Tres años han transcurrido desde el extraño incidente en que Hitomi se vio transportada a un mundo místico llamado Gaea, donde se determinó un conflicto bélico de poder. Descubrió que en aquel mundo existían seres de diferente naturaleza; Dragones, demonios, hombres mitad bestia, reyes y guerreros, con una tecnología hasta para construir enormes máquinas de batalla llamados Gaymelefs. Se enteró también de la existencia de los Ryugins, la antigua gente del Atlantis, con un legado que aún no estaba del todo extinto. Van, ahora Rey de Fanelia, era uno de los últimos descendientes. Zaibach fue entonces destruido gracias a la unión de la resistencia y Hitomi tuvo que regresar a su mundo, después de descubrir… que a quien realmente amaba era a Van.

Sabía que no podría pertenecer a ese lugar, ni permanecer a su lado… pero jamás abandonó la promesa que le hizo de no olvidarlo.

Hasta ese día…

Las clases al fin habían terminado, y todo mundo se preparaba para salir de las aulas y respirar un aire libre de deberes. Sólo los que tenían prácticas en sus respectivos clubs no regresaban a casa.

De igual modo, aunque no por diversión, Yukari, todavía tenía que soportar una hora más de trabajo debido a su posición en el consejo; Como miembro estudiantil, tenía que preparar el siguiente artículo de la gaceta y poner en orden el papeleo. Era un desorden.

Una vez cerciorado que todos sus compañeros salieron del salón, cerró el aula y se encaminó a las oficinas con un montículo de panfleto en brazos. Apresurando el paso, notó que una de las aulas continuas estaba aún abierta. Extrañada, regresó sus pasos para verificar si había alguien en el salón y cuando entró, le sorprendió ver a Hitomi sentada en un pupitre, observando el cielo tras el ventanal.

Yukari soltó un suspiro desde el umbral y miró con preocupación a su amiga. Hitomi había cambiado mucho con el transcurso de esos tres años, su aspecto era más femenino a comparación de como la recordaba en los tiempos de la secundaria. Ahora lucia el uniforme azul de la preparatoria y una larga cabellera castaña que acentuaban la belleza de su rostro y sus ojos verdes. Era de las chicas más singulares de la clase. A pesar de ello, su personalidad no había cambiado mucho, seguía siendo la misma chica simple y enojona que la caracterizaba cuando convivía con Yukari. Pero era cierto que ya no la veía sonreír como antes. Continuamente la encontraba en lugares solitarios y hasta extraños, absorta únicamente en sus pensamientos. Dedujo desde hace tiempo que algo en Hitomi no estaba bien, aun cuando estaban juntas y no demostrara su tristeza frente a ella, Yukari sabía que le ocultaba algo de suma importancia, pero no se atrevía a preguntárselo.

-¡Hola Hitomi! - La saludó desde la puerta.

Pero Hitomi no respondió.

-Hitomi ¿Está todo bien? - Se acercó Yukari hasta su pupitre.

De nueva cuenta, fue ignorada por la castaña que claramente estaba perdida en sus pensamientos.

-Oh… ¡Ya basta!- Explotó Yukari, dejando caer estruendosamente los panfletos delante de Hitomi, provocando que esta se sobresaltara y se percatara por primera vez de su amiga.

- ¡Yukari! ¿Qué pasa?

- ¿Que qué pasa? ¡Pues dímelo tú! Llevas días actuando muy raro, como si estuvieras en "otro mundo".

- ¿Eh?

- ¿Ves? ¡Ni siquiera pones atención a lo que te digo!

- Bueno, ¿que tienen estos papeles contra mí? - señaló Hitomi delante de ella.

Yukari puso los ojos en blanco.

-¡Olvida los papeles! ¡Es sobre ti! - Estalló Yukari -. Me Ignoras, te la pasas divagando en las nubes, no te percatas de lo que sucede a tu alrededor, ¿Te das cuenta que faltan pocas semanas para que nos graduemos y que los exámenes finales ya los tenemos encima?

- Claro que lo sé - Dijo Hitomi a la defensiva.

-¿Entonces, porqué actúas como si no te preocupara? Eres creo, la única de toda la preparatoria que no tiene los nervios alterados y la nariz dentro de un ejemplar de física.

- No soy tan sobresaliente como tú que hasta conseguiste beca para estudiar fuera del país. Pero si me importa a diferencia de lo que dices, es solo que me he estado enfocando en otros asuntos…

- ¿Entonces por qué no me lo cuentas? Al menos así entiendo que sucede contigo.

-No es importante… es solo un presentimiento que tengo desde hace días, seguramente es una tontería. – Mintió Hitomi -. Simplemente me he estado dejando llevar sin darme cuenta, no te preocupes.

Yukari sin nada más que se le ocurriera decirle o reclamarle, suspiró derrotada. Sabía que Hitomi le estaba mintiendo, pero entendía que no quería preocuparla.

- Y bien - Se puso Yukari los puños a la cintura-, ¿Qué vas hacer entonces? ¿Quedarte aquí?

Pero de nuevo, Hitomi había enfocado la mirada fuera de la ventana, mirando algo que Yukari no lograba ubicar.

Yukari de nuevo soltó un suspiro para calmar su irritación, tomó el portafolio vacío de Hitomi y sin más prejuicios se lo arrojó a la cara.

- ¡Hay! ¡Yukari! - Reclamó Hitomi

- ¡De veras que estas muy mal! ¿Ni si quiera tus reflejos funcionan? - Se burló Yukari.

- ¿Y me lo arrojaste solo para comprobar eso?

- Ni te pongas a reclamarme, haces más daño tu ignorando a tu mejor a miga, que yo tratando de sacarte de tu ensimismamiento. Y ya dime, ¿Piensas esperarme aquí mientras termino con los asuntos del consejo? ¡Prepararemos una estupenda cena en tu casa!

- ¿Mi casa? - preguntó Hitomi sobándose la nariz.

- ¿Estás sola no? ¡Esta noche cenaremos juntas!

- ¿Eh?

- Hitomi, si tú no quieres aprovechar el tiempo que nos queda para pasarla bien, yo sí. Recuerda que las universidades a la cuales elegimos ir están separadas por un continente completo, además me preocupa que estés sola.

- Pero no es para tan…

- ¡Ya está decidido! - La cortó Yukari tomando los paquetes de nuevo en brazos -. Nos vemos en el portón - Finalizó y sin más salió del aula con paso firme.

- ¿Y dice que yo la ignoro?- Suspiró esta vez Hitomi guardando sus libros.

Pero de cierta manera, era reconfortante tener cerca a Yukari, ya que era su único vínculo con la realidad. Esa semana, sus padres habían salido de viaje por asuntos de trabajo, dejando a Hitomi al cuidado de la casa. No había ningún problema con hacerse cargo de los deberes o de la cena, pero se comenzó a preocupar cuando las cosas se tornaron un poco extrañas el día anterior.

Era un día habitual como cualquier otro, caminaba de regreso a casa cuando se percató de que tres sujetos la venían siguiendo. Cada ruta y esquina que tomaba, no tardaban ellos en seguirla. No logró ver con exactitud quienes eran porque se mantenían alejados, y al tomar cuenta que ya llevaban un buen tramo tras sus pasos, se comenzó a preocupar. Hitomi no iba permitir que la distancia se acortara en algún determinado momento, así que usando sus excelentes capacidades de atletismo y viendo la oportunidad, corrió sin parar hasta la estación del tren y sin atreverse a voltear para comprobar si sus perseguidores habían emprendido también la carrera tras ella, logró abordar el tren rozando las puertas antes de que se cerraran, logrando así (supuso) escapar.

Esa misma mañana despertó toda atontada por las únicas dos horas que logró dormir por la preocupación. Todo estuvo tranquilo hasta el amanecer, a excepción del tremendo susto que le sacó un perro que rondaba por la calle y se puso al ladrarle a un gato. Llegó a la conclusión de que posiblemente se estaba preocupando demasiado por el asunto.

Se levantó con poco ánimo de ir ese día al colegio, pero sólo quedarse en casa tampoco le sentaba bien. Se duchó, desayunó un bocado, y salió a la calle rumbo a la preparatoria. Ahora suponiendo que quizá comenzaba a tener delirios de persecución, se preocupó más por recordar las formulas del examen que tendría a primera hora.

Pero todo cambiaría al doblar la esquina y alzar la vista del papel de fórmulas, congelándose por completo; Encima de una ancha y larga barda de la calle, estaba aposentada una bestia de corpulento y grueso cuerpo, como el de los dragones. Hitomi lo veía tan real que podía ver condensar el aire que exhalaba de su hocico, cómo si su aliento fuera de fuego por dentro. Para su gran sorpresa, el enorme animal no se movió de su lugar, ni si quiera cuando se percató que ella lo observaba con espanto. Sólo se limitó a escrutinarla unos instantes, que al parecer, no hallando algo interesante en ella, desvió la mirada a lo lejos. Aun así, Hitomi no se atrevió a pasar por enfrente de él como toda las demás personas lo hacían. Era como si no pudieran verlo.

Decidió quedarse quieta y razonar la posibilidad de ser de nuevo solo asunto de su imaginación. Pero esa idea cambió cuando el animal se incorporó de súbito unos momentos después y descendió al asfalto entre los transeúntes, levantando el lomo y mostrando los colmillos. Para cuando Hitomi volteó a ver hacia donde el gruñía, se le escapó un grito de la boca; Del otro extremo de la calle, varios seres de aspecto deforme y terrorífico se acercaban hacia ellos con paso silencioso. Inmediatamente Hitomi supo que lo que estaba presenciando no era presente a su mundo, pero lo más extraño de todo eso, era que entre toda la gente que pasaban por ahí, nadie parecía ver el peligro que ella veía. Algunos, se detuvieron a ver a Hitomi extrañados por su estupor, incluso una señora se le acercó preguntándole que si se encontraba bien. Pero como Hitomi estaba absorta en aquellos seres irreales, terminó ignorándola.

Entonces se suscitó el primer movimiento; Sin dar tiempo a los recién llegados de continuar su asecho, el animal que al parecer era un tipo de de dragón de tierra y un poco más pequeño que uno normal (a los que había visto). Rasgó el viento con un fuerte rugido chirriante que ensordeció a Hitomi, obligándola a cubrirse los oídos. Los seres deformes inmediatamente retrocedieron ante la amenaza y se echaron a correr despavoridos, pero el reptil, con un gran salto atajó la distancia apresando entre sus fauces a uno, devorándolo al instante. De pronto, comenzaron a desvanecerse ambos como humo ante los desorbitados ojos de Hitomi, incluso un camión de productos pasó atreves de ellos, disipando en el aire los últimos vestigios de lo que fueron.

- ¡Han desaparecido!- Señaló Hitomi.

- ¿Desaparecido? Señorita… ¿Se encuentra usted bien?- insistió la mujer que aún no se había ido.

- ¿Eh? ¿Qué? - Farfulló Hitomi mirándola a los ojos.

- ¿Quiere que la acompañe con algún doctor?

- No… no es necesario, lo siento, pero me tengo que ir señora - Y sin decir nada más, Hitomi abandonó corriendo el lugar.

"¿Que estaba sucediendo? ¿Fue real o fue mi imaginación? ¿Por qué nadie vio lo que pasó? ¿Se habría abierto otro portal? ¿Y si después de todo fue una visión? ¿De verdad me estaré volviendo loca?"

Se alebrestaron las preguntas en busca de una razón lógica.

Llegó tarde al colegio y fue reñida varias veces por los maestros a causa de las continuas distracciones en clase. Cosa que Hitomi no podía evitar.

"¿Cómo puedo dejar de pensar en lo que sucedió? ¡Si lo que vi fue tan real! Primero, tengo delirios de persecución y ahora estoy comenzando a tener síntomas de paranoia ¡No puedo preocuparme por la composición química de una maldita oruga en estos momentos! "

Objetaba Hitomi para sí, mientras limpiaba el pizarrón.

- Hitomi, ¿ya nos vamos? ¿Todavía te falta mucho con eso?

- No en realidad, pero pienso quedarme un poco más a concluir los problemas que no finalicé en clase - Mintió a su compañera también encargada del aseo.

- Entonces me voy ¡hasta mañana!

- Si, hasta mañana - Se despidió Hitomi con un leve movimiento de la mano.

Guardó el borrador en el escritorio y se sentó en una de las bancas laterales a la ventana.

Antes de que Yukari la exaltara con su llegada, Hitomi pensaba en sucesos pasados. Veía el cielo e intentaba recordar cómo era el de Gaea, ¿Era igual? Ya no lo recordaba tan lucidamente como antes. Muchos rostros conocidos eran ya difíciles de visualizar en su mente, Merle, Allen, Milerna Incluso Van…. ¿Por qué le costaba tanto?

"Quizá este demasiado atrofiada con todo esto, que incluso mi mente no trabaja bien" "Hoy no ha sido un buen día..."

Retomó el recuerdo del resplandor en el cielo que captó toda su atención por segundos, justo antes de que Yukari le estampara su portafolio en la cara. Juró a verlo visto, era Escaflowne quien volaba en ese cielo azul. Quizá no lo estaba imaginando, algo de verdad estaba pasando. De alguna manera sabía que si era posible, todo eso tenía cierta relación con Gaea. Esos seres solamente podían provenir de ahí.

Cuando regresó a Tokio, sabía que había vuelto a su vida normal. Con las mismas preocupaciones diarias de una estudiante; el colegio, los amigos, las relaciones… aunque estuviera acompañada casi siempre de su familia y de Yukari, Hitomi siempre sentía una soledad muy profunda en su corazón. Se dio cuenta que añoraba volver, volver a ver a Van. Más conforme pasó el tiempo, empezó a dejar de creer en la posibilidad de regresar. Sabía que su vida ahora debía continuar ahí, en Tokio, y no en otro lugar al cual nunca podría pertenecer. Debía seguir su camino dejando todo en el pasado… Van lo estaría haciendo también de esa manera.

Pero cada mañana, con cada despertar de sueños en los que estaban juntos… ese propósito se convertía en algo difícil de llevar a cabo.

Las cosas no mejorarían de por mucho ese día para Hitomi, y menos cuando viera cumplidos sus mayores temores, que la orillarían a tomar una decisión que cambiaría el rumbo de su destino de nuevo…