Te quiero ver sexy porque me gustas

Eran esos días en los que Bulma, repuesta un poco de la ruptura con Yamcha, iba diariamente al centro comercial a hacer cualquier cosa que la distrajera de su pena amorosa. Posteriormente regresaba a casa y allí el saiyajin siempre aguardaba, era extraño pero de unos días al presente Bulma veía a Vegeta muy sólo, aunque siempre lo estaba, ahora, lo notaba aún mejor.

Llegaba Bulma con sus pequeños vestidos , ya no se contoneaba como lo hacía antes, estaba en el punto posterior a la depresión, no se está bien ni mal, sino en el umbral y sin fuerzas.

Vegeta percibía el insignificante y casi inexistente ki de la que le daba hospedaje, nunca le daba importancia, sin embargo le agradaba gritarle a esa escandalosa mujer, y era excitante para él ver el poco miedo que le tenía difuminado en su cara.

-¡Mujer! Tengo hambre, y no hay nada qué comer- expresó el saiyajin con su sutileza cotidiana.

Bulma, algo cansada, ignoró al mono idiota como solía llamarle, era exasperante, pero hasta ella se extrañaba cuando no lo oía gritar.

-No me molestes, no tengo ánimos ahora.

El príncipe que nunca aceptaba explicaciones ni negaciones, la buscó hasta donde se hallaba y dispuesto a gritarle aún más, quedó callado ante la fatídica cara de la humana, ¿qué era lo que le pasaba?, ¿por qué si siempre tan rebosante, ahora tenía un pálido semblante?, sus ojos apagados en un azul plata , casi grises, si era lo más hermoso que competía con su cuerpo, pero ¿por qué se preguntaba eso? Él era un saiyajin, no tenía que tener sentimientos, pero a pesar de esto, le preocupaba el aspecto de la mujer, de Bulma, como la llamaba una o dos veces cuando quería.

-Qué te pasa mujer, ¿acaso los humanos se sienten mal por su patética existencia?- dijo sarcásticamente.

-No tengo ganas de pelear contigo, así que déjame en paz.

-Eso es raro, siempre estás gritándome o hablando sin parar, incluso, te vistes diferente, pero ahora, no eres ni un cuarto de lo que eras cuando nos vimos en namekusein, dime, ¿así de idiotas son los humanos?

-AAAAyyy… te dije que ¡no me molesteeessssssss!- y tomó la taza de té que tenía en la mano y la arrojó al saiyajin.

El príncipe la esquivó, obviamente, y con una risa macabra pronunció- al menos ya tienes color en tu cara- y se fue a su cuarto.

Bulma abrumada por las palabras del saiya tomó los pedazos de su pequeña tacita y pensó:

Maldito Vegeta siempre tienes que hacerme sentir… algo… pero al fin y al cabo es sentir, uiii… si tan sólo pudiera regresarte todas…mmm ya sé, con que ni un cuarto de lo que era en nameku, ¡ja! Ya verá, yo soy la hermosa Bulma y eso es innegable.

Al día siguiente Bulma antes de salir de su habitación tomó un minivestido, rojo de terciopelo y se enfundó en él, se pudo un liguero y unas medias caladas, se maquilló y perfumó, era su ritual anterior a la ruptura con Yamcha, y el cual haría diariamente a partir de ese día; se veía totalmente sensual, pero claro, tenía que confirmarlo cuando viera la cara de Vegeta qué pensará cuando me vea así… o tal vez ni piense… jajaja.

Así bajó a la cocina, se sentó en una de las sillas del comedor y esperó al saiyajin, eran alrededor de las 9 cuando bajóVegeta, en un pantalón deportivo azul y una playera blanca.

-Mujer, espero que ahora sí tengas algo que comer…

Era una imagen muy impactante, nunca, en todos sus viajes por el universo había visto a una mujer más radiante, sensual y sexy que la que habitaba en la Tierra, era casi una deidad, pero claro que nunca dejaría que sentimientos tan profanos le ganaran la partida.

-Mujer- cambiando su tono de voz, por uno más tranquilo y sensitivo- que bueno que ... ya esté listo el desayuno- y sonrió de forma divertida.

Bulma al escuchar lo último no pudo aparentar su cara de disgusto e insatisfacción.

-¡Eres un imbécil! Y yo … ashh

me había arreglado para ti, y sólo te importa la comida,-claro que se puede esperar de un tonto saiyaji…

No pudiendo terminar esta frase sintió un viento atrás ella, el príncipe se había aproximado; voltear era una opción pero, ¿tenía el valor para hacerlo?, por supuesto que sí.

-Ve-ge-ta- articulaban gozosa sus labios, pero eran otros los que también querían sentirlo.

-¿qué te pasa? Tienes… ¿mie do?

Acercándose más a ella, a dos centímetros de que los ápices de sus cuerpos se tocarán, una puerta se cerraba en la estancia.

-¡Hola querida, ya llegamos!

La madre de Bulma había roto la expectación de sus cuerpos y siendo Vegeta el que rápido se retiraba, Bulma lo vio partir hacia la cámara de gravedad.

-Qué ha sucedido, Bulma querida.

-Nada.

Dos días pasaron y Bulma se arreglaba para el saiyajin, aunque este ya casi ni la miraba, a lo mejor ya se había acostumbrado a su forma de vestir, tal vez no le gustaba al "gran príncipe" o quizá estaba tomándole mucha importancia.

Vegeta no hacía más de lo ordinario para un saiya, entrenar, comer y dormir; y tal vez, ahora, pensar en la terrícola, era lo más difícil de hacer.

Hace tiempo que no estoy con una mujer, rayos, por qué pienso tales tonterías, un saiyajin de clase alta como yo no debe pensar en bajezas, se decía a sí mismo mientras giraba en la cámara de gravedad tengo que dejar de pensar en ella, pero sólo puedo hacerlo de una forma.

Bulma en su sala, esperando a sus padres, que habían salido con unos clientes, leía una revista de modas; estaba acostada sobre el sofá sin ninguna preocupación en su cabeza.

Veía los vestidos hasta que pasó a una página de anuncios de gimnasios en la cual había un hombre cuyo cuerpo cubría la hoja, en ese momento pensó en el saiyajin, al ver ese cuerpo impreso, de papel, tal vez inexistente, y compararlo con los asombrosos pectorales de Vegeta, sus brazos tan fuertes, completamente naturales pues su naturaleza saiyajin lo hacía poseer un cuerpo envidiable y deseable ante cualquier mujer , lo más increíble era que tenía la oportunidad de verlo paseando por su casa y más aún, tenerlo a sus pies, pero algo pasaba, ni una cosa ni la otra sucedían.

-Qué puedo hacer-se preguntaba- estamos en otoño, no hace un calor sofocante para andar semidesnudo, tengo que ingeniármelas para hacerlo que se descubra el torso.

Caminaban sus ideas alrededor de la imagen de Vegeta semidesnudo, recordaba aquellas cicatrices que tenía, pero no podía profundizar más allá del término de su espalda, tenía que verlo para que nunca se le olvidara hasta que una idea impactó su cerebro como una erupción de volcán.

-Pero , ¡si yo soy la que le compro la ropa!

A la mañana siguiente, al ir a la tienda departamental pasó a la de deportes, vio fijamente a los modelos de las paredes, vio los maniquíes, y preguntó por la ropa afelpada y de lana, al igual que llevó unos bóxers azules y negros, compro varias prendas de cada tipo y fue a su casa.

Al llegar, como siempre, Vegeta se encontraba entrenando, Bulma vio destellos que salían de la cámara de gravedad y supuso que estaba allí.

Subió rápidamente las escaleras y se dirigió a los aposentos de su sexy huésped. Nunca había visto tal orden en un hombre, sobre todo que le gustaran las artes marciales, ya que sus amigos no eran muy ordenados, empezando por Gokú. Así que cuando vio esta cualidad en el guerrero, le pareció muy agradable.

Sin perder el tiempo, abrió lo cómoda y vació toda la ropa que tenía; dejó la más liviana y pequeña para la parte inferior de su cuerpo y no dejó ni una sola camiseta para su torso.

Dejó la ropa invernal en su lugar y salió rápidamente.

Horas después el saiyajin se dirigió a la casa; al entrar sintió el cambio de temperatura, estaba haciendo mucho calor, pero eso no le importó, se fue a duchar y cuando volvió a bajar, la temperatura estaba aún más irritante, ya que Bulma había subido el termostato aún más y no se había dado cuenta que su ropa no era la más adecuada para tales circunstancias.

Vegeta se sacó la sudadera y vio que su cuerpo transpiraba, y en ese instante Bulma, que ya estaba a la expectativa de tal acción, se apresuró a aparecer:

-Hola, ¿qué?, ¿te sucede algo?- Preguntaba tan fingidamente la peliverde, con sus manos en la cadera y una de sus piernas ligeramente flexionada.

Vegeta apenas dirigía una mirada amenazadora a la terrícola, vio su semblante, era diferente, ya no se apreciaban las lágrimas, ni la somnolencia, estaba rebosante al observar esa sonrisa maquiavélica, profunda y sexy.

-Mujer, ¿qué estás viendo?

-¡Ja! ¿Eres muy fuerte no?, pero no soportas el calor, aunque tengo que decirte que así… es mejor.

Vegeta pensó en sus palabras, observó la desnudez de su cuerpo y vio el de la mujer, estaba pidiendo a gritos apagar esa calentura, que ni con todo un río se apagaría mas que de una forma.

El príncipe se acercó a Bulma y al notar la reacción de esta, la acorraló con sus brazos y olió su cuello, Bulma se desvanecía en jadeos leves.

-Eres muy sexy, y así me gustas- pronunció una voz que se perdió en el calor de la casa.