Las hermanas Black
Capítulo 1: Aquellos tiempos de oro
Hubo una época en que las tres hermanas compartían gratos momentos y eran inseparables, antes de que las tinieblas cayeran sobre el mundo mágico y la tierra bajo sus pies se curtiera creando abismos entre ellas. Antes de que sus caminos se separaran rotundamente, en los tiempos que aún asistían a Hogwarts. Una morena, una rubia y una castaña se escabullían en las penumbras de los pasillos nocturnos apenas iluminados por viejas antorchas. Vestidas con sus túnicas negras apenas eran visibles. Una de ellas se detuvo frente al cuadro de la bruja tuerta, encorvada bajo una enorme canasta que llevaba a cuestas.
- ¡Apárate! – Dijo una vos enfurecida.
- Supongo que no esperaras a que se abra porque tu se lo ordenas, verdad – Dijo la rubia cruzada de brazos mirando a su hermana incrédula y con una sonrisa maliciosa en su rostro.
- ¡Cállate Narcisa!, si eres tan inteligente abre tú este maldito retrato – Criticó irritada Bellatrix.
- Ya chicas… No discutan acá… Esperen a que lleguemos a Hogsmeade. – terció Andrómeda y a continuación levantó su varita y pronunció unas palabras haciendo que el retrato se apartara y pudieran entrar al pasadizo que llevaba hasta el sótano de Honeydukes.
Sin más rodeos entraron y caminaron por aproximadamente una hora. Al llegar cruzaron el sótano y robaron algunas golosinas del local ya cerrado. Con un conjuro que parecía muy complicado por la floritura que hacía Bella en le aire, logró que la puerta se abriera sin que sonara la alarma.
Salieron y fueron a refugiarse del frío en el único bar que se encontraba abierto a esas horas. Anteriormente se quitaron las túnicas del colegio para no llamar la atención.
Al entrar en La tres escobas, escogieron una mesa para sentarse y pidieron unos tragos largos de licor de menta con chocolate.
Oyeron que la puerta se abrió nuevamente y por ella entraron tres muchachos. Lucius Malfoy encabezaba la fila, tenía una mirada imponente y altiva tras sus ojos color metal. Se acomodaba el cabello azotado por el viento frío, dejándolo prolijamente sujeto en una cola de caballo. Seguido por Rabastan Lestrange, que se mostraba algo cansado y fastidiado por tener que acudir acompañando a sus dos amigos, sus ojos verdes estaban perdidos mostrando poco interés. Por último Rodolphus Lestrange, el hermano del anterior entraba serio y con la misma altivez que el primero, echaba miradas buscando a las tres Slytherins.
Al verlas los tres se encaminaron hacia la mesa empujando a unos cuantos que se los quedaban mirando espantados por su presencia.
Rodolphus se sentó junto a Bella y pidió un tequila. Mientras su hermano, realmente enfadado por estar allí muriéndose de frío en vez de estar en su tibia cama, se sentaba junto a Andrómeda y esta le acariciaba tiernamente la espalda para que se le pasara el enojo. Automáticamente el muchacho cambió su expresión como si con un solo toque de sus manos le hiciera ver las cosas muy diferentes. La tomó de la mano y le susurró algo al oído que hizo que la muchacha se sonrojara, se excusaron y salieron del bar riendo como dos niños traviesos.
Por otra parte, Cissy no había emitido palabra desde que los chicos llegaron. Mientras Bella se enfrascaba en una conversación, que como ya todos advertían, iba a terminar con ellos dos peleando e irritados uno con el otro, hasta que al final Rod desistiera de la pelea y le diera la razón.
Malfoy notó que su chica no le respondía las caricias atrevidas por debajo de la mesa, y tampoco le miraba.
Como si supiera exactamente que estaba pensando comenzó a decir:
- El idiota de Filch casi nos delata – Dijo el rubio esbozando una mueca de aburrimiento. – Le tuve que lanzar un hechizo desmemorizador al inepto squib. – A continuación poso su brazo sobre la espalda de Narcisa y con la otra dio un sorbo a su trago de menta. Esperando ver su reacción.
- ¿Acaso te estas excusando por haber llegado tarde?- Mirándole con el seño fruncido, se removió para apartar su silla y alejarse unos centímetros de Lucius – Pero por favor Lucius, se que vienes de estar con otra de tus conquistas más precisamente con la idiota de Ángela Abbot. No soy estúpida, tienes ese horrible olor a… a ella - Dijo Cissy apartando su brazo y mirándolo con expresión de asco y repugnancia.
- Me encanta cuando te enfadas y me miras así. – Dijo bajando su mano hasta su cintura, y luego más hasta su trasero mirándola con un gesto sexy y una sonrisa de lado que derretía a todas las chicas. Creía que así pensaría en otra cosa y no tendría que someterse al discurso de explicación.
- Suéltame Lucius, no te creas que voy a soportar estas cosas como cualquiera de las ineptas de tus ex, tan solo porque me acaricias. – Lo siguiente que hizo fue pararse y alejarse hasta la puerta, tomar su abrigo y salir.
Lucius se paró y la siguió hasta las frías calles, corrió hasta su altura y la tomó por el brazo para frenarla. La miró fijamente a los ojos azules, que le devolvían la fría mirada que no expresaba sentimiento alguno.
- Yo… yo no estuve con Abbot, Cissy. – Dijo al rato, rompiendo el profundo silencio. Lamentablemente su expresión era convincente pero su tono de voz no.
- Ah, no?... Pues…Como siento haberte juzgado mal – Replicó irónicamente, sin creerle una sola palabra. - ¿Por qué no te largas y regresas cuando sepas qué decir, en ves de tartamudear nerviosamente porque te han pillado, Malfoy? Sabía que no debía aceptar salir con tigo, eres un idiota.
- Lucius. – Le corrigió, notando que no lo llamaba por su nombre, sabiendo que le molestaba que lo hiciera. – Déjame decirte que no te creo estúpida como "las otras" como tú dices, y si quisiera estar con Abbot lo hubiese hecho alguna de las veces que la descarada se me lanzó encima. – Siseó suavemente como de costumbre.
Este último comentario le puso los pelos de punta a Cissy que entrecerró los ojos fulminándolo con enfado.
- Pero por si no te has dado cuenta, nunca le he pasado ni la hora, y esto es desde mucho antes de que empezáramos a salir, Narcisa.- Dijo un Lucius ya no tan cortes y refinado como siempre, tomándola por los hombros y apretando sus clavículas con los dedos, implicando tanta presión contra el frágil cuerpo de la chica que parecía que podría partirlo.
- Entonces explícame ese horrendo olor que te persigue. ¿Y porqué demoños no le haces entender a la arrastrada esa que andas con migo?
- ¿Por qué no defiendes tú lo que te pertenece? – La aguijoneó, y utilizó el comentario como evasiva para no contestar lo primero.
- Que no te quepa la menor duda de que lo haré. – Dijo mirándole fijamente a los ojos, tan cerca y con una voz tan macabra que asustaría hasta un dragón cuidando sus huevos. - Pero recuerda que soy una Black, Lucius, después no te arrepientas si no te gusta lo que le sucederá a esa perra. – Le contestó con una expresión tan maliciosa que Lucius se alivió de que no fuera a él a quien le deseaba un mal tan grande que hasta se notaba su vena yugular saltar al ritmo de sus feroces latidos contrastando con su pálida piel.
Lentamente fue aflojar sus manos, posando una en su nuca y la otra en su cintura, reteniéndola para que no se escape y apretándola contra sí, la acariciaba con suavidad para que ella también se relajase y lentamente bajó su rostro y posó sus labios congelados sobre los suyos, esperando unos segundos quieto sin introducir su lengua para que sea ella quien comenzara el beso, para cerciorarse de que el enojo se le había pasado. Ella fue cediendo llevada por las suaves carisias en su mejilla y su cintura. Así que dio el paso, y para satisfacción de Lucius fue ella quien introdujo su lengua buscando la suya, recorriendo todos los rincones de su boca, le alzó las manos al cuello y se enfrascaron en un beso que duró hasta que sus labios se pegaron como si se apoyaran en hielo seco por el terrible frío que hacía afuera, haciendo un poco difícil la separación, pero Lucius sacó su varita y realizó un encantamiento que les devolvió a cada uno sus labios. Ambos se miraron extrañados y apenados por la tontería que les acababa de suceder, pero luego levantaron los hombros como diciendo "da igual" y siguieron su retorno a Hogwarts, querían reírse pero para los Slytherin reír por tonterías es cursi y de gente con poca clase. Era algo tonto volver a Las tres escobas, seguramente Bella y Rodolphus ya se habrían marchado cada uno por su lado enojados por la estúpida discusión.
Al llegar a la sala común Narcisa divisó en una esquina a Rabastan y Andrómeda muy acaramelados y no pudo evitar poner cara de asco por lo cursi que quedaban murmurándose cosas al oído. Se ve que Lucius pensaba igual porque tiró de ella para ir a sentarse en un lugar muy alejado y a la vez oscuro. El muchacho le posó los labios en el cuello frágil y blancuzco, por el que parecía no haber pasado sangre nunca, y le mordía lenta pero profundamente dejando sus marcas como un vampiro sediento por chupar su sangre. Cissy soltó un grito ahogado, que hizo enardecer a Lucius y saltarle encima como un animal salvaje. La chica le devolvía la fuerza con la que la sujetaba y le besó el cuello recorriendo cada centímetro con su lengua hasta llegar a la hendidura de su hombro y lo mordió fuertemente al igual que él le había echo a ella.
- ¿Quieres subir a mi cuarto? – Le dijo el chico apartándose un poco para poder verla a la cara.
- ¿Por qué no se lo pides a Abbot?
Lucius se acomodó en su lugar nuevamente y con gesto cansino inquirió:
- ¿Vas a seguir mucho más con ese tema, qué acaso no te quedó claro lo que te dije hace un rato, o es que el frío no deja que la información te llegue al cerebro? – Dijo bruscamente sin ningún cuidado.
- ¿Y tú vas a seguir eludiendo mi pregunta con otra nueva? ¿qué, acaso es que no sabes por quién decidirte y juegas con las dos, o tal ves te gusta estar con muchas a la vez? Simplemente dame una razón para no desconfiar de ti y dejaré de torturarte, dame una razón para hacerlo y hazte a la idea de estar fuera del juego.
- Narcisa… por más que yo te dé mil razones para que no desconfíes de mi, siempre surge algo nuevo en tu cabeza que te hace dudar. Y además, hablando de "el juego", ¿qué me dices del idiota de Fortus o de Perkins?, siempre están revoloteando a tu alrededor y no me oyes quejarme una sola vez, y ganas no me faltan de romperles la cabeza a ambos. – A Lucius no le gustó para nada tener que revelar tanto sus sentimientos él no era de esos, pero era imposible hablar con ella si no le explicaba las cosas, siempre lo perseguía con su fama de mujeriego, que por algo había ganado, pero con ella era distinto. Sin embargo, ante cualquier acercamiento femenino hacia él, ella sacaba sus garras bien afiladas. – ¿Sabes cuál es la diferencia? Que yo confío en ti.
La muchacha sonrió de lado muy satisfecha de sus últimas palabras y le apoyó la mano en sus rodillas acariciándole el muslo.
- Yo también confío en ti. – dijo con su habitual frialdad pero sinceramente. - las que no me dan confianza son esas perras calientes que te siguen a todos lados. – Dijo la chica retorciendo con sus manos la tela de la túnica como si le estuviera partiendo el cuello a una de ellas en esos momentos, perecía una niña haciendo berrinches, una niña algo perturbada mentalmente, pero según Lucius era muy adorable.
- Bueno… Es lógico… Soy irresistible para cualquiera. El más inteligente, astuto y atlético de la casa. Te has ganado el premio gordo. – Como siempre con esos aires de superado, dejaba salir su egocentría en todo momento posible. Aunque ésta vez era solo burlonamente, para hacer sonreír a Cissy. – ¡Volviendo a mi propuesta…- La encerró nuevamente, apretujándola fuertemente contra su cuerpo y mirándole con insinuación y picardía - …¿En dónde nos quedamos?... Ah, ya lo recuerdo. - Y la llevó al cuarto que compartía con otros tres chicos, los cuales dos eran Rodolphus y Rabastan, que se encontraban fuera al igual que Cicerón Doyle, por esa noche.
