Hola! Como muchos ya me conocen, mi nombre es Nanami, tengo 18 años. Soy la diosa del templo Mikage, la Diosa de la Tierra. Y se preguntarán, ¿Cómo una humana puede convertirse en un ser divino de un momento a otro? Es una larga historia, pero solo un beso en la frente basta para ser una Diosa.
-TOMOE!- Llamé a mi familiar, necesitaba ayuda.
-Y ahora qué pasa Nanami?-Dijo mi familiar, un tanto estresado, pues a Mizuki, Tomoe y yo íbamos a una fiesta de solo dioses, familiares, tengus y más criaturas divinas, por lo que necesitaba ayuda de mi familiar para ponerme bien el Yukata.
A pesar de que ya había pasado un año, siempre había tenido el cuerpo sin forma. Pero al crecer y comer mejor pude obtener la figura de toda una mujer sexy (aunque no lo crean Nanami tiene muchisisisimo busto, como Juvia, tehehe *w*; y una buena figura de la cintura hacia abajo. Tomoe no se quedó atrás tenía bien pronunciado sus pectorales y abdomen, obvio que también trasero *q*).
-Necesito ayudaaa- Dije haciendo pucheros moviendo las mangas de la parte superior el Yukata
-Muy bien. Aun no me creo que no puedas ponerte un simple Yukata- Dijo mientras refunfuñaba, se me hace adorable cuando se comporta así.
-Lo siento. – Dije mirando a otro lado.
Mi Yukata era uno rosa con detalles de flores verdes y unos azules, me gustaba la combinación de colores y me gustaba usarlo ya que estaba fresca la noche.
-Gracias, Tomoe- Dije mientras sonreía- ahora ve a terminar de arreglarte y yo igual me termino de arreglar- Sonreí y vi como desalojaba mi habitación. Sé que Tomoe me ha besado mientras duermo y eso me gusta porque me da la seguridad de que le gusto, aunque, hay veces que el me dice que son mejores las mujerzuelas que va a ver cuando no tiene nada que hacer en el templo en la noche. Pero debo ser más segura, algún día conquistaré el corazón de mi amado Tomoe.
