Bueno, estamos de regreso.

Como habréis deducido, ésta es la continuación de "Restos del pasado: las siete piezas" (si no la habéis leído podéis entrar en nuestro perfil ^^). Esta vez transcurre en el quinto año de nuestros protagonistas, es decir, más amor, pero también algo de acción (aunque todavía no viene lo más fuerte de la historia, eso está por el final, y todavía queda mucho jejeje).

Esperamos que lo disfrutéis como nosotras al escribirlo.

Un saludo a todos.

^^bss


Capítulo 1: Poniéndose al día

1 de septiembre de 2021

Miraba a todos lados, intentando ver a algunos de sus amigos, algún movimiento delatador o alguna voz conocida. Recorría la estación empujando su carrito con el baúl y con una pequeña jaula para su mascota. Ya le venía un poco pequeño el carrito a su altura, debería comprarse otro. Pero eso no ocupaba su mente en esos momentos.

Llega al tan conocido muro que comunica el mundo exterior con el mágico y coge carrerilla para atravesarlo. Al otro lado, una muchedumbre le impide ver el expreso, pero poco a poco, mientras se acerca a las vías, el color escarlata del expreso de Hogwarts apareció ante sus ojos, dejándolo sorprendido una vez más. Ya se veían cabezas pasar por las ventanas en el interior del expreso, pero ninguna era las que buscaba.

Entonces miró más allá de la gente, siguiendo un camino recto con la vista, pegado al expreso, porque había divisado varias cabezas pelirrojas, morenas, una rubia y otra en especial castaña. No se dio cuenta de la enorme sonrisa que se había dibujado en su cara, ni su andar apresurado hacia ese grupo, a costa de empujar a varias personas en su desesperado caminar. Pero a tan solo un par de personas de distancia se detuvo. No se sentía capaz de ir y abrazarles; había pasado un año y dos veranos sin noticias de él, ni una carta siquiera. Seguramente ya no les importaría tanto verlo o no.

De un segundo a otro borró de su mente esas estúpidas dudas y terminó de acercarse a ellos, porque sabía que lo echaban de menos tanto como él a ellos.

Lo siguiente que supo que pasó fue que unos brazos delgados le rodearon el cuello después de lanzar un grito, adivinó que de alegría. Soltó su carrito y apretó a la chica contra sí todo lo que pudo, sin recibir ninguna queja por parte de Rose. Tenía su pelo pegado a la nariz y podía olerlo, podía oler su aroma de nuevo, sentirla de nuevo. Tenía los ojos cerrados, así que no se dio cuenta de que su público lo esperaba.

—Rose, hay algunos que también queremos saludarle —interrumpió Albus la ensoñación de Alan.

La chica se separó poco a poco y Alan pudo ver un brillo en sus ojos que avecinaba lágrimas. Dejó que su primo le diera un gran abrazo también, más corto que el primero, y después le tocó el turno a Scorpius. Éste lo miraba fijamente, sin diferenciar ningún sentimiento en su rostro. Alan se asustó un poco, esperando cualquier reacción de su amigo.

El rubio sonrió de un momento a otro y también lo abrazó, como nunca antes, porque ellos no se daban abrazos, pero aquella vez era la excepción.

—¡Por Merlín! Si que has cambiado —exclamó Rose cuando se hubieron calmado todos—. Estás más alto que Scor, y eso que él supera a la mayoría de la clase.

Alan le sonrió a la chica y después al rubio, recibiendo una sonrisa desafiante. Echaba de menos su carácter competitivo.

Ellos habían cambiado más, a su parecer. Rose estaba más alta, sus rizos estaban más definidos, su figura era más esbelta y era más guapa aún. Albus también estaba más alto, más o menos como su prima, tenía el pelo más largo, por debajo de la orejas, y se le veía delgado. Scorpius era, por decirlo así, lo contrario a Al: le sacaba una cabeza y pico, y su complexión era fuerte y atlética, debido seguramente al quidditch. Su pelo también era largo, como el de Alan.

Pero dejó de analizarlos cuando una cabellera roja entró en su campo de visión. Era Hugo, el hermano pequeño de Rose, aunque bien parecía ser al revés. El chico, que entraría ahora a tercer curso, estaba a tan solo unos centímetros por debajo de Scorpius, y eso que se llevaban dos años. Reconoció la misma sonrisa de Rose en su rostro mientras se acercaba a él.

—Se te echaba de menos por aquí —le dijo el pelirrojo mientras lo abrazaba.

—No sabes cuánto me he aburrido sin tus historias —le contestó dándole un apretón en el hombro.

Lily también apareció, pero debido a su escasa relación tan solo se dieron un pequeño abrazo e intercambiaron un par de sonrisas.

—Bueno, será mejor que entremos —sugirió Rose al escuchar la llamada del expreso.

Una vez encontrado un compartimento vacío, acomodaron sus cosas en los estantes y se estiraron a lo largo de los asientos. No pasaron ni dos minutos antes de que Rose comenzara a hablar.

—No sabes la de cosas que han pasado mientras tú no estabas.

Estaba a su lado, prácticamente sobre él para tener toda su atención. A Alan ese gesto no le importaba, es más, lo prefería.

—Bueno, debes saber ya que la profesora McGonagall no es la directora, sino el profesor Aubrey.

—Sí, Bertram me envió una carta firmando como el director —le contestó llamando al antiguo profesor de pociones por su nombre de pila, debido a la relación tan cercana que tenían antes de irse.

—Ah, vale, pues ahora el profesor de pociones es Adrian Pucey, que también es jefe de la casa Slytherin —siguió contando la castaña—. ¿Qué más? Ah, si, ¿recuerdas que el profesor Binns dijo que dejaría de dar clase? —Alan asintió—. Pues el año pasado llegó una nueva profesora y... —miró de soslayo a Scor y Al, para después mirar a Alan con los labios fruncidos— ¿recuerdas que a nadie le gustaban las clases de Historia de la Magia? —El chico volvió a asentir—. Ahora resulta que todo el mundo está encantado con esas clases, y todo se debe a nuestra encantadora profesora.

El moreno de ojos negros miró divertido a sus dos amigos que no quisieron esconder una carcajada y él se les unió.

—Rose, no podemos evitarlo. Siempre alegra la vista —le contestó socarrón el rubio que mantenía una postura despreocupada apoyado en la ventana y despatarrado con una pierna sobre el asiento.

—No te quejes, vosotras ya podíais disfrutar con el profesor Weaver —se defendió Albus.

—Vaya, Al, no sabía que tuvieras ojo para los hombres —contraatacó ella alzando una ceja—. De todas formas ya estaba antes la profesora Crowe.

—Sí, bueno, pero su mala leche descompensa —concluyó Scorpius.

—¿Siempre estáis pensando en lo mismo? ¡Por Merlín! Es solo una mujer más. —Rose se había cansado de ese tema, porque no le gustaba que los chicos compararan a todas con la profesora Twycross. Eso las dejaba en un mal lugar—. Además, está casada.

Aquello les bajó los humos. Pero no lo suficiente.

—Eso no significa que no podamos pensar en ella... —atacó de nuevo Scor lanzándole una mirada divertida.

—¡Ah! Déjalo, no quiero saber más. Sois asquerosos.

Dicho aquello se levantó y salió al pasillo exasperada. Albus también se puso en pie y tras una mirada cómplice hacia los dos chicos se marchó tras ella.

Alan se sentía mareado; le parecía que se había perdido muchas cosas. Antes de que él se fuera no eran así. Vale, siempre estaban peleándose, pero no así, con tanta rabia. Miró a su amigo y vio que lo estaba mirando. El moreno alzó una ceja.

—No le hagas caso, estará en esos días —le sugirió para sorpresa del otro.

Lo único que entendía era que Scorpius había cambiado mucho; no veía en él al chico preocupado por su hermana ni al que consideraba su cómplice. Este Scorpius parecía no respetar a su amiga, y todavía no daba indicios de hablar sobre su hermana, cosa que siempre hacía un par de años atrás cuando estaban solos.

—Se habrán ido a la reunión de los prefectos —añadió como quien no quiere la cosa.

Otra cosa extraña. Siempre había creído que él sería prefecto de su casa, por su buen comportamiento y sus notas, antes que Al. Pero no, no lo habían elegido por algo y tampoco parecía importarle.

La puerta se corrió en su compartimento y apareció un chico que recordaba de esa manera, con esa estatura y ese gesto ligón en la cara. Logan Brown. El chico se sorprendió al verlo allí y enseguida lo abrazó.

—Tío, cuánto tiempo. ¿Por qué no me has avisado de que venía? —le preguntó a Scorpius.

—No sé, porque no te había visto por ahí —le contestó Scorpius sorprendiendo al moreno.

El tono que utilizó fue demasiado amistoso como para haberlo utilizado con Logan. Ahí pasaba algo raro, es más, el rubio parecía un poco incómodo.

No fue hasta que el castaño se fue excusándose con que tenía que ver a algunas "pivas", pero después de preguntarle a Scor si le acompañaba, que el ambiente se relajó un poco. De todas formas, el rubio no quiso mirarle a los ojos.

—Scorpius, ¿me vas a contar qué pasó el año pasado? Porque hay varias cosas que no entiendo. —Alan esperó a que su mejor amigo le aclarara las cosas.

—No hay nada que contar. Fue un año normal. —Lo miró un segundo y continuó—. Sólo que las personas cambian. ¿Tú no has cambiado?

—Yo sigo considerándote mi mejor amigo y sigo queriéndoos a todos —dijo muy serio sin apartar la vista de sus ojos grises.

—Yo no he dicho que eso haya cambiado —se defendió el chico. Alan alzó una ceja, escéptico—. Vale, sé que te resulta raro ver a Logan tan cercano a mí, pero es que... yo le dejé que se hiciera mi amigo. Crecí —añadió mirándolo fijamente—, deberías hacer lo mismo.


Los alumnos que ya llevaban más años allí se dirigían directamente a las mesas de sus casas, conversando sobre las vacaciones o sobre el nuevo club de las eminencias que se abriría ese año por obra y gracia del nuevo profesor de pociones. Los cuatro, juntos de nuevo, se sentaron a ambos lados de la mesa de los leones, hacia la mitad de ésta, y observaron poco después cómo entraban los alumnos de primero. Para sorpresa de algunos, aparecieron dos chicos de la edad de Albus y compañía al final de la cola de alumnos para ser nombrados. Iban a ser seleccionados a una casa para empezar su primer año allí.

—¿Creéis que debo ir yo también allí? —preguntó Alan sin apartar la vista del sombrero—. Por haber faltado un año...

—¿De qué hablas? Tú eres un Gryffindor puro y duro —le dijo Albus desde el otro lado de la mesa con una sonrisa.

Él se había sentado junto a Scorpius, para evitar que su prima y el rubio estuvieran muy cerca, y porque parecía que éste último no quería acercarse mucho a Alan. Desvió la mirada hacia la selección, para ver pasar a los nuevos alumnos, esperando el momento en que le tocara a su primo Louis. Él y un amigo habían decidido terminar sus últimos años en Hogwarts y, tras un verano entero de insistirle a sus madres, pudieron cumplir su deseo.

Cuando llegó el momento, un chico moreno de ojos grises de quince años se adelantó a su amigo para recibir en su cabeza al sombrero seleccionador. Paul DeLois acabó en la casa Slytherin.

—¡Weasley, Louis!

El rubio se acercó a la subdirectora y se dejó seleccionar delante de todo el colegio.

—¡Hufflepuff!

Bajó lentamente del taburete y se sentó en la mesa de los tejones, recibiendo felicitaciones a lo lejos, porque le había tocado estar junto a los de primero.

En la mesa contigua a ésta, en la de Gryffindor, Rose se acercó a Alan para contarle otra noticia del año pasado. No apartaba la mirada de la nueva casa de su primo, pero disimulando un poco.

—El año pasado se suicidó un chico de Hufflepuff —dijo en un susurro. Alan no pudo evitar que se le pusieran los pelos de punta, por la noticia y por tener tan cerca a la chica—. ¿Sabías quien era Joey Cauldwell? —Alan negó con la cabeza, todavía nervioso por el acercamiento—. Pues un amigo de Lorcan Scamander, y también novio de Sally, la muda. Resulta que unos días antes ella había roto con él y algunos le echan la culpa de su... muerte. —Alan frunció el ceño y ella se dio cuenta—. Lo sé, me parece injusto, por eso siempre que la veo intento ser amable con ella, porque hay mucha gente que la rehuye.

Alan miró la cara de circunstancia que puso su amiga y sonrió al reconocer todavía en ella su afán por ayudar a los demás. Ella era la que menos había cambiado, al menos con él, porque Albus parecía más seguro de sí mismo y Scor... bueno, Scor ya no era Scor.

Y en solo unas horas se había dado cuenta de que seguía enamorado de ella, más si podía ser.


El jueves, día dos de septiembre, a primera hora tenían Transformaciones con la profesora Crowe. Así que no tardaron en bajar a desayunar y así no retrasarse; Alan aún recordaba lo estricta que era en sus clases.

Alan y Rose caminaban por detrás de Albus, Scorpius y Logan, los dos últimos hablando sobre algo al parecer interesante. Cuando les faltaba un par de pasillos para llegar, Alan se decidió por preguntarle a ella; seguramente era la que mejor sabría responderle.

—¿Qué pasó con Scor?

Rose suspiró. Iba mirando el suelo, pero ahora alzó la vista un momento para mirar al susodicho. Volvió a suspirar.

—Ya lo ves, ahora no se despega de Logan.

El tono que utilizó demostró más de lo que quiso, porque Alan se dio cuenta de que ella lo sufría en silencio. Le preocupaba el comportamiento del rubio, pero había aprendido a no comentar nada. Así que dedujo que Scorpius ya le había echado en cara algún entrometimiento en el curso pasado.

—Y sé que se hizo amigo de Logan para no pensar mucho en tí... pero —alzó la mirada un momento y volvió a suspirar— no tenía por qué olvidarse de sus otros amigos.

Rose seguía viendo a Scorpius como a algo más que un amigo, de eso estaba seguro Alan. Y al parecer su amigo la ignoraba más que antes o, lo que era peor, la insultaba a cada momento.

—Guardo la esperanza de que en las próximas semanas vuelva a ser el de antes porque estás tú, aunque —miró la nuca de Scorpius antes de continuar— cada vez lo veo menos posible.

Alan también lo creía. Por una parte, el rubio no parecía querer volver a la amistad que mantenían antes de que se marchara; resultaba que estaba muy cómodo con Logan, que se entendían muy bien, mejor que con Alan. Por otra parte, los sentimientos de Alan habían cambiado, habían evolucionado, crecido con él, lo que causaba que pudiera poner nombre a esa punzada de irritabilidad que le causaba saber que Rose quería a Scorpius y no a él; los celos provocaban una mayor reticencia en el moreno, y por eso le era más difícil el volver a forjar una amistad tan íntima con el rubio.

—Al menos no se ha distanciado de Al, sino ya no tendría razones para hablarnos.

—No digas eso —le dijo él con una sonrisa y acariciándole el hombro—; en el fondo sigue siendo el mismo, sólo que... ha creado una máscara para que los demás no vean sus verdaderos sentimientos.

Rose alzó los hombros e hizo una mueca con la boca en señal de que o no le importaba sus motivos o que no se creía del todo lo que acababa de decir Alan.

Llegaron a la puerta y Alan se despidió de ellos, pues él no compartía sus clases; ese año tenía un horario distinto al de sus compañeros, asignado por el director Bertram. Así que siguió caminando por el pasillo, dejando a sus amigos frente al aula de Tranformaciones.

Entraron en el aula y se sentaron antes de que la profesora cruzara la puerta.

—Hoy aprenderéis a usar tres hechizos diferentes, que para la semana que viene deben manejarse correctamente. —Llegó a su mesa e inspeccionó a sus alumnos antes de continuar; había escuchado varios lamentos ante sus palabras—. Es esencial que tengáis en cuenta que este año os examinareis de los TIMOs. De otra forma, no podréis llegar al nivel que se os exige. —Se paseó por entre las mesas, captando las miradas de los jóvenes—. ¿Alguna pregunta?

Nadie alzó la mano, ni negó con la cabeza. Se escuchó alguna tos y arrastrar de sillas, pero nadie preguntó.

—Bien. Los hechizos son los siguientes.

Con su varita encantó una tiza y escribió en la pizarra cuatro palabras: glacius, lapifors y piertotum locomotor.

Para poder practicarlos debían tener en la mesa un vaso de agua, cualquier objeto como una piedra o un estuche y una figura de ajedrez.

—Debéis congelar el agua, transformar vuestro objeto en un conejo y conseguir manejar la figura de ajedrez.

El resto de la clase se compuso de vueltas de varita, de explosiones de peones y de verse empapado de agua del vaso del compañero.


Una chica solitaria caminaba por los pasillos de camino a los terrenos de Hogwarts, para aprovechar la hora libre que tenía ahora. Siempre le había gustado estar sola, aunque nunca lo había estado puesto que tenía amigas. Rose Davis, Slytherin como ella, había sido una de sus mejores amigas; ahora era la única. Tampoco es que le afectara mucho que sus otras dos compañeras de habitación la ignoraran, debido a los últimos rumores acerca de su culpabilidad en la muerte de Joey. Stella nunca le había caído bien, aunque era mutuo el desprecio debido a que su novio era de Hufflepuff. Eso, por otra parte, había conllevado a recibir el odio de la mayoría de los tejones amigos de Joey. Aunque, sinceramente, seguía sin entender muy bien su "culpabilidad". Él se había suicidado sin motivo aparente, bueno, después de romper con él, pero ese no era motivo suficiente para acabar con tu vida.

Cuando Sally se ponía a pensar en la razón por la que dejó al antiguo Hufflepuff, sólo se le aparecía una imagen: la de un chico de cabellos negros y revueltos, y unos ojos marrones que siempre miraban con picardía. Un Gryffindor chulo, creído e irresistiblemente atractivo. Se maldijo por pensar eso, como tantas veces había hecho, pero seguía sin poder evitar deshacerse cada vez que le veía en su mente o al final del pasillo, como en ese momento. Se maldijo interiormente, pero siguió andando.

—Eh, Zabini, ¿a quien has matado últimamente? —Una voz a sus espaldas le hizo casi detenerse, pero no quiso parecer débil y siguió caminando en dirección a Potter—. Ya sé cómo lo haces. Eres un basilisco y matas con la mirada. Avisaré entonces a todo el colegio para que no te mire a los ojos.

Siguió riéndose todavía en sus espaldas, hasta que llegaron a la altura del pasillo en que se iban a cruzar con James.

—Henry, podrías meterte con los de tu edad —le dijo el Potter deteniéndose ante Sally y mirándola a ella.

—Eso implica que tú tampoco puedas meterte conmigo... —pero Henry Towler fue bajando la voz al interceptar su mirada con la del otro, más grande y alto que él.

James le hizo un gesto con la cabeza para que se marchara y éste obedeció. Después, siguió mirando a la chica, la cual también lo miraba a los ojos.

"No necesito a nadie para defenderme", escuchó James que decía la chica.

Contuvo una mueca al sentirla en su cabeza, porque no le gustaba que hiciera eso, pero a la vez sí. Era lo más cerca a ella que podía estar.

—Yo creo que sí.

Siempre se hablaban con frases cortas y concisas, lo necesario para estar en contacto, pero sin delatarse. James alzó la comisura derecha a modo de sonrisa, pero no se movió. Siempre esperaba algo más. Y era lo que le desconcertaba, pues él era James Sirius Potter, él era el primero en dar un paso, en decir una palabra. Pero con ella no podía.

Sally alzó una ceja y siguió su camino rodeándolo, marchándose altanera como buena Slytherin que era. James la observó irse y se maldijo por fijarse en una serpiente que encima casi era una marginada en el colegio entero. Pero bien sabía él que no pararía hasta conseguirla. Y no tardaría mucho en presentársele una buena oportunidad para seguir intentándolo.


Cuando llegó al Gran Comedor a la hora del almuerzo vio a Fred sentado en medio de la mesa y se encaminó hacia él. Anduvo como siempre, como si no le importara el resto, como si allí donde pisara debiera haber alguien adorándolo. Aquello causó que unas mesas más lejos, una chica morena con la túnica verde se volviera a maldecir por no poder evitar mirarlo. Pero al pasar por detrás de su hermano Albus, éste le detuvo y le entregó un pergamino con su nombre.

—¿Qué es esto?

—Me lo dio un chaval de tercero. Será de algún profesor —le contestó su hermano.

James siguió caminando hasta que se sentó junto a Fred, el cual estaba inmerso en su pergamino. El Potter desplegó el suyo y leyó:

A James Sirius Potter:

Le ofrezco la oportunidad de presentarse esta noche después de la cena a la pequeña fiesta privada que celebraré en honor a los mejores alumnos que han pasado por este colegio. Está invitado a ser parte de este excelente grupo fundado por el profesor Horace Slughorn, antiguo profesor de Pociones: El Club de las Eminencias. El lugar de la fiesta será en la tercera aula del séptimo piso.

Espero impaciente su asistencia.

Atentamente,

vuestro profesor de Pociones,

Adrian Pucey

—¿El Club de las Eminencias? ¿Qué será eso? —preguntó en voz alta James.

Al no recibir respuesta por parte de su primo, alzó la cabeza y después una ceja, pues Fred seguía escribiendo en el pergamino.

—Fred, ¿qué haces? Te veo más concentrado que cuando haces un trabajo para Transformaciones —le dijo con sorna para llamar su atención.

—¿Qué? Oh, no. Es para Clary.

James rodó los ojos. Tan sólo llevaban dos días sin verse y ya parecían una de esas parejas pegajosas que escriben tantas veces "Te echo de menos" en las cartas que envían. Daban arcadas.

—Pero si la viste antes de ayer —se quejó el Potter.

Estaba claro que la iban a echar de menos, pero debían pensar que ya había acabado sus estudios en Hogwarts y que se estaba preparando para ser " la mejor bruja" del Departamento de Misterios, como decía Fred. No tenían muy claro en qué trabajaría, pero lo que contaba era que trabajaría.

—Ya, pero... lo entenderás cuando tengas al lado al amor de tu vida —le contestó Fred con una sonrisa tonta en la cara.

James antes de hacer una mueca pensó en Sally, pero no dijo nada.

—¿Qué es eso de "El Club de los Famosos"? —le preguntó a su primo entrecomillando el título del club.

—No sé, pero iré a ver. Tal vez hayan chicas guapas —añadió James con picardía.

Antes de coger algo para llevárselo a la boca miró la mesa de los Slytherin y encontró que cierta chica lo estaba mirando. Le sonrió antes de apartar la mirada él primero.


Llegó la hora de la cena donde centenares de alumnos se reunían para decirse unas últimas palabras antes de irse a dormir o, como en el caso de algunos, antes de ir a una fiesta privada.

—Qué guay que nos hayan cogido a todos en el club, ¿no? —quiso sacar un tema Rose.

—Yo no he recibido ninguna carta —contestó Logan claramente afectado por ello.

—Qué pena —añadió Rose por lo bajo mientras pinchaba un macarrón.

El chico la escuchó, al igual que los demás, y esta vez, para sorpresa de Alan, le contestó.

—¿Tienes algún problema? —le preguntó Logan duramente mientras dejaba los cubiertos sobre la mesa—. Porque si lo tienes me gustaría...

—Eh, tranquilízate —lo detuvo Alan alzando las manos hacia él. Que Scorpius la insultara no le daba derecho a Brown a faltarle al respeto.

Logan pareció pensárselo y siguió comiendo al decidir ignorar a ambos. Alan miró antes al rubio, a la espera de algún gesto o una palabra, pero sólo alzó los hombros y siguió comiendo. Esto va peor de lo que creía, pensó Alan con un suspiro.


Después de la cena se dirigieron los cuatro hacia aquella aula del séptimo piso sin dirigirse mucho la palabra, como había pasado al final de la cena. Llegaron frente a la puerta y tuvieron que esperar junto a Angelina Smith, una chica de Hufflepuff de tercero, que había llegado antes que ellos. Del resto de los miembros del club no tenían ni idea.

Pero a un par de pasillos de distancia se encontraban dos personas más que se suponía que debían estar junto al resto esperando al profesor, pero que en cambio se habían vuelto a detener frente a frente.

—¿También estás en el club? —preguntó inquisidor James Potter, asomando una sonrisa anticipada.

La chica intentó escaparse, pero él la interceptó.

—Porque deduzco que —se inclinó un poco sobre ella para causar más impresión— ya sabías que yo estaba dentro e iba a venir esta noche.

"¿Qué te hace pensar eso?", preguntó Sally sin mostrarse intimidada por su cercanía.

—Pues que a la hora del almuerzo has visto claramente —dijo remarcando la última palabra y empezando a pasearse por su alrededor— cómo mi hermano me daba el mismo pergamino que te habían dado a ti. Porque —terminó de rodearla y volvió a quedar frente a ella, pero unos palmos más arriba— no me has quitado los ojos de encima.

"Y... eso lo sabes porque tú no me has quitado los ojos de encima, ¿no?", apuntó ella alzando una ceja y apoyándose sobre una pierna.

James sabía que lo había pillado, pero eso no le daba vergüenza.

—Pero has venido esperando verme, ¿verdad? Y como no me has visto te has arrepentido de tu "estúpida" decisión y has querido volver por donde habías venido, ¿verdad? —preguntó retóricamente entrecomillando una palabra y sin disimular la sonrisa burlona de su cara. Se sentía irremediablemente feliz.

Hubo un silencio bastante largo en donde Sally se fue irritando cada vez más por el tono utilizado por el Potter, como si aquella situación le hiciera gracia, como si se estuviera riendo de ella al haber descubierto su debilidad por él. Él sí que era estúpido.

"Si tanta gracia te hace, ve a reírte con el resto de tus amigos de la plebe. Pero a mí déjame en paz", le soltó con tanta rabia que James sintió como si le dieran un golpe en la cabeza y lo aturdiera.

Sally pasó por su lado y se dispuso a bajar por las escaleras que giran, pero el profesor Pucey los descubrió allí.

—Oh, qué alegría veros a ambos. Vamos, seguidme que voy a empezar la reunión sin vosotros como os retraséis.

Y no tuvieron otra opción que dejarse guiar por el profesor. No se hablaron durante el camino, pero James la miraba de reojo en todo momento. Cuando llegaron a la supuesta aula donde se reunirían, como había dicho el profesor, y no para celebrar una fiesta como ponía en el pergamino, James vio a su hermano y a su prima esperando junto a la puerta. Se saludaron y acto seguido entraron al aula tras Adrian Pucey.

Se sentaron alrededor de una mesa redonda, todos a la vista de todos, aunque habían cuatro sillas vacías todavía.

—¿Dónde están los demás? —preguntó el profesor mirando a los presentes.

James estuvo a punto de preguntarle que cómo sabrían ellos quiénes eran los demás, pero no pudo porque la puerta se abrió.

—Bienvenidos. Señorita Potter, señorita Weasley y señor Brown, pasen, pasen.

Lily, Roxanne y Bruce, un chico del curso de Roxanne y de Ravenclaw, se sentaron en las sillas que habían libres, dejando una vacía.

—Tengo la esperanza de que la señorita Dominique aparezca, pero...

La Ravenclaw de último curso apareció antes de que acabara la frase y se disculpó por la tardanza.

—Bien, bien, ya estamos todos. Ahora quiero que pasemos a las presentaciones. —Los miró a todos individualmente, esperando ver algo más que unas caras expectantes y otras indiferentes.

—A algunos os conozco ya, pero me gustaría que contarais algo más sobre vosotros. Dominique, las referencias que tengo de ti son muy buenas y de fuentes de confianza. Porque creo saber que el curso pasado te aventuraste en el bosque prohibido y saliste ilesa.

El profesor esperaba que ella le contara algo más, para saciar su curiosidad, aunque la chica nunca había sido muy confidente con nadie.

—En realidad fue gracias al profesor Weaver. Él me encontró y logró que regresáramos al castillo.

Y en realidad había sido así; bueno, o eso creían todos aquellos que habían leído El Profeta o le habían preguntado. Pero no, la pura verdad era que ambos se habían perdido de vuelta al castillo, así como habían perdido sus varitas, quedando al amparo del bosque y de aquello que habitaba allí. Muchas cosas habían pasado durante aquellos días entre ambos jóvenes, cosas que no contarían a cualquiera, cosas que podrían escandalizar a muchos. De vez en cuando la pelirroja no podía evitar pensar en ello...

Llevaban muchas horas caminando. En cuanto el profesor Weaver la encontró se sintió aliviada, porque no tenía varita y estaba perdida. Pero también se complicó más la situación.

Ella se había encontrado por casualidad con un joven piloto que se había accidentado con su avioneta y desde hacía un día o dos caminaban juntos buscando alguna llanura o señales de vida humana. La Weasley estaba atemorizada por si el joven muggle descubría alguna criatura mágica, porque sería por su culpa y el Ministerio la castigaría, y porque podrían morir, claro.

Todo parecía marchar bien, incluso se llevaban bien, era muy simpático. Estaban descansando sentados en unas rocas cuando escucharon pisadas. Dominique se asustó al pensar en algún tipo de animal o criatura pero pronto pudo percibir unos rizos antes de que Danny, el muggle piloto, la colocara a su espalda para protegerla y sacara un cuchillo que apuntó al chico.

El profesor Brian interpretó mal ese gesto ya que pensó que la había secuestrado.

¡Suéltala! —le ordenó apuntándolo con la varita.

En cambio, Danny pensó que él era quien quería secuestrarla y siguió con la navaja alzada en su dirección, pensando que sería un loco ya que lo apuntaba con un palito.

¡Aléjate! —le gritó en respuesta dando un paso hacia adelante y soltando a la chica.

¡No! ¡Parad los dos! —los avisó ella.

Dominique, quédate ahí —le ordenó Danny.

¡Dominique! ¡Corre hacia mí, ahora! —le ordenó también Brian.

La chica se colocó entre los dos para que pararan y se acercó al profesor Weaver para que no atacara, ya que Danny podría salir muy mal parado. Aquello desconcertó al piloto.

La pelirroja llegó junto al joven de ojos dorados y pelo rizado, recibiendo un abrazo por su parte. Aquello la reconfortó más de lo que se imaginó.

¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño? —preguntó preocupado mientras le pasaba la mano libre por la cara cariñosamente.

Estoy bien. Pero baja la varita; es muggle y lo único que ha hecho es protegerme —le dijo con una voz muy suave y aliviada.

Brian la miró a los ojos y poco a poco fue bajando el brazo derecho, el que tenía cogido la chica.

—Muy bien chicos, empecemos con las presentaciones —dijo el profesor Pucey sacando a Dominique de sus pensamientos.


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