Disclaimer: Los personajes y el universo de Canción de Hielo y Fuego le pertenecen a George R. R. Martin.
Este fic participa en el reto #70: Hermandad, del foro Alas Negras, Palabras Negras.
Nota: Sansa nunca asumió la identidad de Alayne Piedra.
Lo que más llamó su atención fueron sus grandes y sinceros ojos azules, que le inspiraban confianza.
La mujer, fuerte y anormalmente grande, se inclinó ante ella y empezó a recitar un juramento. Su escudero, un muchacho tímido, se encogía lo mejor que podía y miraba la escena con ansiedad.
—Llamé a esta espada Guardajuramentos —levantó la vista hacia la joven. Sansa parpadeó una sola vez y asintió suavemente, dejándole saber que le prestaba atención. Brienne comprendió su gesto y prosiguió, sus dedos rozando la espada—. Juré, por vuestra madre, que os encontraría.
—Levantaos —pronunció. Su vestido aún estaba ensangrentado y su corazón latió con angustia al escuchar hablar sobre su madre, pero se sintió aliviada.
Había aprendido a no idealizar a las personas, a no confiar ciegamente en ellas, pero había una parte en ella que aún creía en las canciones, en los valientes caballeros que eran honorables, justos y dedicados a proteger a los más débiles.
—Ella realmente ha pasado mucho tiempo buscándola, Lady Sansa —el jovencito la miró, con las mejillas coloreadas por el frío y los cabellos alborotados por el viento.
Sansa se quedó en silencio unos momentos. Recordó cómo hace unas semanas, Brienne le había rescatado de unos bandidos, jurado su protección con tal devoción que la conmovió hasta lo más profundo de su corazón y cómo ella la había aceptado con alivio y gratitud. Se despidió cortésmente del muchacho, quien la miró mientras se alejaba hacia la misma dirección por donde había ido la Doncella de Tarth.
La mujer se encontraba sentada en el tronco de un árbol mientras limpiaba su espada con una delicadeza que cualquiera habría pensado no era propia de ella. Sansa la observó mientras avanzaba y se sentó a su lado.
—Deberíais descansar, Lady Sansa —la miró de reojo y prosiguió con su labor.
—Sansa —habló con suavidad. Al ver la mirada confundida de su caballero, ladeó la cabeza ligeramente—. Llámame por mi nombre, Brienne —corrigió.
Brienne intentó decir algo, pero la jovencita se le adelantó.
—Quiero que seamos amigas —pidió. Juntó sus pequeñas manos en su regazo y la miró.
La mayor la miró unos segundos y se levantó. Colocó con cuidado la espada a los pies de la muchacha y se arrodilló, tal como lo había hecho cuando la encontró.
—Encontraréis en mí la amiga más leal que haya habido en los Siete Reinos, mi señora.
—Juro que siempre tendrás un lugar en mi corazón. Lo juro por los Dioses Antiguos y los Nuevos —Sansa se irguió y extendió una mano hacia ella, ayudándola a levantarse. La miró y agradeció a los Siete por haberle enviado un caballero tan noble y confiable como en las canciones.
«Brienne jamás me usará o me causará daño», pensó. Si algún pensamiento le atormentaba, este había desaparecido.
Y el pasar del tiempo le demostró que no se había equivocado al confiar en ella.
¿Qué les pareció? No sé si llegue a ser un What If y creo que pudo haber sido escrito mucho mejor, pero le tengo mucho cariño a estos personajes y quisiera que se encuentren en los siguientes libros.
