«Es un personaje el que hace al hombre y el personaje siempre está siendo moldeado por los pensamientos diarios y acciones. Estamos construyendo día a día el personaje que creará o echará a perder nuestra felicidad»
Anónimo
No podía aceptarlo. No debía aceptarlo. No. No, simplemente no podía dejar todo de lado y olvidarlo, pero... ¿qué mas podía hacer? ¿Resignarse y decir «tú vete, yo me quedo en esta casa aunque no haya dinero ni donde dormir»?
Después de empacar y cargar todas las cajas, maletas, muebles y ropa con ayuda de los señores que venían junto con el camión de mudanza en las semanas pasadas, su madre y su perro Nico estaban listos para ir a su nueva casa. Emily no. Podía decirse que no le agradaban los cambios, pero estaba acostumbrada a esa casa. Era pequeña pero acogedora, con sus paredes blancas, su suelo de loseta a cuadros en blanco y negro y sus muebles abarrotados de cosas. Había vivido ahí hasta ese momento, conocía cada rincón de cada piso al derecho y al revés, pero ahora debía acostumbrarse a una nueva casa en una pequeña ciudad que casi nunca recibía nuevos residentes llamado South Park, justo al lado de Middle Park.
Los rayos ocre del atardecer se sumergían en la habitación a través de la ventana, ahora sin cortinas y sólo con el pulido cristal. Los muros de la habitación no tenían tapiz y no había nada más que partículas de polvo esparcidas por el aire denso. Su cuarto era muy diferente sin muebles ni accesorios, no podía decir que era la misma habitación que recordaba; ahora sólo eran paredes desgastadas blancas y piso en blanco y negro. Todo era desconocido, lo mismo pasaría cuando llegara a South Park.
Porque ya había hecho lo encargado por su madre, Emily decidió bajar de nuevo; ya había revisado que no olvidaban nada. Atravesó el corto pasillo donde antes la habitación de su madre, el suyo y el baño se conectaban. Bajó las escaleras pesadamente con la luz de la temprana tarde iluminando el pasillo e intentando recordar todos los momentos que había vivido en esa casa para conservarlos el mayor tiempo posible.
Al recorrer éste y ver el mismo escenario que había visto tantas veces por última vez, un aire de nostalgia la atravesó, siendo reemplazado por uno de aceptación forzado junto con un poco de cólera, pero debía mantener esas sensaciones ocultas para no preocupar a naide. Ya habiendo bajado, divisó a su madre en la sala de estar revisando una y otra vez la lista donde tenía escrito las cosas faltantes, así que se acercó al marco de la puerta para ver cuando notaba su presencia.
—¡Amor! ¿Ya estás lista? ¿Ya revisaste que no falte nada? —preguntó su madre dejando la hoja a un lado y viéndola con una sonrisa afectuosa en su rostro.
—Sí, ya lo hice —respondió Emily con apatía, sin pensarlo con un tono arisco. Ya quería dejar ese lugar, estaba impaciente por que los sentimientos que la aferraban se disiparan.
Su madre la miró con una mirada de desaprobación, pero no dijo nada al respecto—. Bien, entonces sube a Nico al auto. Las llaves están en la cocina.
Dándose cuenta de lo que había hecho, se disculpó mentalmente con su madre; las consecuencias de hacer sin pensar. Tomó las llaves, ubicándolas al instante ya que eran la única cosa visible sin ser inmueble, y con un suspiro dijo adiós al lugar que menos le agradaba de la casa.
Mientras buscaba la llave correcta y el sonido del metal se acercaba a la puerta principal, su perro único y preferido dejó la cómoda postura en la que estaba y comenzó a mover con alegría su cola marrón, poniéndose alerta al instante para ver el momento preciso en donde la puerta fuera abierta y salir a explorar—o más bien escapar. Emily vio al adorable perro y sonrió, pensando en las cosas que podrían hacer cuando llegaran a su nueva casa, al parecer la única cosa buena de ese cambio. Su madre había dicho que ésta sería más grande y espaciosa, con un jardín trasero mediano, habitaciones varias e incluso un ático.
Ella se arrodilló para acariciar sus orejas, que eran de un color café rojizo con ligeros rizos, suaves y limpios por ahora. Su pelaje no era muy largo y tenía algunas partes enredándose, dándole un aire travieso. Tomó en brazos al perro, en una posición en donde ella usaba su hombro y brazo izquierdo para sujetarlo dejando libre la derecha para abrir la puerta.
Introdució la llave en la cerradura y salió con Nico, guardándolas en el bolsillo de sus jeans y al estar frente al auto y se metió con Nico tratando de que no saliera del coche.
—¿Qué hacemos ahora, Nico? Mamá está arreglando sus cosas y nosotros ya estamos listos —preguntó Em después de algunos momentos mientras miraba como Nico se sacudía y la miraba de vuelta.
—¿Deberíamos ver si nos falta algo, otra vez? —propuso, pero al pensar que tendría que salir del auto, cuidar que Nico no saliera, revisar todas las cosas que llevaban, etcétera, etcétera, desechó la idea. Eran muchas cosas que hacer y ya estaba lista, no quería hacer nada más.
Sus nervios estaban a flor de piel así que se relajó acariciando el pelaje rojizo de Nico. Ya había tenido suficiente con saber que no vería a sus viejos amigos y que todos los recuerdos que había recolectado se irían a la basura, pero aún faltaba la ansiedad de conocer a personas y ambientes nuevos.
Eran cerca de las 3 de la tarde, así que el sol estaba muy feliz dando mucho calor porque no había nube que lo impidiera. Cuando comenzó a sudar, Emily sacó las llaves y, como pudo, se trasladó al asiento del conductor por el espacio entre éste y el del copiloto. Giró la llave principal y abrió la ventana porque a ese paso acabaría asada, y queriendo disfrutar con ella el aire fresco, Nico asomó su cabeza con facilidad. Tenía tanto calor que casi sacaba su cuerpo completo, si no hubiera interferido Emily tomándolo por sus patas traseras.
—Nu-uh. Nico, sabes que no puedes salir. Es mejor que muramos de calor a que escapes —dijo al perro mientras lo asía y cerraba la ventana—. Así que, ¿bienvenido al infierno? Supongo —bromeó, aunque su mascota probablemente no la entendiera.
Simultáneamente su madre cerraba la entrada de la casa porque, aunque no había nada más que inmueble, la opción de que robaran el marco de la puerta, el pomo o incluso la puerta no estaba descartada. Al momento de ver a su hija en el asiento del conductor se apresuró, ya que sabía que ella ansiaba poder conducir un auto y temía que hiciera algún desastre, aunque la confianza en que no lo haría era fuerte. Al abrir el acceso confirmó que estaba abierta, y comenzó a reprenderla, dedicándole una mirada de «¿Qué crees que haces?»
—Nico y yo te estábamos espera... —comenzó a decir cuando veía el volumen adecuado para la estación de radio que apenas había prendido, siendo interrumpida por la mirada acusadora de su madre al verla—. ...ando. Sólo lo encendí para que no nos asáramos, ¿si?
—¿Cuántas veces te he dicho que no...? —la estaba por reprender su madre, pero se detuvo, para luego suspirar—. Vamos, siéntate y ponte el cinturón.
Sabía que su madre no estaba enfadada, sólo temía que en alguna ocasión el ansia ganara y moviera algún pedal o la palanca de velocidades, causando un accidente. Emily quería decirle «En verdad, sólo era para abrir la ventana» pero no quería replicar más sobre el tema. En lugar de eso, simplemente salió del auto para ir a los asientos traseros como una persona normal y no como un flojo.
Su madre prendió el motor y el vehículo comenzó a avanzar, así que Emily recargó su frente en el vidrio de la ventana, preparándose para el viaje. Al observar el camino lleno de edificios conocidos y construcciones pasar rápidamente ante sus ojos sintió una punzada de melancolía y muchas otras emociones, pero la alegría estaba excluida, ¿cómo podría sentirla si se mudaban sin su consentimiento? Aunque en realidad le habían preguntado, pero había aceptado por sus padres, no por ella.
Comenzó a sentir sus párpados pesados, pero no hizo mucho caso a la advertencia dada por su cuerpo de que el sueño amenazaba con apoderarse de él. Veía como el largo tiempo que había pasado en ese gran lugar se desvanecía entre recuerdos fugaces y la energía escapaba de sus extremidades. Sus ojos con ojeras debajo se cerraban cada vez que Emily dejaba de luchar por mantener sus elementos más expresivos alerta. Hubo un momento en donde el tiempo comenzó a transcurrir más lento, como si se abriera paso entre un lago lleno de brea y lo único que existía era el arrullador movimiento del auto acelerando.
Hola :'D Nueva historia, pueden cambiar el nombre de Em por el suyo, yo sé que quieren(¿?) Por cierto, no sé donde publicar las escenas más o menos explícitas ;-; ¿Ideas?
Al principio parecerá un poco aburrido, pero después estará interesante 9u9 Por cierto, asir es tomar con las manos ;v
(cofcofEstahistoriamedavergüenzacofcof)
