La preparatoria era un lugar sumamente demandante. Tareas, clubes, actividades extras, eso consumía mucho del tiempo de los estudiantes que querían salir de ahí con honores e ingresar a una universidad buena. Sin embargo, como en toda institución educativa, la preparatoria de Royal Woods tenía ciertos grupos de estudiantes: Los deportistas, los aplicados, los músicos por decir algunos ejemplos. Sin embargo, había un grupo en especial que se destacaba, y era el grupo denominado por muchos estudiantes como "Las engreídas"
Era un grupo exclusivo; la clase de grupo al que sólo podías entrar si eras lo suficientemente lista, bonita o adinerada. Este grupo se la pasaba haciendo bromas pesadas a los demás estudiantes, bromas que en su mayoría acaban con más de alguien en una sala de urgencias, o con el psicólogo de las preparatoria.
La última semana había estado muy ocupada para este grupo de amigas. En tres días habían hecho tres ataques a tres desafortunadas chicas. Hubiese sido en cierta forma "normal" si las tres víctimas no hubiesen sido hermanas.
Una semana después, las tres chicas no han vuelto a la preparatoria. Se dice que ni siquiera salen de su habitación, casi no comen, y su salud se va deteriorando poco a poco. Esto por supuesto es algo que a las responsables no les importa en absoluto; para ellas esto es nada más que un juego, una simple broma que, según ellas, no ha herido de gravedad a nadie.
Cierta tarde de viernes, la líder del grupo iba a salir con su chico. Habían acordado en verse al salir de las clases extra en el viejo almacén abandonado que había a las afueras de la ciudad. No era el tipo de lugar al que alguien iría, pero para muchos jóvenes era el lugar perfecto para verse a escondidas con sus parejas y pasar un "buen rato". Ella se quedó esperando por un par de horas, pero fue en vano, ya que su pareja nunca apareció. Dio por perdida esa oportunidad, por lo que se dirigió a su automóvil, se subió, y antes de que si quiera pudiese meter la llave en la ignición, notó una especie de olor extraño. No sabía que era, pero a medida que inhalaba, se iba sintiendo cada vez más adormecida. En cuestión de segundos se quedó completamente inconsciente.
Después de un par de horas despertó. La cabeza le dolía mucho, a pesar de que lo único que podía ver era la oscuridad estaba segura que todo le daba vueltas. Trató de moverse, pero pronto se dio cuenta que le resultaba imposible, puesto que se encontraba amarrada y amordazada. No podía pensar bien dado que su cabeza era un torbellino, casi como si estuviera a punto de estallarle. Pronto empezó a escuchar el eco de unos pasos; un eco que hacía que su cabeza retumbara y le doliera aún más.
-Por fin despertaste- dijo una voz en la oscuridad. Una voz femenina, la cual no denotaba ninguna emoción en ella.
-…Hmp…
-Lo siento, creo que al menos puedo dejarte ver la luz por última vez- dijo la voz, y entonces retiró la venda que cubría los ojos de la rubia. Al principio veía una silueta borrosa, pero luego de unos segundos pudo visualizar bien a una chica de cabello negro, vestido negro y mangas blancas con rayas negras, y cabello que le tapaba los ojos. Muy apenas la podía ver por los rayos de luna que caían sobre ella de un tragaluz que estaba en el techo.
-No me conoces, ¿Verdad? Bueno, tal vez conoces a mi hermana mayor Lori, creo que es tu compañera de clases, Carol Pingrey- dijo la chica en su característico tono neutral. –Mi nombre es Lucy. A estas alturas no creo que haya riesgo si te digo mi nombre. De todas formas no es como si fueras a salir de aquí.
-Hmpm…- Dijo Carol tratando de moverse. Por más que trataba de zafarse de las sogas que la tenían atrapada, no tenía la suficiente fuerza para siquiera moverse bien.
-¿Sabes por qué estás aquí?- preguntó Lucy -¿Creíste que vaciarle a mi hermana un cubo con sangre en el baile de la preparatoria de Royal Woods se iba a quedar simplemente así? Y no sólo eso, sé que tú fuiste quien saboteó los vestidos de mi hermana Leni, dejándola en ridículo frente a toda la escuela en la pasarela del club de modas. Pero lo peor de todo es lo que le hiciste a mi hermana Luna, sé que tú fuiste quien tomó las fotos de ella cambiándose para su clase de deportes y las difundiste en toda la preparatoria- dijo la chica gótica. A medida que contaba todo eso su tono de voz iba pasando de ser neutral a sonar con ira. Carol no podía hacer nada más que escuchar cómo una niña que no rebasaba siquiera los diez años de edad había descubierto todo lo que hizo. Estaba muerta de miedo.
-Sabes; cuando tienes tantos hermanos aprendes a convivir con ellos de la manera que sea. Aprendes a llevarte bien con ellos a pesar de las diferencias que puedan tener y a perdonarlos cuando te hacen algo malo. Pero sobre todo, no te gusta ver cuando alguno sufre- Dijo Lucy mientras caminaba de un lado a otro.
-Me pasé investigando durante un tiempo todos los sucesos. ¿No se te hace algo raro que todo eso le haya pasado solamente a mis hermanas? A mí sí. Sé que Lori te venció en la votación para elegir a la presidenta de la clase, sé que te sentiste muy humillada por perder contra alguien que consideras inferior a ti, y no te bastó con humillarla a ella, sino también a mis otras hermanas mayores, querías que mi familia pagara. Si pesabas que ibas a salirte con la tuya estabas muy equivocada, Todo lo que se hace, se paga, aquí y en el otro lado.
Carol estaba horrorizada; estaba medio desnuda y amordazada en un enorme cuarto oscuro y vacío. Sus padres estaban en otro estado visitando a sus abuelos y ella se quedó sola, no había nadie que notara si ella desaparecía. Las lágrimas caían por sus mejillas al saber que nadie la iba a poder ayudar. Sabía que no tenía salida.
Notó que la chica había ya no estaba, pero aún tenía miedo por no saber a dónde se había ido. Escuchó de nuevo unos pasos, y la silueta de Lucy se hizo visible de nuevo frente a ella, y notó que esta vez tenía una especie de saco. Lucy puso el saco en el suelo y lo abrió. De él sacó una pistola, la cual tenía puesto un silenciador. Al ver esto Carol entró en pánico, empezó a retorcerse en un intento desesperado de escapar, pero por más que intentaba ponerse de pie, no podía. Intentó arrastrarse, pero notó que las cuerdas estaban amarradas a un tubo que sobresalía del suelo detrás de ella. No podía hacer nada más que ver como Lucy ponía una bala en el cargador e insertaba este en la pistola.
-No pensé que tenía que llegar a hacer esto, pero no me dejaste ninguna otra alternativa. Sólo así es la única forma en la que ya no harás sufrir más a mis hermanas, o a algún otro miembro de mi familia. ¿Algunas últimas palabras?-dijo la chica gótica apuntando la pistola al centro de la cabeza de la rubia. Carol intentaba hablar aún con la mordaza en su boca. Balbuceaba en un intento de hacer que la niña entrara en razón, pedía perdón, pedía piedad, pedía lo que fuera con tal que la niña no la asesinara, las lágrimas no paraban de salirle mientras hacía un esfuerzo por salvar su vida.
-Eso supuse- dijo Lucy mientras hacía para atrás la corredera del arma para acomodar la bala en la recámara. Tomó unos segundos, quizá para que la tortura mental que estaba sufriendo la rubia se prolongara un poco más. Entonces retrocedió unos pasos; y después, sin remordimiento alguno jaló el gatillo.
El sonido amortiguado del disparo inundó la habitación. La rubia dejó de moverse mientras que del hoyo en su frente salía un chorro de sangre. Esta pronto hizo un charco debajo de la chica, el cual por poco y llegaba a tocar los zapatos de Lucy.
-Será mejor que regrese a casa. Espero que Lisa no haya notado que tomé algunos químicos para dormirla- dijo Lucy mientras guardaba el arma en el saco que tenía y se marchaba del lugar.
-Al día siguiente, casi toda la familia Loud se encontraba viendo la tele en la mañana . Sus padres estaban viendo las noticias; el almacén abandonado a las afueras de la ciudad se había incendiado durante la noche. Según los reportes policiales, el incendio fue provocado para deshacerse de un cuerpo que se encontraba carbonizado entre los escombros. Aún no han podido identificar de quién se trata, y pueden tardarse mucho tiempo en averiguarlo ya que el cuerpo está en tan malas condiciones que no queda mucho que analizar.
Desde detrás de la pared que dividía la sala y la cocina se encontraba la pequeña niña gótica, con una sonrisa de satisfacción dibujada en su rostro.
