Después de un extenso paseo ─producto del nerviosismo de la primera cita─, se detuvieron y se contemplaron mutuamente. Ya llevaban unos cuantos meses conociéndose, sumándole al hecho que no eran ningún par de niños para andar con semejantes rodeos.

En el momento en que sus miradas se cruzaron, una especie de corriente eléctrica recorrió la espina dorsal de Kagome. Inuyasha se encontraba bajo presión, siendo evidencia de esto sus hombros tensos. Ella acercó torpemente una mano, que, junto a la tembladera del albino, fue realmente difícil lograr entrelazarlas. La temperatura se disparó, acompañada de un particular dolor en el estómago que nada tenía que ver con las malditas mariposas.

De esos ojos dorados, salía fuego. Las chispas brotaron y sentía un casi ardor, pero no por eso desistió del agarre. Él acercó su rostro a la de la fémina, quedándose paralizado.

El primer beso jamás se olvida.

Si es que hubiese pasado.

En un momento así, era lógico que pasara. Pero Inuyasha Taisho no contó con que el malcriado y ruin vecino de Kagome los estaría vigilando, atento con una piedra para lanzársela justamente en el ojo.

─¡Maldito bastardo! ─gritó, cuando la joven intentó curarle la herida insignificante con alcohol.

El niño sonrió.

─Déjalo Inuyasha ─le regañó la Higurashi, pasando su mano por el cabello sedoso de Hakudoshi con aires maternales─. Es un chiquillo ─agregó, dirigiéndose esta vez a su novio─, no te comportes como uno.

─Mierda, no le creas ─espetó, percibiendo como los pelos se le erizaban al ver la diabólica sonrisa extenderse en la cara pálida.

─Eres un caso perdido ─respondió, resignada. Sí, él tenía un problema con el mundo, no viceversa─. Ya vuelvo, iré a buscar banditas.

Los dos varones se quedaron solos. El mayor se mantuvo callado, observándole con recelo.

─Quiero dejar las cosas bien claras ─empezó Hakudoshi, y al otro se le antojó la criatura más desagradable en la faz de la tierra─. Kagome puede ser a veces tonta, se deja llevar por los sentimientos.

Frunció el ceño.

─Aléjate de ella, aprovecha que no está y vete. Créeme, no sentirá tu pérdida.

El muchacho lo sujetó desafiantemente de la franela.

─Le metes calaña a Kagome y te juro que no saldrás de ésta.

El mocoso no le dio pelea, sólo ladeó la cara con repugnancia.

Inuyasha le dio una cínica zarandeada, antes que entrara la chica.

A los días, un chillido parecido al de Inuyasha hacia el crío se repitió, pero en esa ocasión fue por parte de Kagome. Unas fotos comprometedoras habían sido enviadas por medio de un mensaje privado en Facebook, con una chica desconocida.

La sonrisa de chulería, a estas alturas, ya no cabía en su cara. Viendo todo a través de unas persianas, se satisfizo al ser provocador de la ruptura de la pareja.

De esa manera, Kagome no saldría nunca más con idiotas como ése.