Aceptación era algo que a Stiles no le faltaba, eso no significaba que no lo sufriera. Pero a penas todo terminó o en realidad se acomodó, él estaba conduciendo su Jeep en esa última noche con Jackson y Lydia en el asiento trasero provocándole un dolor espantoso, y a su lado, oliendo todo lo que le pasaba; Isaac, con la incomodidad reflejada en su rostro.
La noche se hizo bastante extraña después de eso, además de condenadamente larga. Tuvo que dejar al amor de su vida en la casa de Jackson y a Isaac en la casa de Scott a pedido de su este para él seguir a Allison y hablar con ella de lo sucedido. La última parada la hizo en su casa y llegar a su habitación fue como una auto tortura. Abrió la ventana y dejó entrar el aire helado de la noche buscando que lo hiciera sentir mejor. Solo faltaban dos horas para que amaneciera y en su cabeza solo giraba la imagen de las hermosas lineas del rostro de Lydia, agradeciéndole el aventón, con su ojitos llenos de felicidad por tener a Jackson vivo y a su lado.
Ser un adolescente ya era una peste, por así decirlo, pero ser un adolescente con un amor desencontrado y frustrado en más de un sentido era prácticamente la muerte. Se extendió en su cama, adolorido física y emocionalmente. Su estado patético de lamentación lo llenó de una desesperada impotencia que quería hacer desaparecer a toda costa, pegó un respingo, se levantó de la cama y corrió hacia la sala. Rebuscó en la alacena con urgencia la botella de Whisky de su padre. La necesidad de deshacerse de la dolencia en su interior tiraba lejos cualquier pensamiento razonable; sabía que si ingería aquello el dolor mermaría aunque fuera un poco y la ansiedad que lo acorralaba al estar constantemente solo, desde que Scott fue mordido, le importaría un comino. Se dio cuenta de que con Scott solo se distraía de su vida, pero con la mordida, Allison, Derek, los lobos dementes y los cazadores, sumado a cada cosa extraña que decide pasarse por Beacon Hills, solo se revuelve más.
Un parpadeo después baja el pico de la botella de Whisky de entre sus labios y se percata de que está por la mitad, bufa descontento. Una mirada más tarde nota que está en medio del bosque y las luces de la mañana no se dejan ver aún. Tuerce la boca porque le da igual estar allí, mira al piso y ve que está descalzo, lo cual produce que la risa salga de su boca sin previo aviso; por alguna extraña razón el haberse olvidado los zapatos y su capucha roja no, en medio de su ebriedad es hilarante.
Como media hora después en medio de su caminata y la madrugada cerrada debido a las espesas nubes eminentes de tormenta sobre su cabeza le da igual todo. No puede dejar de reírse, porque anda solo en un bosque oscuro, con su sudadera con capucha roja cerca de la casa de los Hale y la risa se le ahoga en un nuevo trago profundo que toma de la botella ambarina, sigue riéndose y empieza a dar brincos recreándose divertido en sus recuerdos del cuento, saltito sobre saltito como caperucita roja, según su parecer, con un posible hombre lobo rondándolo para comérselo. Ese pensamiento lo detuvo; él siendo caperucita y Derek el lobo, todo eso en la misma oración con el verbo "comiéndoselo" en ella dio origen a una estruendosa carcajada que salió del fondo de su garganta, tan estridente que tuvo que sujetarse el estomago con ambas manos derramando algo de la bebida en su chaqueta, y sin poder mantener el equilibrio se fue al piso de espaldas, aunque eso no detuvo su carcajada. De la nada, según Stiles, Derek apareció en su campo de visión aumentando la risa irracional cortando de a momentos su respiración. Era una sensación grandiosa como la risa se le atascaba en la garganta con cada respiro fallido.
— Stiles, ¿estás ebrio? —preguntó a dos o tres metros de su porche.
— Tú, tú, tú... —la risa no se detenía, la ropa se le llenaba de barro y hojas. El frío se colaba por ella pero le importaba mucho más seguir riéndose que su ropa.
— ¿Yo qué...? —su tono severo parecía no tener ningún efecto en el joven. Exhaló, estaba cansado, habían pasado demasiadas cosas en una sola noche.
— Gran lobo malo... roja... —murmura entre carcajadas inconexas.
— Estás ebrio —afirmó finalmente y lo miró con las manos sobre su cadera.
— Puffff... —Derek rodó los ojos, la risa de Stiles ya le estaba irritando cuando una gota de lluvia toco su mejilla, miró hacia arriba y un trueno estalló.
— Levántate —ordenó, pero Stiles le señaló y le dijo entre risas.
— Ladra, ladra... Wuof, wuof —Derek lo tomó de un brazo de mala gana y lo arrastró dentro de la casa sin percatarse de que Stiles no había desaprovechado la oportunidad de tomar la botella a su paso.
— Criajo — murmuró al cerrar la puerta cuando la lluvia se desató y termió por arrastrarlo hasta la sala.
— Eeeh, lobito... Lobito, lobiiiitooooo... —Derek gruñó y lo arrojó al sofá de en un solo movimiento.
— Cierra el pico o en verdad esta vez voy a lastimarte, Stiles —esa amenaza no surtió efecto y solo detonó la risa del chico. Derek le arrancó la botella de las manos bebiéndose él lo que quedaba solo para poder soportarle hasta que la lluvia cesase. Un rato después de estar sentados en la oscuridad en el viejo y quemado sofá, Stiles, dejó de reírse.
La casa tenía goteras por todos lados y Derek tuvo que mover varias veces el mueble a causa de ellas, con Stiles sobre él, por su puesto, porque aún estaba demasiado borracho. El chico tenía la mirada perdida mientras él movía el sofá. En la oscuridad de su vieja residencia, se sentó, al colocar el mueble en uno de los pocos rincones secos, lo cual no significaba que la casa dejara de estar mortalmente fría. Él no lo notaba, pero Stiles al parecer sí, ya que temblaba en la otra punta del sofá.
— ¿Vas a decirme de qué te reías? —le llamó la atención dando el último trago a la fuerte bebida del chico.
— De caperucita. ¿Conoces la historia? Es sobre una niña pequeña que va a visitar a su abuelita en el bosque porque esta muy enferma y su mamá le puso una caperucita roja... —Stiles miró a Derek y este solo con la mirada corto su palabrerio—. Por su puesto que la conoces, tu eres un lobo —acotó de relleno como siempre y se acurrucó más tratando de mantener el calor, pero el sofá no solo olía a quemado sino que estaba muy húmedo para poder mantener algo de calor.
— Eso te causaba gracia, un cuento —Derek pensó que Stiles era más estúpido de lo que ya aparentaba y al ver la botella vacía la arrojó lejos.
— No... ehm, me reía de que no tengo zapatos —Derek miró sus pies y recién se percató de que estaban descalzos y cubiertos de barro—. Y de mi sudadera roja y yo merodeando cerca de tu casa... Parecía gracioso en ese momento —el lobo de verdes ojos lo miró de nuevo y su malestar, ese que trataba de ahogar con alcohol solo se acentuó más.
— Solo para que sepas, si fueras caperucita, jamás —la mirada de Stiles volvió repentinamente a clavarse en Derek, como si le estuviera clavando un puñal, lo escuchó atento—, jamás de los jamáses, te comería, por más caperucita que fueses. Tengo mejor gusto para que lo sepas —Derek se acomodó en el respaldar del sillón y con los brazos cruzados se preparó para dormir.
Esas palabras lo hirieron, no deberían, pero lo hicieron. Derek Hale no es nada de él y hasta hace menos de media hora era gracioso, solo que en realidad le dolía. Le dolía ser despreciado continuamente, no ser importante para nadie que no fuese su padre, que él tenía como ley natural el quererle. Sus labios compungidos hicieron un especie de puchero que trataba de no salir, apretándolos se le calló un lágrima seguida de otra. El aire se llenó de tristeza y dolor. Derek frunció el ceño sin entender de dónde venía ese olor abandonado que traía el vació de la tristeza, ese dolor que percibía en la humedad de la casa, miró a su costado y Stiles no estaba, de un salto se levantó, no creía que Stiles podía moverse tan rápido como para que él no lo notase, y lo vio atravesando la puerta roja.
Llovía a cantaros afuera, nubes negras no dejaban pasar ni un gramo de luz en el espeso bosque frente a él. Apretó los dientes y los puños dentro de su chaqueta dando un paso sobre las escaleras del porche, pero una mano grande y fuerte lo jaló hacia adentro antes de que lograra que la lluvia lo mojase un poco metiéndolo de nuevo en la casa.
— ¿Me puedes decir qué mierda estás haciendo? —soltó enojado el lobo azotando la puerta detrás de él.
— Nada, me voy a casa. ¿Por qué? Acaso se te olvido algún insulto, porque tengo suficiente con el resto del mundo —dijo conteniendo el tapujo en su garganta.
— Oh, sí, ya me acuerdo, eres un pobre adolescente —Derek rodó los ojos y espero una respuesta sarcástica de la boca del chico frente a él, pero esta nunca llego. Y el olor a tristeza y soledad se hacían más grandes en Stiles— ¿Qué es lo que te pasa? —preguntó.
— Solo quiero ir a casa. Déjame pasar, por favor —replicó tenuemente con la mirada clavada en el piso.
— Esto no es porque dije que nunca...
— No, no es el nunca, es el "jamás, jamás, jamás de los jamáses te comería" y "el tengo mejor gusto". También el que Lydia nunca va a corresponderme, el que a Scott le importe un comino como estoy o si me mata cada luna llena, que mi profesor de química la tiene conmigo y cada vez que puede me rebaja o me hace sentir el ente más inservible de la tierra. Es mi papa que no está nunca en casa o no al menos cuando yo estoy en ella y por eso estoy en la mayoría de las escenas de crímenes solo para verlo más seguido. Que ni siquiera puedo ser de interés para un chico de mi clase o un lobo que esta más o igual de solo que yo. ¡Eso es lo que me pasa! Que estoy condenadamente solo todo el tiempo tratando de ayudar a todo el mundo y mi mejor amigo ni siquiera atiende mis llamadas porque está con la novia. Y no lo culpo, yo también quisiera tener una novia o alguien siquiera que se digne a darme mi primer beso, pero no, tengo dieciséis años y estoy en medio del bosque, descalzo, con frío, borracho y ausente de mi casa por las últimas... ¿Qué? ¿Dieciséis horas? Y nadie lo ha notado —Stiles toma aire en retraídas de su esófago que no puede cerrar produciendo le un dolor agudo por no parar de hablar, derramando lágrimas que preferiría estar disolviendo con el agua de la lluvia, solo allá afuera y no enfrente a un lobo que lo mira como si fuera un engendro.
Es Derek el que se siente terrible por hacerle más misera la vida al chico que llora frente a él. Pues le es imposible bloquear los sentimientos de Stiles haciéndolos propios. Que, sin él saberlo, cargaba, no solo con su hiperactividad adolescente, sino con numerables situaciones, presionándole continuamente. Él recuerda lo que fue eso para él, siendo lobo, buscando a la chica equivocada, y la destrucción de todo lo que amaba.
Stiles soltó un hipido y luego otro. Golpeó con sus brazos su costados en un gesto de que no podía ser que le diera hipo justo en ese momento. Uno tras otros los hipos se hacían más fuertes y el retorno del deseo de querer irse.
— Olvídalo, no saldrás con esta lluvia —se plantó de frente y lo miró.
— Pero, hip, quiero, hip. ¡Demonios! Hip —protestó—. Asustame, hip, por favor, hip —soltó Stiles como pudo con el hipo lastimando ahora sus costillas, se sentía completamente patético.
— ¿Asustarte? Nah... solo tienes que relajar el esófago —el lobo, con una mano en su cuello, lo obligó a volver a la sala.
— Derek, hip —intentó zafarse sin lograrlo.
— Si te duermes un rato se te pasara —era muy inusual la manera en que se enteró más de la vida de Stiles, pero no podría dejarle ir hasta no sentirse tan culpable como ahora. Tal vez podría visitar al profesor de química, quién sabe tal vez sus caminos se crucen.
— No, hip, quiero, hip, dormir, hip, aquí, hip —pero estaba mareado por el alcohol y le dolía la cabeza como para no hacerle caso al lobo.
— No creo que la lluvia dure más de una o dos horas, después te llevaré a casa en el auto.
— ¿Por qué, hip, no ahora? Hip —protestó como siempre.
— Porque se atascaría, no es un Jeep como el tuyo.
— Oh, hip, sí, hip. Cierto, hip —Derek tomó su chaqueta de sobre la mesa y se la colocó a Stiles, después de todo él no la necesitaba—. Gracias, hip —dijo acurrucándose en el sofá con el cuero de la prenda encima de sus hombros.
— Duérmete —ordenó nuevamente, no podía evitar dictar órdenes desde su nueva condición de alpha.
— Hace frío —Derek rodó los ojos y se sentó a su lado. Stiles lo miró raro y Derek solo se acomodó en el respaldar cruzando los brazos y cerrando los ojos. En ese momento con el costado del lobo pegado a su brazo notó el calor que desprendía, tal cual una estufa —. Tu... estás calentito — replicó a penas seguido de un leve gruñido del alpha.
— Duérmete, Stiles —el lobo sintió como el joven se pegaba más a su cuerpo, pero no abrió los ojos. Stiles se hacía una bolita en su costado acomodando las rodillas a su codo y su cadera. Exhaló el aire, durmiéndose a continuación.
