Juego Reinai
Es la primera vez que escribo un GilgameshxArturia y este lo base en la sensual canción de Kagamine Len titulada reinai juego, bueno, mas o menos, espero que lo disfruten. Escrito especialmente para la página en facebook Sword Gold! Si son fanáticos de esta pareja, denle un like y crezcan un poquito mas el fadom de esta pareja!
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Las chicas... todas eran iguales. Ese fue el pensamiento que recorrió la mente de Gilgamesh Izdubar al verse nuevamente rodeado de jóvenes que clamaban su atención. Siempre sucedía, después de todo alguien tan perfecto como él debía tener a cientos de miles de mujeres a sus pies. Aun con su actitud prepotente y soberbia, su encanto natural hacia a más de una caer. Sin embargo, pese a ser el chico más popular y guapo de la academia Holygrail nada parecía ser suficiente.
Chicas no le habían faltado, aun cuando salía con ellas y estas se auto proclamaban sus novias era bien sabido por el cuerpo estudiantil que sus romances efímeros no duraban más de dos semanas. Ninguna parecía digna de recibir más atención de él una vez transcurrido ese tiempo, después de que terminaba su relación con una alguna de sus "fans" las demás inmediatamente lo rodeaban esperando ser la próxima elegida para ser su novia. ¿No era él una persona magnánima y benevolente? Después de todo las complacía, le daba el honor de ser su nueva conquista a la que más le atrajera, pero con todas era siempre lo mismo. Emitiendo palabras descuidadas en cualquier lugar. "¿Yo soy la única verdad?" "Estaremos juntos por siempre" y muchas frases tan cliché como esas.
Escuchar tantas cursilerías le hacía a Gilgamesh querer burlarse de esos patéticos sentimientos, siempre de forma cruel como: ¿Que seas sólo tú? ¿Que sea para toda la vida? ¿Un amor ferviente? ¿Un amor eterno? No, muchas gracias.
No necesitaba ese tipo de "amor", todo era por simple apariencia, personalidad o antojos. Él no era un príncipe y estaba muy lejos de serlo, no deseaba complacer a las incautas jurándoles amor eterno, todo eso no era más que una simple ilusión, un juego del que él disfrutaba salir victorioso. No existía un amor verdadero.
—Gilgamesh—le gritó aquella chica captó su atención de inmediato, no necesitaba verla para poder reconocerla, sabía perfectamente a quien pertenecía esa voz.
—Oh, presidenta ¿Se le ofrece algo? —volteó a ver a la rubia con una sonrisa divertida, para todos era un poco inusual que precisamente ella le hablara para algo que no fuera reprenderlo.
Parada frente a él y con las manos sobre la cadera conteniendo una expresión de irritación, Arturia Pendragon lo miraba haciendo un puchero, que cosa más inusual, ese fue el pensamiento general de los alumnos que estaban por los alrededores. Esa chica de cabellos tan dorados como la luz del sol y que poseía unos ojos de un hermoso tono esmeralda era nada más y nada menos que la presidenta del consejo estudiantil. Su belleza y su actitud eran una leyenda para todos en la academia, actuaba con honor siempre justa pero tan firme como seria y amable, más de uno había caído presa de su inusual encanto.
La rubia era muy bien reconocida por ser lo que muchos describian como perfecta. Arturia era siempre una chica correcta que seguía reglas, solía ser una persona poco habladora pero de vez en cuando sonreía ligeramente y hablaba con recato y solemnidad. Cuando se trataba de mantener el orden y la disciplina siempre tenía una forma estricta de actuar y eso le había llevado a tener un sin fin de roces con Gilgamesh.
La impecable hija del director debía dar el ejemplo ¿No? Aunque no fuera del dominio público, Gilgamesh al ser hijo de un traficante de armas y drogas, no tenía el más mínimo interés en las reglas, la corrupción era algo divertido después de todo. Era obvio que alguien como él tendría problemas con alguien como Arturia, aunque, tal y como era de esperarse, ella no se molestaba en generar una discusión, simplemente le indicaba de la forma más atenta de qué manera debía comportarse.
El proclamado rey de la academia admitía que se trataba de una chica interesante, la siempre correcta presidenta, alguien tan bella como perfecta... y también, en ocasiones, una molestia. Un buen objetivo para su divertido juego, nada más que otra chica para su colección de conquistas, pero esta sin duda sería el premio mayor. De alguna manera Arturia Pendragon había captado su atención ¿Jugar con ella sería tan divertido como pensaba?
La rubia se aclaró la garganta.
—Gilgamesh, me gustas, salgamos—declaró abiertamente tomando por sorpresa a todos los presentes.
No era para menos, jamás en la vida los estudiantes de la academia se imaginarían al chico problema y a la correcta presidenta saliendo juntos, ambos destacaban entre el alumnado, si bien el rubio tenia la fama de problemático, al igual que Arturia, él siempre estaba entre los primeros lugares de cada clase. Más de uno había pensado que, aunque sus personalidades chocaban había cierto aire de respeto entre ellos. Sin embargo, de eso a un romance había mucho trecho, con la actitud seria de la rubia era difícil imaginar que alguna vez hubiera alguien que pudiera ganar su afecto.
—Vaya presidenta ¿Esa es la forma de declararme su amor? —preguntó burlón, para ella era evidente que estaba disfrutando la escena.
—Si vas a burlarte de mi declaración entonces mejor ignórala—comentó poniéndose uno de sus largos mechones de hebras doradas detrás de su oreja derecha.
Tan digna como siempre, fue el inevitable pensamiento que revoloteó en la cabeza del rey de la academia. Ella era interesante precisamente porque no era como las demás chicas, hasta su declaración parecía haber estado a la altura de la situación, sin doblegarse ante y él y casi como si lo estuviera desafiando. Él sonrió satisfecho.
—Aún no has oído mi respuesta Arturiaaa~—canturreó acercándose a pasos lentos hacia ella, pensó por un momento que eso la intimidaría o pondría nerviosa, pero ella no hizo algún amago de moverse, se mantenía firme demostrando fortaleza ante él y eso, tenía que admitir, que hacía a la rubia valiosa ante sus ojos.
—Lo que vayas a decir dilo de una vez Gilgamesh—ella se cruzó de brazos esperando que él hablara.
Oh bien, dejaría pasar esa actitud digna, después de todo eso haría el juego aún más divertido cuando quebrara esa barrera inquebrantable de frialdad que la rodeaba y ella cayera perdidamente enamorada. Disfrutaría hacerla bajar la guardia y proclamarse vencedor de su propio juego.
—También me gustas Arturia.
Y ahí, frente a todos los presentes el rey de la academia aprovechó para besarla, e imperceptible ante todos los demás, ella tembló ante el contacto labial pero no lo alejó o se movió hasta que aquello hubo terminado. Podía sentir su indignación ante el beso, pero aun así ella no retrocedió, sonrió para sus adentros sintiendo que había ganado una de muchas batallas frente a ella, pero había un gran camino por recorrer antes de ganar la guerra.
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Ese inusual juego había comenzado tiempo atrás... quizás mucho más de lo que él hubiera podido imaginar pues era inevitable la interacción genérica entre ambos.
La presidenta era realmente una persona llamativa, durante el tiempo en que Gilgamesh la había estado observando ella parecía amable y delicada, aunque poco sonriente... pero la verdad esa actitud no era más que una farsa, la verdadera Arturia probablemente carecía de emociones. Ella era pequeña y frágil, mas su personalidad era fuerte y decidida, su temple era inquebrantable, pero era una chica después de todo, una chica que jamás se había mostrado interesada en nada más allá de sus deberes y su compromiso con la academia como su presidenta. Contrario a lo que todos pensaban ella era capaz de sentir ira, celos, tristeza y enojo. Arturia Pendragon si podía ser presa de cientos de emociones, pero deliberadamente había suprimido cada una de ellas con el fin de actuar firme y centrada de modo que nadie pudiera negar o cuestionar las decisiones que tomaba.
Observar a Arturia para Gilgamesh había sido algo usual desde siempre ya que inevitablemente sus caminos siempre se cruzaban de alguna u otra manera. Rin y Jeanne eran sus mejores amigas, lo sabía muy bien porque tanto Enkidu como Iskandar, quienes inexplicablemente formaban parte del consejo estudiantil, le habían comentado que esas dos chicas a menudo iban a la sala del consejo para ayudarla y platicar con ella. Cierta tarde, después del entrenamiento con el club de arquería, aprovechando que se dirigía de nuevo al salón de clases y que tenía que pasar por la sala del consejo, decidió que sería bueno pasar a ver que estaban haciendo Enkidu e Iskandar y tal vez burlarse un rato de lo devotos que parecían a sus deberes en el consejo estudiantil.
Habiendo llegado a la sala notó que la puerta estaba entreabierta, iba a entrar sin molestarse en tocar, pero al poner la mano sobre la perilla se detuvo agudizando su sentido del oído luego de escuchar algo sumamente interesante.
—Sí—fue una total afirmación—Gilgamesh me interesa, pero no creo que sea de la forma en que a Bazzet le gusta Cú, lo que me interesa de él podría interpretarse como algo meramente superficial, tan solo digamos que es un chico llamativo—había dicho Arturia sin despegar la vista de los documentos que firmaba.
—Saber, es obvio que él te gusta ¡Tienes que decírselo! —gritó Rin emocionada, llamándola por el apodo que le habían puesto tiempo atrás.
—Oh vaya, Arturia por fin se enamoró, aunque de rey de la academia... es un poco inesperado—con su usual dulzura habló Jeanne— Te ayudaremos a conquistarlo.
La rubia únicamente suspiró, sus amigas se habían puesto extra-molestas desde que cada una se había conseguido novio y querían que ella tuviera uno para ir todos en una cita triple. Nada le podía interesar menos, pero Rin y Jeanne solían ser muy insistentes tratándole de conseguir a su media naranja, que mejor decidió fingir un poco de interés por la persona que menos se esperarían.
Aunque no era del todo mentira que estuviera interesada en Gilgamesh, después de todo por los roces y sus interacciones ambos sabían mucho el uno del otro, pero no era como si fueran amigos ni mucho menos, pensó que decirlo iba a hacer que sus amigas dejaran el tema por la paz, después de todo él tenía una fama de playboy. Desgraciadamente y pese a los que todas sabían del rey de la academia ellas parecían creer fervientemente que la rubia podía ser quien conquistara el corazón del casanova y en vez de advertirle que no se fijara en él le estaban dando todo su apoyo, después de todo ellas pensaban que era la primera vez que Arturia se enamoraba.
Ella suspiró exasperada. Librarse de ese tema no era tan fácil como esperaba por lo que tuvo que recurrir a su última opción y su carta de triunfo para escaparse de la situación.
—Chicas no quiero que se metan en esto, pero como sé que lo intentaran les pondré las cosas de esta manera, les juro que el día en el que Bazzet y Cú salgan, ese día yo me le confesare a Gilgamesh—declaró creyendo perfectamente que ese día nunca llegaría... pero que equivocada estaba.
Todos sabían que Bazzet y Cú se gustaban, pero ambos eran tan tímidos en el aspecto del romance que ninguno daba el primer paso, verlos todos los días luchando con sus propias cercanías y escondiendo sus sentimientos el uno del otro se había vuelto una novela para todos en la academia Holygrail, al paso que ambos iban se especulaba que finamente se confesarían al graduarse de la preparatoria. Conociendo a Arturia también como lo hacían, Rin y Jeanne sabían que cumpliría su promesa, después de todo ella era alguien honorable que nunca rompía una promesa ni retrocedía a sus palabras.
Gilgamesh sonrió para sus adentros luego de oír esa pequeña charla ¿realmente la señorita perfecta tenía intenciones de confesársele? Pero qué cosa más intrigante¿Sería realmente que ella estaba interesada en él? ¿O es era que tan solo había caído en su juego?
A pesar de que Arturia estaba sumamente concentrada en los documentos sobre su escritorio pudo percibir muy bien que alguien entró a la sala del consejo estudiantil, no se molestó en levantar la cabeza pues sabía perfectamente que persona no se había molestado en silenciar sus pasos mientras caminaba a través de la habitación hacia el lugar en donde se encontraba ella. Sí, hasta esa manera de caminar tan altiva era usual de él.
—¿A que debo el honor de tu visita Gilgamesh? Umh, no me han reportado algún castigo referente a tu disciplina... ¿De qué forma debería tomar el que te encuentres aquí? —ella siguió escribiendo en sus documentos sin siquiera darle una leve mirada.
—Hey presidenta—él se encontraba justo frente a ella, pero la chica no hizo movimiento alguno, tan solo estaba concentrada en su trabajó, intentado ver reacción en la rubia, Gilgamesh tomó suavemente uno de los mechones de su cabello que caía grácilmente enmarcando su rostro, su toque tenía cierto aire seductor que no le tomo a la chica mucho esfuerzo por ignorar—Qué es lo que te gusta de mí?
El rey de la academia quería ver en su rostro sorpresa o una reacción avergonzada como era usual en las chicas que frecuentaba, pero ella no reaccionó, no lo miró, ni mucho menos se sorprendió de tal pregunta. Por tan solo un segundo el rubio pensó que la joven no le había prestado atención pues estaba diligentemente enfocada en su trabajo. Pensaba hacer algún movimiento un poco más arriesgado como para provocarla hasta que su voz finalmente se abrió paso entre sus suaves labios.
—Podría ser tu apariencia, podría ser tu personalidad, me gusta el tú que me ama... pero ese tu no existe ¿verdad? —ella sonrío para sus adentros con autosuficiencia y confianza mirando al rubio frente a ella y recargando una mejilla sobre su propia mano mostrando satisfacción digna de quien había ganado una batalla dejando en claro que esa ronda había sido suya.
Interesante... muy interesante, ella parecía haberse adelantado a sus pensamientos leyéndolo como si fuera un libro abierto, pero de esa misma manera en la que ella veía a través de él, Gilgamesh podía hacer lo mismo. Ambos parecían entenderse mutuamente porque habían tenido tantos roces que inconscientemente habían aprendido sobre la actitud del otro.
Gilgamesh era un rey, su ego desenfrenado y su complejo de superioridad eran predecibles para Arturia, una persona como él era en muchos sentidos sumamente odiosa para ella, pero no era como si no hubiera aprendido desde hace mucho tiempo a tolerar esa actitud. La rubia por otro lado era perfecta, lo suficiente para haber llamado su atención cada vez que era reprendido, normalmente Gilgamesh no dejare que alguien le hablara de la forma en la que ella usualmente lo hacía, pero la chica demostraba ser su igual y por lo tanto simplemente lo dejaba pasar. Ella no parecía afectada por su aura dominante y eso la hacía especial.
—¿No sería ese simple narcisismo presidenta? Después de todo, tú y yo nos parecemos.
—Puede que lo sea, pero tanto tú como yo tenemos un "interés" el uno en el otro ¿No? Podemos simplemente divertirnos con ese interés Gilgamesh. Me gustas en verdad. —sonrió ligeramente como si afirmara su victoria en un juego en el que el rubio tenía total dominio y experiencia.
—Bella y mentirosa, las chicas como tu son siempre peligrosas—acarició la mejilla de la joven con suavidad mientras sus ojos se clavaban en los de ella, el desafío implícito en sus miradas era algo que solamente ellos mismos podían ver reflejados en el esmeralda contra el rojo de sus pupilas.
—Que cruel eres—lo dijo con sorna apartando la mano del rubio de su mejilla—Pero yo sé muy bien cuál es tu problema "Dime que es amor" es eso lo que te molesta ¿No? Porque eres del tipo de chicos que solo se aman a sí mismos, solo quieres diversión.
—Pareces entenderme por completo Arturia. Un amor egoísta, un amor de mentira, los produce de manera masiva, después de todo alguien tan perfecto como yo causa en las mujeres ese efecto—vanagloriándose a si mismo sus palabras no parecieron afectar a la rubia frente a él—Sin embargo siempre es aburrido, lo que quiero ahora mismo es un desafío.
Era una invitación abierta al juego del amor en donde enamorarse era perder.
—Busca contendientes en otra parte rey de la academia, un duelo entre tú y yo probablemente sea un ciclo sin fin donde ninguno de los dos quiera ceder ante el otro—declaró con solemnidad.
—No mi querida Arturia—el tono de su voz fue totalmente sarcástico—Perdiste esta batalla en el momento que afirmaste tu interés y la victoria en este juego me pertenece solo a mí.
Ella odio su sonrisa complacida cuando él la vio fruncir el ceño. La presidenta del consejo estudiantil contuvo su irritación tanto como pudo, pero esa afirmación era totalmente cierta, ella había caído en su juego sin pensar en ello seriamente pues lo último que esperaba era que Glgamesh se enterara de las palabras y la promesa hacia sus amigas.
Por un momento deseó no haber hecho al rey de la academia el objeto de su enfoque.
—Si les has dicho que te gusto y para probar que tus palabras son la "verdad" demuéstralo a través de tu actitud, porque Arturia Pendragon es mujer de palabra ¿No es eso cierto?
El reto había sido lanzado y ella maldijo para sus adentros la situación en la que se había metido, quisiera o no ahora se veía obligada a participar en el juego del amor.
—Bien rey de la academia, yo, la presidenta del consejo estudiantil acepto tu desafío, si y solo si la condición que impuse se cumple y cuando eso suceda—ella se puso de pie retándolo con la mirada—No pienses ni por un momento que voy a bailar en la palma de tu mano o someterme a tus mandatos, alguien como tú que tampoco sabe del verdadero amor o cualquier forma de este más allá de tus estúpidos juegos no me ganará en esta guerra.
Su declaración había sido un deleite que le aseguraba que esta vez superar el desafio iba a ser sumamente entretenido.
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Con el fin de iniciar el juego Gilgamesh había hecho una pequeña intervención acercándose a Bazzet, los comunes eran tan predecibles, pensó con satisfacción cuando presa de los celos y también de cierto temor a que la chica le fuera arrebatada sin que siquiera hubiera intentado conquistarla, Cú había dado el paso decisivo para declarar su amor y antes de la siguiente clase, la noticia de que esos dos ya estaban saliendo, había recorrido toda la academia.
Como era de esperarse llegó a los oídos de la presidenta y Gilgamesh cantó victoria para sí mismo cuando puso saborear los deliciosos labios de Arturia Pendragon. Era el comienzo de la guerra entre ellos. Y hasta que se hubiera aburrido de ella Gilgamesh no pensaba darle motivos a la rubia para renunciar o abandonar el juego, solo por esta vez se comportaría un poco mejor como novio y así ella no tendría excusas, pero solo un poco.
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Continuara
