Contigo o con él:

James Potter/Hermione Granger/ Harry Potter.

Drama/Romance.

Este fic resultó de la lectura de un manga; La vida de los recién casados.

Si bien el comienzo y la relación de personajes será la misma, la historia ya desde el segundo capítulo, se desviará por completo del manga.

Espero lo disfrutéis, surgió en mi cabeza a las dos de la mañana, realmente lo único que cogeré de J. serán los nombres de sus personajes, pues ni el parentesco será el mismo ;)

En este fic James y Harry son hermanos, no padre e hijo ;)

Es un AU y no habrá magia en este fic.

Mi propósito es que no sea mayor de diez caps, incluso más corto de hecho, a cambio los caps serán bastante largos.

No subiré el siguiente hasta que no haya recibido al menos diez aprobados, lo siento pero viendo que no hay manera de sacar reviews por ninguna parte, tendré que sacarlos a base de mantener secuestrada la historia ;)

Espero os guste tanto como para dar los diez aprobados.

No me matéis por no actualizar las otras, mañana sí que actualizo alguna de ellas, creo que Erase una vez.

Sinopsis:

—Si tanto te preocupas por nosotras, ¿por qué no te casas conmigo y nos cuidas?—gritó desesperada y con lágrimas saliendo de sus ojos ámbar, que recorrían lentamente su rostro.

—Muy bien, eso será lo que haga. –sentenció el profesor Potter exaltado.

Desde ese día, nuestras vidas comenzaron a cambiar, nunca imaginé que me vería envuelta en un tomentoso amor de tres.

Bien este es un nuevo fic, ya está casi todo escrito, será cortito, y solo vosotros decidís si queréis más o no.

Las dos caras de mi futuro 1º

Era un día especialmente lluvioso, para frustración mía, mi hermana y yo no habíamos encontrado un sitio donde cubrirnos, lo peor de todo, es que tanto nuestros uniformes, como todas nuestras pertenencias estaban empapadas, del mismo modo que nosotras.

Nos encontrábamos bajo un árbol, pero este realmente no servía de mucho, había utilizado mi chaqueta para cubrirnos a ambas, en un intento desesperado de que mi hermana pequeña no se mojara demasiado y no acabara acatarrada.

Llevábamos un mes deambulando de un lado para otro, sin un lugar fijo al que regresar.

Después de todo, ninguno de nuestros familiares se había querido hacer cargo de nosotras, ¿quién en su sano juicio iba a desear entrometer en su vida perfecta a dos niñas, una de dieciséis años y otra de cuatro, que no eran suyas?

Evidentemente nadie, cansada de ver los desaires que nos proporcionaban en la familia de mi madre, huí de ellos, llevándome a mi hermana conmigo, no estaba dispuesta a que la hirieran y mucho menos a separarme de ella.

Había momentos en que había pensado que era lo mejor, existían parientes de mi padre que habían deseado hacerse cargo de ella, y me había planteado dejarla con alguno de ellos, después de todo, así me aseguraría su bienestar, pero en la única ocasión en que fui capaz de alejarme de ella, el resultado fue nefasto.

Mi pequeña Jane, cayó enferma, me llamaron de la guardería y me exigieron ir a verla. Temerosa de que volviera a caer enferma y perderla como había perdido todo lo demás, me decidí, no pensaba alejarme nunca más de ella.

Pero, ¿era la decisión correcta?, en ese mes había encontrado un trabajo a medio tiempo en un restaurante, por las mañanas dejaba a mi hermana en la guardería, asistía a clase y por las tardes iba a trabajar cuatro horas hasta que iba a recoger a Jane.

Pero esa última semana, ninguna había podido asistir a clase, y había perdido mi trabajo. La muerte de nuestros padres hacía tres años, había significado el principio de nuestro precipicio personal, y cada día que pasaba, este se derrumbaba un poco más, dejándonos cada vez más y más cerca del precipicio.

Sentí que Jane caía sobre mi hombro y la miré con preocupación, ella se había quedado completamente dormida, miré mi reloj de pulsera, una de las pocas cosas que me quedaban de mi padre.

Eran ya las once de la noche, otra que pasaríamos a la intemperie. Acerqué a Jane a mí todo lo que pude, con el único propósito de protegerla del frío y de demostrarle que estaba con ella.

Sin embargo, ahora que estaba dormida, era yo la que se encontraba completamente sola, cuando Jane caía protegida de todo en los brazos de Morfeo, era el único momento en que consideraba la posibilidad de dejarme vencer y me desahogaba en la soledad de la oscuridad.

Era realmente desalentador descubrir lo solas que estábamos, en el mes que llevábamos desaparecidas, ni una sola persona nos había buscado, ¿tan insignificantes éramos?, ¿tanto nos odiaban los familiares de nuestra madre?, ¿tan poquito le importábamos al resto del mundo?

Quitando a nuestros padres, ¿esto era todo lo que nos quedaba?

Sin poder contenerme, abracé con más fuerza a Jane contra mí y lloré, lloré sacando todo lo que tenía en mi interior, lloré maldiciendo este mundo, este destino, que despiadado nos había arrebatado todo, maldije a cada uno de nuestros familiares y a todos los que alguna vez nos habían rodeado.

Pero sobre todo, me maldije a mí misma por no tener la fuerza suficiente para proteger a mi pequeña Jane, ¿qué clase de hermana mayor era que no podía cuidarla?, ¿cómo habían podido nuestros padres marcharse y dejarnos sin nada?, a ellos también los maldije desde lo más profundo de mi ser.

—Al fin.

Esa voz se escuchó como un eco perdido en mi mente, sabía que conocía la misma, pero no era capaz de ubicarla, en mi maltrecho estado, no la reconocí hasta que levanté la mirada y me encontré con sus ojos café frente a mí, escondidos tras unas gafas redondas, su cabello negro azabache que se mecía al compás del viento, en sus labios no había sonrisa alguna, solo una mirada severa acompañada de un rastro de alivio que se reflejaba en lo más profundo de sus ojos.

—Será mejor que me acompañes, no podéis seguir bajo esta tormenta.

Extendió su mano para coger la mía y tirar de mí, pero me aparté de él con rapidez, ¿por qué estaba aquí?, ¿a qué había venido?

—Aléjese de nosotras.

Él me miró fijamente:

—No pienso hacer eso. Llevo buscándoos todo esta semana, desde que no volvisteis.— Asombrada miré a este, ¿Qué nos había estado buscando?, ¿de qué estaba hablando? –No puedes seguir este camino tú sola, ven conmigo, llamaremos a alguien de tu familia, estoy convencido de que….

—NO. váyase, no interfiera en esto. No permitiré que nos lleve a ninguna parte, Jane y yo estaremos bien. No debe preocuparse, seguro que podremos solucionarlo.

—¿De qué estás hablando?, ¿acaso no te estás dando cuenta de la situación en la que te encuentras?, estás tirada en la calle, bajo un árbol intentando resguardarte de una tormenta, acompañada de una niña de cuatro años, si alguien te ve así, llamarán a la policía, y te aseguro que no tendrán reparos en mandarte a un centro de acogida y si es preciso te separarán de tu hermana pequeña.

—Por eso no puedo regresar. –gritó despertando así a Jane: —¿Acaso no lo entiende?, mi familia me dejará en un centro, y me separarán de ella, dirán que yo la obligué a escaparse conmigo. Me prohibirán verla.

—Si sigues por este camino es como la perderás, deja que te ayude, deja que arregle esto por ti, puedo cuidar de vosotras, asegurarme que no os separarán.

—¿Y por qué haría eso? —Preguntó enfadada: —No nos debe nada, y no queremos caridad, saldremos adelante, no sé cómo, pero lo haremos.

—Porque me preocupo por vosotras.

Fueron solo cinco palabras, pero cinco palabras que desde hacía tres años no escuchaba de nadie, sin poder controlarse a sí misma rompió a llorar aún más, estaba desesperada:

—No haga esto, no nos mienta así.

—No estoy mintiendo señorita Granger, llevo toda la semana buscándoos, hoy me prometí a mí mismo que os encontraría, y que no pararía hasta asegurarme de que esta noche dormiríais bajo un techo, seguras y sin tener que preocuparos por lo que será mañana.

—Eso es imposible.

Sentenció.

—No lo es, puedo hacerlo señorita Granger, Jane y tú podréis estar bien, y así no tendré que preocuparme por vosotras más.

Preocuparse por ellas, mentira, era mentira, y lo obligaría a decir que lo era, él seguramente estaba allí por pena o lástima, si de verdad se preocupara por ellas estaría dispuesto a cualquier cosa, y sabía que solo había una manera de conseguir que Jane no fuera arrebatada de su lado.

Dándole un hogar, enfadada al darse cuenta de que no tenía posibilidades de conseguir eso sola se giró a mirar a este muy furiosa:

—Si tanto te preocupas por nosotras, ¿por qué no te casas conmigo y nos cuidas?—gritó desesperada y con lágrimas saliendo de sus ojos ámbar, que recorrieron lentamente su rostro.

—Muy bien, eso será lo que haga. –sentenció el profesor Potter exaltado. –Si eso es lo que crees necesario para demostrarte que haré lo imposible por ayudaros, lo haré, me casaré contigo Hermione.

Antes de que pudiera decir una sola palabra más, el profesor Potter llevó una mano hasta mi rostro y lentamente comenzó a deshacerse de las lágrimas que caían.

—Pero a cambio quiero una sola cosa Hermione, no quiero ver esta expresión tan vacía y cargada de tristeza en tu rostro. Cada día de esta nueva vida, solo me obsequiaras una sonrisa.

Ante esas palabras, más lágrimas salieron de mis ojos, ¿sonreír?, ¿recordaba acaso cómo se hacía eso?

—Vamos a casa.

Con cuidado cogió a Jane en brazos y cogiendo algunas de nuestras cosas comenzó a alejarse, yo cogí el resto y lo miré mientras se alejaba, quizás si me marchaba ahora ninguno de los dos lo notaria.

—¿Hermione?

La voz de Jane la obligó a girar y mirar a su hermana, ella la miraba con una expresión cargada de tristeza, como si se hubiese imaginado lo que estaba pensando en esos instantes.

Avergonzada, comenzó a caminar, el profesor Potter las condujo hasta un coche que se encontraba mal aparcado.

Hermione Granger, dieciséis años, Jane Granger cuatro años, James Potter veinticinco años años, desde hacía cuatro meses, estas tres personas habían comenzado a vivir juntas, como una familia.

Una semana después de ir a vivir con él, James Potter había arreglado los papeles precisos para contraer matrimonio con Hermione Granger, una muchacha a la que de tarde veía en casa como su esposa y en las mañanas como su estudiante.

Precisamente por tratarse de profesor y alumna, este le había dicho que no cambiaría su apellido, y que mantendría el suyo propio. Durante esos cuatro meses, lentamente, Jane y Hermione consiguieron acostumbrarse a su nueva vida.

Contaban con la ayuda del profesor de Jane, un hombre que había sido compañero del profesor Potter desde niños y al final habían tomado la misma carrera pero con diferentes ramificaciones, uno se dedicaba a los niños desde los tres a los cinco años y el otro impartía clases en un instituto.

Era de carácter divertido y pervertido, de cabello negro azulado, ojos grises y sonrisa fácil, amaba a sus alumnos y los cuidaba como el que más, su nombre Sirius Black.

Desde que se había enterado de la situación que compartían ahora sus vecinos, había sido el encargado de asesorar a la mayor de las Granger, y de paso torturar a su gran amigo de infancia.

Hermione quería agradar al profesor Potter, quería compensar todo lo que estaba haciendo por ellas, pero era realmente mala a la hora de cocinar, y lo único útil que podía hacer era limpiar la casa, más eso le parecía insuficiente.

Recordaba a la perfección la feliz pareja que eran sus padres, y pese a que el profesor Potter parecía bastante animado cuando llegaba a casa, ella veía las lagunas de su matrimonio. En realidad el profesor Potter no ganaba nada con todo aquello, acaso lo perdía.

Según le había comentado Sirius, el profesor Black antes de que entraran en sus vidas era un viva la virgen, se la pasaba de fiesta con él siempre que tenían oportunidad y no le faltaban mujeres hermosas que lo acompañaran, y sin embargo ahí estaba ella, ocupando un puesto que pertenecía a cualquier otra mujer.

Cuando llegó a su casa después de entregar los papeles en el registro, ella lo estaba esperando en la sala, le había preguntado si pediría algo a cambio de todo lo que le estaba dando a ella y su hermana.

El profesor Potter se había sentado mirándola fijamente, y tras unos instantes sonrió de medio lado, llevó su mano hasta su cabello y se lo despeinó:

—Ya te dije mi precio Hermione, quiero ver tu sonrisa a diario cuando regrese a casa.

Desde ese día, Jane y ella lo recibían siempre que llegaba con sonrisas en sus rostros y él no tardaba en devolverles la misma y añadir un "Ya llegué"

Las noches eran una odisea en la cocina a la hora de preparar la cena, al menos el primer mes, Hermione se había impuesto la meta de ayudar a hacer la cena, pero tras un mes de constantes incendios y de cenas echadas a perder debido a que se quemaban, había quedado relegada al puesto de poner la mesa.

Con el paso de los meses, Hermione se encontró perdida en sus pensamientos, deseando acercarse al profesor Potter pese a estar en clase, y aun sabiendo que eso no era posible, también se vio deseando ver la sonrisa de su profesor a diario, al llegar a casa buscaba una nueva forma de agradarle.

Esa tarde, Sirius fue quien llevó a Jane a casa:

—¿Qué te sucede pequeña Hermione?

Esta miró al mejor amigo de su esposo:

—¿Qué puedo hacer para agradarle?

Sirius con sus ojos grises fijos en ella la miró durante unos instantes:

—¿Agradarle?, ¿en qué sentido?

—Quiero que esté contento y a gusto, quiero que me vea, soy su esposa, pero no me trata como a tal, más bien parezco su hermana menor.

Sirius se quedó callado unos instantes y luego suspiró:

—No tienes que agradarle, el paso más importante ya está dado, eres su esposa, conténtate con eso.

Enfadada miró a Sirius:

—No, no lo soy realmente, quizás en un papel salga reflejada como tal, pero en la práctica. Él ni siquiera me ha besado una vez.

Esas palabras dejaron a Sirius un tanto extrañado, miró a Hermione de arriba abajo: Cabello castaño rizoso largo, ojos ámbar que mostraban todo por lo que había tenido que pasar a lo largo de los últimos años, unos labios finos y rosados, el de abajo un poco mayor, era el que acostumbraba a morderse cuando algo la preocupaba.

Un cuerpo delgado, todavía sin formar del todo, pero que prometía terminar por convertirse en una gran y hermosa mujer. James no había sido estúpido al elegir a esa muchacha como su esposa.

Ante ese pensamiento frunció el ceño, ya a sus dieciséis años ella era bastante hermosa, no dudaba que tendría bastantes admiradores entre sus compañeros de clase, y sin embargo su amigo ni siquiera la había besado. Vale que existían salvedades, era menor de edad y además su alumna.

Pero ya estaban casados, así que eso quedaba relegado a otro punto y lugar.

¿Qué podía impedir a James besar a Hermione?, miró su atuendo, era el de una muchacha de dieciséis que aún no descubría como vestirse para llamar la atención de alguien, quizás ese fuera un punto a cambiar.

Cuando iba a la escuela llevaba el uniforme, y aunque no negaría que este le quedaba realmente bien, podía inducir a James a recordar que Hermione era su alumna, así que no ayudaría.

—Creo que tengo una manera de ayudarte.

Hermione lo miró con un brillo de ilusión en sus ojos, un brillo que la hizo ver más hermosa, su amigo iba a encontrarse en serios problemas si se proponía no tocar a Hermione. Sonrió ante lo bien que se lo iba a pasar.

Sin duda ese método de tortura sería exquisito.

—Vamos de compras chicas.

Les dijo, mientras les guiñaba un ojo divertido, Jane y Hermione no tardaron en sonreír felices. Juntos los tres se marcharon de casa de James a comprar ropa nueva y otras cosas.

James, se encontraba en la sala de profesores, estaba intentando concentrarse en corregir algunos trabajos. La verdad es que la cabeza le dolía horrores, pero sino terminaba con eso a tiempo tendría problemas con sus alumnos.

Al pensar en estos, la imagen de Hermione esmerándose en hacer el trabajo le vino a la mente, se había pasado toda una semana sin apenas dormir para entregar su trabajo. Esa muchacha lo sorprendía cada día que pasaba un poco más.

Era una muchacha con una fuerza de voluntad increíble, no importaba el problema o el obstáculo que se presentara ante ella, Hermione buscaba la solución o la manera de salvarlo todo.

No podía negarse que desde que vivían juntos su vida había cambiado radicalmente, nunca antes e había planteado la posibilidad de casarse, y mucho menos llegar a hacerlo con una muchacha que no solo era menor de edad, sino que además era su alumna.

Pero cuando comenzó a ver que parecía sumamente cansada, que sus notas decaían, y que parecía perdida en clases, comenzó a averiguar cosas de ella. Como buen profesor se preocupó por su bienestar personal y su situación, cuando descubrió que sus padres habían muerto en un accidente y que tanto ella como su hermana menor cambiaban constantemente de teléfono o nombre de contacto, se percató de que algo raro sucedía.

El primer día que faltó a clase, llamó al teléfono de contacto que tenían, en ese instante se enteró de que llevaba todo un mes huída de casa junto con su hermana pequeña.

Sumamente sorprendido y preocupado, buscó a la única compañera de clase que había visto hablando con ella, una muchacha de nombre Ginebra Weasley, esta le dijo que no sabía nada de ella.

Sin un punto de referencia que seguir, se pasó todas las tardes de esa semana buscando las dos por toda la ciudad, hasta que el día de la tormenta se decidió a no permitir que pasaran la noche bajo tremendas circunstancias, sin estar seguro de que estaban bien.

Y fue cuando las encontró, cuando se percató de que había una figura bajo un árbol de un parque y se acercó, se quedó congelado al ver la imagen ante sí. Nunca pensó que una imagen semejante lo dejaría paralizado, pero mucho menos que se jurara a sí mismo no volver jamás a presenciar algo semejante.

En cuanto cogió a la pequeña Jane en sus brazos lo supo, nada ni nadie lo separarían de esas dos personas. En esos cuatro meses ambas si habían acostumbrado poco a poco a su estilo de vida, y pese a que sin duda tendrían que enfrentar infinidad de obstáculos, comenzando por sus propias familias, no dudaba que no la dejaría sola. Al menos hasta que ella decidiera dejarlo.

No se hacía tontas ilusiones, era consciente de que llegaría un día en que Hermione se enamoraría, y en ese momento la dejaría ir, no pensaba retenerla, pero mientras tanto, la pensaba cuidar de todo el que decidiera hacerle algún mal.

Tras corregir el último trabajo y mirar la hora, descubrió que eran las nueve de la noche, lo mejor era regresar a casa cuanto antes. Sin duda esas dos lo estarían esperando con unas ganas tremendas de comer algo. Sonrió al recordar las cenas que Hermione había preparado los primeros días, y la cara de condenado a muerto que Jane ponía cuando su hermana entraba en la cocina.

Sí era mejor que se diera prisa o su pequeña tendría fuerte dolor de estómago toda la noche.

Una vez recogido todo, y ya conduciendo en su coche, no tardó en llegar a su casa más de quince minutos, al ver luz en la ventana del salón sonrió, lo estaban esperando como cada día.

Apagó el motor y tras salir y cerrar el coche, entró en su edificio, al salir del ascensor se encontró a Sirius arreglando algo en el manillar de su puerta:

—O ya estás de regreso, las chicas parecen impacientes por verte.

—¿Han dado mucha guerra?

—Na, Hermione tuvo un arranque con la radio, pero poco más, Jane la pobre se volverá o loca o sorda un día de estos. Por cierto, esta última me ha preguntado porqué su hermana y tú no duermen juntos si están casados, y ¿sabes?, es una buena pregunta. ¿Por qué James?

Ambos se miraron fijamente durante unos instantes:

—Es una niña Sirius, no puedes realmente pensar que…

—Es tu esposa James. Puede ser más joven, pero lo es, tú se lo has dicho, ¿qué harás cuando ella misma te pregunte algo al respecto?

—No lo hará, me tiene miedo Sirius, cuando me acerco demasiado a ella se pone a temblar, el día que llegué después de entregar el registro, debiste verla, estaba temblando de pies a cabeza. Ella temía que yo le pidiera algo a cambio de todo esto.

No dudo que creyó que yo quisiera beneficios como su esposo que soy, le aseguré que lo único que deseaba de ella es su sonrisa y un bienvenido a casa a diario.

Sirius miró a James unos instantes:

—Eso fue hace cuatro meses amigo, piensa que vives con una muchacha, que dentro de poco se convertirá en una gran mujer, James, si ella llegase a enamorarse de ti.

Rompió a reír:

—Eso no sucederá, tiene muchos compañeros de clase, por dios Sirius soy su profesor, además, llegará un momento en que ella querrá tener su propia vida, y en ese instante yo desapareceré de su vida.

—¿Crees que será tan sencillo?, James, ya te dije desde un principio que te estabas metiendo en un gran problema, para esas dos, eres su caballero andante, la pequeña te verá como su padre, pero James, te guste más o menos, Hermione ya no es una niña, y no resultará difícil que te vea como lo que ya eres, su esposo.

—Esta conversación no tiene caso, mejor será dejarla, y ya la retomaremos en el momento en que haya que afrontarlo si es que llega.

Caminó hasta su puerta e ingresó la llave, Sirius lo siguió de cerca, se apoyó en el marco con el hombro y cruzó los brazos, desconcertado por su actitud intentó ignorarlo:

—Ya estoy en ca…

Los ojos de James se abrieron de la sorpresa y su frase murió en sus labios, Jane y Hermione lo esperaban justo en la entrada de casa, Jane sonreía mientras miraba a su hermana mayor, mientras Hermione lo miraba con sus mejillas enrojecidas, una sonrisa en su rostro apenada, su cabello medio recogido y con su pijama ya puesto, un pijama que no dudaba de quien la había ayudado a escogerlo:

—Bienvenido al momento hay que afrontarlo amigo.

Sirius le dio un golpe en el hombro y se largó a su casa, Hermione y Jane lo miraron y dijeron:

—Bienvenido a casa. –Hermione dio unos pasos para acercarse a él, y tras darle un suave beso en la mejilla, algo que le costó sin duda toda su valentía le susurró: —cariño.

Sintió un escalofrío recorrerlo de arriba abajo al tenerla tan cerca y más al escuchar su voz en un susurro tan cercano. En un impulso sintiéndose tremendamente depravado se alejó de ella y se acercó a Jane, precisaba apartarse de Hermione y tener las manos ocupadas.

Cargó a Jane en brazos y abrazándola miró a Hermione con una media sonrisa en su rostro:

—Ya llegué.

Enseguida notó que el rubor en el rostro de Hermione se intensificaba y que sus ojos comenzaban a brillar. Sabía que la había herido, pero era preferible eso a terminar cometiendo una locura.

—Sí, estaré en mi habitación.

Sin decir nada más, Hermione corrió derecha a su cuarto, en cuanto escuchó que la puerta se cerraba suspiró, Jane aún abrazada a él preguntó:

—¿Qué le pasa a mi hermana?

Separó a la pequeña de él:

—Nada, seguramente algo le sentó mal, ¿acaso intentó cocinar algo?

Jane negó enseguida.

—No, estuvimos de compras y luego se pasó un buen rato escogiendo que ponerse frente al espejo de su cuarto, también estuvo haciendo un poco el tonto. Repetía una y otra vez la frase de bienvenido a casa.

James frunció el ceño y miró hacía la puerta del cuarto de Hermione, dejó a Jane en el suelo y molesto inquirió:

—¿Puedes cuidar la casa unos instantes?, he de hacer una cosita.

—Sí, por supuesto.

Sin tomarse la molestia de cerrar la puerta, se encaminó a la de Sirius y llamó, en cuanto su amigo abrió lo cogió de la camiseta que llevaba:

—Tú, maldito pervertido e…

—Quieto ahí, fue ella la que me pidió que la ayudara. Te lo he dicho, Hermione ya no es una niña, y dime James, ¿cómo piensas lidiar con esto?

Soltó a su amigo de la infancia y se apartó de él:

—De alguna manera lo haré. Puedes estar seguro de ello.

—Esperemos que en el proceso no salgáis mal parados ninguno de vosotros dos.

—Esto es absurdo, es una niña Sirius, seguro que es un enamoramiento tonto y nada más.

—Seguro.

Dijo con Sarcasmo Sirius, lo fulminó con la mirada:

—Iré a hacer la cena.

—Será lo mejor.

Al día siguiente Hermione no esperó a nadie, llamó a casa de Sirius, le pidió que llevase él a Jane a la guardería y corrió todo lo que pudo al instituto, no había cenado la noche anterior, y se sentía estúpida. Era evidente que el profesor Potter nunca la vería como algo más que una niña.

Se sentía terriblemente ingenua, cuando vio como el profesor prefería abrazar a Jane antes que a ella, la hizo sentirse pequeña e insignificante, sin duda no era nada para él, solo una alumna a la que le había echado una mano.

Sin duda lo de casarse era solo porque el profesor Potter se había dado cuenta de que era la única forma en la que de verdad podría cuidarlas. Pero ella no quería caridad de nadie, estaba decidida, trabajaría y le pagaría al profesor Potter hasta el último de los favores que les estaba haciendo a Jane y a ella.

Las clases empezaron como cualquier otro día, era la hora del recreo, se encontraba paseando por el instituto, recorriendo algunos pasillos del mismo cuando chocó contra otra persona y ambos cayeron al suelo.

Ella quedó bajo la otra persona, la cual al intentar levantarse apoyó una de sus manos en su pecho, por si eso no fuera poco, el idiota soltó:

—Vaya hombre, maldito día, no encuentro a quien busco y encima me tropiezo contra un travesti.

Ante esas palabras Hermione lo miró alarmada:

—¿De qué estás hablando?

De un manotazo quitó la mano de este de su pecho y rápidamente lo empujó lejos de ella, este se golpeó en la nuca, y se llevó una mano a ese lugar. Ambos se miraron por unos instantes, el muchacho se sobaba la nuca por el golpe recibido y tenía un ojo cerrado:

—Tu voz parece de chica, ¿no eres un travesti?, entonces deja que te diga que eres muy plana.

Le sacó la lengua a la par que se ponía en pie y le sonrió de medio lado. El grito de frustración de Hermione no llegó a los oídos del muchacho que ya se había marchado de allí divertido.

Furiosa por el comportamiento de este, se dirigió a su siguiente clase, la cual aún no había comenzado, se sentó en su pupitre y sin poder contenerse rompió a llorar. Después de que el profesor Potter le mostrara lo poca cosa que era, que ese irritable chico le dijera semejante cosa, la acababa de hundir un poco más.

Realmente no había nada que ella pudiera utilizar para que su esposo se fijara en ella, ni siquiera un cuerpo decente.

El resto de la mañana pasó rápido, pero sin ganas de regresar a casa, Hermione se quedó sentada en su pupitre mirando por la ventana distraída, en cuanto diera la hora de recoger a Jane lo haría y se refugiaría en su cuarto una vez más.

—¿Qué te sucede?

La voz del profesor Potter la alarmó, rápidamente se incorporó del pupitre y miró hacía el lugar de donde provenía la voz, frente a ella estaba su profesor apoyado en el pupitre ante ella con los brazos cruzados.

—No es nada.

Dijo sin más y regresó su mirada a la ventana:

—Ayer no cenaste y esta mañana te marchaste sin despedirte, además, en el recreo has estado llorando.

Alarmada y sorprendida lo miró, ¿cómo es que se había enterado de que en el recreo había estado llorando?, los ojos café de su profesor la miraban como si intentara saber todo sin necesidad de que ella respondiera, sintiéndose de repente tonta preguntó en un susurro:

—¿Tan poca cosa soy?

—¿Perdona?, ¿qué quieres decir?

—¿Por qué ayer no me miraste más de dos veces?, ¿por qué te apartaste de mí de esa forma?

—Creo que este no es lugar para hablar de esto, pero tú no eres poca cosa para nadie Hermione. Eso quiero que te lo graves en la cabeza.

Al contrario, tú, vales mucho más de lo que nadie podría pagar.

—No para ti.

Inquirió a su vez, al ver que este no respondía se puso en pie, cogió su mochila y se dirigió a la puerta de su clase, no quería seguir esa conversación, no quería escucharlo decir que ella no podía ser más de lo que era.

Antes de llegar a la puerta, el profesor Potter la cogió desde atrás y la pegó contra su pecho:

—Hermione, entiende que aquí no podemos hablar de todo esto, en casa podremos discutir lo que quieras saber.

—¿Por qué no me tratas como a una esposa?

—¿Qué quieres decir?

Le preguntó en un susurró, al sentir su voz y su aliento chocar contra su oído un escalofrío la recorrió y de repente se sintió nerviosa, estaba muy cerca, demasiado, más cerca de lo que nadie había estado nunca:

—Nunca me has dado un beso.

—¿Es eso lo que quieres?, ¿quieres que te bese?, si es algo tan simple…

Antes de darse cuenta, sintió los labios de este en su cuello, ese simple contacto la hizo enrojecer y totalmente avergonzada y asustada se separó de él.

Con rapidez abrió la puerta de la clase y echó a correr, ¿por qué huía si ella misma le había pedido un beso?, bien eso era cierto, pero se refería a un beso como el que se dan una pareja de novios.

Un escalofrío la recorrió, ellos no eran novios, de hecho esa etapa se la habían saltado por completo.

Enrojeció al recordar el tacto de sus labios en su cuello y siguió su carrera desenfrenada.

James se quedó apoyado en el pupitre y con ambas manos en sus bolsillos miró por la ventana, desde la misma pudo reconocer a Hermione como se alejaba corriendo.

Sin duda sus problemas no habían hecho más que comenzar.

Y no sabía lo acertado que estaba en esa deducción, pues en esos instantes y ante la puerta de su apartamento, parado como idiota a la espera de recibir una respuesta a su llamada, se encontraba un joven de diecisiete años, de cabello negro azabache, rebelde, al igual que el del profesor Potter, de cuerpo delgado pero fuerte, alto y de unos hermosos y en cierto modo fríos ojos verde jade escondidos tras unas gafas redondas.