Disclaimer: Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi.

Para esta historia también me inspiré en una canción de Taylor Swift: Treacherous(Traicionero)


No sabían cómo habían llegado a ese momento, como habían pasado de estar discutiendo como siempre, a estar tan cerca como en ese momento, y la verdad es que tampoco les importaba.

El viento mecía el cabello de ambos, y hacia que el olor de Kagome llegara más intensamente a su agudo olfato.

Se miraban fijamente a los ojos, cada uno perdido en el otro. Ella, estaba embelesada por todo lo que veía en esos ojos, estaba enamorada del dorado de esa mirada. Él se ahogaba en los marrones intensos de los de la muchacha, marrones y dulces como el chocolate, se sonrojaba mientras sentía que le daba esa mirada tierna que sabía que era para él, y que nunca había sido de nadie más.

Sus labios estaban tan cerca.

Kagome quería besar al ambarino, sentía unas ganas locas y descontroladas. Se preguntó nuevamente como habían llegado a estar en esa situación, y es que la estaba tentando y ella era muy impulsiva. Hasta que lo recordó: Kikyo.

Siempre ella.

Sintió que se caía de la nube y bajó la cabeza, perdiendo el contacto visual. Se sintió terrible por unos instantes, Inuyasha nunca demostraba nada y aun así ella se ilusionaba, pensaba la mujer. Algo la sacó de sus pensamientos.

Pudo sentir como el muchacho acariciaba con la punta de sus dedos su delicada y suave mejilla hasta posar su mano cerrada en su mentón, obligándola a que lo viera a los ojos.

Se hundieron otra vez en esas miradas profundas, en las que ambos parecían estar leyendo el alma del otro.

Las ganas aumentaban en ambos unas miles de veces con cada segundo que pasaba.

Estaban tan cerca, que sus labios casi se rozaban, sus ojos perdieron efectividad al estar tan cerca, no se veían bien el uno al otro, y poco a poco se fueron cerrando instintivamente.

Hasta que la gravedad fue demasiada, y los labios varoniles y cálidos del muchacho, se unieron con los suaves y húmedos de la muchacha, y empezaron a moverse con frenesí, suaves el uno con el otro, albergando toda la paciencia del mundo para conocerse.

La mente de la azabache divagaba entre las sensaciones y los sentimientos, era amor mezclado con incredulidad, no podía creer que se estuviera besando con Inuyasha en ese instante, cuando hace unos momentos él estaba con la otra.

Recordar esto la hizo sentir que chocaba con contra una pared.

Se separó del hanyou instintivamente, no quería sentirse la segunda. El ambarino la interrogó con la mirada, ella volvió a bajar la cabeza, siempre pasaba lo mismo cuando Inuyasha tenía noticias de aquellas mujer, simplemente salía corriendo a buscarla dejándola sola, ¿es que acaso él no notaba que eso la lastimaba?

Sus inseguridades la estaban asechando.

El peli-plateado tomó el fino rostro de la chica entre sus manos con suma delicadeza, obligándola, nuevamente a mirarlo. La miko del futuro sostuvo su mirada unos momentos y volvió a mirar al piso.

¿Y si él solo estaba buscando a Kikyo en ella?

Inuyasha sintió una patada en su estomago ante ese gesto, ¿y si no le habían gustado sus besos? ¿Y si había sido muy atrevido? Era un idiota, ¿Cómo se había atrevido a besarla? ¿Y si ella no lo quería?

Tonterías, estaba seguro de que ella si lo quería, se lo había demostrado de distintas formas infinidad de veces, se sonrojó al pensar esto último.

-¿Qué pasa?-Pronuncio en un tono suave-.

-Nada-Negó con la cabeza-.

Inuyasha la miró haciéndole entender que sabía perfectamente que estaba mintiendo.

Kagome tragó.

-Vamos Kagome no seas tonta, dime qué te pasa.

Kagome lo meditó unos segundos, si le decía sus razones quizás él pensaría que era una estúpida y que tenía razón, que él nunca se fijaría en ella y que solo jugaba con sus sentimientos… O quizás…

Inuyasha perdía la paciencia con facilidad, y de solo pensar que pudo haber hecho algo mal se sintió terrible.

Kagome volvió a negar, aun meditando su respuesta. Inuyasha suspiro.

Se alejó de ella, sí, estaba seguro de haber metido la pata.

-Creo… creo que es mejor que me vaya… yo…-Se alejó de ella un par de metros. Si la había hecho sentir mal no quería seguir haciéndolo, pero algo lo detuvo.-

-Espera-Unas frágiles y delicadas manos se posaban en su antebrazo-Esta bien… te lo diré…-Suspiró. Inuyasha asintió, escuchándola atentamente-Es que… es que… siempre que… que Kikyo aparece tu simplemente desapareces y vas corriendo a buscarla y eso me hace sentir…-Otro suspiro, se sentía tan tonta pronunciando aquellas palabras, la chica iba a seguir pero el ambarino la interrumpió-.

-Kagome… tienes razón… yo… yo me he comportado como un idiota todo este tiempo-El rostro de Inuyasha adquirió un semblante un poco más serio, clavando su vista en el suelo- siempre sin tomar tus sentimientos en cuenta…-Inuyasha se encontraba buscando el valor y las palabras, ya que con éstas no era muy bueno- Pero hace un tiempo decidí algo… Kagome…-Dijo esto y se acercó hasta estar muy cerca de ella, tomando la mano derecha de ella entre su mano izquierda- yo quiero estar contigo y con nadie más.

La miko sintió una extraña mezcla de sentimientos, por un lado quería creerle con todas sus fuerzas, ella deseaba también estar con él pero por otro lado, su conciencia le gritaba que no cayera otra vez.

Kagome exhaló fuertemente.

-Quisiera creerte Inuyasha, pero…

-¿Por qué no me crees? ¿Sabes por qué estoy aquí?-La joven negó-Pues por ti tonta.

A ambos se le subieron los colores al rostro.

Kagome lo pensó mientras intentaba mirar a otro lado que no fueran sus brillantes ojos, analizando, tal vez era cierto, en otros casos jamás había dejado a Kikyo sola en el bosque, en una situación normal, fuera de peligro, solo para buscarla a ella, solo para estar con ella, o quizás, quizás…

Su cabeza daba vueltas de aquí a allá, no sabía que pensar, pero debía decidir si creerle o no. Y no sabía si esa elección terminaría arruinándola.

Sintió como el hanyou le estrechaba la mano para que volviera a la realidad, miró al frente y se encontró con su mirada expectante.

-¿Me crees?-Volvió a preguntar-

-SI-Le respondió la azabache con una sonrisa en el rostro, el peli-plateado se la devolvió instantáneamente, mientras se acercaba cada vez más a su rostro-.

Se repetía la situación, otra vez, ambos a escasos milímetros el uno del otro con ganas incontenibles hasta lograr su cometido: unir sus bocas, llevando un compás casi perfecto, intenso.

El hanyou arrastró su mano derecha alrededor de la pequeña cintura de la chica, para poder estrecharla contra su cuerpo, mientras que su otra mano, la que mantenía unida a la de ella, subió lentamente hasta llegar a su cuello y acariciar su nuca. La azabache posó sus manos sobre el cuello del muchacho.

Ambos se deleitaban con el roce de sus lenguas, y a medida que éste era más intenso, mayor era la velocidad de su respiración. Tuvieron que parar solo para recuperar el aire entre pequeños besos y mordidas.

Poco a poco, Inuyasha fue bajando esos pequeños besos hasta llegar a su cuello, donde se llenó de su aroma. Beso su cuello de arriba abajo, parando de vez en cuando en el lóbulo de su oreja, haciendo que Kagome se excitara y aumentara sus bocanas de aire, mientras el ambarino estaba deleitado con su textura, con su suavidad, con su sabor.

Sintió ganas de estrecharla contra sí, de sentir su sedosa piel y eso fue lo que hizo. Buscó la piel de su espalda por debajo de su camisa, acariciándola suavemente de arriba abajo.

Ya comenzaba a extrañar su boca, así que subió su cabeza para encontrarse con ésta otra vez, en un beso intenso y más rápido que los anteriores.

Se acariciaron mutuamente, Inuyasha la había recostado contra un árbol donde tenía bastante control sobre los movimientos de Kagome.

La tomó con la cintura con sus dos manos mientras se besaban, atrayéndola hacia su cuerpo. Aquello hizo que la joven sintiera la erección del ambarino, que la excitó aun más al darse cuenta que podía excitar a un hombre.

La miko se sentía feliz, había elegido bien, ese romance entre ellos solía ser peligroso, y el camino que transitaban solía estar lleno de trampas, solía estar lleno de altibajos y llegaba a ser peligroso, pero ahí estaba, sintiendo como sus manos la acariciaban, sus bocas se rosaban incesantemente y sus lenguas bailaban juntas, ese amor podía ser traicionero pero definitivamente le gustaba, y no pararía hasta acabar…


Estoy pensando en hacerle un continuación lemon porque hasta yo quedé con las ganas jajaja. Gracias por sus comentarios en las otras historias, es una forma de felicidad muy peculiar lo que causa cada uno3

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