Bien, aqui vuelvo de nuevo con una historia corta, solo para probar que si es posible escribir algo que no llene hojas y hojas. XD como siempre Basado en Saint Seiya, personajes de Masami Kurumada y TOEI Animation.
Mime cerró de un golpe la puerta de su habitación y suspiró. Había sido un mal día.
No por lo pesado del entrenamiento; estaba acostumbrado a eso desde pequeño; tampoco por el invierno frío que ya se cernía sobre las siempre heladas tierras de Asgard, aunque sentía los dedos de sus pies y manos algo tiesos.
Avivó el fuego de la chimenea antes de despojarse de sus ropas en forma mecánica y cambiarse para dormir.
Había sido un mal día porque había escuchado demasiadas cosas sobre él susurradas en secreto. Comentarios que hacían creyendo que no los escuchaba, aunque tampoco les importaba decírselos en la cara, sus compañeros de orden no eran precisamente discretos. El primer comentario sobre su "rareza" le había molestado, pero viniendo de Alberich no podía esperar menos. El segundo le había hecho sentir incómodo. No solo raro, sino débil. Eso mismo había pensado Folkien y Mime le había demostrado lo equivocado que estaba… Aunque solo hizo un gesto al recordar aquello. No era algo de lo que estuviera muy orgulloso.
Sin duda no era tan fuerte como Tholl pero nadie lo era. Quizás no era tan veloz como Phenril, o tan impulsivo como Hagen, pero sus técnicas eran mortales y eso era lo que importaba al final de cuentas. Aunque quizás no lo fuera despues de todo.
El último comentario en susurros no lo molestó, ni lo incomodó, le dolió. Quizás esa era la diferencia entre él y los otros. Quizás porque su sangre fuera celta y no asgardiana como la de los demás; quizás era porque así como sus sentidos eran agudos, también sus sentimientos.
El podía escuchar mejor que Phenril, su oído era tan agudo que estaba casi seguro que superaba al de sus lobos. Su vista era perfecta, incluso tenía un sentido del olfato privilegiado. Y por eso era que podía escuchar cada comentario en susurros en pasillos alejados, las risas en la habitación contigua. Por eso había pedido que su habitación estuviera alejada de las del resto.
Y sus malditos sentimientos lo traicionaban por mas que intentaba ser duro e insensible como el resto. Pero él se sentía solo. Se sentía triste, cuando a alguno de los otros lo insultaban, tiraba un golpe y luego se reía para seguir como sin nada. ¿Él? se quedaba callado fingía no haber escuchado nada y buscaba un lugar solitario donde pudiera tocar su música y no escuchar nada más. Pero eso no ayudaba a parar los rumores y las burlas ni ayudaba a no sentirse solo.
Pero tenía un deber. Una obligación. Era un dios guerrero, algo que haría que su padre estuviera orgulloso de él. Era una posición envidiable en Asgard. Lo mas alto a lo que un extranjero podría aspirar. Si estaba feliz ahí o no, no importaba. Ahí se quedaría, y sería el mejor dios guerrero que pudiera ser y guardaría sus sentimientos para que explotaran contra el enemigo y moriría lleno de gloria en una batalla.
Se metió en la cama y se forzó a dormir.
Mañana tendría otro mal día.
