NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE DISNEY, SOLO ME DIVIERTO AL ESCRIBIR HISTORIAS.

¡Hola!

Puuuues, regrese del cine después de ver la nueva adaptación de la Bella y la Bestia y, déjenme decirles, hasta lloré. Claro que no fue una película perfecta pero sentí toda la magia de Disney en pantalla y solo por eso valió totalmente la pena. En fin, con todo el sentimiento atorado en mi corazón, escribí este corto one-shot, que habla principalmente de Belle y sus sentimientos, dos años después de los eventos ocurridos en la película.

NOTA.-Agregué un poquito de contexto histórico y muchas referencias a libros clásicos, algunas cosas las aclaro al final, otras las puedo responder después si ocupan aclaraciones.

A la bestia le puse el nombre de Adam, no me gusta que le digan "bestia" en todo momento, menos después de que se hace humano, y he visto que en varios fics en inglés tiene ese nombre así que lo dejé XD.

Sin más, a leer


Tan viejo como el tiempo

by

Nefertari Queen


Tale as old as time

True as it can be

.

Belle estaba sentada en la biblioteca, tenía en sus manos La Odisea, la cual leía con mucha concentración. Adam le había recomendado leer La Ilíada, y quedó tan maravillada con las narraciones de querellas entre humanos y dioses, que no se resistió a leer la continuación de Homero. El libro debía tener más de cien años de antigüedad, con una encuadernación preciosamente elaborada y hojas que se mostraban más delgadas por el uso, cada vez que Belle leía en la biblioteca se preguntaba cuántas cosas no habrán vivido esos libros, pasando de dueño en dueño, hasta terminar en sus manos, historias que quizá nunca podría conocer.

Tiempo atrás, Adam le había dicho que la colección de la biblioteca fue creciendo paulatinamente; el castillo donde vivían lo había construido el primer Duque de Anjou*, Luis I de Anjou y Nápoles, en el siglo XII. A lo largo de los siglos los descendientes de la familia construirían nuevas y más amplias alas, fachadas más modernas y adquirirían libros, cuadros y reliquias de las excursiones y guerras regionales (la familia obtuvo un cuantioso botín en las Cruzadas).

A fin de comprender mejor, Belle investigó en la propia biblioteca la historia de la familia de Adam, cuyo linaje era verdaderamente ancestral e importante. Ella misma empezó con ayuda de su padre a elaborar un árbol genealógico de su familia, pero no consiguió más información después de su tatarabuela paterna.

Había libros clásicos tan antiguos como seguro lo era la historia de Francia, y esos libros solían estar colocados en las repisas altas, lejos de la humedad, para protegerlos. Belle a veces los veía y pasaba la mano sobre las desgastadas pastas, una vez Adam la sorprendió haciendo eso.

—Son para leer ¿por qué no hojeas uno?

—Me da miedo pensar que se desmorone en polvo—confesó ella, apartando rápidamente la mano de los libros más viejos.—¿qué dirías entonces de mí?

—Tú serías incapaz de dejar que eso pasara.

—No quisiera arriesgarme.

—Bueno, es tu decisión—dijo, encogiéndose de hombros—No olvides que siempre estarán ahí.

Consternada, Belle dijo en voz alta una pregunta que se había hecho ya varias veces antes.

—¿Enserio no te preocupa que algo pueda pasarles?

.—Eres la única persona a la cual le he confiado mi biblioteca ¿Por qué me molestaría que hojearas esa colección?

Esa respuesta la desarmó.

"la única a la que le he confiado mi biblioteca". No sabía a qué se refería con eso. Le preguntó a Lumiére, quien le explicó la situación con una extraña mueca en su rostro.

—La madre del Amo (Dios la tenga en su gloria) era quien se encargaba de ordenar, limpiar y cuidar la biblioteca. Ella y el amo solían leer juntos en las tardes. Cuando falleció, el amo tardó varios años en agarrar otro libro, le traía malos recuerdos.

Ella no tenía idea de eso, pero de repente todo tuvo sentido. Desde que Lumiére le dijo eso constantemente miraba hacia el retrato de la difunta princesa de Anjou, la madre de Adam, que colgaba en la pared principal frente a la entrada; era un retrato solemne, donde salía a relucir la belleza de la princesa, sus delicadas facciones, y el buen gusto que tenía al vestir, su firme pero amable expresión le otorgaban al mismo tiempo porte y bondad al retrato. Muchas veces Belle veía cómo Adam miraba hacia el retrato con una expresión de añoranza que no entendió hasta ese momento.

Ciertamente, Belle podía entenderlo. Ella creció con un fantasma como madre, había muchos retratos hechos por su padre en la casa, pero jamás pudo darle forma a ese recuerdo; poder reconocer el rostro de su madre, pero no tener ni la menor idea de cómo había sido, de qué tipo de mujer fue, le resultó frustrante toda la vida. Y gracias a Adam pudo comprender por qué su padre la recordaba con tanto dolor. Pero Adam no tuvo esa misma historia, él había sido un niño feliz y muy unido a su madre, la muerte de ella cuando aún era pequeño fue la primera herida en una serie de dolores que lo convirtieron en un joven ruin y déspota.

No era justificación, pero el carácter altanero y pretencioso de Adam tenía explicación. La ausencia de su madre y la mala relación con su padre lo marcaron profundamente, generando heridas en su corazón que sólo Belle pudo curarle, de manera inconsciente.

Cuando recordaba la situación en la cual conoció a Adam la invadía la sensación de que todo había sido una especie de plan divino ¿cuántas posibilidades hay de que tu padre se pierda en un castillo encantado donde vive el futuro hombre de tus sueños? ¿cuál era la posibilidad de que ella, entre todas las mujeres, pudiera comprenderlo a él para que dejara de lado esa coraza de insensibilidad y fuera otra vez ese niño alegre de antaño? Ya habían pasado dos años de eso, y se sentía muy bendecida, la que antes fuera una vida solitaria se había transformado en una llena de amor y luz.

Adam insistió en casarse pronto, y Maurice les dio su bendición después de varias semanas en donde "puso a prueba" al príncipe, pues su relación había empezado con el pie izquierdo. Fue una ceremonia sencilla, lo más alejada posible de los protocolos reales. Con el encantamiento roto, Francia había recordado al príncipe Adam, heredero de la Casa Anjou, y si bien no era un prospecto para la Corona, tenía que cumplir algunos protocolos en la Corte de vez en cuando.

Belle se sintió un poco insegura ante la idea de pertenecer a la nobleza pero, en palabras del propio Adam:

—Eres la mujer más culta que conozco, más inteligente que muchas princesas. Además la nobleza no es más que gente común que sabe leer y usa buenas ropas.

Al casarse se fueron de viaje a París, Londres y Florencia, Belle disfrutó enormemente de todas esas ciudades y de los paisajes que le ofrecía la carroza al viajar. Adam no escatimó en gastos, deseaba que su esposa conociera ese mundo del cual siempre leía. Le enseñó lo básico del inglés e italiano para que pudieran recorrer las calles más transitadas de las ciudades a gusto. En ese tiempo y también ya de regreso al palacio, recibieron visitas de algunos nobles, amigos o conocidos de los padres de Adam, pero como bien dijo el príncipe fueron casi todos exquisitamente corteses con ella.

Vestida en seda, con sus cabellos bien peinados y hablando fluidamente un francés culto, Belle podía pasar como cualquier hija de cuna noble. La belleza de sus facciones y la delicadeza de sus movimientos –que había aprendido a imitar de Adam– la volvían una compañía inmediatamente agradable para todos. No faltaron muchachas maleducadas, envidiosas de su buena fortuna, o mujeres amargadas que hicieran comentarios desdeñosos; Adam solía despachar a este tipo de visitas más rápido de lo que un trueno cae del cielo.

Fue en una de esas visitas cuando Belle comenzó a analizar su vida bajo nuevas perspectivas. Lady Montegu, en Londres, frecuentemente la invitaba a la hora del té para practicar su francés, era una muchacha de su misma edad muy amigable y Belle disfrutaba su compañía. Le preguntó cómo conoció a Adam, Belle le contó la versión oficial, se habían encontrado en un baile, se llevaron muy mal al principio y, después, entre charlas sobre libros y viajes, se enamoraron.

—Es la historia más vieja de todas—dijo Lady Montegu sonriendo.

—¿A qué te refieres?

—Que del odio al amor hay un solo paso ¿no tienen esa expresión en Francia?

Ciertamente la tenían, pero nunca había pensado que aplicaba en ella misma. Cuando se lo comentó a Adam él rió a carcajadas.

—¡Es una gran verdad!

.

Barely even Friends

Then somebody bends, unexpectendly.

.

Recordaba la primera vez que la "invitó" a cenar, y la discusión que tuvieron porque ella se negó a bajar. También recordó la discusión cuando le estaba vendando sus heridas, después de salvarla de los lobos. Y aquella sobre sus modales en la cena. Y aquella sobre cuántas cucharas de azúcar debía llevar el té. Y aquella sobre cuál obra de Shakespeare era mejor. Bueno, tuvieron varias discusiones, incluso ahora también debatían sobre no pocas cosas.

No se había puesto a pensar que, en efecto, al principio casi se odiaban. Para ella él era una bestia que encerró a su padre y ahora la mantenía cautiva solo por una flor. Para él ella era la hija de un vulgar ladrón. Cuando se conocieron absolutamente nada indicaba que pudieran convertirse en buenos amigos, mucho menos en marido y mujer.

¿Tendría eso relación con que se llevaran tan bien? En la mayoría de las historias de amor que había leído –siendo Romeo y Julieta su favorita– los protagonistas se sienten atraídos desde el momento en que se ven, sus ojos parecen realizar una conexión mágica que los impulsa a buscar todos los medios posibles para estar juntos, a pesar de cualquier adversidad. Su historia no podía ser más distinta a ese cliché romántico e idealista.

Aunque quizá eso no era del todo cierto. Shakespeare había escrito: "…mi único amor nació de mi único odio, pronto le veo y tarde lo conozco." Después de todo, Capuleto y Montesco no podían permanecer juntos en una misma habitación, y entre el odio de dos familias repentinamente surgió el amor. ¿Algo semejante le ocurrió a ella? ¿Se había enamorado de lo único que se obligó a odiar?

—¿Más té?

Belle miró a la señora Potts, quien podía ser bastante silenciosa a veces, y le dedicó una enorme sonrisa. Todos estaban acostumbrados a que ella se perdiera durante horas en la biblioteca.

—Sí, por favor—señaló la medio vacía taza con té frío, que prontamente llenó la mujer.

—El amo había que dicho que regresaría desde ayer, pero como es temporada de tormentas, no me sorprende que esté retrasado—comentó, sabiendo debido a la experiencia de su edad que Belle no estaba leyendo, sino perdida en sus pensamientos—¿le preocupa su viaje?

—Un poco—admitió, bajando los ojos—Pero no he querido pensar en eso ¿falta mucho para la hora de cenar?

—Una hora más, mi ovejita.

—Bien, ahí estaré, gracias.

La señora Potts colocó la tetera en el servicio y empujó el carrito fuera de la biblioteca, Belle la miró alejarse "Ojalá llegara él para cenar" pensó. Adam se había ido a París para firmar unas actas en la corte, llevaba ya una semana afuera y lo extrañaba mucho. Usualmente ella lo acompañaba, pero en ésta ocasión debió quedarse en el castillo, pues Maurice había estado enfermo y Adam insistió en que lo cuidara.

—No estarás a gusto en el viaje, pensarás a cada momento si ya habrá tomado sus medicinas y si la chimenea tiene el fuego suficiente, te conozco, no intentes excusarte. Es un viaje rápido, no tardaré mucho en regresar, lo prometo.

Sabía que él tenía razón, los primeros tres días cuidando a su padre no tenía tiempo de pensar en nada más, pero ahora que Maurice estaba mejor la falta de trabajo le hacía recrear peligros en los caminos. Leía, pero no era capaz de distraerse por completo. Además de su padre, no conocía a nadie más que le importara tanto como para no dejarla leer a gusto.

Maurice se había mudado al palacio y tenía sus propias habitaciones en el ala este, Belle se había mudado con Adam al ala oeste. Tenían mucha privacidad pero la presencia de Maurice calmaba a Belle, pues podía estar al pendiente de su delicada salud ¡se enfermaba tan fácilmente en invierno! Y estaba acostumbrado a las atenciones de su hija, aunque dijera que era perfectamente capaz de valerse por sí mismo. Adam se mostraba complacido con esto, le gustaba la idea de que más personas vivieran en el palacio, y ahora que tenían una mejor relación era frecuente ver a Adam y Maurice platicando por corredores y jardines, casi siempre hablando sobre historia del arte.

Después de tantos cambios, Belle había empezado un diario, donde registraba sus emociones y cuentos acerca de las cosas que veía día con día. Fue la mejor forma que encontró de asimilar cómo la vida había cambiado tan drásticamente en los últimos dos años; de ser una familia más –algo marginada— en el pueblo, se había convertido en una princesa que vivía en un castillo y pasaba la mayor parte del tiempo viajando y leyendo.

Y hablando de leer, La Odisea en sus manos volvía a reclamarle atención, se había distraído tanto con sus pensamientos que se olvidó completamente de que estaba leyendo las desdichas de Odiseo. Le faltaba poco para terminar el libro, estaba en los últimos cantos, precisamente aquél en que el héroe tiene que enfrentarse a los pretendientes de su fiel esposa, Penélope.

Leyó aquél nombre, Penélope, y de alguna forma se sintió identificada ¿acaso no estaba ella esperando también por su marido? Claro, que no podía compararse una espera de una semana con otra de veinte años, pero la espera sea del tiempo que fuera requería paciencia, una virtud que Belle no tenía muy desarrollada y por la cual extrañar a Adam la estaba volviendo irritable.

Viendo el reloj que colgaba de la pared, suspiró pesadamente mientras cerraba el libro y lo dejaba con cuidado sobre la mesa. Ya era hora de bajar a cenar, y no quería que la señora Potts subiera a presionarla recordándole que la peor educación es la de no prescindir la mesa. Estaba a punto de salir de la biblioteca cuando su mirada se detuvo nuevamente en aquella estantería donde estaba la colección de libros más vieja.

Con un impulso casi infantil, su mano acarició suavemente el lomo de aquellos viejos encuadernados, leyendo los desgastados grabados que indicaban el nombre de las obras "Los nueve libros de la historia" de Heródoto, "Las siete tragedias" de Sófocles, recopilaciones Séneca y Cicerón, el Cantar del mío Cid y de Beowolf… clásicos eternos, que nunca morirían, y frente a ella libros tan antiguos como esas mismas historias.

.

Certain as the sun

Raising in the east

.

—Son para leer, no para contemplar ¿sabes?

Sorprendida y ligeramente asustada, el corazón de Belle se aceleró más por quién hablaba que por el susto; al voltear lo vio ahí, recargado en la puerta, con una expresión divertida.

—¡Adam!

Se recogió la falda para poder ir hacia él más rápido y lo abrazó con fuerza, él la recibió y le besó la frente, mientras ella reía.

—Debo viajar más seguido—le dijo—Me gustan estas bienvenidos.

—Por favor no.—lo abrazó de nuevo.—¿Por qué tardaste tanto? ¡te esperaba desde ayer!

—Perdona, había una tormenta espantosa en París y no pude salir el día que tenía contemplado. Lamento haberte preocupado.

—Te extrañé.

—Y yo a ti, preciosa—le besó suavemente los labios.—¿Qué estabas leyendo, amor?

—La Odisea.

—Ah, el viaje por mar más largo de la historia—dijo esbozando su seductora sonrisa—Personalmente nunca me ha gustado mucho, prefiero la Ilíada.

—Supongo que es más interesante la Guerra de Troya que los problemas de un rey para llegar a su casa ¿no?

—Bien me conoces, prefiero guerras y espadas.

—¡Pero si Odiseo pelea con medio mundo griego!—comentó divertida, sabiendo que su esposo lo decía sólo para molestarla.

—Ese es un buen punto, mademoiselle.—le sujetó fuertemente la mano—Aunque, si lo pienso mejor, la Odisea me parece más interesante de un tiempo acá.

—¿Por qué?—era muy extraño que Adam cambiara de parecer.

—Bueno, antes no entendía por qué Odiseo insistía tanto en volver, si bien podía hacer su vida en cualquier otra parte. En mi opinión no había corona o gloria que valiera tanto la pena.

—¿Y ahora sí lo vale?

—Claro que sí—sujetó su mano, y besó el dorso con ternura—Ahora comprendo mucho mejor a Odiseo.

—¿Por?

Con una sonrisa seductora, Adam se inclinó hacia ella y le susurró suavemente al oído:

—Ya tengo mi Penélope.

Sonrojada, Belle le dio un corto beso, y luego escondió su rostro en su pecho.

¡Nadie nunca había conseguido hacerla sentir tan vulnerable, y tan fuerte, todo al mismo tiempo!

—¿Vamos?—le dijo, ofreciéndole su brazo para escoltarla—La señora Potts nos matará si no bajamos ya mismo a cenar.

Belle miró el reloj y le dio toda la razón.

—Vamos, mi apuesto príncipe.

—Después de usted, mi princesa.

Los dos rieron y se fueron por el corredor, Belle le preguntaba sobre su viaje y Adam le contaba sobre los últimos chismes de la corte y dos libros que el rey le había regalado. Pronto, las voces de la pareja se perdieron en la distancia, dejando un largo silencio en la biblioteca. Al centro de la estancia, frente a la puerta, se podía contemplar perfectamente el retrato de la difunta princesa de Anjou, y ante el delicado contraste de las luces, cualquiera podía decir que el retrato, de solemne expresión, tenía mágicamente una suave sonrisa.

.

Tale as old as time

Song as long as rhyme

Beauty and the beast

.


*Ducado de Anjou. Fue un ducado muy importante en Francia, antes de la instauración definitiva de la República a finales del siglo XIX. Muchos príncipes franceses estaban emparentados con este ducado, llegando algunos a reinar.

Traducción de la canción:

Un cuento tan viejo como el tiempo

Tan verdadero como puede existir

Apenas eran amigos, luego alguien los une, inesperadamente

Tan certero como el sol, que se alza en el este

Un cuento tan viejo como el tiempo

Una canción tan larga como puede ser rimada

La bella y la bestia.

Dejé la versión en inglés porque me pareció más adecuada al contexto de mi historia, también me encanta la versión en español "fábula ancestral" sólo que las dos son ligeramente diferentes.

Espero les haya gustado =)

Saludos!