Disclaimer: No soy rubia, no soy inglesa y definitivamente Harry Potter no habría terminado así, si la historia fuera mía.
Capítulo I "Pacto entre víboras"
La odiaba.
La odiaba, la odiaba tanto… sólo Morgana sabía cuanto llegaba su desprecio por esa estúpida inmunda que osaba arrebatarle todos sus logros. Deseaba con todas sus fuerzas sacarle los ojos de sus cuencas con sus propias manos de la rabia que sentía, o mejor, torturarla lentamente con alguna maldición tenebrosa. Estaba segura que si no fuera por todo el vapor, el calor y el ruido que había en la mazmorra de la clase de pociones, se le notaría con creces la ira que sentía por esa sangre sucia engreída. Bufó, tratando de calmar su enojo para no lanzarle el caldero hirviendo en la cabeza a la muy idiota. Miró de reojo a la causante de su desaire y vio como sonreía feliz, por su perfecta calificación en lo que a ella… sólo había calificado con un mediocre 'Aceptable'.
-Señorita Granger – Masculló el profesor Slughorn – Déjeme felicitarla por este logro tan sorprendente. Muy pocas personas logran cumplir a la perfección los procedimientos para elaborar esta poción tan difícil, realmente merece un aplauso de toda la clase.
Los Gryffindor aplaudieron alegremente a su compañera. Sin embargo los Slytherin masticaban su envidia con rencor. Más aún ella, Pansy Parkinson, que ya había derrochado todo su repertorio de insultos internamente. Y es que, en verdad, Hermione Granger la hacía perder todo lo que le quedaba de paciencia y amor propio. No solo la confianza en si misma, si no que le bajaba el ego y la autoestima. ¿Cómo se explicaba que una sangre sucia cutre y sin encanto natural sobrepasara todas sus metas, dejándola como una mediocre a su lado? ¿Cómo era posible que ella, una bruja de estirpe, con reconocimiento y belleza pudiera ser pasada a llevar con tanta facilidad por una simple sangre sucia? Era completamente insólito. La castaña mal nacida destacaba en todo: logros académicos, normas de conducta, rendimiento en su calidad de prefecta, servicios especiales al colegio… Lo único que faltaba es que comenzara a tener más conquistas y enamorados que ella.
Pero qué va, eso era realmente imposible.
La miró unos instantes mientras seguía recibiendo halagos del profesor de pociones. Estaba un poco transpirada y sucia a causa de la preparación de la poción, su falda de colegio llegaba la rodilla, y tenía la horrible manía de abrocharse el primer botón de su blusa. Además, su cabello era un asco total, demasiado enmarañado, despeinado y desparramado por doquier, incluso la misma Parkinson admitía que ella se vería 'bien' si se dedicara un poco a su imagen personal. Pansy rió internamente, eso solo sucedería cuando Granger se diera cuenta que era una chica, y no un simple ratón de biblioteca.
-¿De qué tanto te ríes? – Preguntó una voz masculina, que ella conocía muy bien.
-De Granger – Afirmó ella, sin importancia. Girándose para apagar el fuego del caldero.
-¿Tanta gracia te hace que te supere en todo lo que hace, Parkinson? ¿O ya te estás volviendo loca?
Ella lo miró con reproche directo a los ojos grises de quien le hablaba, como el metal más intenso. El rubio sólo atinó a dedicarle una sonrisa de medio lado que casi la desarma por completo… No importaba lo que digiera Draco, ella siempre era capaz de perdonarlo con una sola muestra de su irresistible sonrisa. Él si era un hombre. Era guapo, apuestísimo, con dinero, familia poderosa y de renombre, sangre pura, estirpe, reconocimiento… Justo el hombre que ella se merecía. Guardaron sus cosas para disponerse a salir del aula, tenían tiempo antes del próximo examen, así que sería mejor aprovechar el día fuera de esa mazmorra apestosa. Pansy guardó su caldero de peltre, su balanza y sus demás utensilios en el estante, y esperó en la puerta a Draco que necesitaba consultar algo con Slughorn. Sacó su espejo de bolsillo mientras lo esperaba, retocando su maquillaje cuidadosamente…
-En serio, Hermione – escuchó una voz, que reconoció como la de Potter - ¡Eres estupenda! No se realmente como la hiciste, pero yo jamás podría realizarla…
-No seas tonto, Harry. Con práctica se logra, yo sólo seguí los procedimientos adecuados…
-Acéptalo Hermione – señaló la comadreja Weasley – Le pateas el trasero a toda la clase.
Los vio salir, y ella casi rompe su espejo de tan fuerte que empuñó su mano. Estaba harta de oír halagos hacia la inmunda sangre sucia, necesitaba hacer algo para superarla.
-¡Pansy! – El grito de Malfoy la sacó de sus pensamientos - ¿En qué mundo andas, Parkinson? Has estado toda la semana con la cabeza en las nubes.
Ella negó con la cabeza mientras guardaba su espejo. Quizás era mejor tragarse el orgullo por el momento. Tomó del brazo al rubio y caminó por el pasillo hasta llegar a la escalera que subía al vestíbulo, lo cruzaron, y salieron a los terrenos para disfrutar del enorme sol que se asomaba por las colinas. Caminaron hasta unas bancas, a unos cien metros del sauce boxeador, y allí se sentaron las dos serpientes para descansar de la intoxicante y apestosa clase.
-Esa poción era imposible – Masculló el heredero Malfoy, estirándose en la banca de madera – En verdad que, creí seguir todos los pasos que enunciaba el maldito libro. Tal vez me equivoqué en la mezcla de la sangre de ninfa y el jugo de mandrágora…
Pansy miraba, ceñuda, sus propios pies, como si fueran lo más interesante de la tierra. Estaba molesta, porque aunque trataba de que su mente se dirigiera a otro lado que no fuera la maldita astucia de Granger, todo le recordaba lo imposible que la castaña hacía su existencia. No entendía cómo era posible que todo le saliera bien, cuando constantemente ella la trataba de sabotear con pequeños métodos como colocar sobre su mesa los ingredientes equivocados, distraerla en sus cálculos de runas antiguas, o esconderle los utensilios en clases de herbología, entre un sin fin de artimañas. Seriamente, pensaba la pelinegra, tenía que tomar medidas más drásticas para que la impura no siguiera escalando hacia la perfección, mientras que ella se hundía en la humillación que significada ser sobrepasada por una hija de muggles.
-¡Pansy, por Morgana! – El rubio parecía haber hablado solo durante varios minutos - ¿Me vas a contar qué demonios te pasa, o cada vez que hablo me vas a ignorar olímpicamente para pensar en qué-se-yo que te tiene tan malditamente distraída?
Pansy abrió su boca un par de centímetros, como si le costara procesar lo que había dicho Draco. La verdad, es que le daba vergüenza admitir que esa zorra de Granger le quitara tantos pensamientos de su vida cotidiana, mucho más admitirlo frente a Malfoy, que se reiría descaradamente por darle tanto tiempo a alguien tan insignificante.
'Hay un millón de cosas más importantes en las que pensar, Parkinson, como el sistema de vida de los ácaros mágicos que residen en el pelaje de los centauros. Deberías pensar seriamente en tus prioridades' Si. Seguramente algo por el estilo le diría el rubio, tomando en cuenta la cuota de ironía que siempre utilizaba. No podía decirle así sin más que esa estúpida le quitaba el sueño, no sólo sonaría horrible, si no que Malfoy le daría un sermón por preocuparse por insultos a la sangre.
-Ehh… Estoy algo preocupada – Dijo la pelinegra, pensando a todo vapor para desviar el tema de la sangre sucia – Aún no entregan los resultados del examen de Transformaciones, y creo que me fue bastante mal…
Draco la miró unos segundos, alzando una ceja suspicaz. No parecía muy convencido de sus palabras, más sin embargo no le tomó tanta importancia. Sacó una cigarrera de plata, su varita, y encendió un tabaco con la punta de ésta. Le ofreció un cigarro a su compañera, pero ella movió la cabeza en señal de negación. Draco soltó el aire contenido en sus pulmones.
-Realmente algo te pasa – escupió él – No sólo andas embobada como una estúpida. Si no que ahora te da miedo que nos pillen fumando. Simplemente no se que pasa por tu cabeza en estos últimos días.
-No se trata de eso – se defendió – Simplemente no me apetece.
Draco movió su mano de arriba hacia abajo, como diciéndole lo poco que le creía. Ella frunció el ceño molesta, y arrancó un cigarro de la tabaquera del rubio. La encendió con su varita, e inspiró el humo con tranquilidad. Draco guardó su cigarrera sonriendo.
OoOoO
-Ron, comes como un cerdo.
-Hermione, recriminas como una sabihonda.
Harry puso los ojos en blanco mientras disfrutaba su postre después del almuerzo, un exquisito trozo de tarta de melaza que lo tenía más atento que la discusión de sus dos mejores amigos, cortó un pequeño pedazo de la tarta con su tenedor y se lo llevó a la boca, saboreándolo con una expresión de profundo éxtasis en su cara. De repente, su olfato comenzó a percibir un leve olor a flores, cada vez más fuerte, haciendo que su corazón se acelerara un poco más.
-Hola – Saludó una aparecida Ginny Weasley, sonriéndole a Harry y mirando a los otros dos con exasperación - ¿Hasta cuándo pelean?
-Hasta que tu hermano deje de comportarse como un puerco a la hora de comer, y aprenda lo que son los buenos modales.
-Eso es caso perdido – suspiró Ginny, sentándose a un lado de la castaña. Ron la miró ceñudo y siguió engullendo aquella tarta de calabaza – Tengo algo para ti, Hermione – la menor de los Weasley le entregó un sobre sellado, con una caligrafía perfecta y escrita en verde esmeralda fuera del pergamino.
-¿Qué es? – preguntó curiosa, antes de ver el remitente.
-Evidentemente no una carta de amor, eso sería imposible – Interrumpió Ron. Hermione lo fulminó con la mirada.
-Me la entregó McGonagall – respondió Ginny – Me dijo que te la entregara en cuanto te viera, ha estado muy ocupada revisando los exámenes de Transformación teórica, así que le hice el favor.
-Gracias – la castaña le sonrió, disponiéndose a abrir la carta. Sacó el pergamino del interior del sobre y sus ojos se dirigieron rápidamente a las líneas sobre él. Hermione suspiró y profirió un 'demonios' al terminar de leer la carta.
-¿Qué dice? – preguntó Harry, preocupado.
-Hoy tengo que hacer ronda de prefecta. Parvati se enfermó y Ron sigue dado de baja – El aludido ni se inmutó – Últimamente hay un montón de chiquillos haciendo travesuras en las noches.
-No es tan terrible – dijo Ginny, animándola – Haces el turno rápido. Al menos no es una notificación por mala conducta o una citación grave a su oficina.
-No se trata de eso. Hoy quería estudiar para el examen de aritmancia… Y con lo que llevan los turnos ahora, no alcanzaré a estudiar nada.
-¡Pero si tu examen de aritmancia es en dos semanas! – Ron parecía escandalizado.
-¿Y tú sólo estudias el día anterior a los exámenes? Eres un irresponsable.
-Y tú una maníaca…
-¡Ya paren! – Dijo Ginny alzando un poco la voz, viendo como la castaña y el pelirrojo se lanzaban verdaderos crucios por los ojos - ¿Es que ustedes no van a madurar nunca, y van a decirse que se gustan de una vez por todas?
Ron enrojeció súbitamente, hasta las orejas. En la cara de Hermione también apareció un leve rubor, sin embargo frunció el ceño y se levantó de la mesa.
-Aún hay algo de tiempo antes de clases. Iré a estudiar – Y se fue transformada en un torbellino ruborizado en dirección a la biblioteca.
-¿No puedes ser más prudente, Ginevra? – Le recriminó Ron a su hermana – No quiero que lo note todavía… Aún es muy pronto…
Harry y Ginny se miraron con una sonrisa cómplice en los labios. Era evidente para todo Hogwarts, para todo Inglaterra, hasta jurarían que para todo el mundo mágico que esos dos tenían más atracción que las abejas a la miel. El problema es que ambos eran demasiado tercos y orgullosos, ninguno de los dos cedería tan fácilmente. Sin embargo, el niño que vivió y la única hija de los Weasley se encargarían de que ambos tozudos se unieran por fin.
-Tranquilo Ron, que nada se nota aún – habló el ojiverde, mientras la pelirroja trataba de aguantarse la risa – Pero tienes que comenzar a esforzarte más, compañero, o te la pueden quitar.
Frente a esa afirmación, Ron frunció los labios, notoriamente acongojado. Nunca se había imaginado aquella posibilidad, es decir, sólo una vez en cuarto año, cuando ese búlgaro estúpido trataba de cortejarla. Aunque, para ser sinceros, él mismo era demasiado inmaduro como para darse cuenta de sus sentimientos reales hacia Hermione. Pero ahora, que estaban a punto de finalizar su sexto año, Ron notaba como el sentimiento hacia ella crecía de manera exorbitante, tanto, que a veces sentía una necesidad enorme de abrazarla y decirle cuanto la quería. Pero no estaba muy seguro acerca de los sentimientos de ella, y Ron no quería salir lastimado, debía arriesgarse lo menos posible… Aún recordaba el dolor de su ruptura con Lavender.
El pelirrojo sacudió su cabeza y siguió con su tarta de calabaza, pero con mucho que pensar sobre lo que tenía que hacer a continuación.
OoOoO
Hermione subía a toda velocidad por las escaleras en dirección hacia la biblioteca. No era mera coincidencia de estudio que ella escapara del gran comedor, si no que las insinuaciones que hacían Harry y Ginny acerca de tener algo con Ron… la ponían muy nerviosa. No podía negar que en un principio de su etapa escolar, hasta hace muy poco, se sentía irremediablemente atraída por Ron, y eso no era un secreto para nadie, siempre se le había notado a leguas de distancia. Sin embargo, en esos últimos meses algo había cambiado dentro de ella, si bien quería mucho a Ron, el cariño que sentía distaba mucho de ser algo amoroso, es más, sentía que cada día le atraía un poco menos. Y eso le carcomía el cerebro, no quería hacer sufrir a Ron por nada del mundo. Además, la pelirroja cotilla y el ojiverde de su mejor amigo no le hacían las cosas tan fáciles que digamos. Suponían erróneamente que ella negaba que le gustara Ron por terquedad y orgullo… pero lamentablemente no era así. Ojalá le gustara Ron otra vez.
Se detuvo al ver la puerta de la biblioteca. Entró en silencio, predispuesta a saludar a madame Pince, pero ella no se encontraba en su puesto característico, notó que la biblioteca estaba más llena de lo común. En parte era obvio, porque era una época cargada de exámenes y evaluaciones que necesitaban de un buen estudio previo, sin embargo, había un cúmulo de gente en un lugar específico, como si estuvieran disfrutando de un espectáculo público. Ella se acercó con curiosidad, por si estuviera ocurriendo algo grave, sin embargo sólo vio a Neville Longbottom, tiritando como una hoja, sosteniendo su varita fuertemente a pesar que su mano temblara y sudara…
Si, al parecer sería peligroso…
Neville pronunció un encantamiento ininteligible para ella y un rayo color mostaza salió de su varita, transformando su libro en arena movediza. Fuertes carcajadas dirigidas hacia él comenzaron a sonar en la biblioteca, risotadas de alumnos de diferentes casas que se burlaban de su torpeza. De la nada, apareció madame Prince y los dispersó, haciendo callar a todo el mundo y limpiando el desastre que tenía Neville sobre la mesa… bueno, lo que quedaba de mesa, todo estaba siendo succionado a una rapidez agigantada por la arena…
-¡Señor Longbottom! – Chilló madame Prince, exasperada y lo más silenciosa que pudo - ¡Esto no es un aula para realizar encantamientos, es un santuario del saber en el que debe existir el orden y el silencio! ¡Retírese!
El Gryffindor, tiritando y agarrando sus cosas como pudo, salió de la biblioteca notoriamente apenado. Hermione sintió una enorme congoja en su interior, y sin pensarlo dos veces, corrió tras su amigo Neville. Le tocó el hombro, y éste se dio vuelta, asustado.
-¡Hermione! – Pronunció – La-lamento lo que viste en la biblioteca… soy un verdadero desastre…
-No, Neville – dijo ella, sonriéndole – Yo te enseñaré, sólo tienes que tener confianza en ti mismo y en tus capacidades.
-P-pero… el exámen es en un par de horas…
-Si te esfuerzas, podrás hacerlo mejor. Y no me cabe duda que lo harás perfectamente. ¡Vamos!
Neville, con una sonrisa tímida de agradecimiento, siguió a la castaña por la escalera, cruzaron el vestíbulo, y salieron a los terrenos, a la luz del sol. Se situaron cerca del lago, el lugar más vacío que encontraron, y Hermione comenzó con su lección.
-¿Qué encantamiento te falta por aprender bien? – Preguntó la castaña, intuyendo la respuesta.
Su compañero Gryffindor se sonrojó tímidamente, dándole la razón a Hermione… Tendría que enseñarle a ejecutar bien todos los encantamientos del examen…
Suspiró, resignada.
OoOoO
Harry y Ron caminaban hacia la torre de Gryffindor, a paso rápido. Quedaban diez minutos para el examen, y el pelirrojo había dejado su varita en la habitación cuando subió luego del almuerzo.
-Tienes que llevar siempre tu varita Ron – pronunció el pelinegro, recuperando el aire y agarrándose el costado – 'Leche de arándano'
El retrato que cubría la entrada a la sala común de Gryffindor se movió para que ambos pudiesen entrar. Ingresaron y el pelirrojo corrió lo más rápido que pudo hacia la habitación de los chicos de sexto para recuperar su varita. Harry aprovechó de ojear quien se encontraba en la sala común en esos momentos: No había nadie de sexto, por lo que pudo asumir que estaban todos esperando a ser llamados para dar el examen. Recordó entonces que la clase de encantamientos también la compartían con los Slytherin, hizo una mueca de asco al recordarlo. Ron bajó rápidamente y tomó algo de aire antes de salir.
-Ojalá lleguemos a tiempo – dijo, con las manos en las rodillas – Ojalá nos pudiéramos aparecer dentro del castillo…
-Vamos, andando…
Corrieron a lo máximo que les daban sus piernas para llegar al aula de encantamientos, no es que estuviera muy lejos, pero el tiempo no estaba muy a su favor. Saltaron unos cuantos obstáculos, bajaron un par de escaleras y al fin llegaron, con dichosos dos minutos para sentarse y descansar de su maratónico tour por Hogwarts. Se tiraron al piso jadeando y sudando, tratando de recuperar el aliento.
-¿Por qué tan agitados y transpirados? – Preguntó una venenosa voz - ¿A caso estaban en alguna faena demasiado… extenuante?
Los Slytherin del lugar rieron socarronamente. Más el par de amigos no tenían aire ni siquiera para contestar. Preferían ahorrarse el disgusto.
-Deberían avisarle a su amiga sangre sucia que se presente al examen, si quiere seguir siendo Miss perfección – siseó nuevamente Malfoy. Ron y Harry se miraron con extrañeza.
-¿Dónde se metió? – preguntó Harry al aire, a nadie en específico. Sin embargo el rubio Malfoy respondió.
-La vi perdiendo el tiempo cerca del lago, trataba de hacer la imposible tarea de educar al cuasi squib de Longbottom. Si tan inteligente es, debería intuir que es caso perdido.
Pansy, quien estaba a un lado de Malfoy, se burló exageradamente de la broma del rubio. Harry y Ron prefirieron no gastar aire en discutir, y se miraron con un dejo de asombro. Las puertas del aula se abrieron, dando paso al diminuto profesor Flitwick con un rollo de pergamino entre sus pequeñas y alargadas manos. Se aclaró la garganta, desenrolló el pergamino no muy largo, y acomodó sus gafas.
-Brown, Lavender – Pronunció con su chillona y característica voz. La chica se dirigió hacia él, nerviosa. – Pase señorita Brown, se prepara Bullstrode, Millicent, es mejor que esperen aquí aunque ya haya terminado su examen, los resultados estarán al instante – Anunció.
Aún no llegaba Hermione, y los nombres y los ya calificados salían rápidamente del examen. Crabbe, Davies, Finnigan, Goyle… el último ya se encontraba dentro.
-Después de ese cerdo es el turno de Hermione, ¿Por qué diablos se demora tanto?
Como si la hubieran invocado, la aludida llegó corriendo justo a tiempo seguida por un exhausto Neville Longbottom. Ella se recostó sobre la pared unos segundos para recuperar el aliento, al igual que Neville, y justo cuando iba a pronunciar palabra, una voz chillona gritó su apellido desde el aula, de la que salía un malhumorado Goyle, obedeciendo el estricto orden alfabético.
-Suerte – dijeron los tres, a coro, mientras su agitada amiga entraba en el aula.
Mientras Neville recuperaba progresivamente la respiración, Harry y Ron se acercaron a él fraternalmente.
-¿Cómo estás para el examen, compañero? – preguntó Ron, tratando de transmitir buenas vibras con sus palabras. Sin embargo el aludido bajó la cabeza, completamente desanimado y triste.
-Vamos Neville – apoyó Harry, palmeándole la espalda fraternalmente – Confía en ti, verás como todo te sale muy bien, ¿Si?
El Gryffindor esbozó una tímida sonrisa, asintiendo con un poco más de confianza. Se abrió nuevamente la puerta del aula y salió la castaña animadamente al momento en que llamaban a Greengrass, Daphne.
-¿Cómo te fue? – Preguntó el niño que vivió al verla regresar.
-Creo que bien, aunque el último encantamiento no me convenció del todo. ¿Cómo estás, Neville? ¿Listo para el examen?
El chico asintió, más no parecía muy seguro de ello.
-Oh, vamos. Yo se que tu puedes. Eres un Gryffindor. Además no es tan complicado, solo pide tres hechizos de los cinco que hay. No te irá mal para nada.
-Si, Neville, tu puedes – colaboró Ron.
Sabían, que a pesar de inyectarle tanto ánimo a Longbottom, él era demasiado tímido y desconfiado de sus capacidades como para tomárselo completamente en serio. Por eso tanto énfasis en ayudarlo, la clave estaba en creer. Inmediatamente después de Greengras era el turno de Neville, por lo cual los tres amigos profirieron en gritos de ánimo y suerte. Esperaron varios minutos, ansiosos y cruzando los dedos para que todo saliera a favor del tímido Gryffindor. Sin embargo, cuando llegó el turno de Malfoy por lista, Neville no abandonó la habitación.
-¿Qué pasa? – preguntó Ron a sus amigos.
-Todavía no sale Neville, y es el turno de Malfoy – confirmó el pelinegro – ¿Algo malo habrá pasado?
Hermione se mordió el labio inferior, inquieta. Rogaba por que nada malo le hubiera ocurrido a Neville, que sus nervios no lo traicionaran, pero solo se preocupó más al ver salir a Malfoy y que llamaban a Moon, el siguiente estudiante.
-¿Qué rayos…? – se preguntó la castaña, mientras sus amigos, evidentemente preocupados, trataban de buscar alguna respuesta.
-Tenemos que preguntar – inquirió Harry, caminando hacia el aula.
-¡No! – Hermione lo detuvo, tomándolo del brazo - ¡No puedes interrumpir un examen! Seguramente no es nada grave Harry, piénsalo. Si no ya hubieran suspendido el examen o enviado a Neville a la enfermería.
Harry razonó. Era mejor esperar para saber qué había ocurrido con Neville. Llamaron a Nott, Parkinson, Patil e incluso a Harry, que dijo no haber visto a Neville durante el examen. La lista siguió hasta Ron y los que faltaban. Cuando todos habían rendido el examen, el profesor Flitwick los llamó a todos dentro del aula. Los tres amigos, ansiosos por saber qué había pasado con el Gryffindor, entraron primeros y vieron a Neville parado tímidamente a un lado del escritorio del profesor. Se veía apesadumbrado, asustado.
-Alumnos – anunció el pequeño profesor. A continuación volarán hacia sus pupitres las calificaciones correspondientes a su examen. Pero antes de ello, quisiera felicitar ante ustedes a uno de los puntajes más altos del examen. El señor Longbottom.
A decir verdad, todos en el salón en una primera instancia, incluyendo los Gryffindor, creyeron que se trataba de una broma muy cruel. Pero, si no fuera porque el profesor Flitwick no acostumbraba a bromear sobre esos temas, jamás se lo hubieran podido creer.
-¡Así se hace, Neville! – Gritó un emocionado Ron, contagiando a todos sus compañeros de oro y escarlata. Causando que el tímido Neville se sonrojara hasta las orejas.
-Si, muy bien, muy bien – Aplaudió el profesor – Es importante recalcar que el señor Longbottom era un verdadero desastre con todo tipo de encantamientos hace hasta muy poco. Me impresiona su capacidad de avance joven, tiene usted que confiar más en si mismo y podrá fácilmente realizar todos los encantamientos que desee. Sin embargo, como buen Ravenclaw tengo una duda que me aqueja. ¿Se instruyó usted solo, de manera autodidacta o alguien le enseñó y le ayudó en su labor?
El joven asintió vivazmente y apuntó a Hermione, quien se sonrojó al instante.
-Jamás lo dudaría de usted, señorita Granger. Diez puntos para Gryffindor por su gran labor. Es muy importante ser un buen compañero hoy en día, unos valores muy grandes tiene usted – el profesor se encaramó sobre unos libros y tomó su varita para lanzar las hojas con las calificaciones a cada quién – Tome asiento Longbottom, felicitaciones.
Nevile seguía rojo como un tomate al tomar asiento y recibir las palmadas fraternales de felicitaciones que le otorgaban sus compañeros. A pesar del ánimo alegre que reinaba, Pansy Parkinson tiritaba de ira.
Ya era el colmo – pensaba – No podía soportar más a esa escoria Granger. Tan perfecta, servicial y destacada, tenía unas ganas gigantescas de humillarla públicamente, de que toda su reputación se desmoronara con algo realmente vergonzoso de su vida, necesitaba hacer que sufriera, opacarla para poder brillar ella. Tenía que deshacerse de su perfil de ensueño. Destruirla, por gusto propio.
OoOoO
El fuego crepitaba casi silenciosamente en la mazmorra de la sala común de Gryffindor. Todos los estudiantes ya estaban dentro, por orden de Malfoy el prefecto. Además, no muchos ánimos había de salir a hacer travesuras, los exámenes los agotaron a todos, y la mayoría de los Slytherin ya estaban en su cama durmiendo. El prefecto acomodó su insignia a su túnica antes de salir de la sala común para hacer la ronda correspondiente, sin embargo, su nombre pronunciado en labios de una mujer lo hizo voltearse.
-¿Qué ocurre, Pansy? – Preguntó, suspirando – Pensé que ya estabas dormida.
-No puedo dormir sin antes decirte algo importante.
Ambos se sentaron frente al fuego. Pansy tenía un semblante extraño.
-¿Qué? – Preguntó el rubio.
-Te parecerá ridículo Draco, pero necesito que me escuches – Pansy lo miró a los ojos, con un brillo malicioso en su mirada – Me has visto distraída todo este tiempo por un motivo que no me deja dormir. Tu sabes que desde pequeña siempre fui la mejor, la más bonita, la más inteligente, incluso la más popular – Malfoy rodó lo ojos – Es en serio, Draco. Pero ya sabemos que, en los últimos seis o cinco años se metió un gusano a este colegio, al cual quiero eliminar…
Draco la miró con interés, ella sonrió tenebrosamente.
-Te parecerá un poco psicópata, pero le he tratado de hacer la vida imposible sin éxito. Se escabulle de mí, logra siempre sus objetivos, es la preferida de todos, la más inteligente y destacada alumna de Hogwarts…
-Granger… - Interrumpió el rubio, con un nuevo brillo en sus ojos de luna.
-Correcto. Imagínate que incluso hoy, le dejé una serie de obstáculos para que no llegara al examen de Encantamientos, pero la muy zorra logró sortearlos y sacó la mejor calificación… - Pansy frunció el ceño – No sabes como la detesto Draco. Necesito destruirla.
Malfoy fijó su atención varios minutos, sin decir nada, en el fuego de la chimenea. Pansy estaba nerviosa por lo que pudiera decirle el rubio, después de todo, hasta ella misma admitía que era un comportamiento enfermizo. Pero su ego se lo pedía a gritos, necesitaba volver a ser la mejor. Siempre debió serlo.
-No puedo negarte que tu comportamiento es bastante desquiciado, Pansy – afirmó él, cruzando los dedos bajo su mentón – Sin embargo, estoy dispuesto a ayudarte.
Los ojos de la pelinegra brillaron de emoción, pero no dijo nada, solo besó suavemente a Malfoy en los labios, esperando alguna clase de respuesta erótica de él. Sin embargo, el heredero de la familia Malfoy parecía absorto en otros pensamientos, que requerían de su completa atención.
-No te estoy ayudando por algo a cambio, Parkinson – sentenció – Sabes que no lo necesito. Lo hago por placer personal, esa sangre sucia me debe unas cuantas.
Pansy sonrió. Y comenzó a abrazarlo y besarle delicadamente el cuello.
-Aún así, podríamos divertirnos… - Sugirió ella.
-Lo siento – Draco se levantó, dirigiéndose hacia la salida de la sala común – Tengo labores de prefecto que atender.
-Draco – él se volteó - ¿Qué harás con Granger?
Él sonrió con malicia. A la pelinegra le dio escalofríos.
-Ya lo verás, Pansy.
Y sin volver a mirar atrás, Draco desapareció de la sala común.
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No saben el desborde de creatividad e ideas descabelladas innundan mi cabeza. Así que la actualización estará pronta :)
Ojalá les haya gustado. Gracias por leer!
