debería perder su tiempo conmigo.
… - aprieta los labios – Estúpida – pasa a su lado y le sisea al oído – Valiente Gryffindor de pacotilla estás hecha.
Se queda parada con la mano en el pomo y las palabras de Malfoy resonando en su cabeza. Sabe que solo busca provocarla, que es lo que ha hecho toda la vida, pero ¡Joder! Tiene razón. Con recelo mira al ascensor en el que su ex compañero acaba de entrar, toma aire, y sale corriendo hacia él. Por los pelos consigue colarse en su interior.
Creía que lo que yo…
¡Cállate! – Draco sonríe de medio lado y la observa de soslayo. Está asustada, aterrorizada, como un león en una jaula.
¿Cuándo tienes que presentar la ley ante las cortes?
¿Qué? – pregunta sorprendida – Yo… no… no lo se… en realidad, creo que no lo haré.
¿No es tu propuesta de ley?
Sí, pero…
Entonces deberías presentarla tú – el ascensor se detiene y Draco sale con paso tranquilo. A Hermione le cuesta un poco más.
Muchas veces ni ella misma se comprende.
Corre por los pasillos llevándose por delante a una de las limpiadoras pues ha olvidado su bufanda sobre el escritorio, la recoge y vuelve a correr rumbo al ascensor, está a punto de resbalarse cuando frena antes de cruzarse delante de su puerta.
¿Llegas tarde? – da un brinco al escuchar su voz a su espalda.
No… sí… - se muerde los labios y entra en el ascensor, con la bufanda en la mano. Ahora tiene tanto calor, que no sabe que hacer con ella.
He hablado con tu jefe – indica.
¿Para que me despidan? – escupe.
Estuve tentado – en más de cinco meses de encuentros en los ascensores, nunca la mira cuando se hablan – Le he insinuado que nadie mejor que alguien con esa cabezonería gryffindor para presentar una ley ante los senadores.
¿Qué? – chilla - ¿Tú… ha hecho eso?
… - carraspea ligeramente – Sí.
¿Por mí? – se lleva la bufanda a la boca y saca la lengua con desagrado cuando varios pelos se cuelan en su boca.
Sigue soñando.
Como siempre sale antes que ella del ascensor, solo que esta vez Hermione está a punto de quedarse dentro. Cuando se da cuenta sale corriendo rumbo a las chimeneas, pero se detiene a mitad de camino. Demasiada información que procesar. Sale del ministerio por la cabina telefónica y pone rumbo a un café cercano, desde donde le manda un mensaje de texto a Ron, solo espera que por una vez sea capaz de leerlo antes de eliminarlo.
Pide un capuchino y observa la lluvia caer con la cabeza en otra parte. En el ascensor que hace meses comparte con Malfoy. Todos los días se encuentran, siempre a la misma hora, ni un solo día han faltado a su cita, salvo las dos semanas que el rubio tuvo que ausentarse por un viaje de trabajo, recuerda aquel encuentro perfectamente.
He leído tu informe – Draco apoya el bastón en el suelo - ¿Realmente crees que tienes posibilidades con ese caso?
Sí.
Terca como tú sola – murmura – Por cierto, me voy de viaje, tengo una convección en Marsella. Estaré fuera dos semanas.
¿Y?
Que no me eches demasiado de menos.
Quiso gritarle que ni aunque fuera el único hombre sobre la tierra iba a echarlo de menos. Pero no se le da nada bien mentir. Y aunque en aquel momento pensó que estaba loco, tuvo que darle la razón cuando el viernes de esa misma al subirse al ascensor el viaje se le hizo eterno, sus pequeñas charlas se habían convertido en algo vital para ella, le garantizaban tranquilidad en sus viajes en ascensor pero sobre todo la "chispa", había algo en aquellos momentos que compartía con Malfoy que habían traído luz a su vida.
Hermione era feliz, estaba casada con el hombre al que amaba, tenía dos hijos maravillosos, amigos y un trabajo que le encantaba, pero había algo, algo que ni ella alcanzaba a comprender, algo que opacaba esa felicidad.
La rutina y su vida, uno solo.
Hace años que siente que falta algo, hace años que acalla esa voz que le dice que una bruja tan inteligente y valiosa como ella debería hacer algo más. Pero también hace años que sabe que nunca habrá nada más.
Desde que se casó con Ron ha cambiado mucho, la madurez había llegado a ambos en mitad de la guerra pero con el paso del tiempo se forjó más en ella que en su marido. Ella tiene otras prioridades, otras responsabilidades que Ron no parece compartir. Son un matrimonio feliz, eso es indudable, pero también son un matrimonio común y que está empezando a ser demasiado predecible. Siguen una rutina para casi todo, quien lleva a los niños o quien hace las tareas del hogar está anotado en una pizarra en la cocina. Los fines de semana que pasan con sus respectivos padres se reparten al comienzo del mes, hay otro para los cuatro solos, y uno para ellos dos.
Las vacaciones son preparadas de un año para otro, los cumpleaños y aniversarios programados con semanas de anterioridad, pero Hermione hace aquellas cosas porque probablemente, si no se siguen aquellas pautas Ron olvidaría la mitad. Sabe que tiene que sentirse agradecida, porque su marido la ama por sobre ninguna otra cosa, pero comienza demostrárselo cada vez menos.
Hermione había sido, es y sería una mujer práctica y pragmática. Ordenada y cautelosa, pero ahora que se hace mayor que entra en una época de dudas siente la necesidad de romper con todas y cada una de aquellas normas y conductas que ella misma se ha fijado.
Y aquellas conversaciones en el ascensor eran la "chispa" de su vida.
La razón si se pierde se encuentra.
El móvil vibra sobre la mesa, en la pantalla centellea el nombre de Ron y se obliga a si misma a borrar todos aquellos estúpidos pensamientos de su cabeza. Paga el café y antes de aparecerse en el salón de su casa pasa por el restaurante favorito de su marido.
Estoy en casa – anuncia caminando hacia la cocina - ¿Ron¿Dónde estás?
Aquí – baja las escaleras cargando a Hugo - ¿Qué ha pasado?
Reunión de última hora – el pelirrojo deja al pequeño en su silla – He traído comida china.
¡Genial! Me muero de hambre – se lanza a por las bolsas.
¿Has bañado a los niños?
No… - se mete un trozo de pollo en la boca – Quieren que lo hagas tú – coge un par de cajas de comida y sale hacia el salón – Voy a ver el partido.
Una hora y media después termina de meter a Rose en su cama, se pone el pijama y baja hacia el salón, Ron estaba tumbado en el salón dormido y con la comida china tirada en el suelo.
Eres un guarro – se queja recogiendo la comida a golpe de varita – Y un glotón – le zarandea - ¿No me has dejado nada?
Eh… no sé – parpadea y tira de ella hacia. Comienza a besarla en el cuello.
Ron, estoy cansada – se deshace de su abrazo – tengo que recoger la cocina y preparar tu ropa para maña.
Eso pues esperar – ronronea.
Estoy cansada – repite.
¡Joder! – grita asustándola - ¿Qué coño te pasa?
Nada… ¿Por qué…?
No se Hermione, hace semanas que estás rara. Más de lo normal.
¿Insinúas que soy rara?
Eres una mujer, eso viene contigo – va a protestar pero Ron hace un gesto con la mano – Siempre estás cansada, ya nada de lo que hacemos parece gustarte y cada vez llegas más tarde del trabajo.
Lo siento – se acerca a él – estoy a punto de presentar el proyecto de ley antes los senadores y…
¿Tú?
Sí.
Creí que iba a hacerlo tu jefe.
Iba pero… - no podía decirle la verdad, no le había comentado nada de sus encuentros con Malfoy, ni a é ni a nadie – Lo ha pensado mejor, y como yo lo he preparado pues…
Entiendo – recoger los restos de comida del sofá – Me voy a la cama.
Ron…
Buenas noches.
Se siente culpable porque Ron la adora y ella no hace nada para devolver esa adoración, así que rápidamente recoge la cocina y sube a su cuarto. Aún está despierto, lee una revista de Quidditch, se la arranca de las manos y se tira sobre él.
Ni siquiera el sexo escapa de su rutina.
La "chispa" de su vida tiene nombre y apellido. Y no son los que deberían.
Hace un frío del demonio y la calefacción del ministerio ha decidido poner en huelga o eso le parece a ella cuando tiene que frotarse las manos contra los brazos para poder sentir los dedos. Se calza el gorro hasta los ojos, el abrigo, los guantes y la bufanda, camina rumbo al ascensor. Se ha retrasado todo lo posible, pues hace un par de noches que ha tomado la decisión de terminar con aquel sin sentido que son las conversaciones con Malfoy.
Pero el universo tiene otros planes y es un bastón negro y de empuñadura de plata el que vuelve a parar el ascensor.
Granger¿estás ahí dentro? – pregunta cuando solo ve sus ojos.
Sí – gruñe, enrabietada consigo mismo porque en el fondo se alegra de que sea él quien va a en el ascensor.
Tengo un caso para ti – le indica – Me gustaría debatirlo contigo.
¿Qué? – pregunta bajando la bufanda.
Bueno, se que no ejerces mucho, que lo tuyo son más la proclamación de leyes, pero es un caso importante. Te daría la notoriedad necesaria antes de llevar la ley a las cortes.
…
Mañana a las ochos en Le Noir.
Sale del ascensor, dejándola una vez más con la palabra en la boca. Pero está vez no se queda quieta sino que sale tras de él.
No voy a aceptar el caso – Draco se detiene antes de introducirse en la chimenea.
¿Por qué?
Pues… porque no… no ejerzo como abogada hace años, además no necesito tu ayuda.
No te estoy brindando mi ayuda – eleva un ceja - ¿te crees merecedora de ella?
Malfoy…
¿Quieres que te presten atención¿Qué los senadores den el visto bueno a tu ley?
Sí.
Pues hazte notar.
Locura. Loca. Locura.
Está perdiendo la cabeza, y lo peor de todo es que es completamente consciente de ello. Se despierta más de una hora antes que cualquier otro día, hora que desperdicia delante del armario tratando de buscar un atuendo apropiado. No se pone cualquier ropa interior, se pone esa de encaje que solo ha usado una vez, y cuando se ve reflejada en el espejo, es consciente de lo que está haciendo.
Estoy loca – dice a la nada – completamente loca.
Loca porque escoge sus mejores galas para una cena de trabajo. Loca por ir a esa cena de trabajo, y sobre todo loca por dejar a su mente divagar con algo que nunca va a pasar. Sin embargo no se quita la ropa interior de encaje negro, y opta por la falda que más estiliza su figura, y esos tacones que le destrozan los pies pero que hacen sus piernas más largas.
Esta noche no vendré a cenar – le dice a Ron mientras guarda las cosas de Rose en su mochila.
¿Por qué?
Tengo una reunión, quizás vaya a juicio en unas semanas. Tengo que prepararme.
¿A juicio? Pero si hace años que no ejerces.
Lo sé. Pero es bueno que los senadores me conozcan –besa la mejilla de su marido- No me esperes levantado.
Aquella mañana y parte de la tarde está tan distraída que tiene que repetir el informa en el que trabaja tres veces, a la cuarta Josie decide que es hora de hablar con ella.
Dispara – se sientan en el pequeño sofá que tiene junto a la librería.
Josie…
No me digas que no pasa nada porque nos conocemos.
Es por la presentación de la ley, y bueno quizás vaya a juicio para que los senadores sepan quien soy y todo eso.
Ya… ¿Y para eso te pones un sostén de encaje negro?
¿Qué? – horrorizada cierra el botón de su camisa que la ha descubierto – No yo…
Hermione, somos amigas, desde hace varios años. Trabajamos juntas, y creo que te conozco lo suficiente como para preguntarte. ¿Estás teniendo una aventura?
¡No¡Claro, que no! Por el amor de dios¿Qué clase de persona crees que soy?
La mejor que conozco, por eso mismo no logro comprender muchas de tus actitudes.
…
Hace meses que sales por lo menos una hora más tarde de trabajar, y no se si te has dado cuenta pero te arreglas más, y hasta te maquillas.
Tonterías, lo hago solo porque… bueno… porque… - se lleva las manos a la cara – Josie esto es una auténtica tontería, yo jamás engañaría a Ron.
Pero…
Pero… - suspira – Todas las noches antes de dejar el ministerio me encuentro con alguien en el ascensor. No me mires así, no pasa nada, ni siquiera mantenemos una conversación civilizada, solo… no sé… es diferente – se pone de pie – es difícil de explicar, amo a Ron tengo la vida que siempre he querido, pero hay algo que falla. Supongo que soy yo… no lo sé.
Hermione¿estás segura¿Segura que no hay nada más?
Sí, de verdad. Esas conversaciones me sacan de la rutina, son la "chispa" de mi vida. Lo sé me estoy volviendo loca.
Leona herida. Serpiente venenosa.
Lleva más de veinte minutos en la cera de enfrente al restaurante, podría haberse aparecido en su interior pues es un restaurante mágico pero está tan nerviosa que podría haberse escindido. La angustia carcome sus entrañas, no sabe porque pero siente que lo que está apunto de hacer no es lo correcto, y es una absurda tontería porque solo va a aceptar la ayuda de Malfoy en un caso, caso que le abrirá las puertas de las cortes, y conseguirá que la ley salga a flote.
Pero lleva tacones, una blusa escotada, ropa interior negra y de encaje y colorete en las mejillas. Es como si estuviera provocando una situación que no quiere. Porque no desea tener una aventura, ella ama a su marido y nunca le sería infiel.
Ni siquiera con Draco Malfoy.
Sus pensamientos la asustan y aturden porque ha llegado a la conclusión, horrible y nefasta, conclusión que Malfoy es atractivo, que pese a tener la edad de su marido se conserva mucho mejor, sus modales son exquisitos, exuda elegancia por los cuatro costados y está increíblemente bueno.
Ella no está pensando eso antes de tener una cita de "trabajo", pero cita al fin y al cabo con el objeto de sus pensamientos. Sacude la cabeza un par de veces, relaja sus hombre, tomo aire y camina rumbo al restaurante.
El maître le informa que Malfoy ya la está esperando, toma su chaqueta y su bolso y le indica la mesa caminando delante de ella, por eso no lo ve hasta que llega.
Buenas noches Granger – Hermione quiere hablar pero las palabras están atoradas en su garganta – Te presento a mi esposa, Nicolle. Ella es Hermione Granger, perdón Weasley.
Bue… buenas noches Malfoy – le tiende la mano a la mujer rubia junto a Malfoy – Señora Malfoy.
Nicolle, por favor – las pestañas rubias se mecen arriba y abajo y una espectacular sonrisa se forma en sus labios – Draco me ha dicho que estudiasteis juntos.
Sí… sí…
Lo cierto es que Granger y yo no nos llevábamos demasiado bien¿verdad?
… - no puede hablar, esta moralmente hundida. Se siente estúpida – Me disculpáis un segundo.
Casi a carreras llega al baño donde se encierra en un baño, se lleva la mano a la boca y la muerde con ganas, reprimiendo un grito. Echa la cabeza hacia atrás para evitar que sus ojos se llenen de lágrimas. ¡Dios¿Cómo ha sido tan estúpida? Nadie en su sano juicio había interpretado aquellos encuentros como algo más que un gesto amistoso, por mucho que de Draco Malfoy se tratará, y ella y su traicionera mente ha visto señales donde no las hay. Coqueteos e insinuaciones que nunca los han sido, miradas que debieron existir solo en su imaginación.
Sí porque todo aquello debió existir solo en su mente. Malfoy nunca la habría mirado de soslayo en la cafetería, nunca la habría sonreído de medio lado cuando entraba en el ascensor. Nunca habría arrastrado las palabras de la manera más sensual que hubiera conocido. ¡No, no y no! Solo había sido su mente jugándole malas pasadas.
¿Hermione? – lleva dos dedos debajo de sus ojos y aprieta las lágrimas contra ellos.
¿Sí? – asoma la cabeza por la puerta.
¿Podemos hablar? – la extraña actitud de la mujer de Malfoy la pilla por sorpresa.
Claro… - camina hasta el lavabo y apoya las manos en él – Tú dirás.
Ten mucho cuidado – le dice – Se de todo lo que Draco es capaz.
¿Qué?
Pareces una buena mujer, no quiero que te haga daño – sonríe – pero también se que es imposible que no se salga con la suya.
¿Yo… no entiendo?
Él te quiere.
