Ese día, como de costumbre, fui a dar un paseo antes de que las demás náyades despertaran. A pesar de ser una criatura de agua me las había ideado para conservar la humedad con unas hojas que usaba como ropa.

La verdad es que yo no tenía amigas entre las demás ninfas, siempre iba sola y las otras me consideraban rara, a pesar de que yo no le diera importancia.

Paseando sumida en mis pensamientos me di cuenta que había llegado hasta los confines del bosque. Y ante mi estaba Cair Parabel más bonito que nunca inundado con las luces del amanecer. Yo nunca lo había visto, aunque había oído hablar de él, la profecía y una vez había visto a Aslan aunque fue solo un momento y solo me dijo dos palabras: Eres especial. Eso fue hace tres meses y a pesar de que había pensado mucho en ello no acababa de entender que me había querido decir con ello.

De repente, vi a una criatura moverse en el castillo. Era un humano. Tenía el cabello rubio y era alto y corpulento su mirada se dirigía hacía el bosque. Lo miraba con nostalgia recordando memorias y batallas. Tenía una mirada profunda e inteligente de ojos azules. Yo, por entonces nunca había visto a un hombre. Sabía que tenía un padre pero en el lago solo vivíamos ninfas. Me pareció bastante atractivo, pero ya llevaba mucho tiempo fuera del agua y tenía un largo camino que recorrer y poca humedad en el cuerpo(las náyade cuando se secan mueren).

No quedaba mucho, esa parte del bosque ya la conocía pero casi no tenía ni humedad , no creía que pudiera llegar. Estaba seca, vi pasar mi vida por delante y la última imagen que tuve en mente fue la de aquel muchacho...