Es invierno. Por el aire se huele el dulce olor a fiesta y dicha. Los enamorados están felices, todo está tranquilo. La tranquila colina se ve más hermosa de lo habitual e incluso parece haber más estrellas en el firmamento esa noche; es año nuevo en la madriguera.

Todos cantan, comen y beben.

Platican, ríen, juegan.

Cuentan chistes. Se abrazan, se besan.

La están pasando bomba.

Un chivatoscopio giraba como loco en la mesa. Siempre lo hacía cuando Ron estaba cerca.

"Estúpido aparato. Piensa que soy el demonio o algo así."

"De seguro está averiado"—dijo Hermione. —"tal vez se quedó sensible desde que nos rodeaban mortífagos todo el tiempo. Como Draco Malfoy. Estuvo muy cerca de ese ejemplar durante mucho tiempo."

Ron se puso nervioso. Se aclaró la garganta.

"Por favor no hables de esas cosas."

"Lo siento. A veces olvido cuanto te irrita eso. Perdóname."

"Está bien. No lo menciones. Pero sé que tienes razón. Esa cosa se debió de haber quedado loca."

Harry y Hermione están pasando ese día festivo junto a su familia de magos favorita: Los Weasley.

Después de la cena, se hizo un brindis.

El señor Weasley levantó la copa y comenzó.

"Quiero brindar, por el placer de tener a toda la familia aquí reunida en estos días festivos. Y me refiero a familia a todos los presentes. Pues de nadie es secreto que en un tiempo próximo Harry y Hermione se unirán oficialmente a la familia Weasley."

"¡Salud por eso!"—dijo George dándole un gran llegue a su copa. El resto lo imitó.

Ron sonrió ampliamente y preguntó la hora.

"Son las once en punto." —dijo Hermione.

"Tengo que ir a… hacer algo. Ya vuelvo."

"¿A dónde vas?

Eso no importa, no tardare."

Y se fue.

Nadie se alarmo. Nadie supo a donde fue

Tal vez habría ido al baño.

Siguieron charlando estruendosamente. Molly sacaba a relucir las travesuras de sus hijos cuando eran pequeños. Todos gritaban y se ponían colorados. Y Hermione y Harry soltaban estruendosas carcajadas al descubrir las locuras y secretos de su familia adorada.

Hasta que hubo un momento de tensión en el que recordó a Fred. Las risas acabaron.

Durante ese periodo de tensión se preguntaron dónde estaba ron.

Pero supusieron que estaba en la cocina, comiendo como siempre.

Pero no.

Registraron toda la casa y no estaba. Se había ido.

Estaban a punto de ser las doce. Y Ron no volvía. Hermione esperaba que ella y Ron se dieran ese típico beso de las doce campanadas de año nuevo. Era algo cursi, pero nunca lo había intentado, y lo quería hacer. Tal como en las películas muggles de romance que veía con su madre cuando era niña. Claro que jamás se atrevería siquiera a mencionárselo a alguien. Ese no era su estilo. Se podrían reír de ella. Pero en realidad le daba mucha ilusión hacerlo.

Estaba tardando demasiado y ya se estaba comenzando a poner nerviosa ¿Y si le había pasado algo?

"Tranquila, ya vendrá"—le decía Ginny al oído repetidas veces. Pero ya era tarde, y ni siquiera ella se tragaba sus propias palabras de aliento.

Hermione tenía una sensación incómoda en el estómago y corazón que no la dejaba respirar. Una angustia incomodísima que no había sentido desde años atrás.

Dos años, para ser exactos. Desde que la guerra contra lord Voldemort había terminado. Ella, Harry y Molly eran los más paranoicos desde el final de la cruel batalla, pero esta vez el resto de la gente reunida en la madriguera coincidió con ellos y al replicar las doce de la noche en vez de besarse típicamente y abrazarse se dirigieron todos en busca de Ron.

Hermione y Ginny fueron juntas a buscar.

Buscaron en bares.

Casas.

Casas de amigos.

Casas de enemigos.

Casas de conocidos.

Casas de desconocidos.

Casas inhabitadas.

Hogsmeade.

Casas de familiares.

Cada rincón a los que se les ocurrió ir, pero nada.

Incluso, Hermione estuvo tentada a ir a la mansión Malfoy a preguntar. Pero era una idea demasiado loca… más bien estúpida.

Bellatrix Lestrange estaba muerta pero sabía que a la familia no le haría mucha gracia tenerla ahí. Se contuvo.

El pavor la inundaba. Su novio tenía que aparecer por alguna parte.

Llevaban horas caminando. Iban agotadas y casi sin aire. Ya estaba muy avanzada la noche y apenas recordaban cómo regresar y dónde estaban.

"Pasamos navidad con mis padres y mis tíos Alma y Max"—relataba Hermione para aligerar la tensión—"y con mis primos. Bueno en realidad no son mi familia de sangre, pero como si lo fueran. Todos se llevaron muy bien con Ron, excepto mi papá y mi tío como siempre. Dicen que hay algo en el que no les gusta. Que les resulta sospechoso. Antes solía preguntarme cual sería esa razón pero después me di cuenta que lo comenzaron a decir cuando recién comencé a salir con él y lo llevé a la casa. Tú sabes. Cuando les devolví la memoria. Pero antes no hablaban mal de él así que me tranquilicé pensando que solamente están celosos."

Ginny suelta una risita.

"Sí, así pasa."

"¿Y cómo van las cosas con Harry?"

"Muy bien. Solo me preocupa que últimamente me está hablando de matrimonio. Y claro que quiero hacerlo, pero no me siento lista aún. No sé como decírselo sin romper su corazón."

"Mm sí. Situación difícil…"

De pronto. Hermione recuerda su propia situación difícil, que es muy parecida a la de su cuñada.

Se volvió en su memoria 4 meses atrás. No hacía tanto frio como aquella noche. Pero sentía la necesidad del calor del cuerpo humano y Ron y ella estaban acurrucados viendo la tele en su casa cuando sus padres no estaban y de pronto todo se tornó un tanto indecente. Ella fue la primera en apartarse.

"Lo siento Ron. No puedo."

"¿Por qué no? ¿Acaso no lo deseas tanto como yo?"

"No es eso. Es que, ya ves que yo estoy más bien chapada a la antigua."

"Sabes que te amo ¿Por qué no te relajas un poco?"

"Lo siento, no es mi estilo."

"Ya sé cuál es el problema… Casémonos. Casémonos mañana y hagamos el amor hasta quedar desgarrados."

"No digas eso."

"Solo expreso mis mayores deseos. Lo mejor que me podría pasar es hacerte mi esposa."

"Y lo mejor que me podría pasar sería casarme contigo. Pero eso tampoco me parece bien."

"¿Entonces qué? ¿seremos novios eternamente?"

"No. Es solo que, no me siento lista."

Ron asintió con la cabeza y le dio la espalda. Pero mientras lo hacía. Ella pudo ver claramente un par de lágrimas saliendo de esos ojos azules.

"Hermione, se está haciendo muy tarde"—dijo Ginny, despertándola de su recuerdo— "De seguro para estas horas alguien ya lo encontró. Volvamos a casa."

Aparecieron en la colina, cerca de la casa de los Weasley's. y de pronto escucharon voces detrás de unos matorrales.

Era Ron. Y una chica rubia a la que Hermione no conocía. Se estaban besando.

No podía creerlo, después de tanto esfuerzo. Después de tanto amor y cuidados, pleitos y paciencia, y hasta de proposición matrimonial y al señorito se le hacía fácil besarse con otra cerca de su casa mientras ella y su familia se preocupaban y llevaban horas buscándolo.

Lo amaba tanto que estaba dispuesta a dejarlo todo por él.

Sus padres.

Sus grandes ambiciones.

Y dedicarse a ser simplemente la señora Weasley cuidando de sus hijos.

Le había dado todo cuanto tenia para ofrecer.

Su tiempo.

Su espacio.

Le había presentado su familia. No tenia ningún secreto guardado para él.

Le había abierto su corazón de par en par.

Se sentía tan asqueada que ni siquiera fue capaz de articular palabras de reproche. Se fue lo más serenamente que pudo hacia la madriguera, con el corazón hecho pedazos.

Llorando lentamente.

Maldiciéndolo por lo bajo.

Ginny si que se quedó gritándole a su hermano cosas impropias para una dama. Hermione ni siquiera se atrevió a mirar atrás. Llegó hacia la madriguera, cogió sus cosas y se encontró a Molly.

"¿Qué pasa cariño? ¿Ya te vas? ¿No lo has encontrado? ¿Por qué estás llorando?"

"Sí. Lo encontré. Ginny le explicará… yo, no puedo. Gracias por su hospitalidad, me voy."

"Pero querida ya son las cuatro de la madrugada. No tienes por qué irte. Metete a la cama y duerme un poco."

"Lo siento. Debo irme ya. De nuevo gracias por todo. La quiero mucho. Cuídese señora Weasley."

Claro que Molly abrió la boca para protestar, pero ella rápidamente tomo sus cosas y le dio la espalda.

Se desapareció hábilmente. Pero estaba lloviendo estruendosamente y tuvo que ir caminando hasta a su casa.

En el camino, y mientras iba analizando esa horrible escena, se comenzó a sentir fatal. Más enferma de lo que había estado alguna vez en su vida. Poco a poco fue perdiendo fuerza en las piernas y de pronto cayó en un charco, dando puñetazos en él y berreando como niña, como las rabietas que jamás había hecho de pequeña.

No supo cuánto tiempo había estado ahí tendida, gimiendo con una intensidad que de pronto se preguntó por qué nadie la había escuchado todavía. Pero aún así no quería levantarse. Y desde luego no quería que nadie la oyera. Aunque después de unos minutos ya nada le importaba.

De pronto sintió un dolor agudo horrible. Era como si un camión le pasara por encima treinta veces, se acostara en una cama llena de picos y se le metiera en un horno con una temperatura de 500 grados. El dolor se expandía por todo el cuerpo, especialmente en el corazón, que sentía que se le salía del pecho explotando. Era tanto su dolor que quería morir ahí mismo, y después de tanto sufrimiento se desmayó.

Al abrir un poco los ojos, vio una silueta que le tendía la mano. Intentó tomarla pero no pudo, la persona, aparentemente un hombre, la levantó en sus brazos y caminó con ella un buen rato.

Los señores Granger estaban preocupadísimos. Su hija les había prometido llegar máximo a la mañana siguiente y ya habían pasado dos días y ni rastro de ella.

Estaban furiosos con los Weasley por haberla dejado Salir sola y más aun con Ron por haberse atrevido a tal estupidez.

"¡Siempre supe que ese muchacho era una basura!"—gritó el señor Granger dando un puñetazo a la mesa."Lo peor de todo es que ni siquiera puedo hablar a la policía para que vayan a buscarla, pues seguramente se habrá transportado por medio de algún método mágico y vaya a saber Dios en dónde está ahora".

El señor Granger había cambiado mucho en los últimos años: en sus mejores tiempos, había sido un joven sereno, bromista y paciente, pero ahora todo le alteraba. Bajo sus profundos ojos había unas serias marcas de edad, y lo mismo pasaba con unas arrugas alrededor de la boca. Su esposa, en cambio, a pesar de ser de la misma edad, aún se veía muy joven, y usaba llevar su largo cabello castaño hecho en un moño delicado, cabello que contrastaba perfectamente con su blanco cutis. Casi pálido.

Ambos paseaban nerviosos, esperando una noticia prometida por Harry cuando les llamó por teléfono.

"¿Dónde está mi hija?"—preguntaba ansiosa la señora Granger.

"No lo sabemos. Salió anoche muy alterada y no dijo a dónde iba. Hemos pasado toda la noche buscándola, pero ha sido inútil."—anunció Harry. Claramente nervioso.

"Por favor encuéntrenla, y en cuanto lo hagan. Tráiganla directamente aquí."

"Por supuesto señora Granger, yo le aseguro que la encontraremos"

Pero ya había pasado mucho tiempo, y sus padres estaban desesperándose cada vez más. Sin trabajar, todo el día pegados al grande sillón de cuero de la sala de estar, junto al teléfono esperando algo.

El espacio era bastante amplio. Las paredes pintadas de un azul claro y muebles cafés. El piso, al igual que el techo era blanco. Y tal como en la sala de estar, todos los colores de la casa combinaban armoniosamente.

La decoración había permanecido igual desde los 24 años que los Señores Granger llevaban de casados. La señora Melinda había planificado personalmente cada detalle del hogar.

Querían tener cuatro hijos. Por lo que habían comprado una casa grande: con una cocina y un comedor amplios, dos baños cada uno en una planta, cinco habitaciones y un extenso y bien cuidado jardín, lleno de flores y casi todo tipo de plantas.

La casa parecía el lugar perfecto para criar varios niños, pues además de ser muy bonita estaba situada en un área privada reconocida por ser excepcionalmente tranquila y pacífica. La gran Victoria Valley era la ambición de muchas madres de familia. Pero ellos a pesar de tener la tan preciada casa, habían tenido muchos problemas para concebir tan sólo a su única hija. Que apareció en la foto cinco años después de haberse casado y no pudieron tener ya más hijos a pesar del anhelo de los tres porque así fuese.

La habitación de Hermione era inmensa. Sus padres habían hecho tirar varias paredes para ampliarla y que se quedara con el espacio de sus hermanos no nacidos. Así pues todo el lugar estaba lleno de libros de cualquier tipo; alquimia, animales mágicos, runas antiguas, manuales escolares e incluso un par de novelas románticas muggles y aún así había suficiente espacio para su TV enorme, su cama matrimonial con dosel y preciosos dibujos de hadas y brujas que se movían estampados en la pared y una gran y siempre caliente alfombra rosa bajo el piso.

Justo después de la novena llamada a Harry, que tampoco era alentadora, alguien tocó la puerta.

"¡Al carajo con las niñas exploradoras!"—vociferó Aaron Granger-"Vienen aquí a molestar justo en el momento menos apropiado".

Estaba ya muy avanzada la noche. No era posible que niñas exploradoras de entre 9 a 12 años estuvieran vendiendo por las calles a aquellas horas.

De inmediato. Reconociendo su error, Aarón se levantó de un brinco de su asiento, seguido por su esposa. Recorrieron la sala de estar con temor. Y abrieron la puerta de un tirón.

Frente a ellos se encontraba un muchacho enorme y musculoso, con una gran barba negra al igual que su cabello y cargando a su hija en brazos.

El sujeto no dijo nada. Dejo a Hermione en el sofá en el que la habían estado esperando. Con ternura y sumo cuidado. Y sus padres estaban tan relajados de verla que ni siquiera le preguntaron quien era.

El misterioso se despidió de ella con un tímido beso en la frente y de pronto se esfumó.

De inmediato llamaron a Harry para decirle que ya no era necesario que siguieran buscándola. Que un extraño misterioso había llegado con ella en brazos hacía unos minutos….

A Aaron y a Melinda se les bajó el alivio que habían sentido al tratar de despertar a su hija y ver que ésta no reaccionaba.

Sus padres mandaron a buscarle varios doctores pero ninguno de ellos se explicó jamás el por qué de su salud tan agraviada y los medicamentos no parecían surtirle ningún efecto. Estaba muriendo de amor.

"su hija no presenta signos de ninguna enfermedad. Tiene fiebre pero no sabemos por qué. Todo lo demás está bien"

"Hermione Granger no está enferma. Está deprimida. Pero es peligroso"

"su hija tiene uno de los padecimientos más extraños que he visto yo en mi carrera como médico. Y tengo más años de profesional, que los que me gustaría admitir."

"Tal vez una terapia sea un buen remedio. Pero hay que esperar a que este consciente"

"no puedo hacer nada. Pues no reconozco que es lo que padece su hija"

Pobre niña. Ha sido traicionada.

"Aaron, nuestra hija se nos muere" decía la madre de Hermione a su marido.

Brujita linda. Brujita de mi amor. Que duro ha sido él contigo. Que criatura más estúpida. Más insensible.

Pero algún día vendrá un verdadero hombre que te ame y te lo entregue todo sin condiciones.

Y solamente cuando ese día llegue estaremos dispuestos a dejarte ir, libre y ya sin tristezas. Para que seas feliz junto a él, tal como nosotros hemos sido felices juntos y más al tenerte a ti. Fruto de un amor tan bello.

Ya verás que el chico pelirrojo se arrepentirá, y llorará sobre lo que pudo ser y ya jamás será suyo.

Te amamos tanto, que no lo dejaremos acercarse de nuevo. No queremos que te toque ni te lastime una vez más. Una vez es suficiente.

Estás hecha para grandes cosas hija mía. Ya lo has hecho y seguirás haciendo cosas magníficas, eres nuestro orgullo.

No permitas que esto te gane. Eres más fuerte.

No te rindas jamás a las crueldades del amor. Vendrán cosas mejores.

Ya no te encierres en tu cuarto y despierta, mi niña linda. Verás que la luna sale para ti y que el mundo y el amor a pesar de cruel, también es hermoso.

Hermione estuvo una semana y media en cama. Con su madre a su lado diciéndole palabras de aliento y haciendo hasta la imposible por despertarla. No se separo su madre de ella ni un solo instante. Y su padre después de llegar del trabajo le intercambiaba turnos y se quedaba con ella platicando sin respuesta hasta muy entrada la noche.

Hasta que por fin dejo de agonizar.

Después de eso se recuperó súbitamente. Ya estaba casi igual que antes salvo que había quedado mucho más frágil y era notable; estaba muy delgada, pálida y ojerosa. Tiempo después Hermione notaba que se fatigaba con facilidad. Si hacia un movimiento rápido, o si se alteraba por cualquier cosa, sentía un súbito dolor en el corazón.

Su padre, preocupado pidió hablar con ella. Pues su hija estaba tan triste que apenas hablaba.

"Gracias a Dios que te pusiste bien mi niña. Nos sacaste un susto de los buenos. Pensamos que te perderíamos. No tienes idea del pánico que sentimos."

Ella no dijo nada. Estaba tan débil, que no se le ocurría nada inteligente que decirle a su padre. Ese señor tan bueno y amoroso que siempre la consentía y aconsejaba tanto. Se tocó el pecho. Le ardía.

Miró de fijo el bello rostro de uno de los dos seres a quienes les debía la vida. Esos ojos bellos que siempre decían la verdad, aunque no quisieran, se mostraban abatidos, fatigados y muy preocupados.

"Nos vamos a mudar muy lejos de aquí. Creo que te vendrá bien un aire nuevo."

Ella asintió con la cabeza. Ya nada importaba.

"Tenemos familiares a donde vamos. Conocerás tíos y primos. Sangre de verdad. ¿no te emociona eso?"

"Claro papá." —de hecho lo había deseado desde hacía mucho tiempo y eso pareció reconfortarla.

Sonrió de medio lado. Su padre pareció relajarse un poco. Sonrió también.

"Estaremos ahí un tiempo. Hasta que te sientas mejor. A menos que decidas quedarte. Pero el tiempo suficiente para que puedas olvidar y rehacer tu vida. Ya compre una casa junto a la de tus tíos. Veras que te gustará. Mañana acompañaras a tu madre a ir de compras. Se conseguirán un nuevo guardarropa."

"¿para qué?"

"Para el lugar donde vamos necesitaran mas abrigo."

"¿Dónde es papa?"

"No te puedo decir. Tu solo acompaña mañana a tu madre. Yo no tengo paciencia para esas cosas."

"Ni yo."

"Lo sé. Pero tiempo con ella te hará bien. Hace muchos años que no estás con nosotros un buen rato."

Y tenía razón. Desde que empezó a acudir a Hogwarts que no pasaba un buen tiempo familiar, como debía de ser. Siempre estaba con los Weasley y con Harry, y había dejado un poco descuidada su propia familia. Tanto que había olvidado los gustos y preferencias de sus padres, así como ellos desconocían detalles en ella.

E incluso después de la guerra, había vuelto a estudiar por su último año perdido. Ayudando un poco a reconstruir el colegio de nuevo de las cenizas, y al contrario de Harry y de Ron, ella terminó completamente sus estudios mágicos.

Se puso dispuesta. Su padre tenía razón. Debería de quedarse sin quejarse y haciendo lo que le pidieran. Les debía mucho tiempo perdido.

Le ayudo a su madre a poner la mesa, y durante la cena incluso intento entablar una conversación con sus padres. Para aligerarles un poco la carga de su preocupación.

Llegaron visitas. La tia alma y el tio max con sus hijos.

Le juegan bromas a Hermione. Tratan de ponerla contenta.

Le dan muchos besitos, abrazos y le jalan el cabello.

Parece funcionar, ahora está sonriendo.

Durante un instante todo parece normal. Y luego.

Alguien toca la puerta.

Su padre le dice que se largue pero el de todos modos entra.

Trae un ramo de flores. Y un collar precioso que parece valer una fortuna.

Hermione no lo mira a la cara. Solo los regalos.

Le trata de decir algo. Que le va a explicar todo. Que fue un malentendido. Que la ama. Quiere casarse con ella. Una vida compartida. La eternidad. La luna y las estrellas.

Ella no sabe que pensar. Le duele horriblemente el pecho y de pronto se sintió muy cansada. Se pone a pensar;

¿Es cinismo. Valentía. Verdad o qué?

Mira un segundo y después se aparta. Le dice que se largue, en un tono muy quedo. Le da la espalda

Le advierte en voz baja en usar la varita si no se va inmediatamente. Y entre empujones Max y Aaron sacan al susodicho de la casa.

Hermione está triste de nuevo.

Su padre está furioso una vez más.

"¡Melinda!"—le grita a su esposa—"tráeme esa lechuza que acabamos de comprar."

"¿Una lechuza?"—inquirió sonriendo Max, pues desconocía todo el asunto.

"No estoy de humor para tu sarcasmo. Ya vuelvo."

"Ok, eso fue raro"—dijo el tío. Pero no le tomo importancia. Se encogió de hombros y siguió bebiendo. Sus niños pequeños estaban haciendo un escándalo del demonio, pero no los reprendió. Estaba ocupado viendo televisión y solo les pidió calmadamente que jugaran afuera. Eran ocho y diez años menores que Hermione.

¿Una lechuza? Pensó ella. ¿Para qué habría mi padre de querer mandar una carta?

Pero de pronto comprendió. Para mandar un ultimátum claro estaba.

Sabía que podía ser grosero en esa carta…

"Así que, señorita"—interrumpió su tío—"tengo entendido que has dejado de estudiar."

"Estudie lo suficiente. Tengo las bases. No necesito más."

"En eso te equivocas. Nunca es suficiente. ¿de dónde comerás? Tengo entendido que no ignoras que gracias al estudio de tus padres has tenido esta vida tan buena. Y has ido a esa escuela tan apartada. Haz que valga la pena."

¿Cómo explicarle al tío que era una bruja y sus estudios mágicos ya estaban satisfactoriamente terminados?

Antes de empezar a ser novia de Ron estaba pensando seriamente en ocupar algún puesto del ministerio, aunque alguna vez había dicho que no le interesaba.

No menciono nada, por supuesto. Pero el tío tenía razón. Debería superarse.

Aunque no estaba en sus planes estudiar algún oficio muggle.

"Tienes un gran potencial Hermione. No lo desperdicies."

"Lo sé. Es solo que. Ahora no sé hacia a dónde dirigir mi vida."

"Es normal a esa edad. Y a decir verdad yo no lo supe hasta que ya era bastante grandecito. Ya has perdido un año. Pero aun tienes muchas oportunidades. Te recomendaría que no dejaras pasar más tiempo."

"No lo sé tío."

"Está bien mi niña. Solo prométeme que lo vas a pensar."

"Claro que sí."

"Esa es mi sobrina. Y ahora ya me voy, ya es tarde, ven y dame un beso. Dile a tu padre que le deseo buenas noches y que se relaje un poco. Nos veremos mañana."

"Si, buenas noches."

Le dio un beso en la mejilla y sus tios y primos postizos fueron a su casa.

En cuanto el coche desapareció de su vista subió corriendo las esclareas hacia la habitación de su padre.

Lo encontró poniéndole un punto final a la carta. Y su firma.

De pronto se arrepintió de haberles enseñado a sus padres a usar lechuzas.

"Papá por favor no seas duro con los Weasleys. Son gente buena".

"Lo sé. No te preocupes que he tenido en cuenta todas las atenciones que han tenido contigo. Ahora vete a dormir, mañana empezaremos los preparativos para la mudanza."

Se quedo un poco más tranquila, aunque no logró conciliar el sueño pronto. Se quedo dormida llorando. Pensando en ese rostro, y ese cabello de un rojo intenso, esos ojos tan bellos, esa boca. ¡Pero ya basta! Se dijo a sí misma. El no me necesita, y yo a él tampoco, ya no debo de pensar en Ron.

Y sin quererlo, se quedo dormida soñando que los dos estaban juntos y todo no había sido más que un terrible malentendido.

La carta de su padre decía lo siguiente;

Estimados señores Weasley;

Antes que nada. Felices fiestas y muchas gracias por haber cuidado de mi hija todos estos años. La mía hacia ustedes es una deuda eterna que jamás terminare de saldar, puesto que hicieron el papel de padres adoptivos cada vez que nosotros no podíamos estar cerca de ella. Quiero que sepan que les tengo mucho aprecio y profundo respeto.

Sin embargo dado la circunstancia de los últimos eventos quiero pedirles algo: por favor no consientan o den facilidades para que su hijo se acerque a Hermione. Estuvo grave. Varios días en cama con fiebre. A punto de morir, y no quiero que otra circunstancia con su muchacho le cause mas disgusto, espero que entiendan mi predicamento, pues soy un padre preocupado. Les rogare que no se comuniquen con ella, y mucho menos que si lo llegan a hacer le hablen de él. Quiero romper todo vinculo con su familia salvo con el señor Potter que ha demostrado ser un amigo valioso para mi hija.

Nos mudaremos. Muy lejos. Así que ya no sabrán de donde provienen las cartas que tal vez algún día les mande Hermione. Les ruego que no respondan.

Claro que no es para siempre. Solo un tiempo. Para que ella logre estar más estable emocionalmente y haya superado este mal trago por completo.

Ella nos salvo a mí y a mi esposa, al borrarnos la memoria y alejarnos de la guerra de su mundo. Ahora yo le devuelvo el favor, quiero protegerla pues se supone que como padres nosotros la tenemos que cuidar a ella y no al revés.

Y la advertencia para su hijo no es por un rato. Es por siempre. Que no se le ocurra intentar nuevamente llegar a mi casa. Altera mucho a mi hija. Temo por su salud.

Atentamente:

John Aaron Granger y su esposa Tanya Melinda