Avisos y renuncias.
One Piece no me pertenece, y La Bella y la Bestia, mi cuento favorito y también peli favorita de Disney, menos(jooooT_T, en ambos caso), así que no pretendo obtener ningún beneficio, sólo entretener.Como ya he comentado, adoro La Bella y la Bestia ^^…pero…eh, que soy yo, y que son estos dos…XDD…así que espero que me perdonéis más de una licencia, porque hay cosas que desde luego no corresponden con los personajes. Como sabéis, no me suelo cortar un pelo...Por cierto, que este fic se lo debo a una persona que me dio el empujoncito(jo, la de empujoncitos que me da últimamenteO.O…)y sin la cual este fic nunca habría terminado de ver la luz. ¡Mai Kusakabe, guapa, otro fic que te dedico;)!Comentarios:
¡Hola! ^_^
¡Tacháaaaan! XDD,¡Sorpresaaaaaa!
Veréis…como ya he comentado arriba, Mai le dio el último empujoncito...porque es que yo llevaba ya tiempo queriendo hacer una versión yaoi de "La Bella y la Bestia" gracias también a una versión de Bleach que leí en fanfiction net, pero desgraciadamente incompleta :(. Así que yo pensé también en hacer mi versión, aunque al principio dado el respeto que le he tenido siempre a la historia, me daba como cosa...aparte, que sabéis las que me habéis leído ya que soy una puñetera perfeccionistaXD (gracias, Mai, en serio;))
Y la pareja…es que tenían que ser ellos dos, vamos XD. ¿A que estamos todas de acuerdo?
Eso sí, no os esperéis a Law en plan damisela, ni a Kidd más blando de la cuenta…como dije, respeto los caracteres, o al menos eso pretendo. Aparte…no me puedo estar quieta…;)
Y, dicho toooodoo esto…
Dentro, fic;).
PRÓLOGO
Érase una vez, en un país lejano, un joven príncipe de dieciséis años, de piel suavemente pálida y pelo color rojo de fuego, que vivía solo con sus criados en un resplandeciente castillo.
Aunque realmente ése era el palacio de verano, bastante apartado de la capital del reino, donde sus padres realmente lo habían dejado ir a vivir por una buena temporada, algo cansados de su carácter egoísta y déspota, que muchas veces pasaba la línea de la violencia, habiendo llegado más de una vez a destrozar partes del palacio real en pleno ataque de furia. Y, por si eso fuera poco, se había metido en brutales peleas dentro y fuera de la Corte…y las veces que habían conseguido evitar que se peleara como un vulgar plebeyo, luego se habían enterado de que había logrado mandar matones para "terminar el trabajo".
Hartos de soportar esa vergüenza que ya no podía ocultarse con disculpas o con dinero, habían conseguido convencerlo muy a duras penas para que se fuera a ese palacio.
Eustass Kidd, el joven príncipe, lo sabía, y realmente no podía importarle menos vivir ahí, lejos de sus padres y su hermano mayor.
Mejor, de hecho. Así no tenía que aguantar a nadie reprochándole nada, porque sus criados se limitaban, en el peor de los casos, a apartarse de su camino. Ya hacía mucho que pocos se atrevían a replicarle. Y a los dos o tres que sí se atrevían, bueno…una buena pelea de vez en cuando no le venía mal, especialmente teniendo en cuenta que ese palacio estaba perdido en las montañas. A veces, cuando realmente estaba aburrido de verdad, iba directamente al pueblo más cercano y la liaba.
Total, ¿quién iba a detenerlo? ¿Sus padres? Ésos estaban realmente encantados de perderlo de vista, y él también a ellos, así que… .
Así pasaba los días, aislado y resguardado en su palacio, con todo lo que podría desear al alcance de su mano, sin preocuparse por nada más.
Hasta que una cruda noche de invierno…
El maestro de ceremonias, un chico rubio con unas cejas en espiral, que ya iba a acostarse, escuchó como unos susurros apresurados en la puerta principal.
Era la voz del jefe de servicio, un hombre moreno de piel y pelo, además rizado, y poseedor de una larga nariz, que hablaba en temerosos susurros con alguien.
-No…no, mire, lo siento…de corazón que lo siento…
-Si lo sintieras tan de corazón, me dejarías pasar. – masculló una voz de mujer, cansada.
El rubio se acercó…y frunció el ceño al ver con quién estaba hablando el moreno.
Una anciana mendiga, cubierta de harapos,a la que no se le veía bien, pero estaba claro que estaba temblando de frío. Además, sus pies estaban descalzos.
-Oye, Ussop, no seas así, joder, que hace frío – dijo el rubio.
El moreno estaba claramente en un dilema. Él tampoco quería dejar fuera a la mujer, pero…
-Sanji, ya, ya, pero…joder, si no me hace gracia, pero…le podemos dar una manta…porque como pase y la…
-¿Y esta quién es?
Ussop quedó helado al oír esa voz tan conocida.
Pero antes de que Sanji, tomando aire, fuera a hablar, la anciana se adelantó a la luz…
…y Kidd torció el gesto al ver cómo era.
No sólo iba vestida con harapos, sino que además era una vieja decrépita, esquelética, arrugada, con la nariz alargada y dos pares de viejas gafas, una de ellas sin una lente.
-No sé qué coño has venido a hacer aquí – masculló Kidd – Pero lárgate. Y vosotros, también. Tirad para adentro.
-¿Ésa es forma de hablar a una anciana? – dijo la mujer, sin alterarse.- ¿Tú sabes el frío que hace aquí fuera?
-¿Y a mí que me cuentas, vieja? Esto no es un puto hotel.
-Si lo que quieres es un pago…
Y Kidd empezó a reírse con toda la crueldad que le cabía en el cuerpo al ver que, en sus callosas manos, había, en medio de la nieve que caía, una simple rosa.
-¿Y con eso me pretendes pagar? – dio una brutal carcajada antes de gritar - ¡Tira a tomar por culo!
Y antes de que ninguno de los dos presentes pudiera hacer nada, la anciana había salido rodando.
-¡Oiga, esto ya es dema…! – empezó Sanji, ya rabioso, mientras Ussop corría a esconderse.
El pelirrojo silenció al rubio con un brutal golpe que lo tiró al suelo.
Pero antes de que continuara la pelea, la voz de la vieja fue un siseo:
-¿Es por la pinta que tengo, no? ¿Si fuera joven y guapa, me dejarías pasar?
Kidd, harto de ella, fue a cerrar la puerta y a olvidarse de la puta vieja que ya lo estaba cabreando…
…pero ella, visiblemente furiosa, la frenó con el pie, sacándolo de un tirón que lo dejó de piedra y encerrando dentro a los otros dos.
Kidd fue a encararse con la vieja, todavía más furioso.
…pero, a su pesar, notó un escalofrío cuando sintió la mano de la vieja apoyándose en su hombro, como una zarpa de hielo, mientras susurraba:
-Eres tal como he oído decir…lástima, ¿sabes?
Kidd sintió que eso le helaba la sangre, no sabía decir por qué…pero no iba a dejar que una vieja lo achantara.
-¿Lástima, por qué, vieja?
Y quedó cegado cuando un brutal estallido de luz que amenazó con derretir toda la nieve inundó toda la zona, en un brillo antinatural que brillaba siniestro pero impactante frente a él.
Pero no era lo que Kidd estaba mirando. Otra cosa, bastante más atractica
En el centro de la luz, como flotando por encima de la nieve, había ahora una bellísima joven de largos cabellos rosas y voluptuosas curvas, visibles bajo el escueto traje que la joven llevaba a pesar de ser invierno, con su piel brillando cuando los copos se comenzaron a posar suavemente sobre ella.
Tanto que el pelirrojo ignoró los gritos de los que no podían salir.
-Vaya… - dijo con una sonrisa torcida, mientras intentaba salir del pasmo. - ¿Por qué te ocultabas, guapa? Si lo hubiera sabido, te habría deja…
Pero siseó.
Ella, furiosa, le acababa de dar una bofetada.
-¿Ni siquiera ahora te disculpas, monstruo? – masculló la pelirrosa con rabia - Porque eso es lo que eres.
-¿De qué coño hablas, puta? – siseó él, muy despacio…
Pero ella no sólo no se achantó, sino que añadió, con cierto brutal pesar.
-Es igual, no pensaba perdonarte ni aunque lo hubieras hecho. Lo que he visto me ha dejado claro que no me equivocaba.
Entonces la pelirrosa chasqueó los dedos.
Y la luz se expandió, casi amenazando con tragárselo.
-Tú… -dijo Kidd con los dientes apretados, sintiendo miedo por primera vez en su vida.
Y, entonces, la luz, de pronto, lo tragó.
Y el aullido de Kidd cuando sintió como un brutal chispazo, además continuo, envolverle, hizo retumbar todo el castillo, atronándolo, paralizando la sangre de los que estaban tras la puerta y no podían ni saber lo que estaba pasando.
-Tsk… - masculló la bruja – A pesar de cómo los tratas, te siguen defendiendo…no son más que objetos…¿siempre los has visto así, no?
Y de pronto todo se oscureció, entre más gritos que de pronto se extendieron por todo el castillo.
El mismo Kidd sintió que se le paralizaba a él la sangre de dolor mientras notaba una brutal presión en el pecho, una presión que se extendía sin piedad por todo su cuerpo para de pronto estallar desde dentro, golpeándolo con fuerza en un violento calor que le hizo retorcerse entre sus propios gritos y el ruido de su ropa al desgarrarse, empezando por sus manos, que, tembloroso, se llevó a la cara…
…y aulló otra vez, aún más brutalmente, a medio camino entre lo animal y lo humano, cuando entendió y sintió realmente lo que estaba pasando.
Se estaban convirtiendo en garras, garras enormes, llenas de salvaje vello rojo, que llevó furioso a su rostro, aullando más cuando, al palpárselo, se dio cuenta de que era como el de un lobo, con los dientes cada vez más afilados luchando por salir en sus encías, haciéndolo pronto jadear de dolor… .
…hasta que al fin todos los gritos cesaron, acabando con él jadeando de dolor y confusión en la nieve, incapaz de moverse.
Y, de pronto, cayó a sus pies una especie de brillo, un espejo que la hechicera dejó caer, devolviéndole su reflejo, a lo que él apretó los dientes con las pocas fuerzas que le quedaban.
Ya no era humano.
Casi enseguida, la oscuridad comenzó a hacerse ahora totalmente, con la luz que rodeaba a la hechicera comenzando a desvanecerse, siendo la última luz que quedaba la pequeña rosa que le había ofrecido, flotando suavemente frente a él.
La voz de la hechicera sonó entonces, alejándose cada vez más:
-Escúchame, y hazlo bien, Kidd. Esta rosa se mantendrá fresca hasta que cumplas los veintiún años. Si eres capaz de amar a alguien, y ganarte a cambio su amor antes de que caiga el último pétalo, el hechizo se romperá. Pero, si no, seguirás siendo lo que eres ahora para siempre.
Y, con eso se marchó, llevándose toda la luz con ella y dejando a Kidd derrumbado y agotado entre las tinieblas con el único y débil brillo de la rosa.
Así lo encontraron lo que quedaba de los criados al día siguiente.
Sin embargo, la noticia no circuló por el reino, como habría cabido esperar.
Sus padres, al enterarse de los hechos, fueron a visitarlo y se encontraron incapaces de verlo así, y de cara al reino lo mantuvieron en secreto lo máximo posible, sólo diciendo que su hijo menor estaba de viaje, formándose para enderezar su carácter.
Al final,casi fue mejor así, tanto para ellos como para el reino, pues realmente era una preocupación menos.
Sin embargo esa preocupación no dejara de atormentarles de vez en cuando, aunque cada vez conforme pasaba el tiempo con menos fuerza.
Kidd, por otra parte, avergonzado, asqueado y enfurecido por su aspecto, se recluyó en ese castillo, con un espejo mágico como única ventana al mundo exterior…aunque pronto dicho espejo dejó de importarle siquiera.
¿Qué iba a querer ver fuera ahora?
Ni siquiera a sus padres, que una vez al año venían a ver cómo estaba.
La última vez ni les había abierto la puerta.
¡No quería ver a nadie, joder!
Si…si tan sólo encontrara a alguien con quien romper la maldición…
Pero…no, era imposible. Ya antes de humano no había tenido interés en las mujeres más que para atormentarlas como a todos, y éstas si lo habían aguantado había sido por su aspecto.
Así que ninguna se acercaría ni muerta, eso lo sabía seguro.
Pero…
Miraba la rosa y se mordía los labios.
¿Y si…?
¿Tal vez…?
Así pues, al pasar los años, Kidd comenzó a impacientarse, y, finalmente, perdió toda esperanza.
Porque… ¿quién iba a ser capaz de amar a una bestia?
