Disclaimer: El mundo de Harry Potter no me pertenece, todo es obra de J.K Rowling. Este fic tampoco es de mi autoría, es una traducción autorizada del fic escrito por Galfoy.
N/T: Esta traducción está siendo editada :)la pueden encontrar también en wattpad: Aoi Apfel. Este fic fue mi primera traducción y agradecería cada uno de sus reviews (son el único pago que recibimos quienes traemos contenido a este mundillo)
ESTÁTICA
(STATIC)
por Galfoy
Fue como despertar en medio de una pesadilla.
La conciencia volvió a Draco Malfoy como un martillo en la cabeza, y jadeó. Casi de inmediato, deseó estar de nuevo inconsciente. Estaba en un mundo de dolor que no sabía que existía. Una agonía insoportable quemaba su piel, como si hubiera sido rociado con combustible y encendido. Casi podía sentir las llamas recorriendo su cuerpo, pero no podía oler el humo. Era lo único que podía hacer para no moverse, no gritar. Sentía el pánico subir por su garganta. El aire era húmedo y nauseabundo, cargado de temor. Empezó a tener vagos recuerdos, pero no quería creer que fueran reales. Eran muy difíciles de aceptar.
¿Cómo pudieron dejarnos aquí para morir? ¿Después de todo lo que hicimos?
Se dio cuenta de que estaba tirado en el suelo hasta que otra ola de dolor lo golpeó y eliminó todo lo racional de su mente. Latido tras latido golpeaban su piel sensible, deseando que su corazón se detuviera de una vez. No más latidos, no más dolor. Sonaba sumamente tentador. Un pequeño gemido escapó de sus labios. Incluso el interior de su boca quemaba― ¿Había alcanzado allí también el hechizo del Señor Tenebroso?
Podía sentir su furia hirviendo debajo de sus heridas, la ira aceleraba su corazón masoquista.
Traicionado, se burló una voz dentro de él. Hemos sido traicionados por nuestro propio bando.
No lo quería creer.
Había gritos y explosiones, pero no podía reunir la energía para abrir sus ojos. Sabía con una certeza enfermiza que seguía en ese infernal sótano, torturado y lanzado allí porque el Señor Oscuro ya no favorecía a su familia. Después de todo lo que había sacrificado.
Aún no quería creerlo. La negación parecía más fácil, de alguna manera. Más fácil que la temible verdad.
A cambio de poder, la familia Malfoy pagó con todo lo que tenían: su riqueza, su hogar, años de servicio. A cambio, el Señor Oscuro los mantuvo en su círculo más cercano, favoreciendo y manteniéndolos informados de sus operaciones. Ellos eran reverenciados y temidos como todo Malfoy debía ser. Los años pasaron y la guerra continuó, ambos bandos compitiendo por el control. Las cosas iban bien. Predecible. Tanto como podía durar la guerra en todo caso, trabajando como un Soldado Oscuro, tratando de permanecer con vida.
Pero algo cambió. Los Malfoy empezaron a caer en rango, al principio apenas se percibió, pero imposible de percatarse cerca al final. Terminó de la peor manera posible: el Señor Oscuro asesinó a la matriarca en un ataque de furia y dejó al padre e hijo morir vergonzosa y dolorosamente. Fue una drástica y humillante caída en desgracia. Los Malfoy estaban en la cima, o eso era lo que Draco siempre había creído. Ahora, los únicos Malfoy que quedaban estaban ahogándose en su propia sangre, olvidados en el escondite de algún mortífago. Incluso en su letargo inducido por el dolor, Draco podía ver lo desesperada que era la situación.
Nunca nadie nos encontrará aquí. Si lo hicieran, estamos mejor muertos. Nadie nos quiere con vida.
La situación lo hacía sentir furioso, su ira ardía tan intensamente a medida que el hechizo lo consumía en vida. Ellos pertenecían al círculo íntimo de Voldemort. Ellos creían en todo lo que él representaba. Eran jodidamente leales. Aquellos oportunistas, ratas lloronas que no merecían la maldita gloria. ¿Por qué fueron echados mientras que ésos tenían que quedarse?
Hubo un grito proveniente en algún lugar en la oscuridad. Era familiar. Con cierta dificultad, Draco enfocó sus pensamientos. ¿Padre? ¿Aún está con vida? Sabía que no volvería a escuchar a su madre gritar otra vez. Él nunca la oiría hacer algo otra vez. Él la vio abatida, el horror impregnado en su rostro en un rayo de luz verde. Ahuyentó ésa imagen―era demasiado para manejar. Ella no puede estar muerta.
Pero no había duda de que... esa era la voz de su padre. Draco tuvo un vago recuerdo de Nagini deslizándose hacia Lucius, los ojos de su padre iluminados por el miedo. Nagini debía haber logrado alcanzarlo, o al menos parcialmente, si es que esos gritos eran algún indicio. De alguna forma, su padre no había sucumbido a la pérdida de sangre o al veneno. Le tomaría algún tiempo, pero estaba luchando.
Podría luchar todo lo que él quisiera. Pero no había esperanza para ellos.
Draco escuchó más gritos, voces a las que no podía identificar. Por supuesto que los mortífagos no estaban volviendo por ellos. No era su estilo. Su estilo era dar la espalda a los suyos. ¿Tal vez volvían para terminar el trabajo? Sólo podía esperar.
Una ola de dolor lo golpeó y se escuchó así mismo gemir. Oh Dios, el dolor. Cuando el Señor Oscuro lo apuntó con su varita, Draco supo que sería muy malo... Pero esto era extremadamente doloroso. Una maldición asesina hubiera sido más rápida, pero tal vez ese no era el punto.
Más gritos. ¿Qué demonios estaba pasando?
Escuchó a lo lejos una pelea que podría ser su padre.
―¡Información por rescate! ―gritó Lucius con voz ronca entre sollozos. ―¡Por favor! ¡Por favor, ayúdennos!
Draco sintió vacilar su conciencia. ¿A quién le estás rogando por ayuda? Nadie quiere a dos mortífagos que han dejado de ser útiles.
Varios pies desfilaron por el suelo sucio, haciendo que la tierra retumbara en dirección donde yacía Draco. Cada pequeño movimiento dolía, cada onda de aire escocía su piel. Sus ojos permanecían cerrados ―todo lo que sabía era que habían sido quemados. No quería saber quién estaba allí, no más. Estaba esperando morir. Pero no estaba sucediendo lo suficientemente rápido.
―Mierda ―dijo una voz cerca de su cabeza―. Tenemos que sacarlos de aquí, y rápido―la voz se escuchaba como si hubiera sido ralentizada y sumergida en agua.
Raro, pensó Draco.
Un par de manos tocaron sus hombros y lanzó un alarido de dolor.
―Noquéalo y tráelo―dijo una voz más severa―. Si muere en el camino, que así sea.
Draco no recordó nada más después de eso.
Estaba siendo cargado, era lo único que podía decir. Sus oídos captaron fragmentos de susurros desesperados mientras se acercaba hacia la brecha de la muerte.
―...Lucius ha perdido una pierna. Una maldita pierna, Remus. Ha sido devorada, y te apuesto a que fue esa serpiente...
―Estamos tratando de detener el sangrado, ha sido arrancada desde la rodilla, y sabes que estamos tratando Tonks, pero no tenemos verdaderos sanadores...
―¡Él dijo que nos daría información! ¡Necesitamos hacer más! ¡Nunca hemos estado tan cerca de obtener pistas sólidas en años! Solo piensa en lo que podríamos aprender...
―¡Merlín! ¿Tonks, no crees que estoy al tanto de ello? Sé lo importante que es esto.
―Creo ustedes saben bien lo que debemos hacer ―dijo una tercera voz rasposa y cansada. ―Les pediré a Harry y Ron que hablen con ella. Ellos no sobrevivirían sin su ayuda.
―Ella nunca aceptará ―bufó una voz femenina―. Ni siquiera habla con alguien estos días, y mucho menos sale de casa. Está completamente loca. ¿Y pedirle que los mantenga con vida? Eso es un tiro a ciegas en la oscuridad.
―Ella lo hará. No hay otra elección. Podemos tratar por ahora a Lucius, pero el joven Malfoy estará muerto si no recibe ayuda. Ellos se conocieron en el colegio... tal vez haya alguna oportunidad de que...
―¡Entonces déjalo morir! Es Lucius a quien necesitamos, y hasta donde tengo entendido, su relación en el colegio dejaba mucho que desear.
―¿En verdad crees que él hablará si dejamos morir a su hijo, Tonks? El hecho es que Narcissa fue asesinada esta noche...
Hubo un pequeño silbido. ―Quien-tu-sabes no debe estar feliz con los Malfoy. Cómo han caído los poderosos. ¿Me preguntó qué habrá pasado?
Draco trataba de seguir la conversación, agudizando sus oídos para que se trabajaran a través de las ondas de dolor que lo atravesaban. La negación lo golpeó como un mecanismo innato de defensa. Quería gritar a esas voces que todo lo que decían estaba mal ―El Señor Oscuro apreciaba a su familia, entendía lo dedicados que eran. Esto era un error. Su madre no podía estar muerta. Su padre no podría haber perdido una pierna. Y en tanto a él... Lo único que recordaba era la sensación de estar en llamas, y la risa maniática del Señor Oscuro. Hasta que otra ola de dolor lo golpeó, sus pensamientos se nublaron.
No lo quiero creer.
―Iré a hablar con los chicos ―dijo una voz―. No tenemos mucho tiempo, y si ella acepta, querrá hacer esto lo más rápido posible para poder irse a casa.
―Te lo digo Moody... ella nunca aceptará.
―Es todo lo que podemos hacer. Ella es la única con el suficiente entrenamiento. Anthony está muerto. Debemos intentarlo.
La siguiente vez que despertó, se sintió completamente mareado. No había más dolor, pero no había nada más tampoco.
Entreabrió sus ojos y se quedó perplejo ante el rostro desconocido que lo miraba fijamente.
―Hechizo de cancelación del dolor ―dijo la persona sin ninguna explicación―. Tuve que hacerlo. Tu sistema estaba colapsando. Ella te ayudará en un minuto.
Draco dejó que sus ojos de deslizaran en dirección a la desconocida de mirada asustadiza.
Su padre yacía a pocos metros de él en una mesa baja, pálido como un hueso. Cubierto de sudor y sangre, su cabello largo, seco y atado, Lucius parecía un cadáver. Su pierna derecha estaba hasta la rodilla, tal como las voces habían dicho. La parte de él que se aferraba a la negación se burló, asumiendo que era una alucinación. Tu padre no puede haber perdido una pierna. La otra parte de él quería gritar. Era una escena sacada de sus más terroríficas pesadillas. Lucius Malfoy, destrozado, muriendo, a manos de su Señor. No, no, no.
La ira empezaba a estallar dentro de él mientras veía a quien estaba arrodillada al lado de su padre―esa maldita sangre sucia. Maldita sea. Habían sido rescatados por la Orden. Todos esos santurrones, inútiles, débiles, montón de imbéciles impotentes...
Hubiera preferido morir.
―Mi nombre es Hermione ―le dijo la sangre sucia a su padre con su voz monótona. ―Ahora sellaré su herida.
Ella empezó, y Draco observó como si fuera un sueño extraño. Granger. Hermione Granger. La guerra no había sido amable con ella; era una escoba, su cabello desordenado, su piel pálida. Pero había algo que irritaba sus pensamientos... ¿Qué era? Trató de descifrarlo a través de la niebla en su cerebro.
Algo estaba mal, Draco se dio cuenta de inmediato. Algo más que obvio. Granger, la princesa de Gryffindor, estaba trabajando en su padre como un robot. Cauterizar, sanar, sellar, repetir. Limpiar la sangre con una tela de algodón. Ni una sola expresión en su rostro. Ella podría estar zurciendo un botón.
Los ojos de Granger, normalmente llenos de orgullo, no denotaban fuego y coraje, estaban completamente muertos.
Parecía que a Lucius le habían dado algo para el dolor también, porque era capaz de mantener sus ojos abiertos mientras ella lo curaba. Pudo observar su rostro con algo de molesta curiosidad, su respiración dificultosa.
―¿Eres tú la sangre sucia? ―dijo con voz ronca.
―La misma ―respondió sin mover sus ojos de la pierna masacrada. ―Y si me dijera que no le tocara, lo dejaría aquí mismo morir. No le debo favores ―soltó sus palabras como si estuviera leyendo el clima. Sin ningún atisbo de emoción.
Draco continuó estudiándola, extrañamente sorprendido por el cambio de comportamiento desde el colegio. Ellos eran mucho mayores ahora ―la guerra había perdurado por varios años, y Draco tenía veinticinco años y medio. ¿Pero haber cambiado tanto? ¿Comportarse como un muerto viviente?
Lucius no habló luego de su respuesta cortante, mirando el techo en señal de derrota. Ella colocó vendas en su muñón y recitó unos cuantos hechizos sobre el área dañada.
―Necesita descansar ahora. Cuando haya sanado lo suficiente, le buscaremos una prótesis. ―No era un comentario agradable; era real y frío.
Abruptamente, ella se levantó y cogió un bolso de cuero negro del piso. Varias botellas tintinearon dentro del bolso. En tres pasos ella había alcanzado el lado de Draco.
Dejándose caer de rodillas, ella se encontró con sus ojos. Draco no encontró nada familiar en ellos.
―Hola Malfoy.
―Vete a la mierda, sangre sucia. Preferiría morir a dejar que coloques tus sucias manos en mí. ―Apenas supo las palabras que iba a decir hasta que éstas ya habían salido de su boca, pero maldición, estaba tan jodidamente enojado acerca de todo. ¿Por qué él? ¿Por qué ella?
Ella se quedó mirándolo con aquella mirada inexpresiva, sus ojos despojados de todo lo que la distinguía por ser Granger.
―No hay problema ―ella respondió calmadamente. Con un toque de su varita, un torrente de dolor lo invadió. Antes había pensado que el dolor podía no haber sido peor, pero estaba equivocado. Era como estar de nuevo en llamas. Los gritos de Draco atravesaron el aire mientras Hermione se ponía de pie lentamente, se limpiaba las manos y caminaba fuera de la habitación.
Alguien aullaba.
Era él, Draco cayó en cuenta.
―¡Tú maldito imbécil! ―siseó una voz familiar― ¿Sabes lo difícil que fue traerla hasta aquí?
Draco escuchó un portazo y luego a alguien entrar rápidamente a la habitación.
―Ella está tomando el té, compañero. Otra vez no está hablando. Te juro por Merlín, está chiflada. Con la mirada perdida en la distancia sin ninguna maldita emoción...
―¡Sabemos que está loca, Ron! Ella es frágil. Está mal y este idiota pensó que sería inteligente sacarla de quicio...
Draco se escuchó gritar otra vez. Oh por Dios, necesitaba detener esto. Estaba a punto de volverse loco. El dolor golpeaba como si fuese un ariete. La luz explotó detrás de sus párpados. Pensó en lo que le había dicho a Granger, pero tampoco esperaba que lo dejara allí. Iba en contra de todo lo que sabía sobre ella. Granger no dejaba a las personas morir. Ella no lo hacía.
Su voz estaba más ronca. De todas formas gritó.
―Por favor... ―se escuchó así mismo decir―por favor...
―No me supliques, pendejo ―dijo una voz a la que reconocía como la de Potter―. Le dijiste a nuestra única sanadora que preferirías morir a que ella te tocara, y la obligaste. Tuvimos que rogarle que venga. Ella exactamente no disfrutaba la idea de salvar tu vida. Le diste la excusa perfecta para irse.
―¡Granger! ―gritó Draco, ignorando a Potter, deseando que ella pudiera escucharlo dondequiera que estuviera. Ahora estaba delirando ―sabía que iba a morir si este dolor no se detenía. Se sentía como un Cruciatus permanente. Su orgullo estaba condenado, él iba a suplicar hasta desmayarse― ¡Granger, por favor!
Todos esperaron en la habitación mientras Draco gritaba su nombre hasta que fue reducido a unos débiles sollozos. Ron y Harry miraban con tristeza el lugar. Ellos no sabían si es que ella volvería tampoco. No era la misma ahora. Todo era diferente.
La voz de Draco estaba casi completamente apagada. Entonces, era la muerte. Ella no venía. Él la había cagado. Sintió un atisbo de arrepentimiento, si tan sólo hubiera dejado cerrada su boca. La odiaba, detestaba cada parte de ella, pero él quería vivir también.
De repente, la puerta crujió abriéndose. Unos cortos y delicados pasos, un hechizo susurrado, y el dolor se desvaneció. Draco abrió los ojos, húmedos y temblorosos. Gimió.
Granger se situó por encima de él, calmadamente desdoblando una sábana y colocándola sobre su cuerpo. Desvaneció sus ropas por debajo. Un pequeño caldero estaba a su lado, lleno de algo que olía a eucalipto.
Sus ojos muertos se encontraron con los de él.
―No me obligues de nuevo ―dijo, su expresión aún inmutable. ―Ahora te voy a curar. Ve a dormir.
Con un alivio estremecedor, lo hizo.
