Capítulo 1. Llegada a Japón

- Corred chicos o no podremos irnos- gritaba una acalorada Hermione Granger unos diez metros por delante de sus amigos Ron y Ginny Weasley y Harry Potter.

Hermione había participado en su sexto año en Hogwarts en un concurso de El Profeta cuyo premio era un viaje para cuatro personas a Japón durante los meses de verano, así que ahora instaba a sus amigos a que se dieran prisa porque tenían que tocar en pocos minutos el traslador que los llevaría al templo donde se alojarían.

De los tres amigos que iban con ella, al que le costó más trabajo convencer fue a Harry. El chico había pasado su sexto año entrenando duramente con el auror de su profesor de DCAO tanto en defensa como en otras ramas de la magia y no quería pasarse el verano sin entrenar, aunque sólo fuera la teoría, ya que quería acabar con Voldemort lo antes posible pero Hermione lo convenció diciéndole que en Japón podría practicarlos, siempre y cuando no le vieran los muggles, ya que allí no estaba vigente la ley de restricción de la magia en menores de edad, además de que, al ser una cultura distinta, seguramente podría aprender más hechizos. A Ron solo le importaba la idea de acompañar a su amada novia Hermione y Ginny no iba a dejar que solo el "trío" se fuera de viaje, además de que iría a cualquier lugar al que Harry, SU novio Harry, fuese.

- ¡LO ENCONTRÉ!- chilló emocionada Hermione con una suela de zapato entre sus dedos- Tocadlo y marchémonos ya.

En cuanto Harry, Ginny y Ron pusieron un dedo en la suela, los cuatro notaron la familiar sensación de un gancho tirando de sus ombligos y, un momento después, se encontraron tras una cabaña de madera con una pinta antiquísima y ante un anciano de pinta muy simpática.

-¡Oh! Señor...bueno...nosotros...verá...- decía atropelladamente Hermione que, por primera vez, no sabía qué quería decir.

El anciano la cortó entregándoles una poción embotellada y, cuando se la hubieron bebido, dijo:

- Esa poción la compré para que nos entendamos y no os preocupéis, yo soy el que os dará alojamiento y podéis llamarme abuelo, espero que os sintáis como en vuestra casa aunque en esta ciudad queden menos de diez magos. Bienvenidos al templo Igurashi, os enseñaré el lugar y luego iremos a cenar, ¿vale?- los jóvenes asintieron-. Pues seguidme.

Hermione, Ginny y Ron le siguieron de cerca pero Harry se quedó algo rezagado mirando la cabaña, de ella emanaba una fuerte esencia mágica (Dumbledore le había enseñado a sentirlas), y también del Árbol Sagrado que el viejo les mostró. A Harry comenzaba a picarle la curiosidad hasta que oyeron un "Brrr, es insufrible" salió de la boca de una chica de pelo negro que salía de la cabaña.

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Otra vez había estallado una de las típicas peleas Kagome-Inuyasha y esta vez por culpa del curry de Kagome que el "sensible" sentido del gusto de Inuyasha había escupido y pisoteado.

- ¡SIÉNTATE!- gritó Kagome con lo que Inuyasha cayó fuerte y cómicamente al suelo. Kagome se volvió hacia Sango con el rostro aún contraído por la ira y le dijo- Sango, ¿podrías dejarme a Kirara?- a lo que la cazademonios, sentada al lado del monje Miroku y del pequeño e inofensivo demonio zorro Shippo, asintió.

- Si, claro, y ahora vete con el imbécil del lobo ese- dijo la voz de Inuyasha desde el suelo, por lo que se ganó varios "SIÉNTATE" más por parte de Kagome.

La chica subió en Kirara y, antes de irse, le dijo a Sango, Miroku y Shippo que iba a su casa porque seguramente ese día iban a su casa unas personas que su abuelo quería que ella conociera.

- Brrr, es insufrible- dijo para sí misma saliendo de la cabaña donde se encontraba el pozo en su época pero se quedó estática al ver que allí, frente al Árbol Sagrado, se encontraban su abuelo y cuatro chicos; un chico y una chica pelirrojos, una chica de largo pelo castaño y un chico de pelo negro alborotado.