Because We Need A Doctor
—¡Chat Noir! ¡Cuidado! —lo empujó con el tiempo justo para que ambos pudieran evitar el ataque. Se incorporó y se preparó para invocar su habilidad— ¡Lucky Charm!
No llegó a entender el objeto que cayó entre sus manos cuando recibió el golpe. A penas llegó a exclamar su asombro y dolor antes de que su espalda colisionara contra la columna.
—¡Ladybug!
Luz y oscuridad. Cada pestañeo era una lucha interna por no perder la consciencia. Sintió que se trataba de una serie de fotografías tomadas con varios segundos de separación.
Chat Noir corriendo hacia ella, capturado en esa cámara ficticia con la elegancia que lo caracterizaba. El rostro de Chat Noir en primer plano, preocupado. Los ojos verdes de Chat Noir inspeccionandola más de cerca. Chat Noir de perfil viendo algo que estaba fuera de la lente.
Oscuridad.
.
La luz natural, entenuecida por cortinas blancas la despertó. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Qué es lo que había pasado? Intentó mover la cabeza en un principio, pero sintió que ésta estuvo debajo de una campana mientras está sonaba y dejó escapar un quejido. Tuvo que abrir y cerrar los ojos varias veces antes de entender que estaba mirando un techo blanco, y vaya a saber cuánto tiempo tuvo que pasar para que se diese cuenta que estaba en una cama mullida, que no era la suya.
—¿Cómo te sientes?
Chat Noir le hablaba desde algún punto lejano de aquella habitación amplia y blanca. Era su voz, sí; estaba segura de eso. No había un tono de preocupación, pero carecía del entusiasmo que lo caracterizaba. Quizás sonaba la culpa entre aquellas palabras, pero no le quería dar tanta atención al cómo hablaba, sino al dónde se encontraban.
¿Dónde estarían? Todavía no se sentía con suficientes fuerzas como para incorporarse y sentarse, como mínimo. Y por lo que veía, parecía una habitación. Una costosa y elegante. ¿Sería la guarida secreta de Chat Noir? ¿Tenía una? ¿Por qué él sí y ella no? ¿Por qué no lo pensó antes? ¿tendría que tener un mayordomo?¿Tendría que alquilar uno? ¿de dónde sacaría el dinero?
—¿milady?—llamó.
O sea que estaba donde no la podía ver. Escuchó unos pasos acercarse.
—¿Chat Noir? ¿Qué… pasó?—preguntó.
Los pasos se detuvieron. Chat suspiró y se quedó en su lugar.
—Te tiraron contra una columna ¿recuerdas?
—Muy… muy poco— con mucha lentitud se intentó sentar, lográndolo penosos segundos después. Para su sorpresa, no era una cama, sino un sillón, una puntada en su cabeza le recordó cuál era su prioridad—. Ugh, mi cabeza
—¿Duele mucho?—dijo la voz de Chat…
¿compungido? ¿cabía la posibilidad de que se sintiese culpable por lo que pasó? Se llevó sus manos a su cabeza, en un intento automático de apaciguar el dolor. Y, entonces, lo notó.
No estaba con su traje de Ladybug.
—¿Tikki?— llamó en un susurro, moviéndose con inquietud y recibiendo las consecuencias inmediato—Ugh…
—¿Ladybug? —la pregunta se escuchó con el mismo tono de preocupación de antes, quizás con más alarma y dio un paso dubitativo hacia adelante
—No, es decir, sí… Es decir no… Eh—
—Ahí voy —los pasos se volvieron a escuchar.
Marianette vio la silueta debajo de la puerta más cercana que había a su derecha y su miedo se incrementó. Tuvo una sensación de que aquella habitación se le hacía extrañamente familiar, pese a no haber estado ahí nunca. Era como si el estilo de esa habitación le recordaba a las partes de una casa que se le hacía medianamente conocida, pero… no podía saber exactamente dónde o cuál.
—¡No! ¡Prefiriría que…!
—Esta bien… —hubo una pausa, seguido de otro suspiro, como si Chat Noir tuviese problemas para encontrar las palabras, como primera vez—. Ehm… Estuve hablando con Tikki.
Oh, pequeña pista de que él era consciente de su estado actual. Esto no la relajó.
—Pero… —intentó argumentar ella sin que las palabras llegasen a su mente.
—Sé que no lo apruebas, pero creo que deberíamos hacer una excepción por esta vez, Ladybug. El golpe que recibiste… creo que puede ser grave y creo que sería mejor si hiciéramos una pausa y fueras a una...sala de emergencias.
—Pero, pero, pero… ¿y la ciudad? ¿y Hawk Moth?
—¿Haré tiempo después de dejarte en el hospital?—sugirió, tentativo.
—Pero… —Marianette bajó la vista al suelo, a sus zapatos. La cabeza volvió a dolerle.
Había mucha razón en la preocupación de Chat Noir. El dolor apenas se le hacía soportable y eso que no se había movido demasiado. No iba a tener mucho sentido continuar con la misión si se le iba a dificultar moverse. Por más que, sin ella, Chat Noir no iba a poder resolver la situación por completo.
—¿Dónde estamos? —cambió de tema, para variar.
—La habitación de invitados de mi casa.
Marianette se soltó una pequeña risa, nerviosa.
—¿No tienes una guarida secreta?
—¿Eh? No… ¿Tu sí?
—Nah.
Chat Noir pareció reírse. Marianette sonrió y sintió un tirón en la unión de la quijada con el resto de su cráneo. Le tocó a ella suspirar.
—De acuerdo, entiendo y… creo que podemos hacer una excepción por esta vez.
Como si verse sin los trajes fuese algo reversible. Por supuesto que más de una vez se preguntó quién podría ser su compañero de aventuras recurrentes.
—¿Seguro?
—No me queda mucha opción... —confesó—. No creo que pueda dar una pelea en estas condiciones.
—De acuerdo, entraremos—le advirtió y Marianette vio el picaporte de la puerta girar.
—¿Entraremos?— le hizo dar un pequeño respingo en el lugar, la idea de que alguien más aparte de Chat Noir estuviese escuchando la conversación.
—Eh, si. Plagg, Tikki y yo.
—Oh, ok...—insegura, asintió.
Vio el picaporte girar de nuevo y la puerta entreabrirse. Nunca se preguntó quién era el tal Plagg ¿quizás era el kwami de Chat Noir o el mejor amigo y confidente de Chat Noir? ¿Por qué ella no tenía uno?
La puerta hizo un suave ruido desplazándose y Marianette intentó no ver, tragando con dificultad la poca saliva que le quedaba en la boca. Ése, era uno de los momentos que esperaba que no ocurriesen jamás, debido al pequeño gran cambio que podía ocurrir en su vida al saber la identidad secreta de su compañero.
—Ah, Marianette...—la voz pronunció en un tono más suave, más calmado… distinta a la efusividad por la que se caracterizaba siempre.
La aludida se enderezó de golpe, presa del miedo por poder reconocer esa voz no tan nueva, pero sí muy conocida y adorada para ella. El movimiento le valió otra puntada de dolor, pero se aguantó. Giró a ver a Chat Noir.
Pero no estaba Chat Noir ahí. Ni en toda su vida jamás se imaginó que el compañero al cual rechazaba sus avances románticos era el mismo por quien penó por los rincones por no poder invitarlo al cine ni una sola vez.
La sorpresa estaba plasmada en el rostro de ambos. Sus mentes se encontraban intentando armar un rompecabezas de todas aquellas veces en las que estuvieron tan cerca y tan lejos, en todas las veces que pudieron haberse ayudado mutuamente, en las que se hubiesen podido cubrir las espaldas mejor… sus mentes estaban intentando aceptar que la persona por la que habían suspirado día y noche era una con la que mayor tiempo pasaban en compañía.
—Adrien…¿tu eres Chat Noir?
—Y tú eres Ladybug...—susurró Chat… Adrien Agreste.
Del bolsillo de su camisa salió una diminuta criatura de ojos grandes y azules que voló hacia Marianette, llamándola por su nombre. La susodicha la recibió sin mucha reacción, aún intentando deglutir la revelación.
—No es por importunar este momento tan importante para ustedes...Ehm… pero creo que debemos apurarnos—habló Tikki, en las manos no tan atentas de Marianette.
—Ehm, si, si —habló con rapidez Adrien—. Creo que tendremos tiempo en el viaje para… hablar.
—Sí… ya… lo creo —secundó Marianette, intentando ponerse de pie con dificultad. Podría haberse enfrentado a muchas dificultades a lo largo del año desde que conoció a Tikki, pero esta era la primera vez que no tenía ni idea de cómo iba a resultar todo esto.
