Orgullo.
Los dioses son extraños. No se conforman con convertir nuestros vicios en instrumentos para acosarnos y apesadumbrarnos. Nos arrastran a la ruina a través de lo que hay en nosotros de bueno, amable, humanitario y afectivo.
- Oscar Wilde.
01 Allen.
Allen Walker no es una persona pretensiosa, respeta a los demás, los valora incluso, aunque no los conozca. No es vanidoso, pero esta satisfecho con su apariencia; es decente, educado, un autentico caballero.
Así es. No obstante, lamentablemente,
Allen Walker es orgulloso.
Tal vez no sea genuinamente un defecto, administrado en dosis pequeñas; sin embargo, en esta ocasión, ese diminuto pero presente orgullo era un problema, pues resultaba ser el padre de una vocecita en su cabeza, molesta, punzante, que lo obligaba a aferrarse tenazmente a la abstinencia de un sentimiento; bueno, de hecho, ¿tal vez sólo fuera una idea?, ¿un boceto, un fantasma, una concepción errónea? Aquello no podía ser correcto, mucho menos adecuado; tenia que tratarse de una equivocación.
Después de todo, a Allen Walker no le gustan los hombres.
... aunque jamás ha besado a una mujer, y no esta muy seguro de si le gustaría hacerlo.
El punto es que, en el excéntrico caso de que Allen se sintiera atraído hacía su mismo sexo (la mínima mención de esto le causaba nauseas), no, y repito, rotundamente, NO, le gustaría un cretino imperturbable, egocéntrico y grosero como Kanda Yuu.
"¿Y, por qué me cuentas esto a mí?" Lavi dejo colgar su cabeza en el respaldo del sillón, algo consternado.
Era un jueves por la tarde, la sala común se hallaba vacía, así que ellos tenían la infrecuente oportunidad de un agradable tiempo compartido entre hombres, con algo de té y aperitivos cortesía de Jeryy.
Bueno, lo de "hombres" Lavi comenzaba a dudarlo. La simple idea de... le parecía ridícula e irónica.
"Laaaaviiii" Allen se le acerco caprichosamente, mirándolo con ternura, "no sé qué me pasa. Esto es tan..." encontrar la palabra indicada no fue difícil, "estupido."
"Y vaya que lo es" respondió el Bookman sin mirarlo, con una mínima cantidad de interés.
Hubo un lapso de silencio, en el fondo sólo podían oírse los pasos de alguna persona del grupo de ciencias, y el crujir de las galletas que Allen se llevaba a la boca.
Tenía que decirle algo. No podía permitir que le ocurriera algo tan satírico y desastroso a su amigo, sobre todo porque era la persona más sensible y emocionalmente delicada que haya conocido jamás; que se callara las tristezas y falseara sus sentimientos esbozando una sonrisa, no lo hacía más sencillo.
"Allen," comenzó con voz tan seria que se extraño de sí mismo, "olvídate de eso. Es insensato e inadmisible" esto último fue casi un regaño. "Quiero que lo olvides, y nunca más me lo menciones." Se puso de pie, tomó una galleta y camino hacía la salida.
"¿Lavi?" se extraño el muchacho, "¡Lavi!" lo llamo, incluso se levanto para gritarle.
¿Había dicho algo malo? ¿Era aquella una situación tan enfermiza? ¡Pensó que al menos Lavi lo entendería!
"¡Lavi! ¿Estas enojado?" sintió un peso caer sobre su pecho. "¡¿Me odias por que tal vez soy homosexual?!" dijo, en voz tan alta que Reever, que pasaba por ahí, se sobresalto, y Lavi se paro en seco, con una mueca dolorosa de vergüenza ajena en el rostro; levanto el brazo en señal de despedida y gritó:
"¡Te veré después!"
Luego de unos instantes de estar tieso como una tabla, Allen finalmente se dejó caer en el sillón, suspiro resignado, mientras Reever trataba de escabullirse despistadamente junto a él; para su desgracia, Allen lo vio, y le propino lo que podríamos llamar El Ojo de la vergüenza. Reever, temiendo por su vida, se apresuro a contestar:
"Yo no oí nada" y salio prácticamente corriendo.
. . .
Los siguientes días tuvo la vaga sensación de que Lavi lo evitaba; pero ese era el menor de sus problemas.
Todavía podía sentir ese doloroso encogimiento de corazón cada vez que Kanda pasaba junto a él con aires de superioridad; ni siquiera lo miraba, era como si no estuviere así, como si se tratara meramente de un pequeñísimo rasguño del más diminuto detalle de los múltiples grabados del papel tapiz de un muro de cinco metros de alto.
Así de insignificante de sentía.
Le daban arrebatos de celos incontenibles cada vez que alguien se le acercaba o lo miraba, es más, incluso odiaba la sensación de que alguien más se atreviera a pensar en él; deseaba, desde lo más profundo de su arruinado corazón, que Kanda le perteneciera. Y cada vez que se sorprendía pensando en cosas tan insulsas se reprendía a si mismo, pero estaba lejos de olvidar que él no era suyo, y seguramente jamás lo sería.
Lo único que lo consolaba en esta trágica realidad era el hecho de que, por lo menos, Kanda Yuu no pertenecía a nadie más que a si mismo.
¡Si! La verdad es que le costaba trabajo imaginarlo sometido, más irrisorio aun, romantico con cualquier tipo de persona, animal u objeto inanimado; y aquí es cuando su creatividad de libera.
Inevitablemente, se figura una situación.
¿Cómo le diría a Kanda sobre este extraño afecto? Se le ocurrirían muchas maneras. Frases irónicas, como "No se porqué me atraes, si eres un petulante", o algo romántico y sincero: "La verdad es que no sé como decirte esto pero... creo que siento algo por ti"; ¿seductor? "Me encantas"; disfrazado, "No sé qué es lo que me gusta de ti."
Al final, elige lo simple. "Kanda, se que es tonto y difícil de entender pero... me gustas."
Lo angustiante surgía entonces a la superficie, cuando se preguntaba qué contestaría él.
Quería creer que lo tomaría bruscamente por los hombros y lo besaría con pasión, tal vez mordiéndolo; Kanda suele demostrar lo que siente a través de la violencia. Pensaba que, tal vez, callaría largamente y, finalmente, pediría algo de tiempo.
La lamentable realidad era que, indudablemente, se paralizaría, impulsos eléctricos enviándose de neurona a neurona con irritante lentitud, para entonces reaccionar propinándole un severo puñetazo en el rostro, tal, que acabaría en el suelo con un chorro de sangre asomándosele por la comisura de los labios mientras se lleva la mano a la mejilla; Kanda se sonrojaría alarmantemente, no se sabe si de pena o de disgusto. Por último, dará media vuelta, indignado, y saldrá de la escena maldiciendo y llamándolo depravado homosexual.
Este acontecimiento se materializó ante él con realismo tal que quedo absorto de modo que no se percato de que el jugo llevaba ya un rato escurriéndose de sus labios, hasta que Lenalee llego y le arrebato el vaso.
"¿Estas bien, Allen?" inquirió con desasosiego, sentándose a su lado.
¡No, por supuesto que no estaba bien!
Aquella visión tan precisa hacía que su entusiasmo cayera tan bajo que se convertía en la suela de sus zapatos.
"Si... No es nada" y sonrió falsamente. No se atrevió a confesarle a Lenalee (aunque probablemente lo habría comprendido más que Lavi), por temor a que Komui lo acusara de pervertir la delicada mente de su hermana con conspiraciones de sodomía. De cualquier manera, ella lo miro más preocupada aun, pero no dijo otra cosa sobre el asunto y se limito a hablar de temas al azar en un intento fallido de distraer a Allen de lo que fuese que lo estuviera perturbando.
. . .
Pasado un mes, ya no podía más.
Pretender era realmente agotador, así que decidió que ya no le importaba que los demás se dieran cuenta de su situación; afortunadamente, la mayoría de las veces, cuando acertaban en que Allen estaba enamorado, asumían que se trataba de una chica, más específicamente, de Lenalee Lee.
Aun así, no podía seguir diciéndose a si mismo que se trataba sólo de una atracción pasajera, una etapa difícil, si, pero que acabaría en cuanto decidiera aceptar que era un hecho irrealizable, un sentimiento desaprensivo y vergonzoso que tenía la obligación de desechar como si de algo infeccioso de tratase.
Se imaginaba repetidas veces, vividamente, de una manera casi enferma, lo que sería perder su aliento unos instantes en el sendero pálido de esos finos labios; cerrar los ojos y sentirse seguro envuelto en el inquebrantable abrazo de un calor ajeno. Suspirar, rogar por aire, desatar esa delicada maraña de hilos negros para dejarlos caer súbitamente sobre los ángulos perfectos de sus hombros firmes; sentir entre sus dedos los cabellos deslizarse como seda mientras acaricia su espalda desnuda, muriendo lenta y placidamente en un arrebato de imprudencia.
Que Kanda se abra paso en los rincones insospechados de su alma y de su cuerpo, y la pasión recorra sus venas con inquietante velocidad mientras lucha por no entregarse demasiado pronto a ese momento culminante de insoportable placer.
Tan sublime, magnifico, incorrecto.
Cuando por fin volvió a abrir los ojos, completamente sonrojado, se percato de que solo le quedaba inclinarse a dos opciones: obsesión o enamoramiento, cualquiera de las dos era para ponerse a llorar.
Alcanzo un punto en el que pensó que callar lo mataría. Así que, sin importar las consecuencias, se armo de valor (o demencia, para el caso las dos son lo mismo) y acecho durante un día entero, esperando el momento adecuado para un instante tan significativo. Aunque la definición de "instante significativo" es algo relativo y confuso para Allen; puede tratarse de algo simple, de algo ridículo, o de algo tan absurdo que vive en la imaginación y no en la realización; de ser este el caso, lo más probable es que estuviera a punto de acabarlo.
Finalmente, vio brillar la oportunidad cuando Kanda se perdió despistadamente en un pasillo vacío, como dirigiéndose a su habitación; contemplo su cabello recogido balanceándose con gracia mientras avanzaba, soberbio, tan inmerso en sus propios pensamientos que no se percato de que Allen llevaba una alarmante cantidad de tiempo acosándole.
Y justo cuando, por fin, se había decidido, cuando se dijo a si mismo con obstinación "No te rindas, insiste hasta que ceda", ¡la primera silaba del nombre acababa de escapársele de los labios...!, y entonces...
Kanda se detuvo y golpeo una de las puertas; Allen se extraño, porque estaba casi seguro de que era la de la habitación de Lavi, y eran horas demasiado avanzadas de la noche como para dar una visita. Se escondió como un ladrón, tras un pilar, y espió discretamente.
Vio salir al pelirrojo, como indeciso, sin decir nada tomo a Kanda por los hombros y lo miro por unos instantes, sonriendo casi tímidamente.
Sin previo aviso, tomo una honda bocanada de aire, y acerco violentamente su rostro al de Kanda. Al principio, Allen quiso pensar que lo había golpeado con la cabeza (que consuelo más ridículo), incluso rió por lo bajo; sin embargo, luego descubrió que era algo más.
Lavi frotaba sus labios contra los de Kanda con vehemencia, desesperado, emitiendo sonidos de respiración interrumpida, y lo peor era que el otro le correspondía, sonrojado, apretando los ojos y cerrando los puños sobre el cuello de su camisa.
El beso de prolongo durante lo que a Allen le pareció una eternidad tal, que creyó que de un momento a otro alguno de los dos se colapsaría por falta de aire; no pudo seguir mirando. Se cubrió la boca, dejándose caer lentamente, deslizándose con su espalda contra el muro, y aterrizo suavemente mientras en el fondo solo se escuchaba el estruendo de una puerta cerrándose, seguido de un golpe, como si alguien hubiese sido bruscamente puesto contra ella.
No sabia si estar triste o furioso. ¡Lavi no había tenido el valor de decírselo! ¡Dejo que ese sentimiento avanzara, que se alimentara de esperanza, mientras él de acostaba con Kanda a sus espaldas, absorbiendo cada pizca de emoción que le era posible engendrar!
¿Por qué? ¿Por qué, si él lo quería tanto, era Lavi el que finalmente se quedaba con las caricias indebidas y los momentos prohibidos de entrega?
La situación le parecía injusta, estaba tan aturdido, desesperado, enojado... Las emociones se revolvían dentro de él en un tumulto tan desmesurado que le era imposible moverse, así que permaneció ahí, como un niño perdido, y de vez en cuando llegaban a sus oídos gritos ahogados y gemidos que lo hacían estremecerse hasta el punto de querer romper en llanto; sin embargo, no lo hizo.
Porque Allen Walker es orgulloso.
Él nunca le ha hecho ni ha pensado en hacerle daño a alguien, entrega todo lo que tiene a los demás sin preocuparse, sólo pensando en que otros sean felices... Y cuando por fin, encuentra algo que podría hacerlo realmente feliz, que desea algo con toda la fuerza de su espíritu, cuando al fin ama tanto que siente que su corazón es tan frágil como una figura de cristal y tan fuerte como una muralla... Cuando por fin se da cuenta de todas estas emociones, se rompe; las quebrantan, con insensible y disparatada facilidad, digna del juego travieso de un ente superior en un estado de aburrimiento inconcebible.
Y Allen Walker es orgulloso. Herir el orgullo de una persona que ha pasado su vida viviendo por los demás, es algo peligroso de hacer.
N O T A S .
Primer capitulo de lo que planeo que sean dos, tres máximo. Allen/Kanda no correspondido, y Lavi/Kanda explicito; probablemente algo de yaoi en el proximo escrito. Una amiga me insistio en que hubiera yaoi, esta aquí, acosandome, presionandome, así que tengo que prometer que habrá yaoi LaviYuu. Lo habrá. Period.
Es maravilloso lo que uno escribe cuando esta en situaciones tan penosas como la mía.
R&R, gente. R&R.
