Argumento

Nessie lleva siendo una inválida desde que sufrió un caso casi fatal de escarlatina. Jacob es un gitano romaní que fue acogido de niño por la familia Swan. Él siempre ha resistido su feroz pasión por Nessie en secreto, creyendo que una relación romántica nunca sería posible.

Pero Nessie asiste a una clínica exclusiva, se aleja de Jacob y el resto de su familia, y se recupera notablemente. Y cuando regresa dos años después, como una mujer cambiada, la explosiva pasión entre estos dos amantes largamente negados amenaza a su familia, su futuro, e incluso sus vidas...

Jacob Black ha anhelado a la hermosa, aristocrática Renesmee Swan desde que su familia lo recogió al borde de la muerte cuando sólo era un niño. Pero este hermoso gitano es un hombre de orígenes misteriosos y teme que la oscuridad de su pasado pueda aplastar a la delicada y luminosa Nessie. Por eso Jake se niega a caer en la tentación y poco tiempo después de eso Nessie se separa de él debido un devastador giro del destino.

Más tarde, Nessie regresa a Inglaterra sólo para descubrir que Jake se ha endurecido, es un hombre que se negará al amor a toda costa. Entretanto, un atractivo y seductor pretendiente ha puesto sus ojos en Nessie. Es ahora o nunca para que Jake haga su jugada.

Pero primero, deberá afrontar un peligroso secreto sobre su destino o arriesgarse a perder a la única mujer por la que ha vivido.

Capítulo 1

Londres, 1848

Invierno

Nessie siempre había pensado que Jacob Black era hermoso, en la forma en la que un austero paisaje o un día de invierno podía ser hermoso. Era un hombre alto y atractivo, inflexible desde cualquier ángulo. La exótica intrepidez de sus rasgos era el complemento perfecto para ojos tan oscuros que sus iris eran escasamente distinguibles de las pupilas. Su cabello era espeso y tan negro como el ala de un cuervo, sus cejas fuertes y rectas. Y su amplia boca combinaba con una perpetua curva de preocupación que Nessie encontraba irresistible.

Jacob. Su amor, pero nunca su amante. Se conocían desde niños, cuando él había sido acogido por su familia. Aunque los Swan siempre lo habían tratado como uno de los suyos, Jacob había actuado en calidad de sirviente. Un protector.

Un forastero.

Él fue a la alcoba de Nessie y se detuvo en el umbral para observar mientras ella llenaba una maleta con algunos artículos personales de encima de su tocador. Un cepillo para el cabello, un alfiletero, un puñado de pañuelos que su hermana Esme había bordado para ella. Mientras Nessie metía los objetos en la bolsa de cuero, era intensamente consciente del cuerpo inmóvil de Jacob. Sabía lo que se ocultaba bajo su quietud, porque ella sentía la misma sensación interior de anhelo.

La idea de dejarlo estaba rompiéndole el corazón. Y aún así no había otra opción.

Llevaba siendo una inválida desde que había padecido la escarlatina dos años atrás.

Estaba delgada y frágil, muy propensa a episodios de desmayos y fatiga. Pulmones débiles, habían dicho todos los médicos. Nada que hacer excepto sucumbir. Una vida entera de descanso en la cama seguida por una muerte temprana.

Nessie no aceptaría ese destino.

Anhelaba sanarse, disfrutar de las cosas que la mayoría de la gente daba por sentadas. Bailar, reír, caminar por el campo. Quería libertad para amar... casarse... tener su propia familia algún día.

Con su salud en tan deplorable estado, no había ninguna posibilidad de hacer cualquier cosa de esas. Pero eso estaba a punto de cambiar. Ese día partiría hacia una clínica francesa, donde un joven y dinámico doctor, Nahuel Pardo, había conseguido resultados notables con pacientes como ella. Sus tratamientos eran poco ortodoxos, polémicos, pero a Nessie no le importaba. Haría lo que fuera para curarse. Porque hasta que ese día llegara, nunca podría tener a Jacob.

—No te vayas —dijo él, tan suavemente que casi no lo oyó.

Nessie se esforzó por permanecer exteriormente en calma, incluso mientras un escalofrío bajaba por su espina dorsal.

—Por favor cierra la puerta —se las arregló para decir. Necesitaban privacidad para la conversación que estaban a punto de tener.

Jacob no se movió. El color se le había subido en su moreno rostro y sus ojos negros relucían con una ferocidad que no era en absoluto propia en él. Era todo un romaní en ese momento, sus emociones estaban más cerca de la superficie de lo que usualmente permitía.

Fue a cerrar la puerta ella misma, mientras él se apartaba como si cualquier contacto entre ellos fuera a dar como resultado un daño fatal.

—¿Por qué no quieres que me vaya, Jake? —preguntó suavemente.

—No estarás segura allí.

—Estaré perfectamente a salvo —dijo—. Tengo fe en el doctor Nahuel. Sus tratamientos parecen adecuados para mí, y ha tenido una alta proporción de éxitos...

—Ha tenido tantos fracasos como éxitos. Hay muchos doctores buenos aquí en

Londres. Deberías probarlos primero.

—Pienso que mi mejor oportunidad está con el doctor Nahuel. —Nessie sonrió a los duros ojos negros de Jacob, comprendiendo las cosas que él no podía decir—.

Regresaré a ti. Te lo prometo.

Él ignoró eso. Cualquier intento que hiciera para sacar sus sentimientos a la luz siempre se encontraba con una resistencia extremadamente fuerte. Nunca admitiría que la quería, o la trataría como algo más que una frágil inválida que necesitaba su protección. Una mariposa encerrada en un cristal.

Mientras él continuaba con sus actividades privadas.

A pesar de la discreción de Jacob en sus asuntos personales, Nessie estaba segura de que habían sido más que unas pocas mujeres las que le habían entregado sus cuerpos, y lo habían utilizado a él para su propio placer. Algo frío y furioso creció desde las profundidades de su alma ante el pensamiento de Jacob yaciendo con alguna otra. Esto sorprendería a cualquiera que la conociera, y les hubiera hecho entender el poder de su deseo por él. Probablemente sorprendería a Jacob sobre todo.

Viendo su cara inexpresiva, Nessie pensó: Muy bien, Jake. Si esto es lo que quieres, me mostraré estoica. Tendremos un amistoso y frío adiós.

Después sufriría en privado, sabiendo que pasaría una eternidad antes de que volviera a verlo de nuevo. Pero eso era mejor que vivir así, para siempre juntos y aún así separados, con su enfermedad siempre entre ellos.

—Bien —dijo ella enérgicamente—, me marcharé pronto. Y no tienes necesidad de preocuparte, Jake. Emmett cuidará de mí durante el viaje a Francia, y...

—Tu hermano no puede cuidarse ni siquiera a sí mismo —dijo Jacob severamente—. No vas a ir. Te quedarás aquí, donde yo pueda...

Mordió las palabras.

Pero Nessie había escuchado una nota de algo parecido a la furia, o a la angustia, enterrada en su voz.

Esto estaba poniéndose interesante.

Su corazón empezó a latir con fuerza.

—Hay... —Tuvo que hacer una pausa para tomar aliento—. Sólo hay una cosa que podría impedir que me marchara.

Él le disparó una mirada alerta.

—¿Qué?

Le llevó un buen rato reunir el valor para hablar.

—Dime que me amas. Dímelo, y me quedaré.

Los ojos negros se abrieron de par en par. El sonido sofocado de su respiración cortó a través del aire como el arco descendente de un golpe de hacha. Estaba callado, helado.

Una curiosa mezcla de diversión y desesperación creció a través de Nessie mientras esperaba su respuesta.

—Yo... quiero a todos los miembros de tu familia...

—No. Sabes que eso no es lo que te estoy pidiendo. —Nessie se acercó a él y levantó las pálidas manos hacia su pecho, descansando las palmas sobre una superficie de músculo dura y rígida. Sintió la respuesta que lo sobresaltó—. Por favor —dijo, odiando el filo desesperado de su propia voz—, no me importaría si muero mañana, si pudiera escucharlo sólo una vez...

No —gruñó él, retrocediendo.

Echando toda la cautela a un lado, Nessie prosiguió. Extendió la mano para asir los pliegues sueltos de su camisa.

—Dímelo. Saquemos por fin la verdad a flote…

—Calla, te enfermarás.

A Nessie le enfureció que tuviera razón. Podía sentir la debilidad familiar, el vértigo que aparecía con el latido acelerado de su corazón y su sofocación. Maldijo a su defectuoso cuerpo.

—Te amo —dijo ella miserablemente—. Y si estuviera bien, ningún poder en la tierra podría alejarme de ti. Si estuviera bien, te llevaría a mi cama, y te mostraría tanta pasión como cualquier mujer...

—No. —Alzó la mano hacia su boca como si quisiera silenciarla, luego la apartó rápidamente al sentir el calor de sus labios.

—Si yo no tengo miedo de admitirlo, ¿por qué tú sí? —Su placer al estar cerca de él y tocarlo, era una especie de locura. Imprudentemente se amoldó contra su cuerpo.

Él intentó empujarla lejos sin herirla, pero ella se asió con toda la fuerza que le quedaba—. ¿Y si este fuera el último momento que tienes conmigo? ¿No lamentarías el no decirme lo que sientes? ¿No te...?

Jacob le cubrió la boca con la suya, desesperado por encontrar la manera de callarla. Ambos jadearon y se quedaron quietos, absorbiendo esa sensación. Cada golpe de la respiración de él en su mejilla era una descarga de calor. Sus brazos la rodeaban, envolviéndola con su inmensa fuerza, sosteniéndola contra la dureza de su cuerpo. Y entonces todo se encendió, y ambos se perdieron en una necesidad escandalosa.

Nessie podía saborear la dulzura a manzanas de su aliento, el gusto amargo de café, pero sobre todo la rica esencia de él. Queriendo más, hambrienta de más, se empujó hacia arriba. Él tomó la inocente ofrenda con un sonido bajo y salvaje. Ella sintió el toque de su lengua. Abriéndose a él, lo atrajo más profundamente, usando su propia lengua vacilantemente en un deslizamiento de seda sobre seda, y él se estremeció, jadeó y la abrazó con más fuerza. Una nueva debilidad la inundó, sus sentidos hambrientos por esas manos, boca y cuerpo... su poderoso peso sobre, entre y dentro de ella... Oh, lo deseaba, deseaba...

Jacob la besó con hambre salvaje, su boca moviéndose sobre la de ella con ásperos y deliciosos golpes. Sus nervios ardieron con placer, y se retorció y se aferró a él, deseando tenerlo más cerca.

Incluso a través de las capas de sus faldas, sentía la forma en que él empujaba las caderas contra las suyas, el firme ritmo sutil. Instintivamente extendió la mano hacia abajo para sentirlo, aliviarlo, y sus temblorosos dedos encontraron la dura forma de su excitación.

Él enterró un agónico gemido en su boca. Por un ardoroso momento extendió la mano hacia abajo y le apretó la mano fuertemente contra sí mismo. Los ojos de ella se abrieron rápidamente cuando sintió la pulsante carga, el calor y la tensión que parecían estar listos para explotar.

—Jake... la cama... —susurró, sonrojándose desde la cabeza hasta la punta de los pies. Lo había deseado tan desesperadamente, durante tanto tiempo, y ahora finalmente iba a pasar—. Tómame...

Jacob maldijo y la empujó para apartarla de él, volviéndose a un lado. Estaba jadeando incontrolablemente.

Nessie se acercó a él.

—Jake...

Apártate —dijo él con tal fuerza que ella saltó asustada.

Durante al menos un minuto, no se oyó ningún sonido o movimiento salvo la furiosa fricción de sus respiraciones.

Jacob fue el primero en hablar. Su voz estaba llena de rabia y asco, aunque si esta se dirigía contra ella o contra sí mismo era imposible de discernir.

—Esto nunca volverá a pasar.

—¿Porque temes que podrías herirme?

—Porque no te deseo de esa manera.

Ella se puso rígida por la indignación, y soltó una risa de incredulidad.

—Me respondiste justo ahora. Lo sentí.

Su color se profundizó.

—Podría haber sucedido con cualquier mujer.

—Tú... ¿estás intentado hacerme creer que no sientes nada por mí?

—Nada más que el deseo de proteger a un miembro de tu familia.

Ella sabía que eso era una mentira; lo sabía. Pero su cruel rechazo alivió un poco más su partida.

—Yo... —Era difícil hablar—. Cuan noble por tu parte. —Su intento de decirlo con un tono irónico quedó arruinado por su sofocación. Estúpidos y débiles pulmones.

—Estás muy agitada —dijo Jacob, acercándose a ella—. Necesitas descansar...

—Estoy bien —dijo Nessie furiosamente, dirigiéndose al lavabo, agarrándolo para sostenerse. Cuando aseguró su equilibrio, vertió un poco de agua en un pedazo de lino, y lo aplicó a sus mejillas sonrojadas. Mirando al espejo, compuso la cara en su acostumbrada máscara de serenidad. De algún modo hizo que su voz se calmara—. Tendré todo de ti o nada —dijo—. Conoces las palabras que harían que me quedara. Si no vas a decirlas, entonces vete.

El aire en el cuarto estaba lleno de emoción. Los nervios de Nessie gritaban en protesta mientras el silencio se prolongaba. Miró fijamente al espejo, capaz de ver sólo la amplia forma de su hombro y brazo. Y entonces él se movió, y la puerta se abrió y se cerró.

Nessie continuó aplicando sobre su cara la tela fresca, usándola para secar algunas lágrimas perdidas. Poniendo la tela a un lado, notó que su palma, la que había usado para agarrar la forma íntima de él, aún retenía la memoria de su carne. Y los labios todavía le hormigueaban por los dulces y fuertes besos, y su pecho estaba lleno con el dolor del amor desesperado.

—Bueno —dijo a su sonrojado reflejo—, ahora estás motivada. —Y sonrió temblorosamente hasta que tuvo que limpiar más lágrimas.

Mientras Edward Cullen supervisaba el cargamento del carruaje que pronto partiría hacia los muelles de Londres, no pudo evitar preguntarse si estaba cometiendo un error. Había prometido a su nueva esposa que se haría cargo de su familia. Pero menos de dos meses después de su matrimonio con Bella, estaba enviando a una de sus hermanas a Francia.

—Podemos esperar —le había dicho la noche anterior a Bella, sosteniéndola contra su hombro, acariciando su cabello castaño oscuro mientras este yacía como un río sobre su pecho—. Si deseas que Nessie se quede contigo un poco más, podemos enviarla a la clínica en primavera.

—No, debe ir lo antes posible. El doctor Nahuel aclaró que ya se ha perdido demasiado tiempo. La mejor esperanza de recuperación de Nessie es empezar el tratamiento enseguida.

Edward había sonreído ante el tono pragmático de Bella. Su esposa era una experta a la hora de esconder sus emociones, manteniendo una fachada endurecida, lo que hacía que pocas personas percibieran lo vulnerable que era en su interior. Edward era el único con quien podía bajar la guardia.

—Debemos ser sensatos —había agregado Bella.

Edward la puso de espaldas y bajó la mirada hacia su pequeño y adorable rostro a la luz de la lámpara. Los ojos chocolates redondos y oscuros como el corazón de la media noche.

—Sí —admitió suavemente—. Pero no siempre es fácil ser sensato, ¿verdad?

Ella agitó la cabeza, sus ojos se pusieron llorosos.

Él le acarició la mejilla con las yemas de los dedos.

—Pobre colibrí —susurró—. Has pasado por muchos cambios en los últimos meses, y uno de los más importantes fue el casarte conmigo. Y ahora estoy enviando a tu hermana lejos.

—A una clínica, para que sane —había dicho Bella—. Sé que esto es lo mejor para ella. Es sólo que... la extrañaré. Nessie es la más cariñosa, la más dulce de la familia. La pacificadora. Probablemente todos nos mataremos entre nosotros en su ausencia. —Lo miró con un pequeño ceño—. No le digas a nadie que he llorado, o me enfadaré mucho contigo.

—No, monisha —la había tranquilizado, abrazándola más fuerte mientras ella sorbía por la nariz—. Todos tus secretos están a salvo conmigo. Lo sabes.

Y había besado sus lágrimas y le había quitado la camisa de dormir lentamente, y le había hecho el amor aún más despacio.

—Cariño —le había susurrado mientras ella temblaba bajo él—. Déjame hacerte sentir mejor... —y mientras tomaba posesión de su cuerpo cuidadosamente, le dijo en el antiguo idioma lo mucho que ella lo complacía de todas las maneras, que adoraba estar dentro de ella, que nunca la dejaría. Aunque Bella no había entendido las palabras extranjeras, el sonido de estas la había excitado, sus manos se habían movido por la espalda de él como si fueran las patas de un gato, sus caderas empujaron hacia arriba contra su peso. Él le había dado placer, y había tomado su propio placer hasta que su esposa había caído en un sueño satisfecho.

Un largo rato después Edward la había sostenido anidada contra él, con el confiado peso de su cabeza sobre el hombro. Él era el responsable de Bella ahora, y de toda su familia.

Los Swan eran un grupo de inadaptados sociales compuesto por cuatro hermanas, un hermano, y Jacob, quien era un romaní como Edward. Nadie parecía saber mucho de Jacob aparte del hecho de que había sido acogido por la familia Swan cuando era niño, después de haber resultado herido y dejado por muerto en un campamento gitano. Era algo más que un sirviente, pero en realidad no era parte de la familia.

No se podía predecir cómo se comportaría Jacob en ausencia de Nessie, pero Edward tenía el presentimiento de que no iba a ser agradable. No podían ser más opuestos, la pálida rubia desvalida y el enorme romaní. La una tan refinada y espiritual, el otro moreno, áspero y escasamente civilizado. Pero la conexión estaba allí, como el sendero de un halcón que siempre regresa al mismo bosque, siguiendo el mapa invisible que está grabado en su propia naturaleza.

Cuando el carruaje estuvo apropiadamente cargado y el equipaje asegurado con correas de cuero, Edward entró en la suite del hotel donde la familia estaba hospedada.

Se habían reunido en la sala de recepción para despedirse.

Jacob estaba visiblemente ausente.

Estaban apiñados en el pequeño cuarto, las hermanas y su hermano Emmett, quien iba a Francia como acompañante y escolta de Nessie.

—Venga, vamos —dijo Emmett ásperamente, mientras daba golpecitos a la espalda de la más joven, Alice, quien acababa de cumplir dieciséis años—. No necesitas hacer una escena.

Ella lo abrazó fuertemente.

—Estarás solo, tan lejos de casa. ¿No te llevarás a una de mis mascotas para que te haga compañía?

—No, querida. Estaré más contento con cualquier compañía humana que pueda encontrar a bordo. —Se volvió hacia Esme, una belleza de dieciocho años. —. Adiós, hermana. Disfruta de tu primera temporada en Londres. Intenta no aceptar al primer tipo que te haga una propuesta.

Esme avanzó para abrazarlo.

—Querido Emmett —dijo, su voz se apagó contra su hombro—, intenta comportarte mientras estés en Francia.

—Nadie se comporta en Francia —le dijo Emmett—. Es por eso que a todos les gusta tanto. —Se volvió hacia Bella. Sólo entonces esa fachada de seguridad en sí mismo empezó a desintegrarse. Soltó una respiración insegura. De todos los hermanos Swan, Emmett y Bella eran los que habían discutido más frecuentemente, y más amargamente. Pero aún así ella indudablemente era su favorita. Habían pasado por muchas cosas juntos, mientras cuidaban de sus hermanas menores tras la muerte de sus padres. Bella había observado como Emmett pasaba de ser un joven arquitecto prometedor a convertirse en el despojo de un hombre. Heredar un vizcondado no lo había ayudado en lo más mínimo. De hecho, el título recientemente adquirido y la posición sólo habían acelerado la degradación de Emmett. Eso no había disuadido a Bella de luchar por él, intentando salvarlo, a cada paso del camino. Lo cual a él le había molestado considerablemente.

Bella fue hacia él y puso la cabeza contra su pecho.

—Emmett —le dijo mientras sorbía por la nariz—. Si permites que le suceda algo a Nessie, te mataré.

Él le acarició el cabello suavemente.

—Llevas años amenazando con matarme, y nada ha resultado de eso.

—He estado es… esperando una buena razón.

Sonriendo, Emmett le apartó la cabeza de su pecho y le besó la frente.

—La traeré de regreso sana y salva.

—¿Y a ti?

—Y a mí.

Bella le alisó la chaqueta, su labio temblaba.

—Entonces más te vale dejar de llevar la vida de un borracho derrochador —dijo ella.

Emmett sonrió abiertamente.

—Pero yo siempre he creído que uno debe cultivar sus talentos naturales al máximo. —Bajó la cabeza para que ella pudiera besarle la mejilla—. Eres la indicada para hablar sobre cómo comportarse —dijo—. Tú, que te casaste con un hombre al que apenas conoces.

—Ha sido lo mejor que he hecho jamás —dijo Bella.

—Ya que es él quien está pagando mi viaje a Francia, supongo que no puedo mostrarme en desacuerdo. —Emmett extendió la mano para estrechar la mano de Edward.

Después de un duro principio, los dos hombres habían llegado a llevarse bien en un corto tiempo—. Adiós, phral —dijo Emmett, usando el término romaní que Edward le había enseñado para «hermano»—. No tengo ninguna duda de que harás un excelente trabajo al cuidar de la familia. Ya te has librado de mí, lo cual es un inicio prometedor.

—Regresará a una casa reconstruida y a una próspera propiedad, milord.

Emmett soltó una risita.

—No puedo esperar a ver lo que lograrás. Ya sabes, no todos los pares del reino confiarían todos sus asuntos a un par de gitanos.

—Diría con certeza —replicó Edward—, que tú eres el único.

Después de que Nessie les ofreciera su adiós a sus hermanas, Emmett la ayudó a subir al carruaje y se sentó a su lado. Se produjo una pequeña sacudida cuando el tiro se impulsó hacia delante, y luego se dirigieron hacia los muelles de Londres.

Emmett estudió el perfil de Nessie. Como de costumbre, ella mostraba pocas emociones, su cara de finos huesos serena y calmada. Pero vio las marcas de color ardiente en las crestas pálidas de sus mejillas, y la forma en que sus dedos apretaban y tiraban del pañuelo que llevaba en el regazo. No se le había escapado que Jacob no había estado allí para despedirse. Emmett se preguntó si él y Nessie había intercambiado duras palabras.

Suspirando, Emmett extendió la mano y puso el brazo alrededor de la delgada y frágil silueta de su hermana. Ella se puso rígida pero no se apartó. Después de un momento, el pañuelo subió, y él notó que estaba secándose los ojos. Estaba asustada, enferma y se sentía miserable.

Y él era todo lo que tenía.

Que Dios la ayudara.

Intentó bromear.

—No permitirías que Alice te diera una de sus mascotas, ¿verdad? Te lo advierto, si llevas un erizo o una rata, irá a parar al mar tan pronto como subamos al barco.

Nessie negó con la cabeza y se sonó la nariz.

—Sabes —dijo Emmett coloquialmente, mientras la seguía abrazando—, eres la menos divertida de todas las hermanas. No puedo creer como he terminado yendo a Francia contigo.

—Créeme —fue su acuosa respuesta—, no sería tan aburrida si tuviera algo que decir al respecto. De hecho cuando mejore pienso comportarme muy mal.

—Bueno, eso es alentador. —Descansó la mejilla en su suave cabello rubio-cobrizo.

—Emmett—dijo ella después de un momento— ¿Por qué te ofreciste como voluntario para venir a la clínica conmigo? ¿Es porque quieres mejorarte también?

Emmett se sintió conmovido y molesto al mismo tiempo por la inocente pregunta. Nessie, como todos los demás en la familia, consideraba su problema con la bebida una enfermedad que podía curarse con un período de abstinencia y un entorno saludable. Pero su adicción a la bebida era sólo un síntoma de la enfermedad real, un dolor tan persistente que a veces amenazaba con hacer que su corazón dejara de latir.

No había ninguna cura para la pérdida de Nikki.

—No —le dijo a Nessie—. No tengo aspiraciones de mejorarme. Sólo quiero continuar mi libertinaje en un nuevo escenario. —Se vio recompensado con una risita —. Nessie... ¿te peleaste con Jacob? ¿Es por eso por lo que no estaba allí para verte partir? —Ante su silencio prolongado, Emmett puso los ojos en blanco—. Si insistes en ser discreta, hermana, este va a ser desde luego un largo viaje.

—Sí, tuvimos una pelea.

—¿Sobre qué? ¿La clínica de Nahuel?

—En realidad no. Eso fue sólo una parte, pero... —Nessie se encogió de hombros incómodamente—. Es demasiado complicado. Llevaría una eternidad explicarlo.

—Estamos a punto de cruzar un océano y la mitad de Francia. Créeme, tenemos tiempo.

Después de que el carruaje hubo partido, Edward se dirigió a las caballerizas detrás del hotel, un edificio ordenado con establos para caballos y un establo para carruajes en la planta baja, y el alojamiento de los sirvientes en la parte de arriba. Como había esperado, Jacob estaba cuidando los caballos. Las caballerizas del hotel estaban bajo el sistema semi-librea, lo cual significaba que algunos de los quehaceres del establo tenían que ser asumidos por los dueños del caballo. En ese momento Jacob estaba al cuidado del castrado negro de Edward, un caballo de tres años llamado Pooka.

Los movimientos de Jacob eran ligeros, rápidos, y metódicos mientras pasaba un cepillo sobre los relucientes ijares del caballo.

Edward lo observó un momento, apreciando la destreza del romaní. La historia de que los gitanos eran excepcionalmente buenos con los caballos no era un mito. Un romaní consideraba que el caballo era un camarada, un animal de poesía e instintos heroicos.

Y Pooka aceptaba la presencia de Jacob con una calmada deferencia que solía mostrarles a pocas personas.

—¿Qué quieres? —preguntó Jacob sin mirarlo.

Edward se acercó lentamente al establo abierto, sonriendo cuando Pooka bajó la cabeza y tocó su pecho.

—No muchacho… sin terrones de azúcar. —Dio palmaditas al musculoso cuello.

Las mangas de su camisa estaban enrolladas en los codos, exponiendo el tatuaje de un caballo volador en su antebrazo. Edward no recordaba cuando había conseguido el tatuaje… había estado allí desde siempre, por razones que su abuela nunca le había querido explicar.

El símbolo era un corcel de pesadilla irlandés llamado pooka, un caballo malévolo y benévolo alternativamente que hablaba con voz humana y volaba por la noche con las alas abiertas. De acuerdo con la leyenda, el pooka podía venir a la puerta de un humano confiado a medianoche, y llevarlo a un paseo que lo cambiaría para siempre.

Edward nunca había visto una marca similar en nadie más. Hasta Jacob.

Por pura casualidad, Jacob había sido herido recientemente por un incendio de la casa. Y cuando su herida estaba siendo curada, los Swan habían descubierto el tatuaje en su hombro.

Eso había levantado más que unas pocas preguntas en la mente de Edward.

Vio la mirada de Jacob fija en el tatuaje de su brazo.

—¿Qué hace un romaní llevando un diseño irlandés? —preguntó Edward.

—Hay romanís en Irlanda. Nada raro.

—Hay algo raro en ese tatuaje —dijo Edward calmadamente—. Nunca había visto otro igual, hasta que te vi. Y ya que fue una sorpresa para los Swan, evidentemente te has esforzado mucho por mantenerlo oculto. ¿Por qué razón, mi phral?

—No me llames así.

—Has sido parte de la familia Swan desde la niñez —dijo Edward—. Y yo me he casado con una de sus miembros. Eso nos hace hermanos, ¿no te parece?

Una mirada desdeñosa fue su única respuesta.

Edward encontraba perversamente entretenido el ser amistoso con un romaní que claramente lo despreciaba. Entendía exactamente lo que había engendrado la hostilidad de Jacob. La adición de un nuevo varón a la tribu familiar, o vitsa, nunca era una situación fácil, y normalmente su estatus sería inferior en la jerarquía.

Que Edward, un extraño, entrara y actuara como el jefe de la familia era casi insoportable. No ayudaba el que Edward fuera un poshram, un mestizo nacido de una madre romaní y un padre gadjo irlandés. Y si había algo que podría hacer que el asunto fuera incluso peor, era la riqueza de Edward, lo cual era vergonzoso a los ojos del romaní.

—¿Por qué lo has mantenido siempre oculto? —persistió Edward.

Jacob hizo una pausa en su cepillado y ofreció a Edward una fría y oscura mirada.

—Me dijeron que era la marca de una maldición. Que el día que descubriera lo que significaba, y lo que era, yo o alguien cercano a mí estaba predestinado a morir.

Edward no mostró ninguna reacción externa, pero sintió algunos pinchazos de inquietud en su nuca.

—¿Quién eres, Jacob? —preguntó suavemente.

El enorme romaní reanudó su trabajo.

—Nadie.

—Fuiste parte de una tribu alguna vez. Debiste haber tenido familia.

—No recuerdo a ningún padre. Mi madre murió cuando nací.

—La mía también. Fui criado por mi abuela.

El cepillo se detuvo a mitad de camino. Ninguno de los dos se movió. El establo quedó mortalmente en silencio, a excepción del resoplido y el movimiento de los caballos.

—Yo fui criado por mi tío. Para ser un asharibe.

—Ah —Edward mantuvo alejada cualquier indirecta de piedad en su expresión, pero interiormente pensó, pobre bastardo.

No era sorprende que Jacob luchara tan bien. Algunas tribus gitanas tomaban a sus niños más fuertes y los convertían en luchadores a nudillos desnudos, enfrentándolos los unos contra los otros en ferias, tabernas y reuniones para los espectadores que hacían sus apuestas. Algunos de los niños quedaban desfigurados e incluso morían. Y aquellos que sobrevivían se convertían en insensibles luchadores autosuficientes, y eran designados como los guerreros de la tribu.

—Bueno, eso explica tu dulce temperamento —dijo Edward—. ¿Fue por eso que elegiste quedarte con los Swan después de que te acogieran? ¿Porque no querías vivir más como un asharibe?

—Sí.

—Estás mintiendo, phral —dijo Edward, mirándole con los ojos entrecerrados—. Te quedaste por otra razón. —Y Edward supo por el rubor visible del romaní que había dado en el blanco.

En voz baja, Edward agregó:

—Te quedaste por ella.

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Gracias por leer! Espero que esta historia les guste tanto o más que la primera! Espero sus comentarios y expectativas ;D