Una diabólica sonrisa se dibujó en el rostro de Tom al tiempo que imaginaba como es que los sesos de Jerry reventando y luego esparcidos por toda la cocina, mientras él los pisoteaba una y otra vez.
"Lamentablemente, semejante final sería excesivamente compasivo para aquella maldita rata..."suspiró Tom, al tiempo que iba recordando cada oportunidad en la que aquel pequeño ratón le había burlado de él:
El recuerdo de cada golpe, cada humillación que había tenido que sufrir a causa de ese miserable roedor iba incrementando el odio de su alma hasta límites insospechados, al punto que la mera sensación del dolor para Tom ya estaba plenamente asociada con el rostro de Jerry.
En más de una oportunidad, incluso, había considerado la posibilidad de suicidarse. De acabar de una vez por todas con la infeliz existencia que le había tocado llevar en esa casa, la misma que habría sido mucho más fácil y llevadera…De no haber sido por Jerry.
Sí, el maldito ratón lo había arruinado todo. Por su culpa, Tom había quedado mal con cada uno de sus dueños, siendo expulsado de cada una de las diferentes casas en las que había vivido a lo largo de su vida hasta ese momento.
Como una maldición, la miserable rata le había seguido, ocasionándole problemas a donde quiera que iba, convirtiendo de esa manera su vida en algo similar al infierno, o por lo menos a una terrible pesadilla de la cual él no podía escapar.
Ahora él ya no tenía ni siquiera un techo bajo el cual ampararse, quedando a merced del frío inclemente que azotaba sin piedad la región durante aquellos últimos días… ¡Oh, lo que él hubiera dado por la calidez de un hogar durante aquellos momentos! Y para empeorar la cosa, también le embargaba un hambre terrible, sintiendo Tom casi como si tuviera un agujero en el estómago.
"Ah… ¡Condenado frío!" se lamentó amargamente Tom, mientras caminaba sin rumbo a través de un sendero que se abría paso en medio de unos sembríos. "A veces siento como si el propio destino estuviese confabulado contra mí, arrastrándome siempre a la desgracia y el infortunio…"
Y luego, con una sonrisa amarga en su rostro, añadió en voz baja:
"No es el destino. No es la mala suerte. No, no…Fue Jerry. Siempre fue Jerry… ¡Por esa maldita rata es que yo ahora tengo que sufrir todo esto! Pero algún día me las pagará… ¡Algún día me las pagarás todas juntas, Jerry!… ¡Juro que de ninguna manera permitiré que tu muerte sea rápida, sino que alargaré tu dolor al máximo!…Ya lo verás maldita, rata…Te haré sufrir hasta que desees estar muerto para ponerle fin a tu patética agonía…Pero yo no lo permitiré…No lo permitiré…No…"
De esa manera, todavía soñando despierto con su venganza, Tom continuó con su lastimera marcha, en busca de algún sitio en donde poder pasar la noche. Fue así como llegó hasta una tenebrosa casucha, la misma que parecía haber estado abandonada desde hacía varios años.
Luego de cerciorarse que no hubiese nadie allí, Tom se recostó sobre un destartalado y polvoriento sillón, desde el cual pudo apreciar claramente muchos de los objetos que habían quedado desperdigados en aquel lugar, siendo la mayor parte de estos una serie de herramientas oxidadas y algunos frascos vacíos. Un repugnante olor a moho y humedad impregnaba el ambiente, pero Tom no le dio la menor importancia, quedándose dormido casi al instante.
Mientras dormía, soñó una vez más con matar al ratón Jerry…Valiéndose de sus garras, el grisáceo felino caído en desgracia le abría lentamente las entrañas a esa rata despreciable, para luego darle un vistazo de los propios órganos que le había extraído, los mismos que masticó y lamió con suma delectación…
"Ah, si ese sueño pudiera ser realidad… ¡Si tan sólo pudiera ser realidad!" Se lamentó Tom en sueños.
Fue entonces cuando un viento frío que se coló a través de uno de los vidrios rotos de la ventana despertó abruptamente al felino, produciéndole un terrible escalofrío en la espalda.
"Vaya…" Gruñó para sí mismo Tom. "¿Será que ya es hora de reanudar la marcha?"
A pesar de la oscuridad reinante en el lugar, el felino ya estaba listo para continuar su viaje hacia ningún sitio.
Sin embargo, antes de dejar la casucha, Tom creyó percibir un extraño sonido en las cercanías…Un sonido tan familiar como desagradable…
El sonido de los chillidos de Jerry.
"No puede ser…" pensó para sí un incrédulo Tom. "¿Será que estoy perdiendo la razón y estoy imaginándome cosas?"
No pasó mucho para que aquel sonido volviese a repetirse…Y esta vez Tom estaba seguro que no había sido su imaginación….
Guiándose por su fino sentido de la audición, Tom rastreó de forma rápida y sigilosa el origen de aquel sonido, dirigiéndose de esa manera hasta una derruida construcción de madera que en otro tiempo habría cumplido la función de gallinero.
Asomándose por un agujero de la pared, Tom alcanzó a reconocer las figuras de dos roedores…
Dos despreciables roedores que le habían hecho la vida imposible hasta ese momento…
Eran Jerry y Nibbles, las dos malditas ratas a quien Tom odiaba más que nada en el mundo.
